“¡Dios conceda que esta Historia sirva
de edificación y de provecho y no de escándalo al pueblo Cristiano!” decía en
el final de un proemio Menéndez Pelayo. Hacemos nuestro este lema al iniciar la
nota que pretendemos se levante como espada triunfadora en defensa del Marqués
Rafael de Sobremonte Núñez y Carrasco, un hombre digno, víctima inocente de
humillantes epítetos que se juntan con su nombre como algo natural. Un ejemplo
para mostrar lo que se ha repetido hasta la saciedad y lo que es peor, ha hecho
carne en generaciones va aquí: “el cobarde Sobremonte”. Lo mismo que “el Virrey
inepto” que se ha sostenido como un axioma matemático.
El aprendizaje histórico tiene varios
escalones uno de ellos es saber qué quieren decir las palabras. O, dicho de
otro modo, para saber historia no basta aprender, sino también comprender el
accionar para luego emitir el juicio. Y menos todavía emitir coplillas denigrantes
contra el probo funcionario, como muestra el doctor Luciano Álvarez en su libro
“Intrigantes “Valientes” y Traidores” (Ediciones Banda Oriental 2012). Esta
obra nos llevó a conocer al iniciador de la historieta denostadora del octavo Virrey
del Plata, nuestro glorioso Reino devenido en Patria Grande
Balcanizada.
El “historiador” porteño Ignacio Núñez
(1792 -1846) fue el difamador. En su “estudio”,
“Noticias históricas de la República Argentina” nos muestra una coplilla que aquí
va, con las disculpas al lector serio:
“¿Ves aquel bulto lejano
que se pierde tras el monte?
Es la carroza del miedo con el Virrey
Sobremonte”
Tonterías como esa se repitieron en el
correr de los años en ambas márgenes del Plata. En la República Oriental se repitió ese eco y se le
dio patente de corso. El continuador de Núñez fue un religioso que ante la
necesidad de libros para la enseñanza católica, puso manos a la obra. Pocos
años después de su llegada a estas playas al alborear 1900 y con 26 años
publicaba el “Primer Ensayo de Historia Patria”. Durante más de cincuenta años
hubo ediciones para todos los grados y para los Maestros del Bachillerato. El
Hermano de la Orden de la Sagrada Familia que adoptó el nombre religioso de
Damasceno (por ello firmaba sus trabajos HD) en realidad era nacido en Francia (1874)
y se llamaba Eduardo Perret Viragnoux habiendo fallecido con los Santos
Sacramentos en abril de 1957. Aquí, desde su llegada, se enfrentó con una lucha
entre la enseñanza católica y la pública laica y masónica. El Hermano HD siguió
el camino que señalaba el primer Arzobispo de Montevideo Monseñor Mariano Soler
para combatir el sentido del naturalismo de compás y escuadra que finalmente
con José Batlle y Ordoñez tuvo éxito. En una homilía, en la Catedral expresaba
el Prelado para ese momento y el futuro: “Así como el naturalismo desearía arrojar
a Dios del Estado, de la Sociedad, de nuestras cunas y de nuestras tumbas pretende
arrojarlo de nuestras escuelas para formar generaciones ateas…” Entre los
Orientales hubo alguien que pretendió concretar esos horrores. Se llamó José
Pedro Varela y había nacido en 1845 en el Montevideo sitiado por el Presidente
Oribe siendo hijo de Jacobo Varela y por lo tanto sobrino Oriental de los Varela,
Juan Cruz y Florencio integrantes
de la familia unitaria huída a nuestra ciudad y que fuera la que aconsejara a
Juan Lavalle, el criminal fusilamiento del coronel Manuel Dorrego.
José Pedro Varela fue desde muy joven
seguidor apasionado de la filosofía revolucionaria del siglo XVIII y admirador
de Sarmiento y su pensamiento. Como su Maestro, visitó los EEUU donde conoció
al protestante uniatarista pedagogo Mr. Mann coincidiendo con él en que el rol
principal de la educación era expulsar de las escuelas lo religioso y
adjudicarle al Estado el control de los centros educativos. Sus libros más
importantes fueron “La Legislación Escolar” y “La Educación del Pueblo” Montevideo
1876 (Edición Clásicos Uruguayos 2 tomos 1964) producto de su formación
racionalista en la que señalaba en primer lugar la necesidad de eliminar los
estudios de los clásicos. Estos eran denunciados como contraproducentes en
tanto inducían al desdén por el trabajo,
y la producción. El pensamiento vareliano señalaba por otra parte la herencia
española como poco afín al trabajo y hasta retardataria. El juicio general que
el Dr. Carlos María Ramírez tenía sobre los escritos de Varela era
definitivamente hostil. “La Legislación Escolar” la juzgó “ilegible, trivial, presuntuosa,
monótona…” (Cita extraída del excelente estudio de José Rilla titulado “La
actualidad del pasado”. Pero el aspecto mas jacobino y positivista de su
pensamiento estaba en sus artículos del diario "El Siglo” ¿Un ejemplo? la edición del 15 del XII de 1866: “El silbido
de la inmensa locomotora del siglo XIX no nos dejará oír las maldiciones del
Vaticano expirante”.
Veamos otra perla con su firma en la “Revista
Literaria”: “El Catolicismo vanguardia de todas las tiranías y vejaciones”. El
plagio que tampoco faltó en este afrancesado masón lo prueba el historiador
Juan Villegas S. J. en su trabajo: “El influjo de Ira Mayhew en la “Educación
del Pueblo” de José Pedro Varela”. La temprana muerte de José Pedro en 1879, no le permitió asistir a
las nefastas consecuencias de su predica nihilista. Los últimos años del siglo
XIX fueron los de la afirmación en la República Oriental de la “escuela sin Dios”.
Fuimos más ateos que los mismo “sin dios”.
Durante 1909 se estableció la absoluta
laicidad en la enseñanza para continuar con el monopolio estatal en los años siguientes.
Se llegó al extremo de pretender eliminar las cruces de los cementerios. El
reformismo batllista campeaba en todos los órdenes. En este ambiente intelectual
trabajó el hermano HD. Su fe católica lo llevó a Francisco Bauzá el católico
ortodoxo en cuya brillante “Historia de la Dominación Española” tuvo su fuente
de inspiración. En los trabajos posteriores HD tomó cecas del Partido Colorado,
aunque del sector no batllista. Sus maestros a través de los libros de la
“Nueva biblioteca” fueron entre otros Pablo Blanco y Eduardo Acevedo, éste último
algo más objetivo que el primero, pero con sus “Anales” con fino substractum
batllista. De esa manera los ecos de Ignacio Nuñez, Vicente López, Gregorio Funes
y otros, se trasuntaron en capítulos donde se hizo evidente la posición de
rechazo al Marqués de Sobremonte o la incomprensión de figuras como la de los
Generales Manuel Oribe y Juan Manuel de Rosas (“el Tirano”SIC) de quien estampó
en sus textos, un: “quería subyugar” (SIC) a la República Oriental.
No rechazamos a nuestro maestro, aunque
si lamentamos la confusión que sembró en varias generaciones. En aquellos
tiempos se utilizaban todos los estudios llenos de “falsedades a designio”. HD
no pudo ver documentos todo lo escribió en su celda monacal Estuvo, sin
saberlo, en la antesala gramscista del marxibatllismo.
También pensamos, como defensa, de HD,
cuando estudiaba las intervenciones europeas de 1838 y 1845 albergaba en su
corazón una simpatía por las tropas de Luis Felipe de Orleans que, aunque masón
hacía palpitar en el religioso la Francia de su niñez. En los textos, hubo muy
escasa valoración de los Blancos (Oribistas) que tuvieron desde el nacimiento,
como dice José Rilla, “una visión más ancha, más rioplatense (más) virreinal…” Hoy, a Dios Gracias, la obra
del Revisionismo ha convertido en polvo libros que eran en esos años el “sine
qua non” de nuestro pasado. Las obras de Luis Alberto de Herrera, Mateo
Magariños de Melo, Guillermo Stewart Vargas, Julio César VIgnale, Felipe
Ferreiro, Aquiles Oribe y tantos otros, fueron piedras fundamentales en la
Verdad del pasado. En la misma trinchera, los prohombres del Nacionalismo
Católico de la Patria Grande los encontramos en lucha luego de haber encontrado
la ruta del documento revelador. Así, en esa guerra justa a Manuel Gálvez,
Vicente Sierra, Julio Irazusta, Antonio Caponnetto, Carlos Ibarguren, Ramón
Doll y tantos cruzados de la Patria auténtica. Sin olvidar la primera lanza del
siglo XIX, la de Adolfo Saldías en su documentada “Historia de la Confederación
Argentina”. Ésta obra causó la ira de Bartolomé Mitre porque esperaba que su
discípulo, prosiguiera la mentira monumental iniciada por el Presidente General
sin victorias, pero asesino de miles de paraguayos para “liberarlos do tirano
barbado”. Era el Emperador esclavista Pedro II tan ambicioso como don Bartolomé
y no menos que Venancio Flores asesino del General Leandro Gómez y lo que es
peor, especie de Atila que destruyó Paysandú con cañones brasileños y munición
mitrista.
Incomprensiblemente los restos mortales
de V. Flores yacen en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Montevideo. Ya
muy largo el proemio esclarecedor. Ha llegado el momento de quebrar lanzas por
el calumniado Virrey del Reino del Rio de la Plata. Rafael de Sobremonte Nuñez
y Carrasco, Tercer Marqués de Sobremonte nacido en Sevilla el 27 de setiembre de
1745. Fallecido en la misma ciudad, el 14 de enero de 1827 “como cristiano
viejo” es decir “con pureza de sangre” que era la forma de señalar “los
antiquísimos antecedentes de familia profesando la Santa Fe Católica” sin que
hubiese en ella sangre de marranos deicidas. Desde muy joven llegó al Río de la
Plata designada secretario del Virrey Vertiz. En años anteriores había cumplido
misiones militares en Ceuta, Puerto Rico y Cartagena de Indias. Ejerciendo este
cargo fue nombrado Secretario para el cargo anteriormente citado. Ya instalado
en Córdoba del Tucumán (capital de la entonces Córdoba de Andalucía) contrajo
nupcias en 1782 con una criolla de pura cepa doña Juana María Larrazábal
Avellaneda descendiente directa por los Avellaneda del conquistador Domingo
Martínez de Irala gobernador del Paraguay desde 1539 hasta su fallecimiento en
1556. Corresponde aquí que señalemos que una de las hijas del matrimonio, doña Juanita,
se casó en Noviembre de 1809 con el Capitán de Navío José Primo de Rivera Ortiz
y Pinedo, defensor de Montevideo hasta su caída en manos de Alvear en junio de
1814. Regresado a las Españas con su esposa criolla siguieron años de guerras
siempre en la Marina llegando a ocupar el Ministerio de esta Arma y Almirante
de la Real Flota. Falleció en 1853 rodeado de sus hijos y esposa. De este gran
español queremos destacar por sobre todo que fue tatarabuelo de José Antonio Primo
de Rivera Fundador de la Falange Española y Mártir de la España Nacional asesinado
por los marxistas el 20 de noviembre de 1936. (Estos datos los debo al
magnifico obsequio que me hizo el amigo Dr. Guillermo Eugenio Álvarez Santos de
un ejemplar del libro de doña Rocío Primo de Rivera: “Los Primo de Rivera”).
Pero volvamos a don Rafael Sobremonte. Designado
Intendente de Córdoba en 1784 cumplió una eficaz gestión embelleciendo la
ciudad con obras que por su orden se levantaron. Inició el servicio de
alumbrado público, fundamental en aquella culta ciudad del siglo XVIII. Creemos
de importancia destacar las defensas para las crecientes del río. Fundó por
otra parte un hospital para mujeres, creando Cátedras en la Universidad de la
docta. Fueron numerosas las escuelas gratuitas en la campaña y la ciudad. Todo
lo que antecede fue acompañado del mejoramiento de la minería. En primer lugar,
dignificando las condiciones de quienes trabajaban en la sacrificada empresa extractiva.
Así mismo, en lo militar, nada fue descuidado, pues se realizaron
construcciones militares en la frontera con el Brasil junto con la fundación de
pueblos.
En documentados escritos de Carlos
Roberts que trata “las invasiones inglesas” presenta un cuadro de actividades
ocultas. Una de ellas refiere al conde Luis Henri de Liniers (hermano del héroe
y luego mártir realista) como un conspirador consumado que preparaba acciones
militares De una de ellas fue acusado por compatriotas franceses de estar en
contacto con Napoleón (ya 1er Cónsul) para ocupar Montevideo haciendo de este
Real una base francesa. El cabildante Álzaga dio la voz de alerta interviniendo
Sobremonte por su importancia como jerarca castrense. Así se frustró el plan
del agente bonapartista.
En 1797 Sobremonte es destinado como Inspector
General de tropas regladas y milicias. El cargo era una de las mayores
distinciones militares del Virreinato. Ejerciendo éstas funciones viajó a
nuestra Banda Oriental a combatir a los lusitanos que se habían apoderado de
las Misiones Orientales. La Campaña del Marqués de Sobremonte no fue un éxito
como debió ser ya que, al firmarse la Paz, el Marqués preparaba ofensivas que
quedaron sin efecto. Siguieron días de luto en los que el séptimo Virrey don Joaquín
del Pino falleció repentinamente. Esto hizo lugar a lo que en las “Leyes de Indias”
se denominaba “Pliego de Mortaja” por el cual se designaba interinamente un
sustituto. El fallecido Del Pino, fue sucedido por el Inspector General
Brigadier Marqués Rafael de Sobremonte, quien recibió la nota confirmatoria de
la Real Disposición como Virrey con fecha 10 de noviembre de 1804. Una de sus
primeras medidas fue difundir la recientemente llegada Vacuna Antivariólica descubierta
por Jenner tiempo antes.
De honradez absoluta en los asuntos del
erario fue también de conducta intachable en su vida privada. Sin embargo, tuvo
muy pocos amigos. Tal vez su posición contraria a la Masonería fuera la
causante dado que era difícil que nombrara jefes militares criollos o europeos,
cuando los sabia obedientes a la secta. Esto, sin lugar a dudas, le trajo los
problemas que vivió durante las invasiones de Albión.
El problema de la Misiones Orientales
arrebatadas por Portugal (1801), satélite inglés desde 1704 con el Tratado de Methuen,
movió al Marqués de Sobremonte a realizar acciones militares. De esta manera se
expresaba el Virrey: “Sería un guerra sorda como la de Cevallos para
reconquistar lo usurpado en 1801 y no devuelto como se pactó”. El Cabildo, le
negó el apoyo enviando al Jefe Supremo una nota donde le decían que el Marquez
de Sobremonte “Quería asumir un papel de
verdugo sin motivos contra Portugal”. De esta manera mentirosa, por odios
tripuntísticos, el Rio de la Plata perdió 100.000 kilómetros cuadrados que Urquicistas
y Unitarios del Montevideo llamado de la “Defensa” pagaron al Imperio del
Brasil para derrotar a Oribe y Rosas en octubre de 1851 y febrero de 1852. Pero
lo imperdonable, por parte de los lacayos Andrés Lamas y Manuel Herrera y Obes
fue que, aceptaron el desconocimiento de la doctrina romana del “Utis
Posidetis”. Embestida baguala de los imperiales para legalizar lo que negaba la
doctrina: “la posesión de territorios y edificios obtenidos por la fuerza”. Por
su venalidad recibieron una jugosa renta durante su “honesta” vida.
La Verdad es siempre la misma. Ante
ello queremos subrayar la razón del Dr. José María Rosa cuando en su “Historia
Argentina” expresa refiriéndose al complot contra Rafael de Sobremonte. “Todos
acabarán por no hacerle caso: La “Reconquista” se hizo apresuradamente para que
no reclamase el mando de las tropas. Los golpes finales se dieron al decidirse su
separación amañada en el “Congreso General” del 14 de agosto de 1806 y
destituido el 10 de febrero de 1807 en un acto que quien esto escribe califica
como puñalada trapera. Las acusaciones eran malintencionadas y se fundamentaban
en los denominados “errores” cometidos por el Marques Virrey durante la defensa
del Real de Montevideo cuando la invasión de 1807. En documento que presenta el
Dr. Luciano Álvarez se expresa que en una Junta de Guerra Don Félix de Azara en
1797, ante la imposibilidad de defender BSAS y Montevideo proponía...” el sacar de dichas Plazas todo lo preciso y
útil y aún los habitantes… Es cierto que se apoderarán de ellas los enemigos,
con gran facilidad, pero de nada les servirían. Por el contrario, nosotros con
las tropas veteranas… seríamos dueños de las campañas sin las cuales de nada
sirven ni aún pueden servir dichas Plazas…”. Este fue el plan adoptado por el
Señor Marqués de Sobremonte cuando se retiró a Córdoba. Pero no contó con que
las ciudades de Montevideo y Bs.As. no obedecerían. Pérfidamente ignoraron
todas sus órdenes… ¿Que movió esa
actitud? La explicación se vincula a lo esotérico, y a ella nos referimos mas
arriba....
Tomarse venganza por la política
antimasónica referente a los cuerpos armados. Pero, la justicia llegó. “En 1810
el Consejo de Regencia anuló su destitución y ordenó se le sobreseyese de culpa
y cargo…”. En 1815 en desagravio se le ascendió a Mariscal de Campo. Hoy como
ayer lo escrito me compromete. Porque la Verdad obliga a honrar la memoria de
los Grandes. El Marqués Rafael de Sobremonte es uno de ellos. Cumpliré mi
promesa en todos los tiempos mientras Dios me de aliento y me permita estar de
pie sobre esta tierra. Amén.
Luis Alfredo Andregnette Capurro
Desde el Real de San Felipe y Santiago de Montevideo.
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista
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