Si la
literatura clásica exaltó al Héroe con el Filósofo, la de la Edad Media, erigió
como modelos al Santo y al Caballero, la del Renacimiento, al Político Maquiavelista
y al Artista, en tanto el mundo actual, por su internacionalismo y
globalización sigue, la costumbre de la post guerra mundial, de exaltar al que
esconde su puñal, para clavarlo en el pecho de su protector, como lo hiciera
Marco Brutus con Julio César. Cola de Rienzi, y es otro ejemplo, exaltado por
el inmortal Wagner en una ópera en la que relata la historia del romano, que
llevó a su pueblo a la cúspide de la gloria para ser linchado y escarnecido en
momentos adversos, por los mismos que había honrado, convertidos en traidora y
asquerosa chusma. Y no hablemos de los que, en su propia Patria, sirven al
enemigo por dinero, pero se justifican con el esoterismo masónico o con
ideologías absurdas tales la marxista o,
con el sistema corruptor, de la democracia liberal. Se nos podrá decir que
exageramos. Tal vez, en algún pequeño aspecto, nuestros detractores, tengan
razón. Sin embargo ayer, Judas Iscariote, era el típico ejemplo del traidor que
más le valiera no haber nacido” al decir de “Jesús el Divino Maestro”. El monstruo,
consciente hacedor de su horroroso pecado huyó, terminando por colgarse de un
árbol, no sin antes, arrojar las treinta monedas al rostro de los deicidas que
lo compraran. Hoy las cosas han cambiado.
Desde hace
75 años, con el fin del conflicto mundial, basta recorrer los títulos de la
historia flechada amén de falsificada por los vencedores a cuyo servicio están
los siniestros y/o, escribidores a sueldo, para tomar conciencia que el inmundo
ser de las dos caras es glorificado. La “Traición” se mimetiza detrás de la palabra
“Liberación”, que suena muy hermosa, porque se utiliza como si de una acción de
grandeza se tratara. Solicitamos perdón al camarada lector por la digresión,
pero ella está suscitada por la lectura, en el libro de “Memorias”, de una de
las acciones, más notables ejecutadas por el autor: el Standartenfurher SS
Ingeniero Otto Skorzeny. Nos estamos refiriendo a la liberación del Duce
Benito Mussolini secuestrado por la traición y la derrota que se llamaba: Víctor
Manuel III, Humberto di Savoia, su esposa, la Princesa María José de Bélgica y
Piemonte, el Mariscal Pietro Badoglio, el Conde Galeazzo Ciano, yerno del Duce,
Dino Grandi, Guiseppe Bottai, el Duque de Acquarone y los Almirantes Pavesi,
Maugeri y Brivonesi entre otros traidores a Italia. Todos integrantes de la conspiración
contra el Estado Idea que, después de 1500 años, había llevado nuevamente al
continente Africano, la civilización de la Cruz de Cristo y las Águilas Romanas
del Imperio Inmortal.
De todos
modos, el episodio, creemos, debe ser encarado con los acontecimientos bélicos
acaecidos a partir del 8 de noviembre de 1942 cuando una poderosa flota aliada
comandada por Dwight Eisenhower, penetró en el mar Mediterráneo por Gibraltar,
ocupando parte del Norte de África. Esa zona, integraba la soberanía francesa
administrada por gobierno de Vichy, encabezado por el benemérito Mariscal
Philippe Petain quien realizaba la Revolución Restauradora del Francia
arrasada por la nefasta revolución masónica de 1789 que había roto con la
secular experiencia acumulada hacedora de la Galia gloriosa.
La
expedición, encabezada por el citado Eisenhower, hechura de Roosevelt, quien
pasó por encima de 200 generales (ordenando su retiro efectivo) para darle la
comandancia suprema.
El
“personaje” llegaba en primer lugar, para cumplir con el desesperado grito de
Stalin que exigía la apertura un segundo frente ya que, de no establecerse, el
Soviet no podía resistir, por lo que, amenazaba con hacer la paz con el Eje.
Los primeros cuarenta y cinco días marcaron lo que, para los “puritanos era
rectitud moral”. La prueba de lo que decimos está, en los tenebrosos sucesos
que se produjeron en las altas esferas de los encabezados por Eisenhower.
Toda la
siniestra trama, comenzó cuando el “Supremo” norteamericano nombró al Almirante
Darlan “líder” de la auto llamada “Francia Libre”. Esa “distinción” le fue
adjudicada luego de “traicionar a su amigo”, el Mariscal Petain a quien había
acompañado con visibles muestras de entusiasmo desde el generoso armisticio con
el III Reich en junio de 1940.
Poco duró
su orgullo de farsante masón, pues el rechazo a ser un hombre servidor de
Inglaterra, le valió el desplazamiento definitivo por sus opositores, el
Servicio Secreto inglés y los generales Giraud y Degaulle. Darlan había olvidado
que quien vende su conciencia no puede poner condiciones. Para la faena, de
eliminar al pérfido Almirante, fue utilizado un joven monárquico francés, quien
le dio muerte a tiros en una calle de Argel durante la Nochebuena de 1942. El crédulo
idealista monárquico, infeliz convertido en asesino, fue ejecutado poco después
para borrar todo rastro. Al llevarlo al paredón, se le dijo que no temiera, ya
que todo estaba arreglado para que los soldados del pelotón de fusilamiento
cargaran sus fusiles con balas de salva. La falsía y la crueldad democráticas, no
tenían ni tienen límites. Aquel muchachón, engañado, la sintió en carne propia,
al entrar en su pecho la mortífera munición.
La lucha
entre Giraud y Degaulle, finalmente tuvo su final, cuando el locutor de 1940,
en la British Broadcasting de Londres”, monsieur” Charles Degaulle, fue
reconocido como “líder” de la Francia “Libre” por los tripuntes, Roosevelt y
Churchill.
La campaña
de los norteamericanos de Eisenhower, en el norte de África, no estuvo a las
alturas que pronosticaban los medios de prensa aliados, auténticos ventrílocuos
de los centros de la propaganda del bolchevismo y el capitalismo sionista. Con
300.000 soldados italianos y las divisiones de Camisas Negras que Mussolini
logró reunir entre las fuerzas retiradas de Libia y los que consiguió llevar
desde Sicilia dieron a los yanquis al
oeste, y al general, inglés Alexander, al este, no pocas derrotas.
En Argelia,
las tropas motorizadas del Reich, cuyo comando había pasado de Rommel, llamado
por el Führer, al General Von Arnim. Este inteligente y noble oficial le
obsequió a Ike, según éste confiesa en sus Memorias, “días agitados” y
problemas serios.
No fue
distinto el acontecer que esperaba al VIII Ejército inglés, que atacó El Mareth
donde fueron rechazados con importantes pérdidas, por los italianos que
componían lo que quedaba de los batallones que habían combatido en el Alamein a
las órdenes del Mariscal Erwin Rommel, llamado con justicia “Zorro del
Desierto”. Aquellos guerreros, que hicieron poner pies en polvorosa, a los
ingleses, eran romanos redivivos en el siglo XX, porque luego de recorrer 2200
kilómetros en un desierto que cambiaba la temperatura del día a la noche, total
y absolutamente, sacaron fuerza de flaqueza para derrotar a un ejército,
descansado y con un alto entrenamiento y equipo.
Cuando la
batalla de Túnez, ya estaba por terminar, y el calendario marcaba el 30 de
abril de 1943, escribía el Duce al Führer: …“Si
no se resuelve, y de inmediato, el problema aéreo en el Mediterráneo con el
envío de fuerzas aéreas, tales como para equilibrar la superioridad enemiga, no
será ya posible, hacer llegar ni barcos ni aviones a Túnez. En el día de hoy
hemos perdido tres caza torpederos, dos cargados con tropas alemanas y uno con
municiones. Fueron atacados por oleadas de aviones enemigos, con la escolta de
120 cazas, mi Führer, es cuestión de urgencia absoluta. La tropa de Túnez se
bate en forma espléndida, como lo admite el mismo enemigo, pero si no podemos
reabastecerla, su fin está sellado”. Y concluye seguramente contestando una
pregunta de Hitler: “…No me he repuesto
todavía de la salud… Creo que todo esto se debe a la tensión nerviosa de estos
últimos tiempos. No se hace política durante 43 años sin que alguna parte del
organismo resulte afectada”… “lo importante al pelear las pequeñas enfermedades
personales, es saber que no son más que episodios insignificantes, frente a las
enfermedades que las Demoplutocracias y el Judaísmo infligieron a la
humanidad que a hierro y fuego curarán”.
Pese a la
heroicidad de los hombres de la Wermacht en Argelia las tropas que dirigía Von
Arnim tuvieron que emprender la retirada hacia el continente europeo. La
superioridad en aviones y tanques no pudo ser contrabalanceada. El propio Mariscal
von Arnim fue prisionero de los yanquis. En ese momento, se registró una
actitud que puso al desnudo, no solo la ordinariez plebeya del vencedor, sino el
pensamiento íntimo de Eisenhower, que no tenía la mínima formación respecto a los
deberes del jefe vencedor respecto al vencido.
Ike se
mostró tal cual era, cuando el Mariscal Von Arnim, pasó por Casablanca, para
ser conducido al campo de concentración. De acuerdo a la secular tradición
militar, nacida en la época de la Caballería ésta establecía que, siempre el
jefe vencedor, recibía al vencido para saludarlo. Empero, el miserable yanqui,
le comunicó a su ayudante que, él, “no
saludaría al representante del Mal”. El profundo odio se mostró descarnado,
en un hombre de la Jefatura de un contubernio compuesto de monstruos como
Stalin, y de provocadores belicistas, como el infame de la Casa Blanca (recordar
Pearl Harbour) y Churchill, quien había logrado desplazar al moderado
Chamberlain. De ahí, que todas las propuestas y gestos de paz de Berlín, entre
octubre de 1939 mayo de 1940 fueran rechazadas por él ocupante de Dowing Street
10.
Con
relación al frente soviético, Stalin constantemente rogaba a los hiper-capitalistas,
la apertura de nuevos frentes de lucha en Occidente para no colapsar. Ello
demostraba la debilidad de aquella masa bestializada por el marxismo. Y tan era
así que, cualquier observador comprobaba, en aquella época, como en estos días,
con solo observar un mapamundi, que el III Reich y sus aliados luchaban en no
menos de 5 frentes a saber: el maldito frente con el averno bolchevique, el
frente Occidental Anglo Sajón que además se podían agregar otros dos, el Norte
de Europa y el Sur de la península europea, el frente Aéreo y el marítimo, es
decir, todo el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo. Así mismo Alemania luchaba
con tesón inigualable. El Nacional Socialismo con su Führer, creía, obedecía y
combatía.
En esos
días (julio de 1942) el Duce pasa revista en una misiva a la cuestión del
frente comunista donde se luchaba en miles de kilómetros y le señala a su amigo
y aliado: ...“El esfuerzo que Alemania -luego
de vuestro llamamiento- emprende es
verdaderamente único en la historia de los pueblos. Estoy, por lo tanto, seguro
que los bolcheviques se encontrarán delante de un paredón insuperable. Pero el
día en el cual, Führer, se habrá realizado, con las obras y los hombres el
Vallum Est (Línea Fortificada) la Rusia, extremada en sus fuerzas, no
representará más el peligro mortal de hace dos años atrás y a menos que Ud.
tenga la certeza absoluta de destruir, de una vez para siempre sus fuerzas yo
me pregunto si no será demasiado arriesgado repetir la lucha contra el espacio
infinito de la Rusia, mientras en el Oeste, aumenta el peligro anglo sajón. El
día en el cual en alguna forma sea neutralizada o eliminada Rusia, la victoria
estará en nuestras manos”.
Y llegó
febrero de 1943. En el frente meridional, diez divisiones fascistas, taponearon
la enorme brecha producida por el Mariscal von Paulus al rendir sus fuerzas en
Stalingrado. La tenacidad de aquellas divisiones formando Erizos
(agrupamientos de cerca decenas de hombres, los que se aferraban al suelo con ametralladoras)
salvaron al frente de un gran avance bolchevique. Por estos acontecimientos,
tomó cuerpo, en el cerebro viperino de los aliados, la idea de atacar Italia, mediante
la cual, con la ayuda de los traidores internos, podrían golpear al Eje en otro
frente, dando satisfacción a Stalin que venía soportando, pese a los envíos de
Rosenfeld o Roosevelt, un imponente esfuerzo en material del soviet
norteamericano.
En cercano
envío, Dios mediante, continuaremos con el tema.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Desde
el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de
Montevideo.
El sionismo es usura colectivista, no es capitalista.
ResponderBorrarMamdame el libro en pdf
ResponderBorrar