Los Protocolos
contienen el plan de una guerra oculta, que tiene por objeto, ante todo, la
destrucción completa de todo lo que en los pueblos no hebreos es tradición,
casta aristocracia, jerarquía, como asimismo de todo valor ético, religioso,
sobrenatural. A tal propósito, una organización internacional oculta, presidida
por jefes reales que tienen noción clara de sus finalidades y de los medios
apropiados para realizarlas, habría iniciado desde hace tiempo y seguiría
desarrollando una acción unitaria invisible, a la cual habrían de referirse los
principales focos de perversión de la civilización y de las sociedades
occidentales: liberalismo, individualismo, igualitarismo, libre pensamiento,
iluminismo antirreligioso, con todos su derivados y apéndices, que conducen
hasta la rebelión de las masas y al propio comunismo. Es importante poner de
relieve que los Protocolos reconocen
la absoluta falsedad de todas estas ideologías; se las habría creado y
propagado únicamente como instrumentos de destrucción, y, en cuanto al
comunismo, se declara lo siguiente: “El
hecho de que hemos logrado hacer que los no hebreos concibieran una idea tan
errónea, constituye la prueba irrefutable del mezquino concepto que los mismos
tienen de la vida humana, en comparación con el que tenemos nosotros, en lo que
consiste nuestra esperanza de triunfo” (Protocolo XV). Pero no se habla
solamente de ideologías políticas que han de infundirse sin que resulten
comprensibles su significado y sus finalidades; también se habla de una “ciencia”
igualmente creada a los fines de una acción desmoralizadora general, y se hacen
significativas referencias a la superstición del progreso, al darwinismo, a las
sociologías marxista e historicista, y a este propósito se dice: “Los no hebreos ya no son capaces de razonar,
en materia de ciencia, sin nuestra ayuda”; y al mismo tiempo, se reconoce
la falsedad de todas estas teorías (P. I.II. XIII). En tercer lugar, una acción
propiamente cultural: dominar los principales centros de enseñanza oficial,
controlar la opinión pública mediante el monopolio de la gran prensa, difundir
en los países dirigentes una literatura desequilibrada y equívoca P. XIV), es
decir, ocasionar un derrotismo ético, como complemento dl derrotismo social,
que se acrecentará mediante un ataque contra los valores religiosos y sus representantes,
que no ha de llevarse a efecto de frente y abiertamente, sino fomentando la
crítica, la desconfianza, el descrédito con respecto al clero (P. XVI, IV). Se
indica la “economización” de la vida como uno de los medios destructores más
importantes: de aquí la necesidad de contar con una falange de “economistas”, instrumentos
conscientes o inconscientes de los jefes disimulados. Una vez destruidos los
valores espirituales, que fueron base de la antigua autoridad, reemplazándolos
con cálculos matemáticos y necesidades materiales, debe empujarse a los pueblos
hacia una lucha universal en que creerán perseguir la satisfacción de sus
intereses y no se percatarán del enemigo común (P. IV); finalmente, alentar las
ideas ajenas, y, en lugar de atacarlas, utilizarlas para la realización del
plan final, por lo que se reconoce la oportunidad de defender los puntos de
vista más diversos, desde el aristocrático o dictatorial hasta el anárquico o
socialista, siempre que sus erectos converjan en el sentido del fin único (P.
V, XII). Asimismo, se considera la necesidad de destruir la vida familiar y se
pone de relieve su influencia espiritualmente educadora (P. X); la necesidad de
embrutecer a las masas con deportes y distracciones de todo género, y de
fomentar el lado pasional e irracional de las mismas, para quitarles toda
facultad de discriminación (P. XIII).
Esta es la primera fase de la guerra
oculta: su objetivo es la creación de un enorme proletariado, es la reducción
de los pueblos a un amasijo de seres sin tradición y sin fuerza interior.
Después de lo cual, se proyecta una acción ulterior, basada en la potencia del
oro. Los jefes ocultos controlarán el oro del mundo y, por su medio, el
conjunto de pueblos desarraigados, con sus dirigentes aparentes y más o menos
demagógicos. Mientras que por un lado la destrucción procederá por medio de
venenos ideológicos, rebeliones, revoluciones y conflictos de todo género, los
amos del oro fomentarán las crisis internas generales, reduciendo a la
humanidad a tal estado de postración, de desesperación, de completa desilusión con
respecto a todo ideal y a todo régimen, hasta convertirla en un objeto pasivo
en manos de los dominadores invisibles, que entonces se manifestarán y se los
afirmarán como jefes absolutos del mundo. En la cúspide estará el Rey de
Israel, y toda antigua promesa del Regnum
del “pueblo elegido” se realizará.
Esta es la esencia de los Protocolos.
…
Nada es más significativo que el siguiente paso de los Protocolos (. XV): “Siendo de mentalidad puramente animal, los
no hebreos son incapaces de prever las consecuencias a que puede conducir una
cusa presentada bajo una luz dada. Y es precisamente en esta diferencia de
mentalidad existente entre nosotros y los no hebreos donde podemos reconocer
fácilmente que somos los elegidos de dios y comprobar nuestra naturaleza sobrehumana,
en comparación con la mentalidad instintiva y animal de los no hebreos. Éstos
sólo ven los hechos, pero no los prevén y son incapaces de inventar cosa
alguna, a no ser material”. Y agrega (P. XV): “Por lo que se refiere a nuestra política secreta, todas las naciones
se hallan en estado infantil, y así también sus gobiernos”…
El hecho es que el contenido
de los Protocolos, en su primera
parte, referente a las fases y vías de destrucción, corresponde de manera
impresionante a lo que se ha verificado o se viene verificando en la historia
de los últimos tiempos: casi como si los jefes de los distintos gobiernos, los
dirigentes aparentes de los distintos movimientos y todos aquellos que durante
el último siglo han hecho la historia, no hubiesen sido sino ejecutores
inconscientes de otras tantas partes de un plan establecido, preanunciado desde
hacía mucho tiempo, así sea por ese texto como por otros. Hugo Wast pudo
escribir “Los Protocolos serán falsos…
pero se cumplen maravillosamente”, y Henry Ford, en el diario World del 17 de febrero de 1921, dice: “La única apreciación que puedo formular acerca de los Protocolos, es
que concuerdan perfectamente con lo que está sucediendo”.
Prólogo
a “Los Protocolos de los Sabios de Sion” Ed. Temas contemporáneos. 1984. Págs.
14-18.
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Nota: No aparece la etiqueta JULIUS EVOLA en la lista lateral derecha de temas.
ResponderBorrarCierto, no se porqué será. Voy a averiguar. Gracias por el dato
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