Francisco enseña que María, “mujer
mestiza de nuestros pueblos”, no es Corredentora
El 12 de diciembre, en la homilía de la
fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Francisco negó la participación de María
en la obra redentora, calificándola de “historias” (“fábulas, cuentos”) y de
“tontera” (“tontería, bobada, insignificancia”). Éstas son sus palabras:
“Fiel
a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo
de su Hijo. Jamás se presentó como corredentora. (…) Nunca robó para sí
nada de su Hijo (…) María mujer, María madre, sin otro título esencial. (…) Y
tercer adjetivo que yo le diría mirándola, se nos quiso mestiza, se mestizó. (…)
Se mestizó para ser Madre de todos, se mestizó con la humanidad. ¿Por qué?
Porque ella mestizó a Dios. Y ese es el gran misterio: María Madre mestiza a Dios, verdadero Dios y
verdadero hombre, en su Hijo. Cuando nos vengan con historias de que habría que
declararla esto, o hacer este otro dogma, no nos perdamos en tonteras: María es
mujer, (…) mujer de nuestros pueblos, pero que mestizó a Dios.”[1]
Los dichos de Bergoglio, además de
insultantes, son completamente falsos. Si bien no ha habido hasta ahora una
declaración dogmática del magisterio al respecto, la corredención de María
forma parte de la revelación divina. Su fundamento escriturístico es innegable.
Éste consiste en el paralelo y en la analogía existente entre Eva y la
Santísima Virgen. Paralelo y analogía que se manifiestan en el papel
desempeñado por ellas en relación, por un lado, con Adán en el caída original y,
por el otro, con Jesucristo, nuevo Adán (Rm. 5, 14 - I Cor. 15, 22), en la
reparación de la misma.
En efecto, del mismo modo que Eva participó
en la caída de Adán, por su falta de fe y su desobediencia, María lo hizo en la
redención, a través de su fe y su obediencia. Con su “fiat” y su consentimiento
al sacrificio salvador de Jesús, María hizo posible la Redención, así como Eva,
tentando a Adán a instancias de la Serpiente, había hecho posible la falta
original. Es Adán quien la comete, pero Eva está íntimamente vinculada a ella,
no como artífice, sino como partícipe necesaria y a modo de causa instrumental.
De manera análoga, María, nueva Eva,
participa en el acto redentor realizado por Jesucristo, nuevo Adán, no como
autora, sino como partícipe necesaria -Dios así lo dispuso en su Divina
Providencia-, y como causa instrumental -con su “fiat” libremente otorgado, María
suministró la “materia” del sacrificio redentor, es decir, el cuerpo de la
víctima expiatoria-.
Es en este sentido que debe entenderse
el término “corredención” aplicado a María, como expresión de su íntima
participación en la obra redentora consumada por su divino Hijo -autor exclusivo de la misma-,
y no como si la redención hubiera sido realizada por ambos, en el mismo sentido
y en un pie de igualdad, como si fuesen coautores del hecho.
Así pues, a semejanza de Eva, que
interviene de manera decisiva en la caída del género humano provocada por la
falta de Adán, la Santísima Virgen María, Eva de la Nueva Alianza, está
estrechamente involucrada en la redención operada por el nuevo Adán, Jesucristo.
Veamos lo que dice al respecto San
Ireneo, Padre y Doctor de la Iglesia, discípulo de San Policarpo, quien, a su
vez, lo había sido del apóstol San Juan, en su obra “Contra los herejes”:
“En correspondencia encontramos también obediente a María
la Virgen, cuando dice: «He aquí tu sierva, Señor: hágase en mí según tu
palabra» (Lc 1, 38); a Eva en cambio indócil, pues desobedeció siendo aún
virgen. Porque como aquélla, (...) habiendo desobedecido, se hizo causa de
muerte para sí y para toda la humanidad; así también María, teniendo a un varón
como marido pero siendo virgen como aquélla, habiendo obedecido se hizo causa
de salvación para sí misma y para toda la humanidad (Heb 5, 9). (...) Así
también el nudo de la desobediencia de Eva se desató por la obediencia de
María; pues lo que la virgen Eva ató por su incredulidad, la Virgen María lo
desató por su fe.”[2]
Citemos ahora al
gran doctor mariano San Luis María Grignon de Montfort:
“Lo
que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que Eva
condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al
obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus
hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios,
se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores,
consagrándolos al Señor. -53- (…) Lo que digo en términos absolutos de
Jesucristo, lo digo, proporcionalmente, de la Santísima Virgen. Habiéndola
escogido Jesucristo por compañera inseparable de su vida, muerte, gloria y
poder en el cielo y en la tierra, le otorgó, gratuitamente - respecto de su
Majestad- todos los derechos y privilegios que Él posee por naturaleza: “Todo
lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María por gracia”, dicen los
santos. -74-.”[3]
Cito ahora por partida doble a Pío XII,
primero en una alocución dirigida a los peregrinos de Génova del 22 de abril de
1940:
“De
hecho, ¿no son Jesús y María los dos amores sublimes del pueblo Cristiano? ¿No
son acaso el nuevo Adán y la nueva Eva a quienes el Árbol de la cruz une en el
dolor y el amor para redimir el pecado de nuestros primeros padres en el Edén?”[4]
Y luego, en su constitución
apostólica Munificentissimus Deus, en la que definió solemnemente
el dogma de la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma:
“Pero
ya se ha recordado especialmente que desde el siglo II María Virgen es
presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo
Adán, si bien sujeta a él, en aquella lucha contra el enemigo infernal que,
como fue preanunciado en el protoevangelio (Gn 3, 15), habría terminado con la
plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los
escritos del Apóstol de las Gentes (cfr. Rom cap. 5 et 6; 1 Cor 15, 21-26;
54-57). Por lo cual, como la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial
y signo final de esta victoria, así también para María la común lucha debía
concluir con la glorificación de su cuerpo virginal (n. 39).”[5]
Transcribo seguidamente otras citas
pontificias sobre esta cuestión:
León XIII: “Cuando María se ofreció a si misma
completamente a Dios junto con su Hijo en el templo, ya estaba compartiendo con
Él la dolorosa expiación a favor de la raza humana. Es seguro, por tanto, que
sufrió en lo más profundo de su alma con los sufrimientos más amargos y los
tormentos de Él. Finalmente, fue precisamente frente a los ojos de María que el
sacrificio divino, por el cual Ella había nacido y alimentado a la víctima,
tuvo que ser consumado; vemos que estuvo Su Madre frente a la Cruz de Jesús (…)
voluntariamente ofreciendo a su Hijo a la divina justicia, muriendo con Él en
su corazón, atravesada con la espada de dolor”. Encíclica Jacunda
Semper, 1894.[6]
San Pío X: “A todo esto hay que
añadir, en alabanza de la santísima Madre de Dios, no solamente el haber
proporcionado al Dios Unigénito que iba a nacer con miembros humanos la materia
de su carne con la que se lograría una hostia admirable para la salvación de
los hombres; sino también el papel de custodiar y alimentar esa hostia e
incluso, en el momento oportuno, colocarla ante el ara. De ahí que nunca son
separables el tenor de la vida y de los trabajos de la Madre y del Hijo.” Encíclica Ad
diem illum, 1904.[7]
Benedicto XV: “El hecho de que Ella estuvo con su Hijo,
crucificado y agonizante, fue de acuerdo al plan divino. Hasta tal punto
entregó sus derechos maternales sobre su Hijo para la salvación del hombre, y
lo inmoló -hasta donde la fue posible- para calmar la justicia de Dios, que
podemos correctamente decir que redimió a la raza humana junto con Cristo.” Carta
Apostólica Inter Sodalicia, 1918.[8]
Pío XI: “O Madre del amor y de la misericordia
quien, cuando vuestro dulcísimo Hijo estaba consumiendo la Redención de la raza
humana en el altar de la cruz, permanecisteis de pie junto a Él, sufriendo con
Él como la Corredentora. (…) Conserva en nosotros, os lo suplicamos, e
incrementa día a día, los frutos preciosos de Su Redención y la compasión de su
Madre.” Oración en la clausura del Jubileo de la Redención, 1933.[9]
Pío XII: “Fue Ella quien, libre de
toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo,
lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el
holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos
de Adán manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era Madre
corporal de nuestra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria,
Madre espiritual de todos sus miembros. (51)” Encíclica Mystici Corporis, 1943.[10]
No puedo evitar relacionar esta
desafortunada salida bergogliana con la que profiriera un año atrás, el 21 de
diciembre de 2018, con motivo del discurso navideño ofrecido al personal del
Vaticano, impugnando solapadamente la Concepción Inmaculada de María:
“Entonces,
¿quién es feliz en el Belén? La Virgen y San José están llenos de alegría:
miran al Niño Jesús y son felices porque, después de mil preocupaciones, han
aceptado este Regalo de Dios, con tanta fe y tanto amor. Están “rebosantes” de
santidad y, por lo tanto, de alegría. Y me diréis vosotros: ¡Anda, claro! ¡Son
la Virgen y San José! Sí, pero no pensemos que haya sido fácil para ellos: los
santos no nacen, se hacen, y esto vale también para ellos.”[11]
Así pues, según Francisco, María se
caracterizaría esencialmente por ser una “mujer-madre-mestiza-discípula” -todos
atributos de orden puramente natural y que podrían corresponder a infinidad de
personas-, pero no cabría atribuirle los títulos de Inmaculada -preservada de
todo vínculo con la falta original- ni de Corredentora -cooperadora en la
reparación de dicha falta-,
los cuales no merecerían otro calificativo que el de meras “historias” o
“tonteras”…
Todo esto sin poder detenernos como
convendría en el empleo esperpéntico del término “mestizar” aplicado a María en
referencia a la Encarnación. Digamos simplemente que, amén de constituir una
novedad absoluta en materia teológica, la noción de “mestizaje” es totalmente
inapropiada, ya que supone una mezcla o confusión de elementos, cosa que no
sucede en Jesucristo, cuyas dos naturalezas, divina y humana, permanecen
perfectamente distintas, unidas en la persona del Verbo, unidad que la teología
denomina “hipostática”.
Además de ser una palabra que implica
la dimensión generativa, lo cual resulta chocante en alusión a la Santísima
Virgen. Sin dejar de mencionar, por último, ya en un plano de índole política e
ideológica, el “mundialismo” o “globalismo” preconizado sistemáticamente por la
ONU -con la anuencia manifiesta del Vaticano-, una de cuyas características
principales es el “inmigracionismo”, con el consiguiente “mestizaje” y la
disolución de la identidad cultural y religiosa de las naciones occidentales,
el famoso “multiculturalismo”.
Para concluir, añado a continuación un
apéndice con un repertorio de citas tomadas de viejos artículos, a fin de
intentar analizar los despropósitos de Bergoglio en relación a la Santísima
Virgen, los que ponen en evidencia no sólo una grave heterodoxia doctrinal,
sino, sobre todo, una muy perturbadora tendencia al ultraje para con la Madre
de Dios…
APÉNDICE
1. María y la Iglesia son defectuosas.
Durante
la Audiencia general del 11 de septiembre de 2013, Francisco dijo que María y
la Iglesia « tienen defectos », pero que debemos
« comprenderlos » y « taparlos », e incluso,
« quererlos ». Éstas son sus palabras:
« La Iglesia y la Virgen María son madres, ambas; lo que se dice de la
Iglesia se puede decir también de la Virgen, y lo que se dice de la Virgen se
puede decir también de la Iglesia. […] ¿Amamos a la Iglesia como se ama a la
propia mamá, sabiendo incluso comprender sus defectos? Todas las madres tienen
defectos, todos tenemos defectos, pero cuando se habla de los defectos de la
mamá nosotros los tapamos, los queremos así. Y la Iglesia tiene también sus
defectos: ¿la queremos así como a la mamá, le ayudamos a ser más bella, más
auténtica, más parecida al Señor?[12] »
2. María al
pie de la Cruz se sintió engañada.
Durante una homilía pronunciada el viernes 20 de
diciembre en la capilla de la Casa Santa
Marta, en el Vaticano, Francisco dió a entender que la Santísima Virgen
María experimentó sentimientos de rebeldía al pie de la Cruz, que fue tomada de
improviso por la Pasión de su divino Hijo, que creyó que las promesas
formuladas por el ángel Gabriel el día de la Anunciación no eran sino mentiras
y que, por ende, había sido engañada. Cito el pasaje:
« Ella
estaba silenciosa, pero en su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ¡Tú,
aquel día, me dijiste que sería grande; me dijiste que le darías el trono de
David, su padre, que reinaría para siempre y ahora lo veo aquí! ¡La Virgen era
humana! Y tal vez tenía ganas de decir: ¡Mentiras! ¡Me han engañado! »
Estas palabras son sencillamente escandalosas. La
tradición nunca ha atribuido a María sentimientos de revuelta ante el
sufrimiento. Su disposición permanente en toda circunstancia fue la que tuvo el
día de la Anunciación: « He
aquí la servidora del Señor, que me sea hecho según tu palabra. » (Lc.
1, 38) La Iglesia venera a María como Reina
de los Mártires, lo que no habría sido posible si no hubiese consentido
a realizar el infinito sacrificio que Dios le pedía: hacer entrega de la vida
de su divino Hijo con miras a la salvación de la humanidad caída, y del cual
ella era plenamente consciente desde la profecía que le hiciera Simeón el día
de la Presentación del Niño Jesús en el Templo: « Y a tí una espada te atravesará el alma para
que se descubran los pensamientos de muchos corazones. » (Lc. 2, 35)
Como lo explica San Alfonso María de Ligorio, Doctor
de la Iglesia, en su obra Las glorias de
María: « Cuanto más amaba a
Jesús, tanto más su sufrimiento se acrecentaba, al considerar que debía
perderlo por una muerte tan cruel. Cuanto más se acercaba el tiempo de la
Pasión de su Hijo, tanto más desgarraba su corazón de madre la espada de dolor predicha por Simeón. »
(Segunda parte, Primer Dolor) Y
también: « (…) María, quien por
amor de nosotros consintió en verlo inmolado a la justicia divina por la
barbarie de los hombres. Los espantosos tormentos que María padeció, tormentos
que le significaron más de mil muertes (…) Contemplemos unos instantes la
amargura de esta pena, que hizo de la divina Madre la Reina de los mártires,
dado que su martirio sobrepasa el de todos los mártires (…) Como la Pasión de Jesús
comenzó a su nacimiento, según San Bernardo, así María, semejante en todo a su
divino Hijo, sufrió el martirio durante toda su vida. » (Segunda parte, Discurso XI)
Nunca hubo signo alguno de rebeldía ni de
ignorancia en María, sino una completa sumisión a la voluntad divina y una
total conciencia, en su acto libre y voluntario de consentimiento a la inmolación
de su divino Hijo para la salvación de los hombres. Así como Eva fue
íntimamente asociada a la falta de Adán, así también María, la nueva Eva, fue
asociada estrechamente al sacrificio redentor de Jesús, el nuevo Adán, sobre el
altar de la Cruz. Esa es la doctrina tradicional de la Santa Iglesia de Dios,
en conformidad con la revelación divina, en las antípodas de los dichos impíos
y blasfematorios proferidos por Francisco.
3. Francisco
acepta los crucifijos marxistas del comunista Evo Morales…
Francisco recibió de manos del presidente boliviano
Evo Morales un crucifijo en forma de hoz y martillo, al igual que la
condecoración Padre Luis Espinal,
insignia honorífica ofrecida por el Congreso boliviano, sobre la cual también
figura el crucifijo blasfematorio concebido por el jesuita partidario de la
revolución marxista, a cuya tumba Francisco acudió para rendirle homenaje como
a un mártir, para recordarlo como a «un
hermano nuestro, víctima de intereses que no querían que se luchara por la
libertad de Bolivia. El P. Espinal predicó el
Evangelio y ese Evangelio molestó y por eso lo eliminaron. […] Que el
Señor tenga en su gloria al P. Luis Espinal que predicó el Evangelio, ese
Evangelio que nos trae la libertad, que nos hace libres[13].»
Sobre el crucifijo comunista de Espinal, el
director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Padre Lombardi, afirmó
que el autor había querido «representar
el diálogo con quienes luchan por la justicia de una manera que sobrepasa las
fronteras de la iglesia[14].»
Francisco dijo que el regalo no le había chocado y
explicó que Espinal «era un entusiasta de
este análisis marxista de la realidad, y también de la teología, usando el
marxismo. De ahí surgió esta obra. También las poesías de Espinal son de ese
género protesta: era su vida, era su pensamiento, era un hombre especial, con
tanta genialidad humana, y que luchaba de buena fe. Haciendo una hermenéutica del género, entiendo esta obra. Para mí no ha
sido una ofensa[15].»
Es decir que Francisco no sólo justificó la toma de
posición ideológica de Espinal, así como su obra sacrílega, calificada de
« arte contestatario », una « crítica del cristianismo que hizo
alianza con el imperialismo », en vez de designarla con su verdadero
nombre de « arte blasfematorio », sino que además la elogió,
afirmando que el « teólogo de la liberación » y « mártir »
de la revolución comunista Espinal luchaba « de buena fe », que
« predicaba el Evangelio » y que su escultura es una expresión de
« genialidad humana ».
4. ¡Y los ofrece a la Virgen de Copacabana!
Francisco visitó el santuario de Nuestra Señora de Copacabana, la Santa
Patrona de Bolivia, para ofrecerle las distinciones recibidas del presidente
Morales. He aquí la alocución que dirigió con motivo de la ofrenda que hizo a
María de las dos condecoraciones, incluida la medalla ornada con el famoso
crucifijo comunista del Padre Espinal:
“El Señor
Presidente de la Nación en un gesto de calidez ha tenido la delicadeza de
ofrecerme dos condecoraciones en nombre del pueblo boliviano. Agradezco el
cariño del pueblo boliviano y agradezco esta fineza, esta delicadeza del Señor
Presidente y quisiera dejar estas dos condecoraciones a la Patrona de Bolivia,
a la Madre de esta noble Nación para que Ella se acuerde siempre de su pueblo y
también desde Bolivia, desde su Santuario, donde quisiera que estuvieran […] Recibe
como obsequio del corazón de Bolivia y de mi afecto filial los símbolos del
cariño y de la cercanía que -en nombre del Pueblo boliviano- me ha entregado
con afecto cordial y generoso el Señor Presidente Evo Morales Ayma, en ocasión
de este Viaje Apostólico, que he confiado a tu solicita intercesión. Te ruego
que estos reconocimientos, que dejo aquí en Bolivia a tus pies, y que recuerdan
la nobleza del vuelo del Cóndor en los cielos de los Andes y el conmemorado
sacrificio del Padre Luis Espinal, S.I., sean emblemas del amor perenne y de la
perseverante gratitud del Pueblo boliviano a tu solicita y fuerte ternura[16].”
Recapitulemos : Francisco aceptó un obsequio y
una distinción en los que el Santo Cuerpo de Jesús era profanado de un modo
sacrílego y blasfematorio, agradeció al comunista Evo Morales que se los había
entregado, justificó el « arte
contestatario » del jesuita apóstata Espinal, « artista » del
cual efectuó un encendido elogio, calificándolo de « mártir del
Evangelio ». Por último, como frutilla del postre, decidió obsequiar la
abominable medalla a la Madre de Cristo como un emblema del « amor que le
tiene el pueblo boliviano ». En lo que atañe al crucifijo marxista, del
cual dijo que no lo había escandalizado en absoluto, Francisco explicó a los
periodistas que se lo quedaría, llevándoselo consigo a Roma.
5. María, rebelde a causa del sufrimiento.
Francisco dio a entender que, ante el sufrimiento
de ver a su Hijo en la Cruz, la Virgen podría haber dudado de la promesa que
Dios le había hecho en la Anunciación a través del Angel Gabriel. Es entonces
cuando ella habría pecado contra la fe y, al no consentir libremente el
sacrificio de Jesús, no habría participado en su obra redentora. Peor aún, habría
blasfemado, acusando a Dios de haberla engañado:
Ella estaba
silenciosa, pero en su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ¡Tú, aquel
día, me dijiste que sería grande; me dijiste que le darías el trono de David,
su padre, que reinaría para siempre y ahora lo veo aquí! ¡La Virgen era humana!
Y tal vez tenía ganas de decir: ¡Mentiras! ¡Me han engañado![17]
De acuerdo con Francisco, esta actitud de María se
debería al hecho de que no hay respuesta al sufrimiento, lo que habría provocado
su revuelta al pie de la Cruz[18]:
Tantas veces
pienso en la Virgen, cuando le han dado el cuerpo muerto de su Hijo, todo
herido, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Y qué hizo la Madre? ‘‘¿Llévatelo?’’.
No, lo abrazó, lo acarició. Tampoco la Virgen comprendía. Porque, en aquel momento,
se acordaría de lo que el Ángel le había dicho: Será Rey, será grande, será
profeta, y dentro de sí, con aquel cuerpo -tan herido, que había sufrido tanto
antes de morir- en sus brazos, por dentro seguramente tendría ganas de decir al
Ángel: “¡Mentiroso! Me has engañado”.
Esta idea no es solamente falsa, contraria a la
revelación divina, sino también lisa y llanamente blasfematoria, ya que es de
fe que María consintió el sacrificio redentor de su Hijo, nuevo Adán, desde el
instante de la Anunciación. Ella no ignoraba los sufrimientos que su
consentimiento libre y lúcido a la obra redentora de Jesús le acarrearía, los
que le habían sido anunciados cuando la presentación del niño Jesús en el
Templo:
Simeón los
bendijo y dijo a su madre María: He aquí que este Niño ha sido
puesto para caída y elevación de muchos en Israel; será signo de contradicción,
y a ti misma una espada te atravesará el corazón, a fin de que sean revelados
los pensamientos de muchos corazones. (Lc. 2, 34-35)
Francisco desarrolló esa idea, completamente
extranjera al cristianismo, en ese mismo discurso:
Hay también
una pregunta cuya explicación no se aprende en la catequesis. Es la pregunta
que tantas veces me he hecho, y tantos de ustedes, tanta gente se la hace:
‘‘¿Por qué sufren los niños?’’. Y no hay explicación. (…) No sé qué cosa
más decir, de verdad, porque estas cosas me impresionan tanto. Tampoco yo tengo
respuesta. ‘‘Pero es el Papa, ¡debe
saberlo todo!’’. No, no hay respuesta para estas cosas (…).
Verdadero leitmotiv
de la « enseñanza » bergogliana, he aquí otros ejemplos, esta vez
dirigiéndose a niños que lo interrogan acerca del sufrimiento:
Esta
pregunta es una de las más difíciles de responder. ¡No hay respuesta!
Hubo un gran escritor ruso, Dostoyevski, que había planteado la misma pregunta:
¿por qué sufren los niños? Sólo se puede elevar los ojos al cielo y esperar
respuestas que no se encuentran. No hay respuesta para esto, Rafael[19].
La mujer es
capaz de hacer preguntas que los hombres no terminamos de entender. Presten
ustedes atención. Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta.
[…] La gran pregunta: ¿Por qué sufren los niños?[20]
Decir a unos pobres niños que no hay respuesta para
su sufrimiento, que el mal es absurdo y gratuito, equivale a decirles que Dios
es cómplice de su dolor puesto que, a pesar de su omnipotencia, no hace nada
para impedirlo. El mensaje es cristalino: se hace a Dios responsable de su
dolor ya que Él rehúsa socorrerlos. En definitiva, Dios sería indiferente al
sufrimiento humano, lo que lo vuelve odioso, cruel y malvado. Las palabras de
Francisco son la negación tácita de la amorosa obra redentora de Nuestro Señor,
así como de la misión por El atribuida a la Iglesia, su Cuerpo Místico, de
perpetuar su obra salvadora a la espera de su segunda venida.
Ese mensaje, para colmo viniendo de quien
supuestamente es el Vicario de Jesucristo en la tierra, es criminal. Y, para
decirlo sin rodeos, lisa y llanamente diabólico…
6. Jesús pide perdón a María y José.
Según
Francisco, Jesús tuvo que pedir perdón a sus padres a causa de su
« travesura » en el Templo de Jerusalén. Y sus padres, naturalmente,
le significaron su desaprobación. Manifiestamente, Francisco tiene el sentido
de la oportunidad, ya que tuvo la delicadeza de hacer este « cumplido »
a Jesús, María y José con motivo de la homilía de la fiesta de la Sagrada
Familia, el 27 de diciembre de 2015, en la basílica de San Pedro. Sepan
disculpar la extensión de la cita, pero es necesaria para poder captar
plenamente la gravedad que revisten las palabras del formidable blasfemador
argentino:
« Al final de aquella
peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc
2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En
efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del
santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día,
poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos
lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había
quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que
no lo encontraban. Por su aventura[22], probablemente también Jesús tuvo que
pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos
suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando
claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa,
Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y
obediencia. Estos momentos, que con el Señor se transforman en oportunidad de
crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y
obediencia, también forman parte de la peregrinación de la familia[23]. »
Estamos
ante una versión distorsionada de la Pérdida y el Hallazgo del Niño Jesús en el
Templo. Bien sabemos que la respuesta de Nuestro Señor a la Virgen y a San José
fue muy distinta y que, lejos de serle necesario pedir disculpas, recordó su
deber de « ocuparse de las cosas de Su Padre ». Sabemos igualmente
que la Virgen « guardaba estas cosas en su corazón ». Esta ocurrencia
bergogliana, sin precedentes en los anales cristianos, de pretender presentar a
Jesús como si hubiese sido un niño « travieso », es de una impiedad
tal que hiela la sangre…
7. María desobedece y engaña a
San Pedro.
El
15 de agosto de 2013 Francisco visitó la comunidad de Clarisas contemplativas
del monasterio de Albano. Allí explicó a las religiosas, en un tono
pretendidamente humorístico, que María se había rebelado contra San Pedro, le
había desobedecido y, a hurtadillas, durante el transcurso de la noche, sin
nadie que pudiera verla, había conseguido que todo el mundo se salvara:
« Radio Vaticana[24] conversó con
dos de las religiosas [clarisas, del monasterio de Albano] que estuvieron en el
encuentro de casi 45 minutos con el Santo Padre. La Madre Vicaria, Sor María
Concetta, dijo que el Papa “estaba tranquilo, distendido como si no tuviera
nada que hacer o como si no pensara en alguna cosa. Nos ha hablado -de un modo
que nos tocó mucho- de María, en esta Solemnidad de la Asunción, porque la
mujer consagrada es un poco como María. Nos ha contado una bella historia que
nos ha hecho reír a todos, incluso a él mismo: María está en el Paraíso; San
Pedro no siempre abre la puerta cuando llegan los pecadores y por eso María
sufre un poco, pero se queda quieta. Y en la noche, cuando se cierran las
puertas del Paraíso, cuando nadie ve u oye nada, María abre la puerta del
Paraíso y hace entrar a todos[25].” »
Visiblemente, Francisco se complace y se regocija
injuriando a la Madre de Dios. Para él, Nuestra Señora se habría arrogado el
carácter de una especie de « tribunal de apelación » subrepticio a
las sentencias divinas. Estamos ante otra blasfemia inaudita, maliciosamente
disfrazada de humor, y que hizo un daño enorme a las almas de las religiosas,
como puede verse por el comentario de la Madre Vicaria.
8. María
llama mentiroso a Dios.
Nuestra Señora, al pie de la Cruz, se habría
sublevado contra Dios, tildándolo de mentiroso. Éstas son sus declaraciones,
efectuadas el 20 de diciembre de 2013, con motivo de una homilía dada en la Casa Santa Marta:
« Ella estaba silenciosa, pero
en su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ¡Tú, aquel día, me dijiste que
sería grande; me dijiste que le darías el trono de David, su padre, que
reinaría para siempre y ahora lo veo aquí! ¡La Virgen era humana! Y tal vez
tenía ganas de decir: ¡Mentiras! ¡Me han engañado![26] »
Francisco
reiteró esta odiosa afrenta hacia la madre de Jesús en numerosas ocasiones.
Veamos lo que dijo el 29 de mayo de 2015, nuevamente durante un sermón
pronunciado en Santa Marta:
« Muchas veces pienso en la Virgen, cuando le dieron el cuerpo muerto de su
Hijo, tan destrozado, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Qué hizo la Virgen?
¿Lleváoslo? No, lo abrazó, lo acarició. Tampoco la Virgen lo entendía. Porque,
en aquel momento, se acordaría de lo que el Ángel le había dicho: Será Rey,
será grande, será profeta, y dentro de sí, con aquel cuerpo -tan herido, que
había sufrido tanto antes de morir- en sus brazos, por dentro seguramente
tendría ganas de decir al Ángel: “¡Mentiroso! ¡Me has engañado!”[27]. »
Procuremos descifrar el mensaje que
Francisco nos transmite a propósito de la Madre de Dios y Reina de los Ángeles.
De acuerdo con su visión, María no comprende lo que le sucede a Jesús, María no
entiende el sentido de su sufrimiento, María al pie de la Cruz se rebela contra
Dios en su corazón, piensa que ha sido engañada por el ángel Gabriel en la
Anunciación, no consiente libre y lúcidamente el sacrificio redentor de su
Hijo; por consiguiente, María no es Nuestra Señora de los Siete Dolores ni la
Reina de los Mártires. María, evidentemente, no comprendió la profecía de
Simeón durante la Presentación del Niño Jesús en el Templo, no sabe por qué
está allí y desconoce el sentido de su misión. En definitiva, María ignora cuál
es el papel que le corresponde en el plan de la salvación…
Ésta es la versión bergogliana del
rol desempeñado por Nuestra Señora el Viernes Santo, en el Calvario, al pie de
la Cruz, cuando se realizaba la Redención del género humano. Esta versión
inaudita del papel que le correspondió a
María en la Pasión de Jesús es sencillamente luciferina. Y me atrevo a
decir que el hecho de no percatarse de ello constituye un signo inequívoco de
ceguera espiritual.
Sin embargo, la obsesión
blasfemadora de Francisco no se detuvo ahí. ¿Y por qué tendría que haberlo
hecho? Puesto que nadie lo enfrenta y que visiblemente este hombre carece de
todo temor de Dios… En efecto, de acuerdo con su peculiar exégesis bíblica, la
Santísima Virgen María no habría sido la única que habría blasfemado contra
Dios: su divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo en persona, no se habría quedado
atrás. Éstos son sus dichos del 30 de septiembre de 2014 durante un sermón en
Santa Marta:
« Jesús, cuando se lamenta -‘‘Padre, ¡por qué me has abandonado!’’- ¿blasfema? El misterio es éste. Tantas veces yo he escuchado a
personas que están viviendo situaciones difíciles, dolorosas, que han perdido
tanto o se sienten solas y abandonadas y vienen a lamentarse y hacen estas
preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué? Se rebelan contra Dios. Y yo digo: ‘‘Sigue
rezando así, porque también ésta es una oración’’. Era una oración cuando Jesús
dijo a su Padre: ‘‘¡Por qué me has abandonado!’’[28]. »
Así pues, de acuerdo con Francisco,
Jesús y María se sublevaron contra Dios. Y en su desamparo, blasfemaron. Pero
eso, no obstante, fue una verdadera plegaria de su parte, a no dudarlo. Por lo cual
Francisco estimula a la gente angustiada por el sufrimiento a seguir el ejemplo
de Jesús y de María, sublevándose ellos también contra Dios, blasfemando ellos
también contra Dios, contra ese ser malvado y cruel que se desentiende del
sufrimiento humano, el cual es, obviamente, absolutamente gratuito e
incomprensible…
Francisco nos explica así que, en el
preciso momento en el cual nuestro divino Salvador realizaba la redención del
género humano a través del sacrificio voluntario de su vida en el altar de la
Cruz, Él habría blasfemado contra su Padre, rebelándose contra su designio
salvífico. Y que, al mismo tiempo, Nuestra Señora, en vez de asociarse de
manera lúcida y libre al sacrificio redentor de su Hijo, también habría
blasfemado contra la voluntad de Dios, estimándose engañada por la promesa que
el ángel Gabriel le había hecho en la Anunciación acerca de la misión de Jesús.
El
momento crucial de la historia de la
salvación se vuelve así, de acuerdo con el relato inaudito que propone
Francisco, un acto de revuelta y de blasfemia contra Dios, de modo tal que el
nuevo Adán y la nueva Eva en el Calvario no se habrían conducido mejor que
nuestros primeros padres, quienes actuaron bajo el influjo del demonio en el
Paraíso terrenal cuando consumaron la falta original. La salvación, entonces,
no se habría distinguido esencialmente de la caída, dado que la revuelta contra
la voluntad divina habría constituido el común denominador y que Satanás habría estado presente en el origen de esos
dos momentos decisivos de la historia de la humanidad.
Ésa es la
doctrina que Francisco propone a los creyentes: luciferianismo en estado
puro. Esto podrá parecer
excesivo a algunos, pero, habida cuenta de sus incesantes herejías y de sus espantosas
blasfemias, me parece que no queda otro calificativo disponible. Además, esto
no debería sorprendernos demasiado: ¿acaso Nuestro Señor en persona no nos
advirtió, en su discurso escatológico, que el poder de engaño del que
dispondrían los falsos profetas que precederán su segunda venida será tal que,
de ser posible, engañarán aun a los elegidos?[29]
[22] Francisco empleó el término
italiano scappatella, cuyo
significado es desliz, travesura. La definición del diccionario
italiano es la siguiente: « Lieve
trasgressione ai doveri morali e di fedeltà, soprattutto a quelli
coniugali », es decir, que la noción de transgresión moral y de
ruptura de la confianza es inherente al sentido de este vocablo: http://dizionari.corriere.it/dizionario_italiano/S/scappatella.shtml
También conlleva la idea de falta de reflexión
y de ligereza: « Trasgressione
temporanea e non grave di principi comunemente accettati; azione compiuta con
leggerezza e sventatezza: scappatelle da ragazzi »: http://dizionario.internazionale.it/parola/scappatella.
Huelga decir que aplicar tales nociones al
comportamiento de Nuestro Señor es algo completamente inaceptable y
escandaloso. Y que quien lo haga sea nada menos que el supuesto Vicario de
Jesucristo en la tierra y Sucesor de San Pedro, es algo sencillamente
inconcebible y manifiestamente diabólico…
[29] Para mayor información
sobre las innumerables herejías y blasfemias de Francisco, se pueden consultar
los libros Tres años con Francisco: la
impostura bergogliana y Cuatro años
con Francisco: la medida está colmada, publicados por las Éditions Saint-Remi en cuatro idiomas
(castellano, inglés, francés e italiano):
Al igual que el libro Con voz de dragón. Francisco: ¿Vicario de Cristo o Precursor del
Anticristo?, publicado por Cruzamante
en 2017:
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
Muchas gracias por la publicación, estimado Augusto. Una santa y feliz Navidad para todos.
ResponderBorrarLa diferencia abismal e infinita entre las citas de aquellos grandes papas verdaderos y el actual fantoche, sobre una cuestión tan sagrada como lo es la Virgen María.
ResponderBorrarSolo un ser nefasto hasta la medula podia escrinir algo asi de la Santisima Madre de Dios.
ResponderBorrarhttps://www.youtube.com/watch?v=CFNkwTBn4K8
ResponderBorrar1984: un libro más actual que nunca
Muito Bom!Eu já o sabia, prácticamente dêsde o momento em que o Maldito usurpou o nôme de São Francisco de Assis, o Grande Santo.Obrigado
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