Miles
Christi - 06/02/2019
Francisco
y el Gran Imán nos aleccionan acerca de la fraternidad universal
« El
pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son
expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres
humanos .
»
Esto es lo que puede leerse en la declaración conjunta que
Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar firmaron el 4 de febrero en Abu Dhabi,
durante la visita apostólica efectuada por Francisco en los Emiratos Árabes
Unidos. Ahora bien, pretender que las falsas religiones (heréticas, cismáticas,
idólatras, etc.) son positivamente queridas por Dios en su sabiduría infinita,
es no sólo un error gravísimo, sino una blasfemia incalificable, ya que de esta
manera se hace del Creador la fuente del mal y de la división entre los
hombres. Lamentablemente, este tipo de insensatez no es algo nuevo en boca de
Francisco
. Muy por el contrario. Recordemos, por ejemplo, la que profirió al finalizar
la audiencia con miembros de la Cruz Roja italiana el 27 de enero de 2018, en
la Sala Pablo VI del Vaticano:
« Pido
para todos ustedes la bendición de Dios, Padre de todos nosotros, Padre de
todas las confesiones .
»
En guisa de comentario a semejante despropósito, me
limitaré aquí a reproducir lo que manifesté en aquella oportunidad:
«
Huelga decir que semejante declaración es absolutamente contraria a la fe
católica, e incluso al sentido común, ya que viola el principio lógico de no
contradicción. Esto es algo tan manifiesto que no requiere demostración alguna,
a menos de haber uno perdido completamente toda noción acerca de lo que es el
cristianismo y la revelación divina. Esta aseveración bergogliana,
diametralmente opuesta tanto a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia como a
la de la Sagrada Escritura, es eminentemente gnóstica y panteísta, puesto que
realiza la identificación de los contrarios, equiparando la verdad con el error
y la mentira, conciliando la luz con las tinieblas, identificando la revelación
divina con las abominaciones de la idolatría, nivelando el dogma católico con
las incontables herejías inventadas por los enemigos de la Iglesia, sosteniendo
implícitamente que la doctrina revelada por Jesucristo es equivalente a las de
las perversas fábulas anticatólicas inspiradas por el Padre de la Mentira. No
es necesario poseer un diploma en teología ni ser un erudito en historia del
cristianismo para comprender que Francisco no profesa la fe católica. Ni para
caer en la cuenta de que, a pesar de las apariencias exteriores engañosas
relativas a su posición
eclesiástica y del vocabulario bíblico que falaz y profusamente utiliza para seducir
a los fieles incautos, no estamos ante un cristiano, sino ante un gnóstico que
desfigura el Evangelio, interpretándolo en el sentido de su ideología
esotérica, progresista y evolucionista. Así de simple. Una declaración de esta
naturaleza -lisa y llanamente inconcebible y de un descaro a toda prueba- es
evidencia por demás suficiente para que cualquier cristiano de buena fe y
mínimamente conocedor de su catecismo se encuentre en perfectas condiciones de poder efectuar este elemental
e indubitable juicio de la razón: este hombre sencillamente no es católico. Qui
habet aures, audiat…»
Decididamente, Francisco no profesa otra cosa que la
quintaesencia de la doctrina modernista -avatar “católico” de la gnosis
panteísta-, condenada por San Pío X en su encíclica Pascendi y en el decreto
del Santo Oficio Lamentabili, según la cual la “experiencia religiosa” emanada
de las “profundidades del subconsciente” constituye la revelación divina de un
Dios inmanente al hombre. De esta experiencia primordial surgen las diferentes
confesiones religiosas, cuyos diferentes dogmas y ritos son la expresión más o
menos exacta de dicha teofanía fundacional. De allí que no haya que poner el
acento en las divergencias teológicas entre los diversos credos -lo que
“separa”; cf. los famosos “muros” que Francisco nos invita recurrentemente a
“abatir”-, sino en el común substrato “psico-espiritual” del que derivan, el
“sentimiento religioso”, -es decir, lo que “une”; cf. los “puentes” a erigir,
otro clásico de la jerga bergogliana-. Así es como se explican, por ejemplo,
las múltiples jornadas interreligiosas de “oración por la paz” convocadas por
Juan Pablo II, Benedicto XVI y el mismo Francisco.
No hay, por tanto, sendas erróneas ni caminos inadecuados
para allegarse a la divinidad, puesto que ella reside en el alma de cada cual,
y se manifiesta en todas las religiones. Es importante comprender que esta
concepción modernista de la religión no es exclusiva de Bergoglio, sino que ha
sido profesada oficialmente por la jerarquía eclesiástica a partir del Concilio
Vaticano II, de un modo más o menos explícito -principalmente en los documentos
Nostra Aetate, Unitatis Redintegratio y Dignitatis Humanae- y de manera cada
vez más precisa en los diferentes documentos magisteriales y actos ecuménicos
post conciliares. En aras de la brevedad, me circunscribiré aquí a citar un
solo ejemplo, tomado de la Audiencia General dada por Juan Pablo II el 9 de
septiembre de 1988:
« Ante
todo, es preciso tener presente que toda búsqueda del espíritu humano en
dirección a la verdad y al bien, y, en último análisis, a Dios, es suscitada
por el Espíritu Santo. Precisamente de esta apertura primordial del hombre con
respecto a Dios nacen las diferentes religiones. No pocas veces, en su origen
encontramos fundadores que han realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios,
una experiencia religiosa más profunda. Esa experiencia, transmitida a los
demás, ha tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las
diversas religiones. En todas las auténticas experiencias religiosas la
manifestación más característica es la oración. Teniendo en cuenta la
constitutiva apertura del espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a
trascenderse, podemos afirmar que ‘‘toda oración auténtica está suscitada por
el Espíritu Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada
hombre’’ En la Jornada mundial de oración por la paz, el 27 de octubre de 1986
en Asís, y en otras ocasiones semejantes de gran intensidad espiritual, hemos
vivido una manifestación elocuente de esta verdad
. »
Recordemos que el juramento antimodernista, contenido en el
Motu Proprio Sacrorum Antistitum, promulgado por San Pío X en 1910 y que todos
los clérigos debían prestar antes de recibir las órdenes mayores e igualmente
para poder acceder a una cátedra de enseñanza o a un oficio eclesiástico, fue
suprimido por Pablo VI en 1967,
ya que era manifiestamente incompatible con el aggiornamento emprendido por
Juan XXIII desde el inicio de su pontificado y continuado luego por todos sus
sucesores. Esto significa que no es posible alegar ignorancia por parte de los
papas conciliares, puesto que todos ellos prestaron dicho juramente, para luego
quebrantarlo sistemáticamente. Todas las novedades doctrinales de Vaticano II y
de las subsiguientes reformas litúrgicas y canónicas, así como el magisterio
post conciliar y la praxis ecuménica e interreligiosa, abrevan en la cloaca
modernista -“sumidero de todas las herejías”, al decir de San Pío X- e incurren
en las condenaciones pontificales de las que el modernismo fue objeto a
comienzos del siglo pasado.
No queda mucho por decir con respecto a las aberrantes
declaraciones de Francisco, penosas y consuetudinarias hasta el hartazgo, en
continuidad doctrinal con el CVII y en perfecta sintonía con la obra
devastadora efectuada por todos y cada uno de sus predecesores conciliares. No
obstante, para aquellos que todavía no estuviesen completamente convencidos de
la justeza de esta crítica, añadiré seguidamente un extracto de un estudio
publicado en agosto de 2016
, en el que se aborda este asunto de manera ciertamente no exhaustiva, pero sí
bastante detallada:
Francisco,
Teilhard de Chardin y el panteísmo
Hay que tener presente que el culto del hombre, concebido
como un dios en devenir por vía evolutiva, es propio de la gnosis luciferina.
Me permito citar aquí un texto poco conocido del cardenal Montini, extraído de
una conferencia intitulada Religión y trabajo, pronunciada el 27 de marzo de
1960 en Turín, en el teatro Alfieri, que puede leerse en el volumen de La
Documentation Catholique del año 1960, en la página 764, correspondiente al
número 133, y publicado el 19 de junio de 1960. Doy la referencia con lujo de
detalles para quienes no pudieran dar crédito a sus ojos, y no sin razón, ya
que tan sorprendentes resultan las afirmaciones del cardenal Montini. He aquí
las palabras de aquel que tres años más tarde llegaría a ser papa y que
promulgaría los documentos revolucionarios del CVII en 1965:
«
¿Acaso el hombre moderno no llegará un día, a medida que sus estudios
científicos progresen y descubran leyes y realidades ocultas bajo el rostro
mudo de la materia, a prestar oídos a la maravillosa voz del espíritu que
palpita en ella? ¿No será ésa la
religión del mañana? El mismísimo Einstein previó la espontaneidad de una
religión del universo
. »
El espíritu que « palpita » en la materia, la « religión
del mañana », que sería una « religión cósmica », una « religión del universo
»: aquí están los fundamentos de la gnosis evolucionista teilhardiana, con el
culto del hombre en vías de divinización. Como si esto no fuera suficiente, que
un cardenal de la Iglesia invoque en materia religiosa la autoridad de un judío
socialista que reivindicaba una « religiosidad cósmica » fundada en la contemplación de la estructura del
Universo, compatible con la ciencia positivista y refractario a todo dogma o
creencia, es para quedarse atónito.
Cuando en 1929 el rabino Herbert S. Goldstein le preguntó:
« ¿cree Ud. en Dios? », Einstein respondió:
« Yo
creo en el Dios de Spinoza que se revela en el orden armonioso de lo existente,
no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de los seres
humanos
. »
Y en una carta dirigida en 1954 al filósofo judío Eric
Gutkind, Einstein escribió:
« Para
mí, la palabra Dios no es sino la expresión y el fruto de debilidades humanas y
la Biblia una colección de leyendas, por cierto honorables, pero primitivas y
bastante pueriles. Y esto no lo cambia ninguna interpretación, por sutil que
sea
. »
Lo que equivale a decir que el Dios de Einstein no es otro
que el Deus sive natura del filósofo judío Baruch Spinoza, que en su doctrina
panteísta identificaba a Dios con la naturaleza. Tal es la « religión del
universo » que profesaba Einstein y que evoca con admiración el Cardenal
Montini en su conferencia, y en quien el futuro pontífice se inspira para
vaticinar una « religión del porvenir »
destinada a ocupar un día el lugar del cristianismo. Cuando se piensa que este
hombre poco tiempo después será elegido Sucesor de San Pedro, y que es él quien
más adelante promulgará los documentos novadores del CVII, abolirá la Misa
católica, inventará una nueva con la contribución de « expertos
protestantes » y modificará el ritual de todos los sacramentos, es de veras
como para quedar petrificados...
He aquí otra declaración de Pablo VI que va en la misma
dirección, pronunciada durante el Angelus del 7 de febrero de 1971, con ocasión
de un viaje a la luna, y que constituye un verdadero himno al hombre en camino
hacia la divinización:
«
Honor al hombre, honor al pensamiento, honor a la ciencia, honor a la técnica,
honor al trabajo, honor a la audacia humana; honor a la síntesis de la
actividad científica y del sentido de la organización del hombre que, a
diferencia de los otros animales, sabe dar a su mente y a sus manos
instrumentos de conquista; honor al hombre, rey de la tierra y hoy también
príncipe del cielo
. »
Este culto de la humanidad y del progreso ha sido condenado
numerosas veces por el magisterio. Cito un extracto de la encíclica Qui
pluribus de Pío IX, de 1846, seguido de
una proposición condenada en su Syllabus de 1864:
« Con
no menor atrevimiento y engaño, Venerables Hermanos, estos enemigos de la
revelación divina, exaltan el humano progreso y, temeraria y sacrílegamente,
quisieran introducirlo en la Religión católica, como si la Religión no fuese
obra de Dios sino de los hombres o algún invento filosófico que se perfecciona
con métodos humanos
. »
« V.
La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un
progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana
. »
Pío IX es muy claro en relación a los « progresistas »:
emplea la expresión « enemigos de la revelación divina ». ¿Qué calificativo
mejor podría hallarse para designar a un cardenal y arzobispo de la Iglesia que
aprovecha su eminente dignidad eclesiástica para difundir la idea blasfema y
herética de que una pretendida « religión del mañana » llegará un día a
suplantar al catolicismo? Este hombre se llama Giovanni Battista Montini. A él
-en compañía de Juan XXIII- se le debe el CVII, la destrucción de la liturgia
romana y la terrible crisis que azota a la Iglesia desde hace más de medio
siglo. Me pregunto: en vista de lo que hemos referido acerca suyo, ¿hay motivo
para estar sorprendidos?
Pero volvamos a Francisco y a sus afirmaciones según las
cuales todos los hombres serían « hijos de Dios ». No es ésta la primera vez
que propone una superchería por el estilo. A manera de ejemplo, he aquí sus
palabras en el Video del Papa del mes de enero de 2016, en el cual aparecen
símbolos católicos, judíos, musulmanes y budistas mientras la voz de Francisco
fuera de escena nos explica que:
«
Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de
diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones hay una sola
certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios
. »
Estas afirmaciones son tan grotescas que cuesta concebir
que un video semejante no haya suscitado automáticamente una vehemente protesta
a escala planetaria, incluyendo a los « conservadores » conciliares. Pero,
visiblemente, no queda sino resignarse: el lavado de cerebros operado de manera
sistemática tanto por el « magisterio » como por la « praxis » postconciliar
(pensemos, por ejemplo, en Asís I, II, III y IV) desde hace más de medio siglo,
ha puesto un término a las últimas esperanzas de ver surgir un día una reacción
pública y determinada en defensa de la fe católica de parte de los miembros del
clero, de cualquier tendencia que sean.
Ahora, si se es hijo de Dios por naturaleza, si la vida
divina se encuentra en todos los hombres por el solo hecho de existir, si no se
es elevado a la vida de la gracia merced a un don de Dios que se añade a
nuestra condición de creaturas, la diferencia entre el orden natural y el
sobrenatural desaparece, la distinción entre el Creador y la creatura se
desvanece y se cae de lleno en el panteísmo.
Ya hice alusión a ello en varias ocasiones en el curso de
esta exposición, pero ahora lo diré formalmente: Francisco no es más que un
gnóstico panteísta en la línea de un Teilhard de Chardin. Es un hecho cierto. Y
si él habitualmente evita afirmarlo con todas las letras, tampoco es que se
esfuerce demasiado en ocultarlo. He aquí otra frase, de la cual ya cité
anteriormente el comienzo, y en la cual Francisco exhibe sin rodeos su
convicción religiosa:
« Yo
creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios.
Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero
Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es mi Ser
. »
Es importante descifrar lo que Francisco quiso decir con
esta breve frase, la cual es totalmente inconcebible. Llega tan lejos en la
mentira y en la impiedad que provoca escalofríos. A causa de un reflejo de
autodefensa tan comprensible cuanto ilusorio, la inmensa mayoría de los
católicos ha optado o bien por apartar la mirada, o bien por intentar darle una
interpretación ortodoxa. Debo reconocer que mirar de frente una realidad tan
atroz no es cosa fácil, lo cual explica el hecho de que la mayoría de la gente
prefiere tranquilizarse escondiendo la cabeza en la arena…
En primer lugar, al rechazar la existencia de un Dios
católico, Francisco negó la existencia de la Santísima Trinidad. No hace falta
subrayar que, diciendo esto, negó igualmente, de manera implícita, el carácter
sobrenatural y la misión divina de la Iglesia. En segundo lugar, negó la
divinidad de Nuestro Señor, al afirmar que Jesús es su maestro y su pastor, «
pero » que Dios es la luz y su Creador. Por último, hizo explícita profesión de
fe panteísta al declarar que su ser es el de Dios: « éste es mi ser », son sus
propias palabras.
Francisco no es sino un gnóstico evolucionista disfrazado
de católico, y está en esto sólo a los fines de engañar a la gente,
corrompiendo insidiosamente la verdad revelada con su abominable doctrina, ni
más ni menos. Y para servirse de la estructura de la Iglesia con miras a poner
a punto su proyecto luciferino de unificación global del género humano
excluyendo a Jesucristo y a su Cuerpo Místico. En otras palabras: Francisco
está en esto para llevar a término la mundialización revolucionaria colocándola
bajo la égida del Anticristo y de la contra-iglesia de Satanás. Es precisamente
lo que se llama un falso profeta, por entero consagrado a la implementación del
Nuevo Orden Mundial.
La táctica modernista es muy conocida: permanecer en el
seno de la Iglesia para transformarla desde su interior, subrepticiamente,
imperceptiblemente, con el fin de hacer de ella un instrumento adecuado y una
palanca poderosa puesta al servicio de su causa subversiva. No estoy inventando
nada: es San Pío X quien lo dijo en su encíclica Pascendi:
«
Continúan ellos por el camino emprendido; lo continúan, aun después de
reprendidos y condenados, encubriendo su increíble audacia con la máscara de
una aparente humildad. Doblan fingidamente sus cervices, pero con sus hechos y
con sus planes prosiguen más atrevidos lo que emprendieron. Y obran así a
ciencia y conciencia, ora porque creen que la autoridad debe ser estimulada y
no destruida, ora porque les es necesario continuar en la Iglesia, a fin de
cambiar insensiblemente la conciencia colectiva. Pero, al afirmar eso, no caen
en la cuenta de que reconocen que disiente de ellos la conciencia colectiva, y
que, por lo tanto, no tienen derecho alguno de ir proclamándose intérpretes de
la misma. » § 26
En su discurso a los participantes en el Encuentro Mundial
de Movimientos Populares el 28 de octubre de 2014, Francisco empleó una de sus
expresiones favoritas para dar cuenta de su concepción holista de la realidad
humana, la metáfora del poliedro, figura de múltiples caras que integra
armoniosamente la « diversidad » de sus componentes:
« Sé
que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas,
culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del
encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que
tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde
el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad.
Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas
caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades
que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada
se domina, todo se integra, todo se integra
. »
Dirigiéndose por video a un coloquio organizado en Verona
el 21 de noviembre de 2013 intitulado Menos desigualdades, más diferencias,
Francisco desarrolló esta noción completamente ajena al magisterio de la
Iglesia:
« La
esfera puede representar la homogeneización, como una especie de globalización:
es lisa, sin facetas, igual a sí misma en todas sus partes. El poliedro tiene
una forma semejante a la esfera, pero está compuesto por muchas caras. Me
agrada imaginar a la humanidad como un poliedro, en el que las formas
múltiples, expresándose, constituyen los elementos que componen, en la
pluralidad, la única familia humana. Y esta sí que es una verdadera
globalización. La otra globalización -la de la esfera- es una homogeneización »
He aquí una tercera y última cita a propósito de esta idea
clave del pensamiento bergogliano, tomada esta vez de su discurso al Consejo de
Europa el 25 de noviembre de 2014:
«
Hablar de la multipolaridad europea es hablar de pueblos que nacen, crecen y se
proyectan hacia el futuro. La tarea de globalizar la multipolaridad de Europa no
se puede imaginar con la figura de la esfera -donde todo es igual y ordenado,
pero que resulta reductiva puesto que cada punto es equidistante del centro-,
sino más bien con la del poliedro, donde la unidad armónica del todo conserva
la particularidad de cada una de las partes. […] En esta perspectiva, acojo
favorablemente la voluntad del Consejo de Europa de invertir en el diálogo
intercultural, incluyendo su dimensión religiosa, mediante los Encuentros sobre
la dimensión religiosa del diálogo intercultural. Es una oportunidad provechosa
para el intercambio abierto, respetuoso y enriquecedor entre las personas y
grupos de diverso origen, tradición étnica, lingüística y religiosa, en un
espíritu de comprensión y respeto mutuo
. »
Para Francisco, las diferentes « tradiciones religiosas »
son todas respetables, ya que ellas no hacen sino manifestar el fondo común de
la humanidad, que reside en la inmanencia vital, en la experiencia religiosa
que nos vincula a « la vida », la cual es más importante que las « explicaciones » y las «
interpretaciones », y que nos permite integrar, en un sano pluralismo de
superficie, las diferentes expresiones particulares, equidistantes en relación
al centro que las unifica, al modo como el tronco de un árbol unifica la
multitud de sus ramas.
He aquí otra declaración de Francisco, tomada de su
entrevista con Eugenio Scalfari, en la cual expresa sin vueltas su creencia
panteísta:
« Dios
es luz que ilumina las tinieblas y, aunque no las disuelva, hay una chispa de
esa luz divina dentro de cada uno de nosotros. En la carta que le escribí
recuerdo haberle dicho que también nuestra especie se terminará [!!!], pero que
no se terminará la luz de Dios, que en ese punto invadirá todas las almas y
será todo en todos
. »
Pasemos por alto la inimaginable herejía según la cual un
día la especie humana acabará por extinguirse, como las otras, idea
completamente delirante y en total contradicción con la revelación divina. Y
dejemos pasar igualmente -soy consciente de que aquí corro el riesgo de ser
reiterativo- el hecho pasmoso de que, ante tamaña falsedad, difundida
mediáticamente a escala planetaria, no se haya producido ni un atisbo de reacción.
Lo cual demuestra el estado de letargo profundo en el que se halla la mayoría
de los católicos, empezando por el clero.
Traigo a colación la definición que del término « letargo »
brinda el diccionario de la Real Academia Española: « Estado patológico caracterizado por un sueño profundo y prolongado,
propio de algunas enfermedades nerviosas, infecciosas o tóxicas. » A la
cual debería agregarse un género patológico adicional, aplicable muy
especialmente en la circunstancia que nos ocupa, a saber, el de las afecciones
de índole espiritual…
Hecha esta breve digresión, retomo la cuestión del
panteísmo. Puede comprobarse que Francisco no recurre a circunloquios, sus
dichos son de una claridad resplandeciente y no se necesita de una hermenéutica
enrevesada para desentrañar su sentido: «
hay una chispa de esa luz divina dentro de cada uno de nosotros » y un día
esa luz « invadirá todas las almas y será
todo en todos. » Se colige de esta doctrina gnóstica que la salvación tiene
un alcance universal, que nadie se condena ni corre el riesgo de ir al infierno.
Francisco, a falta de profesar la fe católica, es coherente
con sus ideas, puesto que: ¿cómo podría concebirse la condenación eterna, la
cual implica una separación irreversible con respecto a Dios y a los
bienaventurados, en una lógica panteísta, en la que, por definición, nada puede
sustraerse a la única substancia divina y de la cual toda dualidad se encuentra
excluida (creador-creatura, gracia-naturaleza, cielo-infierno, etc.)?
Pero, si no existe la posibilidad de condenarse, entonces,
tampoco existe el pecado, ni, por tanto, la necesidad de la redención, la cual,
a fin de cuentas, no consistiría sino en la « toma de conciencia » de nuestra
prístina naturaleza, logrando, mediante este acto « salvador », disipar la
dualidad y la división de nuestras vidas, causa de todos los males. De este
modo puede comprenderse mejor la manida expresión « inalienable dignidad de la
persona humana », suerte de mantra conciliar cuyo significado último es el que
acabo de explicar. Lo que, por supuesto, no significa que todos aquellos que la
emplean sean conscientes de sus implicancias metafísicas.
La lógica es imparable: si la dignidad de la persona humana
es inalienable, una punición sin fin es algo impensable, y si nadie puede
separarse jamás de Dios, esto no puede deberse sino a una razón de orden
metafísico, esto es, a la adhesión a una visión monista de la existencia. La
religión de los modernistas, devenida en religión conciliar, no es otra cosa:
una gnosis luciferina disimulada bajo la apariencia de cristianismo, es decir,
la deificación del hombre a través de una evolución inexorable, de un «
progreso » necesario de la conciencia en el hombre y por el hombre, la cual
conduce al surgimiento del espíritu « absoluto ». No olvidemos las palabras de
la Serpiente a Eva en el jardín del Edén: « seréis como dioses » (Gn. 3, 5).
Esta concepción panteísta del universo, disfrazada con un ropaje cristiano por
el iluminado « antropólogo » Teilhard de Chardin, y que desemboca en el culto
del hombre divinizado, ha sido de una influencia decisiva en el CVII y en todo
el « magisterio » post conciliar.
Les propongo seguidamente un elenco de breves citas tomadas
de la encíclica Laudato Si’, afines con las doctrinas panteístas profesadas por
el jesuita francés:
« […]
estamos llamados a « aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de
compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. » § 9
« […]
Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad
que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la
evolución biológica. » § 18
« El
ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no
explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. » § 81
«
[Dios], de algún modo, quiso limitarse a
sí mismo al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que
nosotros consideramos males, peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son
parte de los dolores de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador. » §
80
« El
fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido
alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal [53
] » § 83
«
Podemos decir que, ‘‘junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en la
sagrada Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando
cae la noche’’. Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a
reconocerse a sí mismo en la relación con las demás criaturas: ‘‘Yo me autoexpreso
al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la
del mundo’’. »§ 85
« […]
estamos llamados a ‘‘aceptar el mundo como sacramento de comunión’’ […] Es
nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más
pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios,
hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta. » § 9
« […]
no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios
ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio
cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive
con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea. » § 216
« […
las creaturas] avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el
término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo
resucitado abraza e ilumina todo. » § 83
« […]
todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos
una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un
respeto sagrado, cariñoso y humilde. » § 89
« No
puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la
naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y
preocupación por los seres humanos. […] Todo está conectado. Por eso se
requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres
humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad. » § 91
Ya hemos tenido oportunidad de ver algunas declaraciones de
Pablo VI en relación con este tema. Leeremos a continuación dos citas muy
esclarecedoras de Juan Pablo II,
empezando por una tomada de la encíclica del año 1986 Dominum et Vivificantem,
§ 50:
« La
Encarnación de Dios-Hijo significa asumir la unidad con Dios no sólo de la
naturaleza humana sino asumir también en ella, en cierto modo, todo lo que es
‘‘carne’’ toda la humanidad, todo el mundo visible y material. La Encarnación,
por tanto, tiene también su significado cósmico y su dimensión cósmica. El
‘‘Primogénito de toda la creación’’, al encarnarse en la humanidad individual
de Cristo, se une en cierto modo a toda la realidad del hombre, el cual es
también ‘‘carne’’, y en ella a toda ‘‘carne’’ y a toda la creación
. »
Y ahora un extracto de la encíclica programática Redemptor
Hominis, la primera de su pontificado. Sepan disculpar la extensión, pero de
este modo puede apreciarse mejor la magnitud del giro antropocéntrico efectuado
por el magisterio post conciliar:
« Aquí
se trata por tanto del hombre en toda su verdad, en su plena dimensión. No se
trata del hombre abstracto sino real, del hombre concreto, histórico. Se trata
de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la
Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este
ministerio. Todo hombre viene al mundo concebido en el seno materno, naciendo
de madre y es precisamente por razón del misterio de la Redención por lo que es
confiado a la solicitud de la Iglesia. Tal solicitud afecta al hombre entero y
está centrada sobre él de manera del todo particular. El objeto de esta premura
es el hombre en su única e irrepetible realidad humana, en la que permanece
intacta la imagen y semejanza con Dios mismo. El Concilio indica esto
precisamente, cuando, hablando de tal semejanza, recuerda que ‘‘el hombre es en
la tierra la única criatura que Dios ha querido por sí misma’’ [Gaudium et spes
24]. El hombre tal como ha sido querido por Dios, tal como Él lo ha elegido
eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente
cada hombre, el hombre más concreto, el más real; éste es el hombre, en toda la
plenitud del misterio, del que se ha hecho partícipe en Jesucristo, misterio
del cual se hace partícipe cada uno de los cuatro mil millones de hombres
vivientes sobre nuestro planeta, desde el momento en que es concebido en el
seno de la madre
. » § 13
Veamos ahora dos citas de Benedicto XVI que prueban el
alcance de la influencia ejercida por Teilhard. La primera está tomada de su
libro Luz del mundo:
«
[Dios] Pudo así crear también en la resurrección una nueva dimensión de la
existencia, pudo colocar, como dice Teilhard de Chardin, más allá de la
biosfera y de la noosfera, una esfera nueva en la que el hombre y el mundo
llegan a la unidad con Dios
. »
La segunda es un extracto de su homilía en la catedral de
Aosta del 7 de julio de 2009, en la cual Ratzinger, hablando de la Eucaristía,
cita explícitamente a Teilhard, haciéndose eco de su libro herético,
naturalista y panteísta La misa sobre el mundo:
« La
función del sacerdocio es consagrar el mundo para que se transforme en hostia
viva, para que el mundo se convierta en liturgia: que la liturgia no sea algo
paralelo a la realidad del mundo, sino que el mundo mismo se transforme en
hostia viva, que se convierta en liturgia. Es la gran visión que tuvo también
Teilhard de Chardin: al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en la
que el cosmos se convierta en hostia viva
. »
He aquí, a título ilustrativo, un corto pasaje de la obra impía
del jesuita apóstata francés:
« En
la nueva humanidad que se está engendrando hoy, el verbo ha prolongado el acto
sin fin de su nacimiento, y en virtud de su inmersión en el seno del mundo, las
grandes aguas de la materia se han cargado de vida sin estremecimiento. Nada se
ha estremecido en apariencia en esta inefable formación y, sin embargo, al
contacto de la palabra sustancial, el universo, inmensa hostia, se ha
convertido misteriosa y realmente en carne. Desde ahora toda la materia se ha
encarnado, Dios mío, en tu encarnación. […] Haz, Señor, que tu descenso bajo
las especies universales no sea por mí estimado y acariciado sólo como el fruto
de una especulación filosófica, sino que se convierta verdaderamente en una
Presencia real
. »
De este modo, Benedicto XVI ostenta el dudoso privilegio de
haber sido el primer papa conciliar que se atrevió a nombrar públicamente a
Teilhard de Chardin, para ensalzarlo de manera entusiasta y suscribiendo sin
reservas a su muy peculiar cosmovisión religiosa.
El motivo por el cual me he permitido transcribir todas
estas citas de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI en un estudio consagrado
a Francisco es para que no se pierda de vista que Bergoglio no es más que un
eslabón de una larga cadena de penetración de las ideas gnósticas en la
Iglesia. El último, el más chocante y escandaloso, el que osó quitarse la
máscara con un descaro a toda prueba, exhibiéndose tal cual es, en toda su
fealdad y su malicia diabólica, pero que no habría podido hacer nada si el
trabajo de zapa metódico de infiltración modernista no hubiera sido efectuado
en todas las áreas de la vida eclesial desde hace más de medio siglo por todos
y cada uno de sus antecesores…
Para finalizar este capítulo, no encuentro nada más
adecuado que hacerlo con un pasaje del sermón dado por el Padre Raniero
Cantalamessa, el predicador oficial de la Casa Pontificia,
en la basílica de San Pedro, durante el oficio de Vísperas de la Jornada
mundial de oración por el cuidado de la creación, instituida por Francisco en
2015
:
«
¡Cuánto ha tenido que esperar el universo, qué gran carrera tuvo que tomar,
para llegar a este punto! Miles de millones de años, durante los cuales la
materia a través de su opacidad, avanzaba hacia la luz de la conciencia, como
la linfa que del subsuelo sube con esfuerzo hacia la cima del árbol para
expandirse en hojas, flores y frutos. Esta conciencia se alcanzó finalmente
cuando apareció en el universo lo que Teilhard de Chardin llama ‘‘el fenómeno
humano’’. Pero ahora que el universo ha alcanzado su objetivo, exige que el
hombre cumpla su deber, que asuma, por así decirlo, la dirección del coro y
entone en nombre de toda la creación: ‘‘¡Gloria a Dios en lo alto del cielo!’’. »
Francisco,
paroxismo del ecumenismo conciliar
Con respecto al ecumenismo, Francisco se encuentra en
perfecta sintonía con los demás papas conciliares, quienes se inspiran del CVII
en relación con el supuesto valor de las otras « confesiones » cristianas y de
las « religiones » no cristianas. La única especificidad de su pontificado,
como en otros temas, consiste en acentuar todavía más la ruptura conciliar,
llevándola hasta sus últimas consecuencias lógicas. Pasemos revista a algunas
declaraciones. La primera está extraída de la conferencia de prensa durante el
vuelo hacia Manila, el 15 de enero de 2015:
« Toda
religión tiene dignidad, toda religión que respete la vida humana, la persona
humana. »
La siguiente está tomada de la entrevista con el Padre
Antonio Spadaro en agosto de 2013:
« Para
las relaciones ecuménicas es importante una cosa: no sólo conocerse mejor, sino
también reconocer lo que el Espíritu ha ido sembrando en los otros como don
también para nosotros. » (…) - Intento captar cómo ve el Papa el futuro de la
unidad de la Iglesia.
Me responde: « Tenemos que caminar unidos en las diferencias: no existe
otro camino para unirnos. El camino de Jesús es ése
. »
Con esto volvemos implícitamente a la figura holista del
poliedro: la armonización de la totalidad integra todas las diferencias
particulares. En otras palabras, la unidad se hace por la praxis, por la
voluntad y la acción, y no mediante el conocimiento de la verdad y la profesión
de la misma fe. Ahora bien, éste no puede ser de ninguna manera el « camino de
Jesús », como lo pretende falazmente Francisco, dado que Nuestro Señor nos ha
enseñado que sólo la verdad nos hará libres (Jn. 8, 32).
Durante su visita a la iglesia evangélica pentecostal de
Caserta, el 28 de julio de 2014, Francisco hizo comentarios alucinantes,
explicando que es siguiendo el modelo de la mundialización poliédrica que debe
realizarse la « unidad » en la Iglesia, de la cual formarían parte las sectas
heréticas y cismáticas, que él designa con el término inaudito de « diversidad
», la cual es, de acuerdo con la descabellada teorización bergogliana
-seguramente ya lo habrán adivinado-, nada menos que ¡la obra del « Espíritu
Santo »!
Su concepto gnóstico de « poliedro » le sirve nuevamente de
herramienta conceptual para echar las bases de la mundialización, para
legitimar la construcción de un mundo unificado política y religiosamente al
margen de la verdad católica, en un pluralismo de fachada que esconde su unidad
de fondo, gnóstica y anticristiana:
« ¿Qué
hace el Espíritu Santo? Dije que hace algo que podría parecer división, pero no
es así. El Espíritu Santo hace la diversidad en la Iglesia (I Cor. 12) y esta
diversidad es tan rica, tan bella; pero
después, el mismo Espíritu Santo hace unidad. Y así la Iglesia es una en la
diversidad. Y para utilizar una hermosa expresión de un evangélico que aprecio
mucho, una ‘‘diversidad reconciliada” por el Espíritu Santo. Hace las dos
cosas: crea la diversidad de los carismas y después hace la armonía de los
carismas. […] Nosotros estamos en la época de la globalización, y pensamos en
qué es la globalización y qué sería la unidad en la Iglesia: ¿tal vez una
esfera, donde todos los puntos son equidistantes desde el centro, todos
iguales? ¡No! Esto es uniformidad. Y el Espíritu Santo no construye
uniformidad. ¿Qué figura podemos encontrar? Pensemos en el poliedro: el
poliedro es una unidad, pero con todas las partes distintas; cada una tiene su
peculiaridad, su carisma. Esta es la unidad en la diversidad
. »
En su entrevista con el Padre Spadaro en agosto de 2013,
Francisco nos había explicado que existe una multitud de « Iglesias », algunas
más antiguas que otras, unas contribuyendo con la fuerza de su juventud, las
otras, con la sabiduría que da la experiencia. Sin embargo, todas están
llamadas a construir juntas el futuro, evitando caer en la trampa de la
autosuficiencia y sin ceder a la voluntad de hegemonía:
« Las
Iglesias jóvenes logran una síntesis de fe, cultura y vida en progreso
diferente de la que logran las Iglesias más antiguas. Para mí, la relación
entre las Iglesias de tradición más antigua y las más recientes se parece a la
relación que existe entre jóvenes y ancianos en una sociedad: construyen el
futuro, unos con su fuerza y los otros con su sabiduría. El riesgo está siempre
presente, es obvio; las Iglesias más jóvenes corren peligro de sentirse
autosuficientes, y las más antiguas el de querer imponer a los jóvenes sus
modelos culturales. Pero el futuro se construye unidos
. »
Con ocasión de su visita al templo luterano de Roma, el
domingo 15 de noviembre de 2015, una mujer casada con un católico le preguntó a
Francisco lo que debería hacer en relación con la comunión. Su respuesta causa
estupor. Es necesario recordar que quien responde supuestamente es el Papa, es
decir, el Doctor Supremo de la Iglesia en materia de fe y de moral. Ahora bien,
Francisco le dijo que es a ella a quien le toca decidir; que él no sabe qué
decirle al respecto; que carece de « luces teológicas » sobre el tema; que la «
cena » luterana y la misa católica son, a grandes rasgos, la misma cosa; que se
trata solamente de una diferencia de « lenguaje »; que todo se reduce a un problema de «
interpretación » y de « explicación » teológica; que la « vida » vale más que
las « interpretaciones », etc.
Habrán comprendido que nos hallamos ante una verdadera
pieza de antología modernista. Digamos las cosas claramente: si un eclesiástico
hubiese formulado tales declaraciones con anterioridad al CVII, hubiese sido
suspendido inmediatamente de su ministerio y acusado de herejía. Ahora bien, en
la Iglesia conciliar, es el mismísimo papa quien dice semejantes barbaridades y
nadie se inmuta, ni siquiera un obispo o cardenal han abierto la boca para
expresar su disconformidad y hacer pública su indignación. Lo único que se oye
es un silencio ensordecedor de parte del clero, que debería sonrojarse por su
pusilanimidad. No son más que diplomáticos políticamente correctos y carentes
de todo atributo viril, los « perros
mudos incapaces de ladrar » a los que apostrofaba el profeta Isaías (56,
10).
Y así estamos, en esta situación inverosímil, sin
precedentes en 2000 años de historia de la Iglesia, en la que laicos
perfectamente desconocidos y sin competencia teológica particular nos vemos
constreñidos a realizar la tarea que constituye el deber de estado de todos
esos eclesiásticos medrosos, funcionarios a sueldo de los enemigos de Nuestro
Señor, tengan o no tengan conciencia de ello. Y esta situación dice mucho
acerca de la profundidad abismal de la presente crisis. Cierro el paréntesis.
Leamos las palabras de Francisco y que cada cual forme su propio juicio:
«
Cuando vosotros rezáis juntos, el Bautismo crece, se hace fuerte; cuando
vosotros enseñáis a vuestros hijos quién es Jesús, para qué vino Jesús, qué
hizo por nosotros Jesús, hacéis lo mismo, tanto en lengua luterana como en
lengua católica, pero es lo mismo. La pregunta: ¿y la Cena? Hay preguntas a las
que sólo si uno es sincero consigo mismo y con las pocas luces teológicas que
tengo, se debe responder lo mismo, vedlo vosotros. ‘‘Este es mi Cuerpo, esta es
mi Sangre’’, dijo el Señor, ‘‘haced esto en memoria mía’’; es un viático que
nos ayuda a caminar. […] A su pregunta
le respondo sólo con una pregunta: ¿cómo puedo hacer con mi marido, para que la
Cena del Señor me acompañe en mi camino? Es una cuestión a la cual cada uno
debe responder. Pero me decía un pastor amigo: ‘‘Nosotros creemos que el Señor
está allí presente. Está presente. Vosotros creéis que el Señor está presente.
¿Cuál es la diferencia?’’ -‘‘Eh, son las explicaciones, las interpretaciones.’’
La vida es más grande que las explicaciones e interpretaciones .
»
Al visitar el templo valdense de Turín, el 22 de junio de
2015, Francisco reiteró las mismas falsedades sobre la « unidad en la
diversidad ». Mas esta vez, a la herejía del « sincretismo poliédrico » y a la
blasfemia según la cual el « Espíritu Santo » sería el inspirador de las
distintas sectas heréticas
, Francisco añadió una enésima afrenta hacia el Cuerpo Místico de Cristo,
suplicando a los valdenses que se dignaran perdonar a la Iglesia por el
comportamiento « inhumano » del que Ella se habría dado muestras hacia ellos en
el pasado. Esto es lo que declaró:
« La
unidad, que es fruto del Espíritu Santo, no significa uniformidad. En efecto,
los hermanos están unidos por un mismo origen, pero no son idénticos entre sí.
Esto es muy claro en el Nuevo Testamento, donde, aun siendo llamados hermanos
todos los que comparten la misma fe en Jesucristo, se intuye que no todas las
comunidades cristianas, de las que eran parte, tenían el mismo estilo, ni una
idéntica organización interna. Incluso dentro de la misma pequeña comunidad se
podían vislumbrar diversos carismas (cf. 1 Cor 12-14) y hasta en el anuncio del
Evangelio había diversidad y a veces contrastes (cf. Hch 15, 36-40). Por
desgracia, ha sucedido y sigue sucediendo que los hermanos no aceptan su
diversidad y terminan por hacerse la guerra unos con otros. Al reflexionar
sobre la historia de nuestras relaciones, no podemos dejar de entristecernos
por las disputas y la violencia cometida en nombre de la propia fe, y pido al
Señor que nos conceda la gracia de reconocernos todos pecadores y saber
perdonarnos unos a otros. Por iniciativa de Dios, que nunca se resigna al
pecado del hombre, se abren nuevos caminos para vivir nuestra fraternidad, y no
podemos apartarnos de esto. Por parte de la Iglesia católica os pido perdón. Os
pido perdón por las actitudes y los comportamientos no cristianos, incluso inhumanos,
que en la historia hemos tenido contra vosotros. En nombre del Señor
Jesucristo, ¡perdonadnos! »
Había mencionado de pasada, en la sección dedicada a las
blasfemias, la historia de Tony Palmer, el « obispo » anglicano que no se
convirtió al catolicismo por pedido expreso del Cardenal Bergoglio y que,
tiempo después, había fallecido en un accidente de tránsito, y en favor de
quien Bergoglio, ya devenido Francisco, había dispuesto que se celebraran
funerales episcopales católicos. Dado que este episodio se vincula más bien con
el ecumenismo, para comprender la gravedad de la cuestión, transcribo a
continuación un extracto de una nota que Sandro Magister, el eminente
vaticanista italiano, dedicó a este asunto:
« Tony
Palmer, miembro de la Comunión de las Iglesias episcopales evangélicales […]
murió en un accidente de moto en julio de 2014. […] He aquí los testimonios de
los anglicanos Venables y Palmer recogidos por el vaticanista inglés Austen
Ivereigh en la magnífica biografía sobre Bergoglio publicada a finales de 2014:
‘‘En 2009, cuando el Papa Benedicto XVI creó el ordinariato personal, la nueva
estructura jurídica para los anglicanos que se convierten al catolicismo,
Bergoglio llamó al obispo Gregory Venables, primado anglicano del Cono Sur (en
comunión con Canterbury) y residente en Buenos Aires. Durante esa comida,
recuerda Venables, ‘me dijo muy claramente que el ordinariato era algo
totalmente superfluo y que la Iglesia nos necesita como anglicanos’. Fue
también el mensaje de Bergoglio a Tony Palmer, que estaba considerando el
ordinariato preguntándose si era algo que positivo para él. ‘Me dijo que
necesitamos intermediarios. Me aconsejó no dar ese paso, porque hubiera dado la
impresión de haber elegido un lado concreto y en ese caso habría dejado de ser
un intermediario’. Bergoglio estaba convencido de que Palmer tenía que
permanecer anglicano ‘por amor de la misión, esta misión de unidad’, y le
aconsejó que ‘abandonase la idea de 'convertirse en católico’.’’ »
El 26 de junio de 2016, durante la conferencia de prensa en
el vuelo de regreso de Armenia, Francisco hizo la apología del heresiarca Marín
Lutero, justificando su rebelión y avalando su doctrina herética sobre la
justificación y asestando, de paso, un abyecto zarpazo a la Iglesia católica. Veamos
lo que dijo:
« Creo
que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador.
Tal vez algunos métodos no eran los indicados, pero en aquel entonces […] vemos
que la Iglesia no era precisamente un modelo que imitar. En la Iglesia había
corrupción, mundanidad, apego al dinero y al poder. Y por esto él protestó.
Además, él era una persona inteligente. Dio un paso hacia adelante,
justificando el motivo por el que lo hacía. Y hoy, luteranos y católicos, junto
con todos los protestantes, estamos de acuerdo con la doctrina de la
justificación. Y sobre este punto tan importante no se había equivocado
. »
No es cuestión aquí de demostrar que Lutero se equivocó y
que cualquier acuerdo entre católicos y protestantes en relación a la
justificación es quimérico, basta para convencerse de ello con leer el decreto
sobre la justificación promulgado el 13 de enero de 1547 durante la sexta
sesión del Concilio de Trento
. O incluso, consultar cualquier manual de teología dogmática anterior al CVII.
Transcribo seguidamente, a título ilustrativo, seis de los
treinta y dos cánones referidos a la doctrina luterana sobre la justificación,
para que pueda percibirse la incompatibilidad absoluta existente entre la
doctrina católica y la del monje apóstata alemán, con la cual su más insigne
apologista contemporáneo dice estar totalmente de acuerdo. Helos aquí:
« 5.
Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre está perdido y extinguido
después del pecado de Adan; o que es cosa de solo nombre, o más bien nombre sin
objeto, y, en fin, ficción introducida por el demonio en la Iglesia, sea
anatema. 7. Si alguno dijere, que todas las obras ejecutadas antes de la
justificación, de cualquier modo que se hagan, son verdaderamente pecados, o
merecen el odio de Dios, o que con cuanto mayor ahinco procura alguno
disponerse a recibir la gracia, tanto más gravemente peca, sea anatema. 9. Si
alguno dijere, que el pecador se justifica con sola la fe, entendiendo que no
se requiere otra cosa alguna que coopere a conseguir la gracia de la
justificación y que de ningún modo es necesario que se prepare y disponga con
el movimiento de su voluntad, sea anatema. 11. Si alguno dijere que los hombres
se justifican o con sola la imputación de la justicia de Jesucristo, o con solo
el perdón de los pecados, excluida la gracia y caridad que se difunde en sus
corazones, y queda inherente en ellos por el Espíritu Santo, o también que la
gracia que nos justifica, no es otra cosa que el favor de Dios, sea anatema.
15. Si alguno dijere que el hombre renacido y justificado está obligado a creer
de fe que él es ciertamente del número de los predestinados, sea anatema. 24.
Si alguno dijere que la santidad recibida no se conserva ni tampoco se aumenta
en la presencia de Dios, por las buenas obras, sino que éstas son únicamente
frutos y señales de la justificación que se alcanzó, pero no causa de que se
aumente, sea anatema. »
Para concluir, he aquí un proyecto de canon que podría
añadirse algún día a la lista del decreto tridentino:
« Si
alguno dijere que las intenciones de Martín Lutero no eran erróneas, que se
trataba de un mero reformador eclesiástico, que la Iglesia de su época no era
un modelo a imitar, que hoy en día luteranos y católicos coinciden en la
doctrina de la justificación y que, en ese punto, Lutero no estaba equivocado,
sea anatema. »
« Los más astutos enemigos han llenado de
amargura a la Iglesia, esposa del Cordero Inmaculado, le han dado a beber
ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que para Ella es más querido.
Donde fueron establecidas la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como
luz para las naciones, ellos han erigido el trono de la abominación de la
impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda dispersarse la grey. ¡Oh,
invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios contra la perversidad de los
espíritus que lo atacan y dale la victoria! » León XIII.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista