domingo, 5 de julio de 2020

El Gran Capitalismo socorre y salva al Bolchevismo - Luis Alfredo Andregnette Capurro



En la primavera del hemisferio norte del año 1941, el Caudillo austro alemán, se encontraba en la difícil alternativa, de lanzarse contra el Estado esclavista soviético, sin haber decidido el accionar victorioso contra Inglaterra que no aceptaba sus generosas ofertas de paz. En esos momentos, el Führer sopesaba la posibilidad de adelantarse al ataque inevitable de la URSS. De no tomar esa medida, dado el campo del potencial del Reich, podía sufrir, por su “pequeñez en kilómetros cuadrados, una aplastante destrucción del centro bélico industrial”.

Semanas antes del 22 de junio, el Führer, presentó la “Operación Barbarroja”. En la misma leemos: “Las FFAA alemanas deben disponerse para aplastar la Unión Soviética, en una rápida campaña antes que haya finalizado la guerra con Inglaterra. Con tal propósito, el Ejército empleará todas las unidades disponibles. El objetivo final de su accionar es, el de establecer una línea defensiva contra la Rusia Asiática, desde el Volga a Arkangel”. Esta decisión, según la interpreta, el general Fuller, no tuvo como origen decepción alguna, sino que había mucha lógica en ella. Si Gran Bretaña persistía en no llegar a un acuerdo, su única esperanza se encontraba en la intervención de Rusia y los EEUU. En cuanto la Rusia bolchevique quedara fuera de combate, el Reino Unido tendría la sola ayuda de EEUU. Londres, (sin apoyos en Europa) tendría ante sí al Reich en un frente que, probablemente sería acompañado por otro en el Oriente extremo acaudillado por Imperio del Sol Naciente. Planteado así, el asunto, parece que se cometió el fatal error de haber subestimado al Imperio Yanqui que encabezaba un hombre siniestro con los inmensos poderes especiales concedidos por un parlamento oligárquico. A ello se agregaba, lo que concede el Oro junto al omnímodo poder de Wall Street. Cadenas de diarios, radios, editoriales, universidades y hasta el cine en manos de trust financieros cuyos sellos exponían quienes eran los Amos de los tiránicos medios que convertían al modesto hombre común en un semi robot de quienes subliminalmente controlaban su psiquis. El incondicional amigo del comunismo internacional lo era, hasta por sus ADN, el presidente Delano Roosevelt.

El personaje poseía dotes histriónicas las que, en sus radiales y diarias “Charlas junto al fuego” ponía en juego con habilidad. Su voz, modulada y suave como la de un tierno padre, juraba que mantendría a EEUU al margen de la guerra. Pero en realidad lo que estaba buscando con empeño, era provocar algún hecho que justificara entrar en campo, por odio feroz a la Alemania hitlerista “arrasándola por completo, sin dejar rastros de ella”.

Ya había mostrado su forma de pensar durante la Cruzada Española, 1936- 39. En momentos en los que arreciaba en la península ibérica la lucha y se producían las matanzas de católicos junto a sacerdotes y monjas, “Mr. President” enviaba material de guerra, a la internacional de rojos estalinistas, con batallones perfectamente armados “denominados “Abraham Lincoln”. En los días en que, las “Fuerzas Abisales” consiguieron desatar la guerra en 1939, el canalla, redobló su histrionismo de “buen padre” expresando en uno de sus monólogos: “En el mundo de hoy no existe nada tan importante como la derrota de Hitler”. Pero como esto era imposible si Gran Bretaña aceptaba una paz negociada, como muy bien escribe el general Fuller, Roosevelt se propuso hacer todo lo posible para hacer de Inglaterra un instrumento que le permitiera ganar tiempo.

La política con la que el Fariseo puso en marcha el doble juego fue la siguiente: de labios para afuera no cejaba de hablar de paz, mientras tanto su pérfida conducta movía los peones para la guerra. En primer lugar, oigamos a Delano hablar de paz. Así decía en las audiciones hogareñas “junto al fuego”. “No participaremos en conflictos extranjeros ni enviaremos a nuestro ejército ni a nuestras fuerzas navales o aéreas a combatir en otros países… Lo dije antes y lo repetiré una y mil veces: vuestros hijos no serán enviados a ninguna guerra en país extraño…”.  “Vuestro presidente os asegura que este país no entrará en la contienda”. Pero seguramente, apenas cerrado el micrófono, el embustero, buscaba la fórmula para provocar a Hitler. Sin embargo, este no caía en la trampa, ordenando a los submarinos germanos no atacar los convoyes ingleses custodiados con naves de EEUU. Con esta actitud de clara violencia, a la que el Reich no respondía, se fue afirmando “el valor” del matón de la Casa Blanca. Pronto desembarcó tropas, en la Islandia de soberanía dinamarquesa, las que no fueron bien recibidas por los habitantes del lugar, quienes organizaron una especie de guerrilla de resistencia pronto aplastada.

El “pacifista” de Washington con su megalomanía desbordada, ordenó el patrullaje de las rutas navales atlánticas, para brindar más protección a las naves de guerra inglesas. Días más tarde ordenó “Tirar primero”. Con esta decisión maquiavélica Roosevelt, tuvo la ilusión que encendía la mecha contra Alemania, para el conflicto tan pertinazmente buscado. Y esto era realmente así, porque a nadie se le podía ocultar que, lo que había ordenado, eran actos de guerra sin su formal declaración. De todas maneras, Delano Roosevelt, vio abierta, una nueva oportunidad cuando su cómplice, Winston Churchill, en una carta de finales de 1940 le anunciaba que había tocado fondo tratando de pagarle, por lo que, si no conseguía llenar las arcas, no iba a poder seguir negándose a aceptar los ofrecimientos del Führer, para llegar a una paz negociada.

Al Fariseo se le debe haber arrugado el remedo de corazón que tenía para sustituir al verdadero, que nunca poseyera. Con Gran Bretaña fuera de combate y lo que era factible para llenarlo de ira: la democracia del “buen Tío Joe” sería barrida del mapa. Luego… el horror completo de una Rusia fascista. Por ello llamó de inmediato a una especial conferencia con su “Prensa Libre” y dijo, hablando del dólar que, “ese estúpido y viejo signo debía ser dejado de lado”.

El 29 de diciembre de 1940 se ubicó nuevamente ante la radiofonía yanqui, para teatralizar otro de sus monólogos, con el estilo de los que hablan junto al fuego con su familia, pero… mintiendo. Como era de costumbre, comenzó su cháchara con la consabida declaración: “tenía la decisión firme de mantener al pueblo norteamericano, sus hijos y sus nietos al margen de una guerra hasta la última trinchera”. Luego, a fin de aterrorizar en bloque añadió: “Jamás desde Jamestown y Plymouth Rock se ha visto nuestra civilización americana en un peligro como el de ahora. Si Gran Bretaña, se hunde, las potencias del Eje controlarán Europa, África Asia, Australasia (sic) y alta mar. Por ello, todos viviremos encañonados por una pistola cargada con balas explosivas” … 

El histrionismo de Roosevelt iba en aumento, pero controlado por una psiquis embebida en la religión del materialismo marxista y capitalista con la estrella seis puntista como guía. A continuación, la frase que tocaba el sentimiento que, con frialdad, manejaba a diario. Así espetó a sus infelices oyentes: “Nos hemos convertido en el arsenal de la democracia”.  Proporcionamos a los ingleses gran ayuda material y seguiremos prestándola… Y luego, como un niño bueno, agitó la rama de olivo: “Tenemos toda clase de buenas razones para esperar la paz”. La afirmación del personaje, que hemos mostrado en estas cuartillas, suena a CINISMO puro y duro. Lo del “arsenal de la democracia”, se convirtió en la tristemente célebre “Ley de Préstamos y Arriendos”, aprobada y promulgada el 11 de marzo de 1941. Por este medio, EEUU extendía la guerra, aumentando los países que combatían al Eje.

Ante todo, observemos con el lector amigo, que se concedían, al presidente, facultades sin precedentes en América. Veamos. La ley de marzo, poseía la secreta dimensión del huevo de una serpiente. En primer lugar, facultaba a Roosevelt, hacer la guerra declarada o sin declarar, en cualquier parte del mundo. A este respecto el general Fuller señala que, este artículo “se convertiría más, que cualquier otro instrumento, en el factor que colocaría medio mundo bajo la servidumbre de Moscú”. En este sentido, continúa el citado general: “Roosevelt se precipitó en el camino de la guerra universal…”,  “la ceguera del presidente americano motivó el triunfo del dictador moscovita”.

La sentencia del brillante historiador autor, es terminante y conmueve al ser humano con sentimientos. De todas maneras, tenemos la obligación moral de dar a conocer los otros poderes, con los que se armaba el amo de la Casa Blanca. Aquí los presentamos: “Se le permitía designar como beneficiario a cualquier país del mundo; fabricar y entregar las municiones que quisiera; vender, transferir, cambiar; prestar y arrendar cuantos artículos de defensa que deseara; reparar y acondicionar tales artículos una vez en poder de los gobiernos favorecidos; comunicar a dichos gobiernos cuanta información defensiva considerase necesaria, y determinar plazos y condiciones de entrega y pago”.  El diamante de la torta, consistía en concederle a la voluntad de Delano, un carácter absoluto. Ello, se refleja en el texto del articulado, donde se estampaba que, el presidente podría decidir “sin interferencias de ninguna otra disposición”.

De momento, lo que interesaba a la URSS, -nos dice el Almirante Carrero Blanco-presionada por las divisiones acorazadas de Hitler, eran los dólares que, a manos llenas, amén de la figura en material de guerra de todas clases, volcaba Roosevelt sobre el territorio soviético (18.000 millones de dólares hasta el final de la guerra, sin incluir la ayuda británica, que también fue de gran consideración). El ejército rojo tuvo la ayuda de material bélico en millones y millones de toneladas. Se calculan que no menos de 10.000 tanques y 15.000 aviones bombarderos y decenas de miles de cañones había entregado Roosevelt al Soviet al promediar el conflicto. Es bueno señalar que, ni un solo dólar, de estas sumas fabulosas, fue devuelta por el Kremlin. Todo, se convirtió en una limosna a conciencia, del “dios” de la Casa Blanca al “Buen Tío Joe”, un luchador por la redención de los obreros del mundo. Es interesante decir claramente que los bolcheviques estaban acostumbrados a no devolver lo “prestado” ya que, lo habían hecho con el oro del Banco de España, llevado por los comunistas españoles al final de la guerra, cuando la Victoria de la Cruzada (1939) era incontrastable.

Leamos, para finalizar unos párrafos de la proclama dirigida por el Führer el 22 de junio de 194: “¡¡Pueblo Alemán!! ¡Soldados del Frente Oriental!” … “Si bien hasta ahora me vi obligado a guardar silencio una y otra vez, ha llegado el momento en que, permanecer como mero espectador, constituiría una falta por omisión y un crimen alevoso, contra el pueblo alemán y aún contra toda Europa. Hoy, unas 160 divisiones rusas, están frente a nuestra frontera. Durante las últimas semanas se produjeron repetidas violaciones, no sólo de este lugar, no sólo en nuestro país, sino también desde el extremo septentrional hasta Rumania”… “En la noche del 17 y 18 de junio partidas rusas de reconocimiento penetraron en el territorio del Reich y sólo pudieron ser rechazadas luego de recio tiroteo”. “Esto trajo para nosotros, la hora que nos resulta necesario tomar medidas contra este recio complot, tramado por los judíos anglosajones provocadores bélicos y los igualmente hebreos dirigentes del bolcheviquismo centralizado en Moscú”. “¡Pueblo alemán: En este preciso momento tiene lugar un movimiento sin precedentes de nuestras tropas, unidas con sus camaradas, ¡los guerreros finlandeses que obtuvieron la victoria de Narvik y están protegiendo las costas del Océano Ártico!”. “Las divisiones alemanas, juntamente con los campeones de la libertad finlandesa comandados por su Mariscal Mannerheim están protegiendo el territorio finés”. “Desde la Prusia Oriental, hasta los montes Cárpatos. A lo largo de las costas del Mar Negro, los soldados  alemanes y rumanos, están unidos bajo la dirección del Premier Rumano, Mariscal Antonescu”. “La tarea de este frente, deja pues, de ser la de proteger las fronteras particulares, y se convierte en la tarea de proteger a Europa y salvarnos a todos. Por ello, he decidido hoy, confiar la suerte y el futuro, del Reich Alemán, una vez más, a nuestros soldados”. “¡¡Dios, Nuestro Señor, nos ayude en esta lucha decisiva!!”


Luis Alfredo Andregnette Capurro

Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de
San Felipe y Santiago de Montevideo.


Nacionalismo Católico San Juan Bautista

2 comentarios:

  1. La usura, no el gran capitalismo. La usura es en sí misma bolche.

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  2. Más páginas de verdadera historia del gran historiador uruguayo!!

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