Por Antonio Caponnetto
Está pronto a aparecer mi
libro “Democracia y Providismo”. No lo leerán tampoco mis detractores; pero eso
sí: seguirán presentándole objeciones a mi postura, como si yo nunca las
hubiera respondido. Y sobre todo, seguirán presentando a la tal postura como a
ellos se les ocurre que fue enunciada. Por lo que continuaré repitiendo con
Denes Martos: “me hago responsable de lo que digo, pero no de lo que usted
entiende”.
Ahora bien; en un apartado del
capítulo XV de dicho libro, subtitulado “Pensar afuera de la caja”, escribo
algo que quisiera compartir con los amables lectores.
Pero la idea de elegir este
fragmento no me pertenece. Me la ha dado un querido amigo al remitirme anoche
un excelente artículo titulado “Comentarios fuera de la caja”.
En dicho artículo,
al que gustoso remito,el autor repara en una propaganda de Mercado Libre, que
gira precisamente sobre la importancia de la caja; pero de una en particular:
la urna.
Como yo no podría decirlo mejor
que él, remito primero a su nota, y después al fragmento de mi libro.
COMENTARIOS FUERA DE LA CAJA
Por el Dr. Aníbal Johnson
Good evening.
# Empecemos, amigos,
hablando de la caja. Pero no les hablaré esta noche de ninguna ominosa caja
oblonga, no vamos a meternos en estremecedoras cuestiones literarias. Vamos a meternos
en estremecedoras cuestiones democráticas. Que nos perdone Edgar Allan Poe,
víctima mortal de la insidia democrática. En efecto, acabamos de toparnos con un breve vidéo que nos pone ante los ojos las
bondades que tiene este común objeto, la caja. A falta de poesía que la exalte,
ahora los publicistas, al servicio de una empresa de nariz ganchuda, hacen su
panegírico. Ellos que adoran otra caja (la caja de caudales, “¡éxtashis!” decía el malogrado Néstor)
ahora exaltan la humildísima y olvidada caja de cartón. Los Lugones, los
Pedroni de nuestra era escriben a través del “vidéo”, ¡qué progreso! Sin rima
pero con música.
Una caja de cartón,
¿puede haber algo más frágil? Allí se guardan las cosas de escaso valor, las
cosas perecederas, incluso los residuos, los desechos y los cuadernos perdidos
de los escritores fatalmente inéditos. Casi siempre se usan una vez y se tiran,
o se entregan en mano –lo cual es una muestra de urbanidad hoy en desuso- al
cartonero (sugerimos que si el cartón contiene dentro un brebaje estimulante,
alegrante y rojizo llamado “Termidor” se ingiera primero, pues el susodicho
trabajador de los cartones podría desviarse peligrosamente de su camino).
Demostrada deja la
vulnerabilidad de la caja la sensiblera publicidad que nos conmina a ir a
colocarnos frente a una caja que nos dé “esperanza”.
Precisamente allí el
voto es tratado como un producto, una mercancía, que un “libre mercado” se ocupa de mercadear.
¡Está todo dicho! ¡Votemos!
En fin, querido
lector, yo no sé cómo no me conmuevo hasta las lágrimas con la voz trémula del
Beto Brandoni, demócrata raigal si los hay, que narra las heroicas peripecias
de la caja, hasta llegar al “¡éxtashis!” democrático.
Y encima, ¡cómo no
va el votante “celeste” a exultar cuando en un momento de la propaganda se
afirma que “cuidamos vida en una caja” (¿vida humana?, bueno, no, no, de un
hamster, pero es lo mismo, no? no hay que discriminar a los cobayos, menos a
los cobayos votantes o democráticos).
Señores, estamos sin
dudas ante una caja inclusiva ¡Hasta la mujer con piercings y tatuaje de serpiente está incluida! ¡Todes, señores,
todes!
¡Caramba!, diría
Borges, lo que puede la superstición de las estadísticas.
En fin, acabemos ya con
tanta pavada, con tanta estupidez metida en una caja.
Si me dan a elegir,
yo prefiero esa otra “caja” hoy tan pero tan olvidada, escondida en un rincón
culposo de las iglesias (vaticanosegundo mediante) que se llama SAGRARIO. En
esa humilde y sublime “caja”, allí reside toda mi esperanza, porque sé con
absoluta seguridad –sin que medien estadísticas ni consultas ni debates- no
sólo que allí está la salvación, sino que, para tomar prestado el eslogan, “lo
mejor está llegando”: el retorno de Cristo Rey en Gloria y Majestad.
# Atendamos ahora a
alguien que sabía bien lo que decía, don Nicolás Gómez Dávila: “Las minorías que se vuelven mayorías siguen
creyéndose valientes”.
Y esto no sólo da
que pensar en las turbas exaltadas de izquierdistas y/o feministas (es decir, lesbibolches y otros esperpentos) que denuncian con
“valentía” la “opresión” de los poderosos cuando en realidad todas las leyes se
las están sirviendo en bandeja (de cartón, por supuesto) y es su mentalidad
diabólica la que está en la mayoría de los mass-media del sistema, con un gran
y constante flujo de dinero (verde, desde ya) detrás.
Sino que también
podemos y debemos ir más allá. Bueno, yo lo hago, invitado por el genial sabio
reaccionario.
Voy a decirlo así:
en democracia, el que vota es mayoría. Quiero decir, el que vota a cualquiera,
aunque sea a un partidito “de morondanga”, perdonando la expresión, que no
obtiene ninguna banca. El que vota se vuelve mayoría, y deja de lado a la
minoría, que es la que no vota. Dentro de esa minoría, lógicamente, hay unos
lúcidos, activamente resistentes, convencidos, y otros que viven en pleno
despiste (por no decir estrellados). Pero en democracia, “votes a quien votes”,
como dice el spot publicitario mentado más arriba, “lo mejor está por venir”.
Eso “mejor” es esto: la democracia sigue viva. Y avanza. Paso a paso y voto a
voto. “Votes a quien votes”. Ya decía Chesterton
que el sistema funciona porque en realidad no hay dos partidos, oficialismo y
oposición, sino uno solo, con dos caras. Las oposiciones intra-sistémicas son
oposiciones que alimentan el sistema. Son como el aceite que mejora la fluidez
del engranaje. El poquito de vinagre que realza la ensalada. Se ha visto en el
reciente debate –que no me puse a mirar, of
course, porque tenía cosas menos estresantes que hacer, pero del cual recogí
las informaciones necesarias- donde todos como buenos actores (no tan buenos,
digamos, eran preferibles Darío Vittori o Tincho Zabala) cumplieron su pautado papel,
incluidos los representantes de la prensa. Apenas hubo un par de escaramuzas
que no lograron turbar la buena convivencia democrática. Lástima da que alguien
que años ha se pintaba la cara para combatir a los enemigos de la patria, arma
en mano, ahora se pinta la cara para ir ante las cámaras de televisión a
cumplir un papel de actor secundario en una película terroríficamente cómica.
Así que la valentía,
nos parece, en esta situación, no está en plegarse a la mayoría, sino en seguir
siendo, contra viento y marea, minoría. Pero, una minoría lúcida, afirmada en
convicciones que no sean capaces de conmover e influir los cantos de sirenas
democráticos, que nos hagan ir a presentarnos delante de una caja, donde
sepultemos toda esperanza.
# Estoy desvelado.
Las noticias de la Iglesia-modernista-conciliar-pachamámica-peroncha son duras.
Leo esta profecía de Ana Catalina Emmerick: “(los demoledores encontraron en el
templo)…una mujer llena de majestad. Me parecía que ella estaba embarazada, ya
que caminaba lentamente: los enemigos fueron presa del pánico al verla y la
bestia no pudo ya dar ni un paso adelante. La bestia albergaba el cuello hacia
la mujer con el aspecto más furioso, como si quisiera devorarla. Pero la mujer
se volvió y se prosternó con el rostro contra la tierra. Vi entonces a la
bestia huir de nuevo hacia el mar y los enemigos correr en el mayor desorden”
(AA. III, 113)
El diablo tiene
horror, pánico, jabón, vamos: cagazo infinitos ante la Santísima Virgen María.
Contra Ella no puede nada. Menos que Macri para bajar la inflación. Menos que
Del Caño para disimular su rencor. Menos que Fernández Alberto para disimular
su vileza. Mucho, mucho menos. Por eso, centra sus ataques en la mujer
embarazada que le recuerda su pesadilla recurrente. Así, su impulso del aborto,
para acabar con esa obsesión que le trae a la mente su absoluta derrota. Y de
allí que las abortistas lleven el color verde de la serpiente. El enemigo es la
mujer embarazada.
Ahora bien, acabamos
de ver en reciente ceremonia que agota todas las calificaciones, a un grupo de
supuestos indios (enfundados en americans
jeans) llevar al Vaticano, en macabra ceremonia, como sacada de una
película de Jacques Tourneur, pero ahora versionada por algún zoquete director
del cine argentino, la tosca estatuilla de una mujer embarazada totalmente
desnuda. También destacaron los informadores otra estatuilla de un hombrecito
de falo, que francamente no se parecía al David de Miguel Ángel. Señores, esto
fue una burla deliberada del maligno, una espantosa canallada de sus lacayos
que encabeza Bergoglio, una afrenta a la Madre de Dios que permitieron los
corifeos del Rey que está desnudo. Nada de majestuosidad en la mujer
embarazada, sólo vulgaridad, suciedad, ramplonería, inmundicia, la religión de cuarta a que nos tiene acostumbrados
el demoledor Francisco. Idolatría y provocación.
Oh, la guerra se
hace más clara, se definen mejor las dos posiciones, y para desgracia de la
serpiente, de las verdes y de los que odian a la Inmaculada, Ella es
invencible, y tiene en su mano una escoba, no porque sea bruja, sino porque es
Madre, y como toda ama de casa, sabe muy bien limpiar su casa.
Seamos humildemente
esas escobas, esos trapeadores, esos insecticidas y desinfectantes que use
cuando quiera nuestra Madre.
# Bueno, se hace
tarde. Último apunte. Chesterton hace hablar a mi tocayo el Dr. Johnson así:
“En otra parte,
dirigiéndose a la señora Swift, el Dr. Johnson defiende las formalidades: «la
convención es civilización, señora, y no podemos prescindir de la cortesía sin
perder humanidad» y ya que la señora parece inclinarse por una vida sencilla y
sin complicaciones protocolarias, le replica el viejo Johnson «Señora mía, una
vaca lleva una vida sencilla. No necesita más que hierba» a lo que protesta la
señora Swift: «No será usted tan rudo que vaya a comparar a una dama con una
vaca» «No, señora, ―contesta
él―la compararé con un asno si le desagrada que se la trate con la
debida civilidad».
Oh, y eso que mi
célebre tocayo osó decir, en la queja del erudito por su propia timidez, “hacia
las damas hui como hacia un refugio contra la algarabía, el insulto y la
rustiquez; pero hallé que mi ánimo decaía al acercarme a su aposento, y me vi
otra vez desconcertado por las ceremonias de mi entrada, y confundido por la
necesidad de atender tantas miradas al mismo tiempo”. Pero, ¿dónde fueron a
parar esos modales? La algarabía, el insulto y la rustiquez –para decirlo de
manera educada- de las lesbibolches
desenfrenadas nos obligan a caratular sus costumbres públicas de monstruosa
aquelarre. Y, ¿con qué comparar a estas deformes gárgolas andantes de nuestro
tiempo, que reniegan de su femineidad llegando a negar su condición de mujer?:
Dice don Sardá y
Salvany sobre la mujer: “Tienes en la vivienda del hijo del pueblo un verdadero
ministerio: si por desgracia eres mala, eres lo peor del mundo, una
harpía; si felizmente eres buena, eres en cierto modo un sacerdote doméstico”.
Caídas de esa gran
misión, de ese exquisito deber y delicado privilegio, se han hecho “lo peor del
mundo, una harpía”. Sí, no quieren que las llamen mujeres: hay que llamarles
harpías.
Para distinguirlas
de las que son, verdaderamente, mujeres.
Good evening.
Pensar afuera de la caja
Por Antonio Caponnetto
(Fragmento del Capítulo XV de Democracia y Providismo. Un intento de guía orientadora, Buenos Aires,
Bella Vista, 2019)
Le debemos al padre Christian
Ferraro el habernos recordado una expresión, detrás de la cual, hay una noción
llena de fecunda aplicabilidad. Es la expresión “thinking outside the box o out of the box”, cuya traducción literal es “pensar afuera de la
caja”. Es un metáfora, claro está, y los ejemplos varían.
Los ejemplos abundan, decimos, pero la
idea subyacente es la misma: si me obligan a pensar dentro de una caja; si esa
caja me la da el mismo enemigo al que se supone debo combatir; si me fuerzan a
no salirme del baúl, y a elegir coactivamente y con exclusividad las
herramientas que están dentro del arcón, ya no solamente no soy un hombre libre
sino fatalmente condicionado. Puedo considerarme un cataléptico, cuyo trágico
destino es despertar vivo en un féretro y no poder ecapar. Morir dos veces
encerrado no es lo que se dice un buen augurio y sólo pensarlo aterra. Sin
embargo es, aunque no lo sepan, el desenlace habitual del hombre que acepta el
juego democrático.
Referido al terreno que estamos
tratando de dilucidar, y amén de lo ya dicho –sobre lo que pedimos amablemente
volver- pensar afuera de la maldita caja supondría, por lo pronto, aproximarse
a las siguientes reflexiones:
-No es posible que el concepto de
“solución” en política, esté tomado del ámbito matemático, según el cual se
trata de “descubrir equis” para que cierre la ecuación y se resuelva la
incógnita o el acertijo algebraico. La política no es una ecuación, ni su campo
propicio es el del laboratorio, en el que mezclando sustancias podremos tener
ciertos productos nuevos o desactivar otros obsoletos.
Créase o no, hacia fines de julio del
corriente año, el Doctor en Matemáticas, Adrián Paenza, de notoria filiación
kirchnerista, disertó en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias
Exactas de la UBA ,
en vísperas de unas elecciones a realizarse en este 2019, para explicar el
método de progresión aritmética en virtud del cual se podrían ganar las
susodichas competencias de soberanías populares. Es la misma mentalidad por la
que otro de los candidatos de análoga corriente ideológica, se decidió a
presentar su apellido como un algoritmo. Candidateaba su fórmula cuántica, no
su ideario.
Bergson proponía ingenuamente “actuar como
hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción”. Nada de eso. Aquí se
trata de hallar la “solución” indistinguiendo el pensar del actuar. Reduciendo
todo a un activismo praxeológico que nos permita cuanto antes colocar “la
equis” en el casillero correspondiente. ¡Ay de la “solución” política en manos
de los mercaderes, los hábiles, los tecnócratas y los dilucidadores de
ecuaciones! ¡Ay de estos solucionadores seriales cuyo sustento está en las
estadísticas y en los sondeos! En una patria concebida como mercadotecnia,
solucionar algo es hallar o fabricar el producto que falta. O mejor aún:
hacerle creer a la sociedad que se lo ha hallado.
Mientras
sigamos concibiendo el hacer político como sinónimo de fabricar soluciones con
las mismas herramientas que nos da el enemigo en la caja que él nos impone,
seguiremos, no sólo siendo víctimas de una gran trampa. Seguiremos
perpetuamente deasosegados preguntándonos qué hacer y cuál es la solución.
-No es posible asimismo que, tras
imponérsenos un concepto de solución tomado del mundo numérico, se vuelva a
incurrir en otro reduccionismo, por el cual, solucionar es dar respuesta eficaz
a un problema, duda o cuestión, o alcanzar un fin positivo. Pero está prohibido
creer que las verdaderas respuestas eficaces o fines positivos exigen
perentoriamente rechazar y repudiar el
circulo vicioso del sistema o la aporía del Régimen. Es lo que supo denunciar
en su momento el italiano Pascual Pastore, cuando acusó a los marxistas y a los
liberales de tener de la vida un concepto químico, en el que cuentan las sales
y los ácidos pero no las virtudes y los bienes. Ese modo de concebir la
solución política lleva a la edificación de Babilonia, pero no a una patria que
merezca ser vivida y sentida como ejecutora de un gran destino.
-No es posible,
al fin, en tercer lugar, excluir dos últimas alternativas. La primera que no
merezcamos alcanzar la solución. Que la problematicidad recurrente y
persistente de nuestra situación política sea un merecido castigo, o un
doliente aprendizaje, o una expiación de las tantas que se ha valido Dios en la Historia para purificar a
los pueblos desleales. ¿Cuál es la solución, se pregunta el desesperado; y qué
hacer para alcanzarla ya? No se le pasa por la cabeza que podamos ameritar el
peso punitivo de un dilema; que la tal punición tenga un origen divino; y que
serán así las cosas hasta que no removamos los impedimentos espirituales y
morales para encontrar la recta salida.
No se le cruza
por el magín a nadie, empezando por los pastores que deberían tener cierta
familiariedad con lo sagrado, que la Divina Providencia
puede suspendernos el hallazgo de un remedio, hasta que no aprendamos a pedir
el que realmente estemos necesitando para nuestra salud corporal y espiritual.
¿Qué podría tener de injusto o de improbable, que por no saber pedir las
soluciones rectas, Dios desoyera nuestros constantes reclamos solucionadores?
¿Qué podría alterar la sabiduría divina que, a aquellos que se oponen a la
misma, les sea retirada temporariamente la ayuda y exigida en cambio la
penuria, hasta que se prosternen ante el Dios que han ofendido?
Y aquí es
cuando entra a tallar la última de esa doble alternativa que mentábamos. Su
fuente de inspiración está en una sugerente hierofanía helénica de los tiempos
clásicos.
De acuerdo con
la misma, los ciudadanos de Frigia necesitaban elegir jerárquicamente a su rey;
y como cuadraba al noble ambiente religioso de la época dirigieron el pedido de
consejo a la divinidad. La divinidad habló por la voz del Oráculo, para indicar
que reconocerían al nuevo monarca, porque ingresaría airoso por la Puerta del Este, con un
cuervo rampante sobre su carro. El que así reunía tales requisitos fue un
simple labrador,llamado Gordias, cuya riqueza era su carretón y su patrimonio
un par de bueyes. Elegido soberano, dio a la ciudad el nombre de Gordio, y en
ofrenda le supo entregar a Zeus su propio carruaje, pero enlazando lanza y yugo
con un nudo tan duro, resistente y duradero, que nadie osaría desatarlo ni
podría. Un vaticinio no obstante quedó formulado en ese acto: el que pudiese
desamarrar tamaña atadura quedaría en condiciones de conquistar el Oriente.
Cuando tras su
paso expedicionario, después de atravezar el Helesponto, Alejandro Magno llegó
a posicionarse de la antigua Frigia, se encontró con la historia, con la
leyenda y con la realidad de aquel fatídico nudo. Sabido es que lo cortó de un
tajo con su espada filosa y penetrante. Si hemos de creerle a Quinto Curcio Rufo (y a los efectos que nos
proponemos da lo mismo), esa misma noche, Zeus aprobó lo actuado con una
tormenta de rayos. La divinidad, dijéramos sin rodeos, vio que la solución era
buena y la consintió, otorgándole su ejecución al hombre indicado.
Se ha dicho
que el lema personal de Fernando El Católico, “tanto monta”, contenía una
alusión directa a la tradición del nudo gordiano. En la medida en que “tanto
monta cortar como desatar” habría sido la frase original de la que se tomó el
famoso apócope regio. Y la verdad es que la divisa del gran monarca se
presentaba colocada sobre un yugo, con un cordón cortado alrededor.
En Cáceres, en
Losar de la Vera ,
en la iglesia de Santiago, puede verse el emblema de los Reyes Católicos,
tallado en piedra. A la izquierda, el yugo de Fernando luce con la cuerda
suelta, desatada, a golpe de filo, contrafilo y punta. Buen símbolo para darse
una cabal respuesta a esta doble pregunta que enloquece a quienes no saben
conservar el quicio en la adversidad o en la encrucijada. Pues lo que hay que
hacer es cortar el nudo gordiano. Allí está la reclamada solución. Permita Dios
que lo corte un Príncipe Católico. Pero entretanto, cada uno de nosotros, ante
su propio y personal nudo, puede elegir vivir esclavo de sus ligaduras, o
decidirse a ser políticamente libres, cortándolo con parresía. Para tamaño
tajo, por cierto, se necesita contar con un “medio” más que especial: la espada
del espíritu, que es la palabra de Dios. Cuando aniquilemos la ideología
rousseauniana, y la sustituyamos por la pedagogía paulina, al menos, en cada
alma reconquistada será cumplida la promesa del cántico perenne: volverá a reír
la primavera.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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