Sobre el anuncio litúrgico del
nacimiento del Señor:
Jesucristo, Hijo de Dios, nace en Belén
de Judá
Un
grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación
en las riendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de consuelo,
una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.
Exultad,
montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor porque llega. Oíd
cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que
nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¿Quién
tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma?
¿Se podría anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable?
¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida?
Jesucristo,
el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¡Expresión concisa sobre la Palabra
condensada, pero henchida de celeste fragancia! El afecto se fatiga intentando
expandir un mayor derroche de esta meliflua dulzura, pero no encuentra
palabras. Tanta gracia destila esta expresión, que, si se altera una simple
coma, se siente de inmediato una merma de sabor.
Jesucristo,
el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¡Oh nacimiento esclarecido en santidad,
glorioso para el mundo, querido por la humanidad a causa de incomparable
beneficio que le confiere, insondable incluso para los ángeles en la
profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la
grandeza exclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa parecida, ni antes ni
después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido, incorruptible; que
consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa
las leyes de la naturaleza, si bien la transforma; inimaginable en el ámbito de
lo milagroso, pero subsanador por la energía de su misterio!
Hermanos:
¿Quién podrá proclamar esta generación? El ángel anuncia. La fuerza de Dios
cubre con la sombra. Baja el Espíritu. La Virgen cree. La Virgen concibe en la
fe. La Virgen alumbra y permanece virgen. ¿Quién no se asombrará? Nace el Hijo
del Altísimo, Dios de Dios, engendrado antes de todos los siglos. Nace la
Palabra-niño. Imposible admirarlo cual se merece.
Tampoco
es inútil este nacimiento, ni queda estéril tal condescendencia de la majestad
divina. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. Los que yacéis en
el polvo, levantaos exultantes. Mirad al Señor de la salvación. Trae la
salvación y viene con ungüentos y con gloria. Es inconcebible un Jesús sin
salvación, como lo es un Cristo sin unción y un Hijo de Dios sin gloria. Él es
la salvación; él, la unción y la gloria, como está escrito: El Hijo sensato es
la gloria del padre.
Dichosa
el alma que ha gustado del fruto de la salvación, porque le atrae y corre tras
el olor de los perfumes para contemplar su gloria, gloria del Hijo único del
Padre. Reanimaos los que os sentís desahuciados: Jesús viene a buscar lo que
estaba perdido. Reconfortaos los que os sentís enfermos: Cristo viene para
sanar a los oprimidos con el ungüento de su misericordia. Alborozaos todos los que
soñáis con altos ideales: el Hijo de Dios baja hasta vosotros para haceros
partícipes de su reino. Por eso imploro: Sáname, Señor, y quedaré sano;
sálvame, y quedaré a salvo; dame tu gloria, y seré glorificado. Y mi alma
bendecirá al Señor, y todo mi interior a su santo nombre, cuando perdones todas
mis culpas, cures todas mis enfermedades y sacies de bienes mis anhelos.
Estas
tres cosas, queridísimos míos, saboreo en mi alma cuando oigo la buena noticia
del nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Por qué le llamamos Jesús? Únicamente
porque salvará a su pueblo de todos sus pecados. ¿Y por qué le llamamos Cristo?
Porque hará pudrir el yugo de tu cuello con la efusión del aceite. ¿Por qué e
Hijo de Dios se hace hombre? Para que los hombres se vuelvan hijos de Dios. ¿Quién
puede resistir a su voluntad? Si Jesús es el que perdona, ¿quién se atreverá a
condenar? Si es Cristo el que cura, ¿quién podrá herir? Si el Hijo de Dios es
el que enaltece, ¿a quién se le ocurrirá humillar?
Nace
Jesús. Alégrese incluso el que siente en su conciencia de pecador el peso de
una condena eterna. Porque la misericordia de Jesús sobrepuja el número y
gravedad de los delitos. Nace Cristo. Gócense todos los que han sufrido la
violencia de los vicios que dominan al hombre, pues ante la realidad de la
unción de Cristo no puede quedar rastro alguno de enfermedad en el alma, por
muy arraigada que esté. Nace el Hijo de Dios. Alborócense cuantos sueñan con
sublimes objetivos, porque es un generoso galardonador.
Jesucristo,
el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. Fíjate en el detalle. No nace en
Jerusalén, la ciudad de los reyes. Nace en Belén, diminuta entre las aldeas de
Judá. Belén, eres insignificante, pero el Señor te ha engrandecido. Te
enalteció el que, de grande que era, se hizo en ti pequeño. Alégrate Belén. Que
en todos tus rincones resuene hoy el cántico del "Aleluya". ¿Qué
ciudad, oyéndote, no envidiará ese preciosísimo establo y la gloria de su
pesebre? Tu nombre se ha hecho famoso en la redondez de la tierra y te llaman
dichosa todas las generaciones. Por doquier te proclaman dichosa, ciudad de
Dios. En todas partes se canta: El hombre ha nacido en ella; el Altísimo en
persona la ha fundado. En todo lugar, repito, se anuncia se proclama que
Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá.
Y no
en vano se añade de Judá, pues la expresión nos insinúa que la promesa se hizo
a nuestros padres. No se le quitará a Judá el cetro, no dejará de salir el
caudillo de entre sus muslos, basta que llegue el que tiene que venir. El mismo
será la esperanza de todas las naciones. Es cierto que la salvación viene de
los judíos, pero se extiende hasta los confines de la tierra. Está escrito: A
ti, Judá, te alabarán tus hermanos; pondrás tus manos sobre las nucas de tus
enemigos; y otras cosas que leemos, pero que nunca se cumplieron en la persona
de Judá, sino únicamente en Cristo: él es el león de la tribu de Judá. Sobre
esto mismo está también escrito: Judá es un cachorrillo de león; te has abalanzado
hacia la presa, hijo mío. Cristo es el hábil cazador que, antes de saber decir
mamá o papá, se llevó el botín de Samaria. Diestro conquistador que, subiendo a
lo alto, llevó cautiva a la misma cautividad. Y, sin robar nada, distribuyó
dones a los hombres.
La
expresión Belén de Judá nos recuerda estas profecías y otras parecidas que se
cumplieron en Cristo, porque se referían a su persona. Ya no nos interesa saber
si de Belén puede salir algo bueno.
Lo
que sí nos interesa saber es la manera como quiere ser acogido el que quiso
nacer en Belén. Quizá alguno hubiera pensado prepararle fastuosos palacios,
para acoger con realce al rey de la gloria. No es ése el motivo de su venida
desde el trono real. En la izquierda trae honor y riquezas, y en la derecha
largos años. En el cielo había abundancia eterna de todas estas cosas, pero no
pobreza. Precisamente abundaba y sobreabundaba esto en la tierra, y el hombre
ignoraba su valor. El Hijo de Dios se prendó de ella, bajó, se la escogió, y
revalorizó su encanto para nosotros. Engalana tu lecho, Sión; pero con humildad
y con pobreza. le agradan estos pañales. María nos asegura que le gusta envolverse
con estas telas. Sacrifica a tu Dios las abominaciones de los egipcios.
Por
último, fíjate que nace en Belén de Judá. Procura tú mismo llegar a ser Belén
de Judá. Entonces no desdeñará tu acogida. Belén es la "casa del
pan". Judá significa confesión. Tú sacia tu alma con el alimento de la
palabra divina. Y aunque indigno, recibe con fidelidad y con la mayor devoción
posible ese pan que baja del cielo y que da la vida al mundo: el cuerpo del
Señor Jesús. De este modo, la carne de la resurrección renovará y confortará al
viejo odre de tu cuerpo. Así, mejorado por este sedimento, podrá contener el
vino nuevo que está en el interior. Y si, en fin, vives de la fe, nunca te
lamentarás de haber olvidado de comer tu pan. Te has convertido en Belén, y digno,
por tanto, de acoger al Señor; contando siempre con tu confesión. Sea, pues,
Judá tu misma santificación. Revístete de confesión y de gala; condición
indispensable que Cristo exige a sus ministros.
Para
concluir, el Apóstol te pide estas dos cosas en breves palabras: que la fe
interior alcance la justicia y que la confesión pública logre la salvación. La
justicia en el corazón, y el pan en la casa. Ese es el pan que santifica.
Dichosos los que tienen hambre de justicia, porque quedarán saciados. Haya
justicia en el corazón, pero que sea la justicia que brota de la fe. Únicamente
ésta merece gloria ante Dios. Afore también la confesión en los labios para la
salvación. Y ya, con toda confianza, recibe a aquel que nace en Belén de Judá,
Jesucristo, el Hijo de Dios.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
Bueno pero cómo responderemos. Los Herodes siempre tuvieron el poder. La primera parte ya la cumplieron. Tengo doscientos ochenta testigos que fueron degollados. Nadie les puede quitar el poder. Así que el que apareció como Rey de los Judios fué crucificado. Pero qué acaso no esperaban un Mesías. Sí, pero con el permiso y la venia de ellos sino noni. Así fué no quedó piedra sobre piedra. No quedó ni una tribu. No quedó ni un sacerdote. Nada. Y d'ai. Siglos más siglos menos los restos de los herodes se reinventaron. Así tenemos que entre Lutero y Francisco hay un policaedro de inventiva herodiana. Error de expresión ya no se dice inventiva. Ahora hay que autopercibirse herodiano. Ahí está el quid hay que volver a refregárselo por la cara que con el Padre no se juega. No importa cuánto falso poder tengan y cuántos ocultistas (los medios) los apoyen. Lo que es és. Y lo que viene vendrá. Nosotros amén de la tradición la tenemos a Nuestra Madre Ssma. en la Medalla Milagrosa. Te acuerdas Francisco lo milagrosa que éra y que és para el que tiene fé. Y del dogma de la Inmaculada Concepción. Sí. Y entonces en qué quedó el pedido de Fátima de la consagración pública del Papa y todos sus obispos de la consagración de Rusia a su Dulce e Inmaculado Corazón. Resulta que ahora la quieren involucrar a la Ssma. Virgen María en esto de la autopercepción. El mestisaje. Esta inventiva herodiana tán débil se le terminan las pilas já.. en la era del litio. Ya lo dijo Élla en el siglo pasado, lo podrán hacer después pero será tarde.
ResponderBorrarSi los herodes siempre tuvieron el poder y el poder viene de lo alto como dice la Biblia, entonces ya sabemos quien les da el poder a esos Herodes, aunque ha habido algunas excepciones, San Fernando, San Luis y otros.
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