Vaquita escolar
“pero tenía marido...”
Federico García Lorca
Por ANTONIO CAPONNETTO
Los
que ya peinamos canas o padecemos la fuga vertiginosa de antiguas guedejas,
recordaremos muy bien que en los primeros años de la escolaridad primaria,
todos los miembros de nuestras generaciones fuimos obligados a redactar una
composición titulada “La vaca”.
Se suponía que de ese modo -¡oh manes
del conductismo!- nos ejercitaríamos en una especie de iniciación literaria,
mediante la cual, si no saldría un Garcilaso, al menos devendría un decoroso alfabetizado.
Lo que a la vista de lo que se obtiene ahora, era aquello como egresar con el
Siglo de Oro nimbando nuestras testas.
Acertado o desacertado el
procedimiento, lo fatídico era que un día llegaba hasta nuestros pupitres la
previsible y temida orden de consagrarle alguna verba a la res, como dijo
cierto latinista posconciliar. Y allí estaba el docente, que pintó Castellani
en “El nuevo gobierno de Sancho” para motivarnos con este credo bovino:”La vaca
es un animal que tiene cola,cuatro patas, cuernos y cabeza. También da leche,
queso y manteca.¡Qué animal tan útil es la vaca!”.
No era muy recomendable apartase en
demasía de semejante syllabus becerril, al momento de estampar la requerida
composición escolar; aunque no obstante, nobleza obliga, se nos instaba a
avanzar siempre con la creatividad, dentro de la fraseología predeterminada por
el Ministro de cultura boyal.
Sucedió entonces –y al rememorarlo
gozo- que al no saber ya qué escribir en mi opera prima sobre el rumiante ser,
mis siete años me dictaron esta sentencia, al modo de un estrambote conclusivo :“El
marido de la vaca es el toro”.
Recuerdo como si hubiera sucedido esta
mañana la risa desbordante que le causó al leerlo, a quien entonces -sin el
holgazán y confianzudo apócope de hoy- llamábamos “Señorita” del grado. La
buena mujer (la Iglesia
va a tener que reabrir el limbo para no dejar sin hogar a las hijas del
Normalismo), no sabía cómo reaccionar frente a la ocurrencia. Causó sin
quererlo la hilaridad del grupete todo, cuyos integrantes, como aún no existía
el bullying, se dedicaron con brío a
lo que en aquella dichosa edad argenta se llamaba redondamente la cachada; esto es la burla, broma o
simple tomadura de pelo, según define el Diccionario
del habla de los argentinos, de la Academia Argentina
de Letras.
Los “cachadores”, al parecer, como los
burladores del Conde Lucanor, se extralimitaron un poco en su oficio; lo que
obligó a la “Señorita” a reponer el orden alterado, evitando que la
conyugalidad de los bóvidos fuera motivo de un jolgorio eterno.Y se nos explicó
a continuación el concepto básico de hablar en sentido figurado, de usar metáforas
y hacer gala de licencias idiomáticas.
Pero sobre todo, se nos explicó que el término
marido procedía del latín, y que en
su etimología se emparentaba naturalmente con la palabra macho. Hablemos claro:
¡la vaca podía tener marido!; y a nadie causaba ofensa el vocablo, ni en su
aplicación lingüística ni tampoco, o por lo mismo, en su yuxtaposición al
género femenino, puesto que era lo
natural que así sucediera.
Después,
con los años, hallé en San Isidoro de Sevilla y en el infalible Corominas, que marido, en efecto, puede admitir un uso
idiomático que remite al másculo, sin especificar demasiado la especie. Y reí a
dos carrillos con la zafiedad de nuestro Braulio Anzoátegui y su relato
titulado Don Senén:
“Lleva la niña la vaca a la dehesa y se cruza
en el camino con el cura de la aldea.
-¿Adónde vas pequeña?
–Llevando la vaca al toro, Don Senén.
-¡Pero qué, hija! ¿Qué no lo puede hacer tu
padre?
-No,
señor cura: que tiene que ser el toro”.
Lo
que tenía que hacer en exclusiva el toro del cuento es también una forma de
trasladar al universo mugiente lo que hace el maritus, desde Adán, el primero.
A
estas cavilaciones y remembranzas infantiles nos llevaron las noticias de los
diversos homenajes y reivindicaciones –oficiales y oficiosas- que se les están
prodigando hoy a Virginia Bolten,fundadora en 1896 del periódico
feminista-anarquista La voz de la mujer,
cuyo lema, copiado de los arrabales guarros del mundillo libertario, era el
clásico:<Ni Dios, ni patrón, ni marido>. Trilogía vociferada cada vez más
frecuentemente entre la marranada verdosa, y que no sabemos si nos explica que
la divinidad es negada por ser cónyuge, o el esposo por ser un tipo divino o el
patrón, discriminatoriamente, por ser una especie de centauro, mitad dirigente
gremial y mitad candidato a presidente.
La
ideología de género, que ensucia a sabiendas todo cuanto roza, no podía dejar
en paz y en pie el concepto de marido. En la guerra semántica que
alucinadamente libran,la sola palabra denota y connota un abanico de maldades y
atropellos. Excepto, claro, y vaya con la paradoja, cuando el <marido> lo
es de otro hombre,según ha quedado habilitado por la ley de himeneos
pluriorificiales.
En
ese caso,<el marido>,convenientemente borrado de la trilogía maldecida
por las feministas, se convierte en una suerte de modelo para el lenocinio
dominante. Ser marido, a secas, es señal de explotación patriarcal; cuanto
menos. Serlo de algún androide burdelesco, garantiza, de mínima, un encumbramiento
episcopal o sociocultural de altísimo rango.
Nos
socorran en estas circunstancias aterradoras, las figuras arquetípicas de San
Joaquín, marido de Santa Ana; de San Louis Martín, consorte de Marie Zélie
Guérin, padres ambos de Santa Teresita de Lisieux; de San Aquilino,desposado
con Santa Priscila, cooperadores mártires del Apóstol Pablo; de San Gordiano,
cónyuge de Santa Silvia, padres los dos de San Gregorio Magno; de San Vicente,
príncipe nupcial de Santa Valdetrudis; de San Walberto, marido de Santa
Bertilia; de San Isidro Labrador,otrosí de Santa María de la Cabeza ; de San Nicolás de
Flüe y su heroica dama Dorothy Wiss; de
tantos virtuosos varones, de todos los tiempos y espacios, de todas las
condiciones y posiciones, de todos los rangos y geografías, a quienes jamás se
les pasó por la mente que su condición de marido era un abuso de la
masculinidad, sino una gracia de estado que otorga el gran sacramento del
matrimonio. Y así vivieron, trabajaron, se esforzaron y consumieron, prestaron
servicios múltiples y abnegados, y murieron una noche o un alba tomando como
dechado a San José, compañero impar de María Santísima, desde esa boda
divinamente irrepetible con que el buen Dios lo premiara.
No;
mientras amemos,protejamos y defendamos rectamente a nuestros hogares y
nuestros altares, no vamos a pedir perdón por ser maridos. Ni habrá fraseología
anarco-feminista que nos pueda inculcar complejos de inferioridad o de culpa.
Muchas
vacas pasaron las tranqueras de la escuela, desde los días de mi infancia.
Estaban las líricas,como las Del Valle Inclán, que metaforizaban a la luna
sobre el mar, diciendo de ella: “y peregrina en las doradas huellas, fue sobre
el mar una nocturna vaca”. Las punzantemente irónicas, como la de Quevedo,
dirigida a la volátil y perpetua Flori: “¿ves que sabe sentir ser desdeñado, y
que su vaca tenga otro marido?”. Las épicas de Lope de Vega: “y de los huesos
de vaca los cañones para batir la torre”. O la de Alfonso Reyes, que le sirvió
para comparar a un caballito de su niñez: “y vino el pinto, un poney, manchado
como vaca de blanco y amarillo”. Llegó también la de Vicente Huidobro, para
indicarnos que hay que “ordeñar un viñedo como una vaca”. Y arribó,ya algo
manoseada por tantos tópicos colegiales y ruralistas encomios, la celebérima de
Humahuaca, quien –aunque con algún tufillo progresista- al menos era abuela,
obediente y estudiosa. Lo que permitía inferir la vigencia del orden natural de
las reses.
Pero
cuando leo que en sesudos trabajos de investigacion sobre el género, como uno de
la Universidad
de Oviedo, que el “sexismo lingüístico”, se agazapa y nos acecha tras la
dicotomía vaca/toro, presentada la primera como víctima del estereotipo de la
sumisión por ser ordeñada por el mundo patronal masculino, creo que el amigo
Juan Luis Gallardo se quedó corto en su chanza “Las vaquillonas feministas” con
la que inicia sus “Comparancias y Sucedidos”.
Retorno,
pues, al sabio candor de mi primera infancia. Y como a la casada infiel del
romance lorquiano, confieso que la vaca aquella de mi composicón temprana tenía
y sigue teniendo marido. Que ser marido es oficio del varón, respecto siempre,
pero siempre, de una mujer esposa. Que no hay nada que dialogar ni que
consensuar al respecto. Y que ser marido es, para el católico fiel, obligación
ineludible de imitar al Divino Esposo,que no se aprovechó de beneficio alguno
ni usufructuó privadamente de su prevalencia, sino que por la Esposa , y por sus hijos
todos, dejó la carne y la sangre, el pellejo y la osamenta sobre una Cruz de madera, cabe el Monte
Calvario.
"La Vaca", animal que por su naturaleza animal supera a las pseudoracionales féminas exhibidoras de ubres... jamás se ha quejado del Toro.
ResponderBorrarPero hoy, la artificialidad de la genética ha llegado al ganado vacuno. O al perdido, porque no hay tanta ganancia en la actividad Tambera, por la suma de débitos acumulados en tal productiva labor antieconómica.
Así, ha llegado la inseminación artificial a los Tambos, e incluso la selección de embriones, ya que en rodeos de carne se prefieren los machos que echan cuerpo más rápido, y en rodeos lecheros se prefieren hembras que producen leche. Sin embargo, la cultura no ha llegado a que las vacas se autoproclamen "vacos" y pretendan ser tratadas como tales, ya que si no son ordeñadas pueden dañar sus ubres con enfermedades... y los toros se autoproclamen "toras" y pretendan ingresar a salas de ordeño. La naturaleza manda, y aunque el tambero diga que la cuestión de los sexos es cultural, la realidad se impone, porque hasta ahora en ningún sachet dice "leche de toro". Y eso que en realidad el contenido es agua ensachetada, que con suerte podría ser el suero de la leche con que se alimenta a los cerdos, y que llega a las góndolas como "leche con 0% de grasa". Si lo que define a la leche es la grasa butirosa, lo que hay en las góndolas directamente no es leche.
Así y todo, no se sabe qué grasa es la que contienen los sachets, porque no se consigna claramente que sea grasa butirosa... y por ende, el 3% de grasa señalado puede ser grasa de peya, y no lo digo en broma.
¿Con qué se está alimentando la gente en los supermercados? Ni el productor ni el vendedor lo saben, que se alimentan de eso mismo. Si la grasa butirosa de la leche de una vaca Holando Argentina tiene un 3.2 de promedio, y resulta espesa y produce una buena cantidad de nata al calentarla... ¿cómo es que esa nata no se produce al calentar la leche del sachet que dice 3% de grasa?
Tenemos gobiernos de grasas... incluso estos que son de "grasa fina". La grasa nos gobierna. Ya sé que puede ser tautológicamente interpretada la frase, si es que puede ser interpretada. Si hay alguien que hoy pueda interpretar, ya que justamente el mal de la vaca loca daña el cerebro convirtiéndolo en una especie de esponja en las vacas. Tal vez muchos seres humanos hoy, de tanto celular, internet y TV, más los clásicos medios de incomunicación, tengan por cerebro una esponja y aun no se han dado cuenta. Y para darse cuenta, hay que DESPERTAR DE UNA PESADILLA.
Finalmente, "LA VACA" es el primer capítulo de la religión que sigue un libro, religión que ha sido fundada por una persona que no sabía ni leer ni escribir (y que por tanto no escribió ese libro), y de la cual no soy creyente. Y es el primer capítulo de ese libro, porque los capítulos fueron ordenados del que más palabras tenían al más breve, un motivo no muy teológico que digamos. Habría que estudiar más los orígenes arameos de ese libro.
Y así, la vaca da para hablar mucho más, en una sociedad generalizadamente bastarda donde imperan los cuernos... que para no incurrir en puritanismo muchos se trenzan en cornadas recíprocas. Claro ¡No son puritanos!
Valga a tales efectos la evidencia de que a cuarto vale la vaca, y si no hay cuarto, no hay vaca.
Porque no podemos olvidar que la naturaleza indica que agarrando el becerro se agarra la vaca. Porque tal es la naturaleza de la vaca.
Por eso, para mí, lo mejor son las vaca... ciones, pero el presupuesto no me alcanza para poder tomarlas... como tampoco puedo tomar la supuesta leche, que no es leche. Quedará todo, por ende, en la vacancia, porque evidentemente no tengo la vaca atada. Sepa Usted entender, y disculparme por ello
Excelente. Fino humor, profundidad, elegancia, luminosidad, hacen de este texto una página antológica.
ResponderBorrarMario Caponnetto