San Juan Bautista

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martes, 10 de noviembre de 2020

Sobre el Katejon, el Anticristo y la Parusía



A Mons. Antonio Padovani (1862-1914), un gran exégeta olvidado

Este estudio exegético acerca del famoso Katejon al que se refiere San Pablo en su segunda epístola a los Tesalonicenses, en relación al advenimiento del Anticristo y a la posterior Parusía de Nuestro Señor Jesucristo, es un trabajo notable. Y el tema, huelga aclararlo, de una gran actualidad, puesto que hacia esos acontecimientos bíblicos nos dirigimos, y a un ritmo vertiginoso, desde el comienzo de esta crisis “plandémica” global, orquestada por la élite mundialista luciferina, a la que Dios permite obrar por cierto tiempo, con vistas a la santificación de los elegidos y al cumplimiento de las profecías contenidas en las Sagradas Escrituras. Recomiendo vivamente su lectura y sugiero darle una amplia difusión. Miles Christi - 10/11/2020.

Para mayor información respecto a la cuestión escatológica:

https://gloria.tv/post/mAbBjmCqrZjr2vPsFz2vKCGZG - La Parusía

https://gloria.tv/post/bXDWENPk4A9v3gsYbYVgEnBQf - La resurrección de los justos

https://gloria.tv/post/ftJyC3PNbNf639osinJGaj6bC - Las Setenta Semanas de Daniel


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En Gloria y Majestad: http://engloriaymajestad.blogspot.com/[1]

 

I.- Prefacio[2].

 

Y sí. Todo parece indicar que, una vez más, la historia se repite. Todo parece indicar que este pasaje tan famoso, casi devenido un clásico de la escatología bíblica, no está solo en lo que respecta a falsos supuestos, porque en definitiva eso y no otra cosa es lo que parece explicar la gran variedad de opiniones en este tema puntual.

 

La gran variedad de opiniones que desde siempre ha existido en la exégesis del katejon, ninguna de las cuales ha sido capaz de aquietar el intelecto, parece ser un signo ineludible que la interpretación ha estado yendo por caminos errados, o para decirlo con las expresivas palabras de Mons. Padovani:

 

Todas estas sentencias están viciadas de un pecado original”.

 

Después de casi dos mil años de exégesis, esta confesión del P. Prat es muy reveladora al respecto:

 

“¿Cuál es el obstáculo? Los Tesalonicenses lo habían aprendido de boca del Apóstol, pero ahora lo ignoramos y todo lleva a creer que lo ignoraremos por siempre (…) No sólo que no se ha hallado todavía el obstáculo, sino que dudamos que alguna vez se lo haya buscado en la dirección correcta[3].

 

Entre las numerosas explicaciones excogitadas (Nuestro Señor, el mismo San Pablo, el decreto inmutable de Dios que retarda la venida del Anticristo, San Miguel Arcángel, los dos Testigos, la predicación del Evangelio en todo el mundo, etc.) acaso la más conocida y que más defensores ha cosechado a lo largo de la historia sea la identificación del katejon en sus dos vertientes como masculino y como neutro en las figuras del Emperador y del Imperio Romano.

 

Pero curiosamente esta interpretación pudo subsistir a pesar del mentís que la historia le dio. Straubinger, por lo general tan medido y cauto en sus palabras, la descarta de plano cuando comenta en el v. 6:

 

“La antigua creencia de que ese obstáculo sería el Imperio Romano, quedó desvirtuada por la experiencia histórica y no parece posible mantenerla, pues todos los Padres y autores están de acuerdo en que se trata de un hecho escatológico”.

 

Sin embargo, ante el hecho innegable de la caída del Imperio Romano (y lo mismo dígase incluso del Sacro Imperio Romano de la Edad Media que perduró hasta los tiempos modernos) algunos autores buscaron refugiarse ora en el poder espiritual o sea en la Iglesia (Santo Tomás), ora en los estados cristianos y en el orden romano (Bover, Castellani, etc.).

 

Pero cualquiera puede ver que esto no es más que una fácil escapatoria ante el evidente error exegético de algunos Padres que fueron llevados a esta conclusión, lo cual es de suma importancia señalarlo, más por una mala exégesis del Profeta Daniel que por el texto mismo de San Pablo.

 

Esto es observado incluso por Beda Rigaux en su (flojita) tesis doctoral:

 

“La opinión de los Padres no puede llamarse tradicional a menos que provenga realmente de una tradición y no si es debida a una conjetura exegética, como bien parece ser el caso. Según el mismo Vosté, en efecto, esta pretendida tradición apostólica tendría por fundamento una falsa interpretación de Daniel. Tertuliano sería el primer escritor eclesiástico que habría propuesto la interpretación κατέχον = imperio romano. Pero según él y otros, el Imperio romano está figurado en Daniel por la cuarta bestia, que representa el poder más férreo contra los santos. A sus ojos, Roma debía ser el último imperio antes del fin del mundo, y muy naturalmente, el Anticristo no  podría venir más que después de su caída[4].

 

Siendo esto así, ¿qué podremos decir del katejon?

 

II.- A modo de introducción.

 

Tal vez no estará de más recordar en breves palabras la ocasión o contexto de esta segunda carta a los Tesalonicenses.

 

La Iglesia de Tesalónica, si bien no fue la primera fundada por San Pablo fue, con todo, la primera de todas en recibir de su pluma una epístola.

 

Ambas fueron escritas desde Corinto, al poco tiempo de haber tenido que huir de Tesalónica y en un corto intervalo de tiempo que los autores ubican entre los años 51-53.

 

Después de huir de Tesalónica a causa de la persecución de los judíos (Hech. XVII), San Pablo permaneció en Corinto donde esperó a Timoteo, que fue el encargado de llevarle las noticias sobre la naciente comunidad; pero no fueron allí todas buenas nuevas y es por eso que San Pablo tiene que escribirles por primera vez, “no sólo para fortificarlos y exhortarlos a la perseverancia en medio de las persecuciones, sino también para defenderse de las acusaciones de sus enemigos, para exhortarlos a llevar una vida verdaderamente divina, y finalmente para instruirlos sobre la segunda Venida de Cristo” (Padovani).

 

La segunda carta, por su parte, nos muestra a los Tesalonicenses con ideas no sólo erróneas, sino peor aún peligrosas sobre la Parusía, las que producían un efecto muy nocivo en la comunidad; en efecto, lo que en la primera epístola no era más que una inquietud, a saber, la suerte de los muertos en la Parusía y algunos desórdenes (cap. IV-V), en la segunda ya se ve como un peligro que hay que desterrar dado que los Tesalonicenses están inquietos y turbados debido a un grave error sobre la Parusía que además ha producido consecuencias muy perjudiciales en cuanto a la desidia y pereza de algunos de sus miembros.

 

Es, pues, para cortar de raíz este error sobre la Parusía y su consiguiente efecto práctico que San Pablo escribe la segunda y corta epístola.

 

III.- Comentario.

 

El capítulo I se abre con una salutación de Pablo, Silvano y Timoteo, seguida de una alabanza por la fe y constancia en medio de las persecuciones, lo cual da pie al Apóstol para describir la Parusía y la consiguiente recompensa y castigo prácticamente a través del resto del capítulo.

 

El capítulo II es el centro y razón de ser de la carta, y para poder entenderlo creemos que la clave se encuentra en el v. 6 que debemos citar lo más literal posible.

 

Y ahora lo que detiene (τ κατέχον), sabéis, para que él se revele en el tiempo suyo.

 

Como se vé, katéjon ha sido vertido por lo que detiene, según la traducción de Jünemann, siempre tan exacta y literal, aunque volveremos sobre este tema más abajo.

 

Curiosamente la clave para entender el katejon no está en el análisis de este término sino en la parte final: para que él se revele en el tiempo suyo y más en concreto en las últimas palabras.

 

Straubinger, al comentar con su característica y exquisita prudencia el v. 7, ya había lanzado el grito de alerta a los exégetas, pero nadie le prestó atención y la gran mayoría dio por supuesto algo que debió haber probado.

 

En concreto, al comentar todo este oscuro pasaje, nos advertía:

 

“(Es) difícil saber a quién se refieren cada vez los distintos verbos”.

 

La gran mayoría de los autores pareció tomar como algo obvio que la revelación anunciada aquí era la del Anticristo, pero ¿podemos estar completamente seguros?

 

El término griego para indicar tiempo no es el mero χρόνος sino el καιρς. Mucho se ha escrito sobre esto, pero lo mejor será dejar hablar a los autores.

 

Zerwick, in Lc. XXI, 8 interpreta καιρς como tiempo esperado.

 

Rouiller, en su estudio sobre el tema, explica:

 

El término usado (kairòs) nos envía al designio de salvación de Dios, a los “tiempos” importantes de este plan libre, benevolente y sabio”.

 

Por su parte, R. Peretó Rivas, en su trabajo sobre el Obstáculo[5], resume bien nuestra cuestión diciendo:

 

Antes de pasar al siguiente punto, es importante destacar una expresión que aparece en el original griego y que resulta imposible de traducir con la riqueza que encierra el original. Nos referimos a kairós, es decir, “tiempo oportuno” o “tiempo de la salvación” y se distingue, de ese modo, de kronos, que es pura sucesión. La tradición bíblica posee un rico desarrollo de esta noción de tiempo. Haré aquí una breve referencia al mismo según el pensamiento paulino a fin de comprender más adecuadamente la intención del Apóstol al referirse al momento en el cual el obstáculo será quitado.

 

El kairós se asocia, en primer lugar, al advenimiento de Cristo, el cual se dio en la plenitud de los tiempos, o en el tiempo oportuno. Por ejemplo, escribe Pablo a los Corintios citando a Isaías: “En el tiempo oportuno (kairós) te   escuché y en el día de la salvación te ayudé”. Este es el tiempo oportuno, este es el día de la salvación”[6]. El kairós suscita un tiempo nuevo, una situación que no se había producido hasta ahora, pues, al estar incardinado en la     persona y obra de Cristo, los dones escatológicos y eternos se encuentran ya presentes entre nosotros.

 

Al haber irrumpido Dios en la historia, lo eterno está presente en ella configurando una nueva época. El kairós es al mismo tiempo historia y eternidad, un tiempo con plenitud de sentido, pero a la vez fugaz y contingente, al que hay que estar atento cada vez que aparece. En el kairós neotestamentario desaparece la tensión griega entre idea e historia. Se trata de un tiempo de plenitud, con densidad eterna, mientras que la historia que los sucesivos kairoi van delineando, es historia de la salvación. Por lo tanto, la salvación es temporal e histórica.

 

Este tiempo presente es el kairós, es el “tiempo oportuno” que, a la vez que constituye un anticipo de las promesas, aguarda a la vez la consumación, en una tensión dialéctica entre el “ya” y el “todavía no”. De este modo, el kairós no es kronos puesto que pierde el sentido trágico de caducidad inexorable y se convierte en un tiempo de construcción y esperanza. Lo que convierte al tiempo en kairós, lo que lo hace oportuno, es la irrupción de Dios en él”.

 

Pues bien, tenemos hasta aquí la duda de Straubinger más la interpretación, bastante común, de este término y la verdad es que ya nada parece ser tan sencillo como antes.

 

La gran pregunta que todos debemos hacernos antes de adentrarnos en el estudio del katejon es: ¿le cabe al Anticristo el kairós?

 

Mucho tiempo ha, un gran exégeta italiano había ya dado otra interpretación que lamentablemente pasó prácticamente desapercibida[7].

 

Mons. Padovani, al comentar la epístola a los Tesalonicenses, decía con mucha claridad:

 

“La sentencia común de los intérpretes afirma que Pablo habla aquí de aquello que retiene o retarda la aparición del hombre de pecado, esto, es del Anticristo; lo que esto sea, lo sabían los Tesalonicenses por lo que les había enseñado el Apóstol en su presencia. Así, pues, hay que entender el v. 6 según esta sentencia: Y vosotros sabéis bien, por mi predicación oral, lo que ahora impide o demora la venida del Anticristo, para que finalmente aparezca a su tiempo. Los intérpretes que defienden esta posición se preguntan cuál sea en verdad, según la mente de Pablo, lo que retenga la venida del Anticristo, y sobre ésto se dividen en múltiples opiniones (…) Tan plena variedad de opiniones muestra claramente que sobre este tema no se puede afirmar nada con certeza, y que sólo se pueden dar conjeturas más o menos probables (…)

 

Pero no se debe pasar por alto una nueva sentencia de algunos intérpretes modernos[8], que creen que en el v. 6 se habla de lo que detiene o retarda la venida del Señor; y que esto es el mismo Anticristo, esto es, todavía no sucedió la aparición del Anticristo, y puesto que el Señor no vendrá antes que venga el Anticristo, como se dijo en el v. 3, según esta sentencia así hay que entender el v. 6 y conectarlo con lo que precede: Y ahora (puesto que os dije que el día del Señor no vendrá antes que aparezca el Anticristo; lo cual es conforme, si recordáis, lo que os enseñe en vuestra presencia) ya sabéis lo que retarda la venida del Señor, para que finalmente aparezca a su tiempo: sabéis, pues, que es el Anticristo, el cual y en cuanto todavía no apareció[9].

 

Estas palabras, que cambian por completo la exégesis de este pasaje tan famoso de San Pablo, encontraron algunos tenues ecos.

 

Crampon da como posibles las dos explicaciones y al comentar la de Padovani, afirma:

Lo que le retiene: según algunos ατν (él) se referiría no al anticristo sino a Cristo porque es de este suceso que se trata antes que nada aquí, y porque el término καιρς, marcando un tiempo favorable, no puede aplicarse a la venida del anticristo, sino a la de Cristo”.

 

Notemos también la similitud entre este versículo y I Ped. I, 5:

 

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que, según la abundancia de su misericordia, nos ha engendrado de nuevo para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia que no puede corromperse, ni mancharse, ni marchitarse, y que está reservada en los cielos para vosotros los que, por el poder de Dios, sois guardados mediante la fe para la salvación que está a punto de revelarse (ποκαλυφθναι) en (este) último tiempo (καιρ)”.

 

En definitiva, si el katejon impide no la venida del Anticristo sino muy por el contrario la de Cristo, entonces deberemos buscar otra interpretación para este término.

Pero antes veamos lo que dicen los autores sobre su posible traducción:

 

Zerwick:

 

κατέχον: detengo, inhibo, retardo, impido que se haga inmediatamente”.

 

Rosadini:

 

τ κατέχονκατέχων: retardo, retengo, impido. Este es el primer significado de la palabra, que aparece también en Rom. I, 18; Lc. IV, 42, al igual que en los autores clásicos τ κατέχον es pues un impedimento que ciertamente conocían los Tesalonicenses por la predicación oral de Pablo”.

 

Rigaux:

 

Τ κατέχον: “Lo que retiene. Hemos visto en I Tes. V, 21, las diversas acepciones del verbo: poseer, tomar posesión de, resistir, detener, tomar prisionero, mantener alejado, impedir (…) Pablo lo emplea en el sentido de poseer (II Cor. VI, 10); conservar (Filem. 13); mantener (Rom. I, 18); retener (I Cor. XI, 2; I Tes. V, 21; Heb. III, 6.14)”.

 

Jünemann:

 

Lo que le detiene para que sea revelado; lo que falta, lo que ha de preceder a su aparición”.

 

Zorell:

 

κατ-έχω: Transitivo: 1) Detengo, retengo, inhibo: a) Detengo a alguien para que no avance; b) impido a alguien; reprimo, Rom. I, 1 sig. c) Impido, retardo, impido no se haga inmediatamente: τ κατέχον, “lo que detiene”, a saber la venida del Anticristo y la gran y general apostasía y corrupción, II Tes. II, 6 (el fin de esa demora se indica con las palabras ες τ, etc. (para que, etc.); lo mismo κατέχων, en II, 7, “el que detiene” o “cualquiera que detenga”, y de nuevo hay que suplir el mismo objeto”.

 

Y sobre el uso del adverbio “ahora”:

 

Rosadini:

 

κα νν (y ahora): Este νν (ahora) puede tener un significado lógico (“consecuentemente”) o temporal (“ahora”, “en el presente”) y no hay ninguna razón para apartarse del significado primero y natural que es el temporal; mucho más ya que en el tiempo presente los Tesalonicenses estaban ansiosos, y de este tiempo presente trataba San Pablo”.

 

Hasta aquí los autores.

 

Sin embargo, antes de pasar a las objeciones, es del todo necesario que continuemos con el v. 7.

 

En efecto (γρ), el misterio ya está obrando de iniquidad; sólo el que detiene ahora, hasta que del medio surja[10].

 

Zerwick:

 

Μόνον (solo): Falta el verbo. Tal vez “hay que esperar”.

 

Veamos primero algunos comentarios de carácter más general:

 

Padovani:

 

“Por misterio[11] de iniquidad no hay que entender como hacen algunos el Anticristo (ya que entonces no había aparecido, cfr. v. 3), ni a Nerón (que entonces no reinaba), sino con la mayoría “la iniquidad arcana y latente, que alguna vez (a saber, en el tiempo del Anticristo) se dará a conocer públicamente y se desencadenará abiertamente (Estio)”.

 

Rigaux:

 

μυστήριον (misterio), una vez en los evangelios, Mc. IV, 11, y en plural en los paralelos, Mt. XIII, 11; Lc. VIII, 10 y en Apoc. I, 20; X, 7; XVII, 7. En Pablo 21 veces. Jamás en sentido de misterio griego, o religión de misterio. El sentido general es una cosa, persona, doctrina escondida, inaccesible al conocimiento humano, sea porque es el secreto del plan divino, Rom. XI, 25, o el secreto de un acto divino en la Parusía, I Cor. XV, 51. La revelación de Cristo supone que ha habido un secreto, el secreto de Dios: Col. II, 2. Cf. Col. I, 26; II, 2; IV, 3. Los apóstoles son los reveladores de la economía de los misterios de Dios, I Cor. XV, 1. Lo mismo la epístola a los Efesios hace uno de sus temas favoritos de la revelación del misterio de Cristo, III, 4, que es el misterio de la voluntad de Dios, I, 9, y el misterio del evangelio VI, 19. Uno estaría tentado de impregnar la palabra misterio del concepto del secreto divino, de hacer de ella un sinónimo de evangelio. Pero en I Cor. XIV, 2 Pablo dice que los glosolales dicen misterios, cosas escondidas e incomprensibles. El sentido no está lejos de I Cor. XV, 51. Además en I Tim. III, 9, habla del misterio de la fe, genitivo de aposición que es el contenido de la fe, revelado por Jesucristo. Pero no tenemos ningún paralelo concreto que arroje mucha luz sobre nuestro texto. El misterio que aquí trabaja, y que está completamente compuesto de νομία (iniquidad), genitivo de aposición, no puede ser más que la misma νομίας que obra, no en la plena manifestación reservada a los últimos días al período de la revelación del Anticristo, sino por caminos que no son comprensibles por los hombres. Así, Dios tiene su misterio, Satán no está desprovisto del suyo. Su reino en la νομία no surge en el gran día, sino que se esconde en las vías tenebrosas del mal y de la impiedad”.

Μόνον κατέχων ρτι (solo el que demora ahora): La frase nos parece elíptica. Milligan no lo admite. Tenemos una construcción paulina paralela en Gal. II, 10: μόνον τν πτωχν να μνημονεύωμεν, con tal solamente que nos acordemos de los pobres (…) μόνον (solo), aquí como en Gálatas, tiene el sentido de únicamente, es la única condición para que el ánomos aparezca”.

 

Sobre la traducción que hemos dado, algunos habrán notado una variante no menor    hacia el final de la frase. Creemos que es la correcta, pero antes de dar las razones notemos que es, entre otros, la de Straubinger, quien traduce:

 

“El misterio de la iniquidad ya está obrando ciertamente, sólo (hay) el que ahora detiene hasta que aparezca de en medio”.

 

Y en su comentario escribe:

 

“Hasta que aparezca de en medio: Otros traducen: hasta que sea quitado de en medio, lo cual aumenta aún más la oscuridad de ese misterioso pasaje, siendo difícil saber a quién se refieren cada vez los distintos verbos. Hemos de pensar que, si Dios ha querido dejar este lugar en la penumbra, ello es sin duda porque hay cosas que sólo se entenderán a su hora (Jer. XXX, 24; Dan. XII, 1-10; Apoc. X, 4)”.

 

Pero pasemos ya sin mayores preámbulos a la magistral exposición de Padovani (en una nota en su edición de Alápide in loco)[12] que no tiene desperdicios:

 

“Los versículos 6 y 7 siempre incomodaron a los exégetas. La sentencia acostumbrada afirma que en el v. 6 (y ahora lo que detiene, en griego τ κατέχον, sabéis, para que él se revele en el tiempo suyo) se habla del obstáculo que detiene o retiene la aparición del hombre de iniquidad o Anticristo; el cual aparecerá cuando fuere quitado del medio el obstáculo mismo (v. 7: sólo que el que detiene, en gr. κατέχων, ahora, tenga hasta que del medio sea quitado, v. 8 y entonces se revelará el inicuo); cuál sea el obstáculo, aquí, pues, Pablo no lo dice expresamente, pero de su enseñanza oral era conocida por los Tesalonicenses (v. 5 ¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto os decía? 6. Y ahora lo que detiene, sabéis). Los intérpretes tanto antiguos como modernos tienen diversas opiniones sobre cuál pueda ser la mente y doctrina del apóstol: algunos, pues, creen que es la Iglesia Católica; otros Cristo o el espíritu de Cristo penetrando las sociedades humanas; otros la acción que ejerce la Iglesia de Cristo principalmente por la predicación evangélica; otros la predicación misma del evangelio que se debe hacer por todo el orbe; otros el imperio romano, o tomado en sentido propio (por lo general los antiguos), o considerado en su razón general en cuanto implica la forma del ordenado régimen social (algunos modernos).

 

Séame lícito expresar mi modesta opinión, más acá de cualquier matiz de temeridad, a saber, que todas estas sentencias están viciadas, por así decirlo, de un pecado original. En efecto, estas opiniones suponen que Pablo habla aquí de lo que detiene la venida del Anticristo, lo cual no se da a entender expresamente, sino que se refiere a la enseñanza que sobre esto ya les había dado oralmente a los Tesalonicenses.

 

Pero la enseñanza dada oralmente a los Tesalonicenses, en lo que respecta a este argumento, más bien repite acá Pablo y nada deja para inferir a sus lectores sobre aquellas cosas que antiguamente les había enseñado oralmente que no haya repetido aquí por escrito. Dice, en efecto, en el v. 5: “¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto (advierte esto, τατα) os decía?” No dice: ¿no recordáis aquellas cosas que os decía? Sino: ¿No recordáis que esto os decía? Esto a saber, lo que escribí en los versículos precedentes 3-4 sobre el hombre de iniquidad o Anticristo, que debe preceder la venida del Señor. Cuando el Apóstol agrega en el v. 6: Y ahora (a saber, teniendo en cuenta aquellas cosas que os repetí por escrito que ya os había enseñado oralmente) lo que detiene (en gr. τ κατέχον), sabéis, para que él se revele en el tiempo suyo, el significado de τ κατέχον no debe buscarse en otra parte que no sea lo que se dijo expresamente en los vv. 3-4. Ya que lo que se propone el Apóstol en esta perícopa es demostrar que la venida del Señor no es inminente, sino que debe demorarse (v. 2: no pronto os mováis del entendimiento como que presente (esté) el día del Señor), ciertamente el contexto exige que el objeto que mira τ κατέχον y al cual se refiere el otro miembro del v. 6 (para que se revele en el tiempo suyo) sea la venida del Señor.

 

De aquí que el sentido del v. 6 sea: Y ahora pues (después de aquello que os acabo de decir, que son conformes a aquellas cosas que os enseñé estando presente) ya sabéis lo que detiene o retarda la venida del Señor, para que finalmente aparezca en su tiempo; sabed, en efecto, que es el Anticristo el cual y hasta tanto todavía no apareció.

 

A este sentido lo defienden Grimm (Der κατέχον des 2 Thessalonischerbriefes), Danko (Hist. Rev. N.T.), Simar (Theologie des hl. Paulus) y el mismo Cornely (Analyses Librr. sacrr. N.T. ad h.l.) cree que no es improbable.

 

Ciertamente este sentido no podría sostenerse si se admitiera la interpretación acostumbrada del v. 7 (pues el misterio de iniquidad ya está obrando, sólo que el que detiene ahora, tenga hasta que del medio sea quitado), a saber que debe ser quitado del medio κατέχων (ciertamente el mismo que el τ κατέχον del v. 6), antes que aparezca el Anticristo (v. 8 y entonces se revelará aquel inicuo): ¿cómo, pues, se puede decir que el Anticristo debe ser quitado de en medio para que aparezca el Anticristo?

 

Pero aquella interpretación común del v. 7 no es la única posible. En efecto:

 

a) Hay que advertir que en griego faltan las palabras del versículo 7 que (ut) y tenga (teneat), que la Vulgata agregó (…).

 

b) Fácilmente se ve que la conjunción ως (hasta) hay que ponerla antes del nombre κατέχων (el que detiene).

 

(Porque el misterio ya está obrando de iniquidad; sólo hasta que el que detiene ahora, del medio surja)

 

c) La frase κ μέσου γένηται, que la Vulgata traduce “del medio sea quitado”, bien puede traducirse: del medio surja o nazca. Además, κ μέσου se refiere al substantivo precedente τς νομίας, de iniquidad, esto es, nazca del medio de la iniquidad.

 

d) En la primera parte del v. 7, por misterio, que ya obra, de iniquidad, hay que entender la iniquidad que ahora ejerce su poder en forma oculta y que luego obrará abiertamente.

 

Dicho esto, aquí está el sentido de los vv. 6-8: Y ahora, pues, (después de aquellas cosas que acabo de decir, que son conformes a las que os enseñé estando presente) ya sabéis lo que detiene o retarda la venida del Señor, para que finalmente aparezca a su tiempo: en efecto, sabéis que es el Anticristo, el hombre de iniquidad, el cual y en cuanto todavía no apareció. Pues la iniquidad ya ejerce ahora su poder, pero ocultamente y sólo así, hasta que el que retarda la venida del Señor (esto es, el Anticristo) surja del medio de esta iniquidad, y entonces se manifestará aquel inicuo, con y por el cual ejercerá abiertamente la iniquidad su poder”.

 

¡He aquí una exégesis literal y sencilla, que no fuerza para nada la historia y que explica sin problemas uno de los pasajes más oscuros de toda la Biblia!

 

Al cambiar el significado del sujeto que debe manifestarse en su kairós, el resto se simplifica notablemente y el misterio desaparece por completo pues parece que no estuvo sino en la mente de los exégetas.

 

Las objeciones que diversos autores le han hecho a esta hipótesis no harán más que confirmarnos en esta posición y nos ayudará mucho a profundizar esta exégesis, pero antes debemos hacer una recapitulación del resto del capítulo que nos servirá para apreciar mejor su armonía.

 

Antes que nada, no hay que perder de vista que el objeto de la epístola es la Parusía de Nuestro Señor, lo cual se ve ya desde el mismísimo primer versículo.

 

1. Os rogamos, hermanos, con respecto a la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión a Él

 

Notan aquí los autores básicamente dos cosas:

 

1) El giro, “os rogamos, hermanos” implica que se va a tratar algo importante (cfr. I Tes. IV, 1; V, 12, etc.).

 

2) La preposición griega πρ, que la Vulgata traduce mal como per, debe entenderse no de aquello por lo cual les ruega, sino aquello sobre o con respecto a lo cual San Pablo les ruega a los Tesalonicenses.

 

Padovani resume bien este último punto:

 

“Los intérpretes difieren sobre el valor de πρ. Muchos (Tomás, Estio, Alápide, Calmet, Martini, Curci, etc.) retienen la versión de la Vulgata “por”, y, por lo tanto, entienden esta palabra en el sentido de que la venida del Señor y nuestra congregación a Él son aquello por lo cual el Apóstol ruega a los tesalonicenses que no se muevan pronto, etc. (v. sig.). Mientras que otros (Bisping, Drach, Van Steenk, Rambaud y muchos acatólicos), y no sin razón, teniendo en cuenta el significado que comúnmente tiene la preposición πρ en el NT, la entienden como sobre, con respecto a, y por lo tanto dicen que el adviento del Señor y nuestra congregación en Él es aquello sobre lo cual Pablo ruega a los Tesalonicenses, para que no se muevan pronto, etc., tal como sigue”.

 

Rosadini:

 

κα μν πισυναγωγς π’ ατόν (y nuestra reunión a Él), πισυναγωγς significa co-unión, congregación (del verbo πισυνάγω que aparece en Mt. XXIV, 31 y Mc. XIII, 27 sobre los justos que han de ser congregados en el juicio final); y esta unión se refiere a aquella de la que Pablo hablara en I Tes. IV, 14-17 sobre los resucitados y vivientes transformados, que juntos han de ir hacia el Señor”.

 

Rigaux:

 

πρ determina dos genitivos tan íntimamente ligados el uno al otro que están unidos por un solo τς (la). Se trata de la parusía (cf. I Tes.) y de la reunión al Señor (…) Conservamos, pues, para πρ el sentido de: sobre; marca el doble objeto del que va a hablar Pablo, sobre el cual, sea por carta, sea por  conversación, se enteró que los Tesalonicenses tenían necesidad de aclaraciones. Es el objeto principal, si no la causa del envío de esta palabra”.

 

Rigaux:

 

Pablo no dice solamente la parusía, sino solemnemente la parusía de Nuestro Señor Jesucristo, Jesús portando todos sus títulos y sobre todo el de Señor”.

 

Rigaux:

 

La palabra πισυναγωγς no aparece en Pablo más que aquí y en Heb. X, 25: asamblea de cristianos: “no abandonando nuestra congregación”, relacionado con un contexto escatológico, “según costumbre de algunos, sino exhortando, y tanto más, cuanto veis acercarse el día”. La reunión de los fieles en asambleas evoca la reunión celeste. La palabra se encuentra en II Mac. II, 7: Dios congregará la congregación de su pueblo. Allí se trata de una congregación escatológica”.

 

Rouiller:

 

Reunión: puesta en paralelismo sintético; el uso de este término en los escritos tardíos atravesados con vehemencia por la esperanza (II Mac. I, 27; II, 7.18), nos hacen comprender que era apto para traducir la espera escatológica: la “dispersión” debía llegar a su fin. Por lo demás, Mateo y Marcos usan el verbo correspondiente para evocar la misma congregación final (Mt. XXIV, 31; Mc. XIII, 27)”.

 

Leal:

 

A la venida (lit. parusía) y a nuestra reunión: estos dos nombres dependen de la misma preposición griega y van en genitivo unidos también por un mismo artículo, porque expresan dos hechos muy ligados entre sí, el doble objeto de que va a tratar, porque los tesalonicenses necesitaban nuevas luces”.

 

Leal:

 

πισυναγωγς significa: a) la asamblea de la iglesia (Hebr. X, 25); b) el acto de reunir o de reunirse con alguien (W. Bauer). Es término del lenguaje apocalíptico. Originariamente se refería a la reunión en los tiempos últimos del Israel disperso (II Mac. II, 7). En la fraseología apocalíptica designa la reunión de los escogidos al fin de los tiempos. F. Tillmann relaciona   este paso con I Tes. IV, 15”.

2. que no pronto os mováis del entendimiento, ni os turbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por epístola, como nuestra: como que presente (esté) el día del Señor.

 

Θροεσθαι (turbéis): cfr. Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7.

 

Señala aquí San Pablo el objeto de la oración: que no se turben creyendo que la Parusía ya ha tenido lugar[13], indicando tres modos por los cuales aparentemente los falsarios habían embaucado a los fieles de Tesalónica: por espíritu (es decir, por carismas proféticos) y por alguna palabra ya oral, ya escrita, haciéndoles creer que el Apóstol había enseñado que la Parusía ya había sucedido.

 

Como se ve, todo sigue girando sobre la Parusía.

 

Fillion:

 

Hay gradación ascendente en los dos verbos σαλευθναι (mováis) y θροεσθαι (turbéis), ambos muy expresivos. El primero marca una agitación profunda y violenta, especialmente la de las aguas del océano; el segundo se dice de un gran ruido o de un tumulto que llena de miedo al corazón”.

 

Padovani:

 

Que no pronto os mováis del entendimiento: esto es, como interpreta Teofilacto: “que no os turbéis ni alejéis pronto de la mente ni de la sentencia que hasta aquí tuvisteis, permaneciendo en ella felizmente”. Concuerdan con Teofilacto en cuanto a la substancia S. Tomás, Estio, Alápide, etc., los cuales por entendimiento interpretan la doctrina que los Tesalonicenses habían recibido de San Pablo sobre la venida del Señor”.

 

Padovani (in I Tes. V, 2):

 

El día del Señor: Es una frase de San Pablo muy usada para indicar el día de la segunda venida o del juicio final (cfr. I Cor. V, 5; II Cor. I, 14; Fil. I, 6, etc.; cfr. también II Ped. III, 10). Con mucha razón pues, el día del Señor se dice por antonomasia y según la excelencia, en cuanto en él se manifestará muy espléndidamente la majestad y gloria de Cristo, se consumará perfectamente la obra de la redención (por la retribución del premio, debido a los justos), y todos los enemigos de Cristo serán evacuados y a Él se le someterán: cfr. I Cor. XV, 24 ss.”.

 

Rosadini:

 

μήτε δι’ πιστολς ς δι’ μν (ni por epístola, como nuestra): esta aposición como nuestra indica que se trata de una epístola que se decía de Pablo, pero que en realidad no era de él; para precaver estos abusos al fin de la carta pone el Apóstol, como sello de autenticidad, la salutación con su mano (III, 17)”.

 

Rigaux:

 

“La demanda de Pablo tiene un objeto. Este es especificado por dos infinitivos. Uno está en aoristo: σαλευθναι. Han sido turbados, agitados. Es un hecho y el verbo siguiente en presente muestra que sus efectos duran todavía θροεσθαι: alarmados: os pedimos que no os dejéis agitar, y de no estar en un estado de alarma continua. Semejante tensión no les deja ya la posibilidad de ser ellos mismos. Están π το νος, fuera de su estado mental natural”.

 

Rigaux:

 

νέστηκεν, está allí: Toussaint, Biblia de Jerusalén; es la única traducción  posible. Traducir inminente es un comentario. Pues νέστηκεν no significa “llegada”, ρχεται (I Tes. V, 2); “está cerca”: γγικεν (Rom. XIII, 12); o próximo: γγύς (Fil. IV, 5), sino es venido, está presente. El verbo no reaparece fuera de Pablo más que en Heb. IX, 9 (…) Se ha adoptado “inminente”, no por razones de léxico o gramática, sino porque los Tesalonicenses no podían verdaderamente pensar que el día del Señor ya había realmente llegado. Sin embargo, considerando bien las cosas, el razonamiento del apóstol toma más fuerza si se le deja a νέστηκεν todo su valor. Los agitadores tesalonicenses podían, en su deseo de ver el gran día, decir que “había comenzado”. Ya estamos en él. Es contra la enseñanza oficial del apóstol, II Tes. II, 15, y contra sus claras instrucciones, I Tes. V, 1-2, pero es la doctrina a que Pablo les da cabida y ellos mismos la ponen en práctica: ya no trabajan más: II Tes. III, 6-18”.

 

Leal:

 

“El ruego de Pablo tiene un objeto expresado por dos infinitivos: conmover, perturbar. El primero está en aoristo; el segundo, en presente. Se trata de un efecto empezado en el pasado y que continúa en el presente: σαλευθναι (conmover) se aplica en sentido literal al movimiento del viento en las aguas. Aquí tiene un sentido figurado y se refiere a la tormenta o impresión del alma; νος designa la mente, el buen sentido y la inteligencia”.

 

3. Nadie os engañe en alguna manera: si no viniere la apostasía primero y se revelare el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición;

4. el que se opone y levanta sobre todo el que se dice Dios o numen; hasta él en el Santuario de Dios sentarse, probándose a sí mismo que es Dios-

 

νομίας (iniquidad): cfr. Mt. VII, 23; XIII, 41; XXIII, 28; XXIV, 12; Rom. IV, 7; VI, 19; II Cor. VI, 14; II Tes. II, 7; Tit. II, 14; Heb. I, 9; X, 17; I Jn. III, 4. En II Tes. II, 10.12: δικίας (injusticia). Ver Zac. V, 6; Mal. IV,1.

 

Zerwick (Graecitas, 42):

“Una íntima relación a alguien o algo, en nuestra literatura (griego bíblico), si bien no exclusivamente, ciertamente en la mayoría de los casos, se expresa semíticamente por υἱὸς “hijo”, con genitivo. Este uso ampliado de la palabra υἱὸς se entiende más fácil donde se trata de la pertenencia a la persona. Así, “hijo” de alguien se dice de aquel que imita su carácter, costumbres, razón de obrar y querer y las expresa en su vida. En este sentido se habla de “los hijos de Abraham” (Gen. III, 7), de “los hijos del diablo” (Mt. XIII, 38; Hech. XIII, 10. Cfr. Jn. VIII, 38-39) y sobre todo de “los hijos de Dios” (Mt. V, 9.45)”.

 

Describe San Pablo en términos muy expresivos la venida de la apostasía y la revelación del Anticristo, dedicándole a este último aspecto un mayor desarrollo. Luego veremos por qué.

 

Straubinger:

 

El hombre de iniquidad (tes anomías), lección preferible a tes hamartías (de pecado), pues coincide con el “misterio de la iniquidad” (v. 7) ligado íntimamente a él. Judas Iscariote recibe un nombre semejante en Jn. XVII, 12. Es creencia general que se trata del Anticristo, si bien algunos dan este nombre a la bestia del mar (Apoc. XIII, 1 ss.) y otros a la bestia de la tierra o falso profeta (Apoc. XIII, 11 ss.). Se discute si será una persona singular o una colectividad. En todo caso parece que ésta necesitaría siempre de un caudillo o cabeza que la inspirase y guiase. Pirot, después de recordar muchos testimonios y especialmente el de S. Agustín que trae como definición del Anticristo “una multitud de hombres que forman un cuerpo bajo la dirección de un jefe” (cf. Dan. IX, 26), concluye que “el adversario es una serie ininterrumpida de agentes del mal que se oponen y se opondrán a la doctrina y a la obra de Cristo desde la fundación de la Iglesia hasta el último día”. Véase I Jn. II, 18-19.; IV, 3; II Jn. 7; II Ped. III, 3; Jud. 18; Mt. XXIV, 24”.

 

Rigaux:

 

νομίας (iniquidad): En el N.T. San Mateo es el único evangelista que lo emplea y siempre en un contexto mesiánico. “Jamás os conocí: apartaos de mí, los que obráis la iniquidad”, Mt. VII, 23. La expresión viene claramente del Sal. VI, 9. Al fin del mundo, los ángeles quitarán del reino todos los escándalos y a todos los que cometen la νομίαν: Mt. XIII, 41. Antes Jesús les había nombrado los hijos del mal, sembrados por Satán, el enemigo de los hijos del Reino. El tercer pasaje está tomado del Apocalipsis sinóptico: la caridad de muchos se enfriará: δι τ πληθυνθναι τν νομίαν, por el exceso de la iniquidad: Mt. XXIV, 12. Los fariseos merecieron el reproche de hipocresía y de νομία, de iniquidad, lo que muestra cuánto se había separado la palabra de la ley mosaica para significar otra cosa más profunda”.

 

Biblia de Jerusalén:

 

La apostasía será causada por un personaje que tiene tres nombres y se presenta, hasta el v. 5 como el gran enemigo de Dios. Es el impío por excelencia, lit. “el hombre de impiedad” (var. “el hombre del pecado”); el ser destinado a su perdición, lit. “el hijo de la perdición”: v. 10; Jn. XVII, 12; cf. I Tes. V, 5; el adversario de Dios, descrito aquí en términos inspirados por Dan. XI, 36 (…) En la tradición, influenciado por Daniel, este Adversario recibirá el nombre de Anticristo, cf. I Jn. II, 18; IV, 3; II Jn. 7. Aparece como un ser personal, que se revelará al fin de los tiempos (mientras Satán, del cual es el instrumento, obra desde ahora en “el misterio”, v. 7), ejerciendo contra los fieles un poder perseguidor y seductor, cf. Mt. XXIV, 24; Apoc. XIII, 1-8, por la gran prueba final a la que pondrá fin la venida de Cristo”.

 

Alápide:

 

El Anticristo, pues, se sentará en el templo, esto es, en los templos de los cristianos; o más simple, en el templo de Jerusalén, que era el único que propiamente era y se llamaba “templo de Dios” en tiempo de San Pablo”.

 

Rigaux:

 

“Después de haber hecho de él un hombre del cual el pecado es todo su ser y cuyo fin es la ruina, Pablo continúa su descripción y caracteriza aún más a su anti-Dios por: 1) una oposición orgullosa a todo lo que es divino o sacro; 2) por la toma de posesión del templo; 3) por la pretensión a la divinidad. Impío, orgulloso, blasfemo, tales son los rasgos que estigmatizan la horrible figura”.

 

Rigaux:

 

στε ατν ες τν ναν το Θεο καθίσαι (hasta él en el Santuario de Dios sentarse): “Estas expresiones, estas tradiciones miran aquí, sin dudas, al Templo de Jerusalén. 1) El verbo καθίσαι (sentándose) se entiende de un lugar bien determinado. 2) Los artículos τν ναν το θεο indican que se trata del templo por excelencia del verdadero Dios y, en tiempos en que Pablo escribía, el santuario seguía en pie, y no se había consumado la ruptura entre los judíos y los cristianos, sobre todo en Jerusalén. 3) Todo el pasaje depende de Daniel en donde el templo profanado es el de la ciudad Santa. 4) Nuestro pasaje es paralelo a la abominación de la desolación anunciada en Mateo y Marcos.

Pero por este rasgo Pablo no afirma que el templo durará hasta el fin de los tiempos (…) sentarse en el templo es para él una atribución divina. El Santo de los santos es la propiedad y habitación inviolable de Dios. El santuario es el lugar donde los fieles van a adorarlo y le solicitan favores. Usurpar el lugar de Yahvé, desalojarlo de su habitación, es el acto más abominable que pueda cometerse contra Él “a fin de hacerse pasar por Él” (…)

El sentido sentarse en la iglesia debe ser rechazado; es claro que el Anticristo, para Pablo, es agente de apostasía, pero la iglesia que pusiera otro Cristo a la cabeza de la iglesia ya no podría llamarse la iglesia de Dios. Hay que juzgar según la perícopa entera”.

Buzy:

 

“En la descripción del adversario vemos de nuevo el procedimiento paulino de los elementos convergentes, aquí en número de a tres: un calificativo de naturaleza (el hombre de iniquidad), un calificativo de destino (el hijo de perdición), un calificativo de personalidad (el adversario que se eleva sobre   todo lo que se llama Dios u objeto de culto)”.

 

Teodoro de Mopsuestia:

 

“Con estas palabras muestra que la idolatría que el diablo estableció, él mismo cuando venga la destruirá y deshará al venir toda herejía que opuso a la palabra de la verdad, para que así los hombres reconozcan que fue borrada no por ellos mismos sino por el autor de los errores. El diablo construyó estos errores por partes, apartando de Dios e introduciendo su culto poco a poco, de forma que cuando llegue el tiempo determinado, encuentre a los hombres en el error y destituidos del divino auxilio, y de esta forma creerá lograr más fácilmente su fin, a saber, que sea adorado por todos los hombres. Pues como es el andamiaje de una bóveda, así las herejías son al diablo, tanto (las herejías) entre los Gentiles como (las herejías) entre los cristianos. Así como donde el arco está completo y consta de su estructura, al quitarse el cimiento el arco permanece firme e íntegro, así el diablo pone todas las herejías y los diversos géneros de errores como un cimiento, sobre el cual establecerá el arco, a saber, su culto, para que cuando condene y borre todas las herejías, permanezca, sin embargo, solamente este culto entre los hombres”.

 

Leal:

 

Antes tiene que venir…: a la parusía tienen que preceder la apostasía y el hombre impío. Sólo afirma la precedencia de estas dos señales, pero no determina el espacio que mediará entre las señales y la parusía. Aunque la apostasía es enumerada antes que el impío, no se trata de señales sucesivas ni se afirma que la apostasía haya de preceder al impío. Las dos señales pueden referirse a un mismo período, y la apostasía puede ser obra del impío. En el v. 6 sólo recoge, para explicarla, la señal del impío, porque la apostasía forma un todo con él”.

 

Leal:

 

La apostasía: con artículo tiene un sentido determinado, que puede relacionarse con Mt. XXIV, 11-24. Aunque puede tener un sentido general de defección, aquí reviste sentido exclusivamente religioso y evangélico. Se trata de una defección y enfriamiento concreto de la fe en Cristo. A partir de I Mac. II, 15, “la apostasía” entra como elemento normal en las descripciones escatológicas. Pero Pablo la propone aquí como una señal previa a la venida de Cristo y a nuestra reunión con él. Esto nos remonta al final de los tiempos y nos coloca en el plano de la historia cristiana. En la antigüedad se ha identificado la apostasía con el anticristo mismo: Ireneo, Tertuliano, Crisóstomo. Es más general considerar la apostasía como obra del propio anticristo, bien sea el conjunto de las herejías (Cirilo de Jerusalén), bien el conjunto de la perversión moral (Teodoro de Mopsuestia, San Agustín, Santo Tomás, Nicolás de Lira). Algunos piensan en la escisión del imperio (Teofilacto, Eutimio Zigabeno, Pelagio, Alápide) (…) Por otro lado, al final de los tiempos parece que Israel, como pueblo, se convertirá, y su conversión supondrá un reflorecimiento general del cristianismo (Rom. XI, 12.25-27).

 

Leal:

 

El hombre impío”: lit. “el hombre de la impiedad”: Por el hecho de llamarlo hombre, parece que no se puede identificar con el diablo. En el v. 9 se le distingue también de Satanás, ya que obra por influjo suyo. La descripción de su maldad cuadra solamente con un hombre por su carácter tan sensible”. El hijo de la perdición: es otra denominación bíblica del mismo personaje humano. Este es un calificativo de destino, mientras el primero lo es de ser y naturaleza. En el v. 8 se dice que Jesús lo aniquilará. Y en el v. 10, que su influjo llega solamente a los que perecen. La perdición no es un lugar, sino un estado, lo contrario de la vida, de la salvación, de la gloria”.

 

Leal:

 

El que se opone y rebela: dos participios con un solo artículo, porque designan una misma idea y se refieren a la misma persona: al hombre impío, con dos adjetivos calificativos”.

 

Leal:

 

Sentarse en el templo: Ireneo lo refiere al templo de Jerusalén (…) como la expresión entra en la fraseología apocalíptica y está tomada de Daniel, tanto el templo como sentarse tienen un sentido particular concreto, que nos pone en el templo por excelencia, el de Jerusalén, como símbolo del trono de Dios, de su gloria y de sus derechos”.

 

Staab:

 

“Una vez que recomienda con toda seriedad que en ningún caso se dejen engañar por nadie, afirma luego positivamente que el Señor no vendrá mientras no se cumplan algunos hechos concretos, los signos que precederán a la parusía.

 

El primero de éstos es “la apostasía”. Se trata, seguramente, de una apostasía de grandes proporciones en el seno mismo del cristianismo. Algunos padres, es cierto, pensaron que el Apóstol se refería aquí a algún hecho de carácter político, concretamente a una sublevación del pueblo judío contra la dominación romana; pero la historia se ha encargado de contradecirlos. De la apostasía se ocupa Pablo más ampliamente en II Tim. III, 1-9; el anuncio hace pensar también en el discurso escatológico de Jesús, donde se habla de la aparición de falsos mesías y profetas, que seducirán a muchos y harán sobrevenir tiempos en que se enfriará y reinará en su lugar la impiedad y el odio (Mt. XXIV, 4.5.10-12). Se puede tener la certeza de que Jesús y Pablo se refieren a un mismo acontecimiento, confirmándose así una vez más que la enseñanza del Apóstol se inspira en la profecía de Jesús.

 

El segundo signo es la aparición de un rival de Dios y de Cristo. No es él el autor de la gran apostasía, sino aparece más bien como su punto culminante y está destinado a tener un fin espantoso al momento de la venida de Cristo”.

 

5. ¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto os decía?

 

Lo que sí todos recordamos es el lamento de San Agustín, casi desgarrador, y devenido clásico:

 

“Y porque dijo que lo sabían ellos, no quiso manifestarlo expresamente. Nosotros, que ignoramos lo que aquéllos sabían, deseamos alcanzar con trabajo lo que quiso decir el Apóstol, y no podemos…”.

 

Pero… ¿y si, como ya vimos más arriba por la cita de Padovani, San Pablo sí nos dijo, al igual que a los Tesalonicenses, cuál era el katejon…?

 

Antes de continuar, es preciso notar en este versículo, siguiendo a los autores, un par de cosas:

 

I) La elipsis de todo este pasaje:

 

1. Os rogamos, hermanos, con respecto a la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión a Él

2. que no pronto os mováis del entendimiento, ni os turbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por epístola, como nuestra: como que presente (esté) el día del Señor.

3. Nadie os engañe en alguna manera: si no viniere la apostasía primero y se revelare el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición;

4. el que se opone y levanta sobre todo el que se dice Dios o numen; hasta él en el Santuario de Dios sentarse, probándose a sí mismo que es Dios.

5. ¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto os decía?

 

En lugar del v. 5, San Pablo debió haber terminado la frase que dejó inconclusa y decir, palabras más, palabras menos[14]:

“Si no viniere la apostasía primero y se revelare el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición… no vendrá el día del Señor”.

 

II) En segundo lugar, y seguramente como causa del punto anterior, parece haber en el Apóstol una cierta impaciencia en sus palabras. Impaciencia que denotaría casi una queja contra los Tesalonicenses por no recordar su prédica.

 

Esto parecería corroborarse, además, si tenemos en cuenta la I Epístola, pues, como lo indica agudamente el P. Prat[15]:

 

Es muy probable que el Apóstol responda a una pregunta formal de los Tesalonicenses, de la cual Timoteo pudo haber sido el intermediario. La transición brusca y la fórmula rígida repetida dos veces: “con respecto a los muertos… (IV, 13)[16] con respecto a los tiempos y circunstancias” (V, 1), recuerda exactamente las respuestas a las dudas de los Corintios. La diferencia entre las dos partes de esta consulta teológica está en que la última se contenta con hacer el llamado a los recuerdos de los neófitos y no nos deja esperar enseñanzas nuevas, mientras que la primera promete una revelación “en nombre del Señor”.

 

Es decir, se entendería más fácilmente la impaciencia del Apóstol si ya en la primera epístola les hubiera indicado que sobre el tiempo de la Parusía ya les había dicho todo lo que necesitaban saber.

 

Esto es lo que dan a entender diversos autores:

 

Zerwick:

 

λεγον: “decía (¡una y otra vez!)”.

 

Rigaux:

 

λεγον (decía): “El imperfecto puede significar actos repetidos: os decía a menudo (Fil. III, 18), o abundantemente o tenía la costumbre de deciros”.

 

Padovani:

 

“Les hace recordar aquellas cosas que, mientras estaba en Tesalónica, ya les había enseñado sobre esto. La forma de la oración en interrogación muestra que Pablo les dice esto con cierta reprensión ya que los Tesalonicenses, no atendieron a lo que habían aprendido del apóstol y prestaron oídos a los pseudo-doctores”.

 

Orchard:

 

Es evidente que cuando San Pablo en persona les instruyó, les había explicado cuidadosa y ampliamente (cf. I Tes. V, 2) la doctrina apocalíptica de Mt. XXIV y Dan. VII, 25 ss; XI, 36 ss”.

 

Rigaux:

 

“El versículo 5 termina la primera parte de la sección sobre el día del Señor apelando a la memoria de los Tesalonicenses. Cuando Pablo estaba con ellos ya les había dicho. Hay más que una interrogación oratoria en la forma de la   frase. Pablo no dice: vos sabéis ni os acordáis. Está muy cerca de la impaciencia. Dice más o menos: tenéis que acordaros. Es, pues, evidente que la enseñanza ordinaria de Pablo, desde la primera evangelización de una ciudad, implicaba las doctrinas sobre el retorno de Jesús, el día del Señor, su venida repentina, los signos que acompañarían estos sucesos: apostasía y revelación del hombre de iniquidad”.

 

Fillion:

 

El apóstol se interrumpe vivamente para recordar a sus lectores que su enseñanza oral había tratado sobre estos diversos puntos. Hay evidentemente un reproche en esta pregunta: si los Tesalonicenses se hubieran acordado, no hubieran creído que Cristo estaba por aparecer pronto, y no se hubieran librado a inquietantes preocupaciones”.

 

Staab:

 

Este cuadro del futuro no anuncia, en realidad, nada nuevo a los tesalonicenses; ya en su predicación oral les ha hablado de todo esto, y ahora no hace más que recordárselo. La observación demuestra que era costumbre de Pablo incluir en su predicación, ya desde el principio, lo referente a los problemas escatológicos más importantes: el retorno glorioso del Señor y los hechos que le preceden, a saber, la gran apostasía y la aparición del hombre impío”.

 

Habiendo dado los trazos generales de la exégesis de Mons. Padovani más un resumen de los primeros versículos, es necesario que profundicemos un poco más los conceptos y aclaremos algunas cosas antes de pasar a las objeciones.

 

 

***

 

Después de lo dicho hasta aquí tenemos que analizar con más detalle los vv. 3-7, pues todavía hay cosas por aclarar.

3. Nadie os engañe en alguna manera: si no viniere la apostasía primero y se revelare el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición;

4. el que se opone y levanta sobre todo el que se dice Dios o numen; hasta él en el Santuario de Dios sentarse, probándose a sí mismo que es Dios.

5. ¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto os decía?

6. Y ahora lo que detiene, sabéis, para que él se revele en el tiempo suyo.

7. En efecto, el misterio ya está obrando de iniquidad; sólo el que detiene ahora, hasta que del medio surja.

 

a)    Katejon como neutro y masculino.

 

Conocida es la distinción que los exégetas han visto (o procurado ver) entre el katejon neutro y masculino (lo que y el que detiene, respectivamente), dando para ambos términos dos interpretaciones diversas que los habituados a la exégesis de este capítulo conocerán de sobra, pero de nuevo tenemos que decir que nos parece estar ante otra suposición.

 

Antes de meternos de lleno en el tema, notemos tan sólo algunas interpretaciones de carácter más general que se acercan más de lo que parece a primera vista a nuestra posición, tal como luego veremos en el punto siguiente:

 

Zorell:

 

κατ-έχω: Parecería que la mejor es la sentencia de los Padres, según la cual el imperio Romano es τ κατέχον, y el Emperador κατέχων (…), para otros como Reischl, Crampon, Griesbach, τ κατέχον es la apostasía, κατέχων el hombre de pecado (v. 3), lo que retarda el día y venida del Señor”.

 

Crampon:

 

Lo que retiene, versículo 6, es pues el conjunto de las condiciones previas a la venida de Cristo, es decir, la apostasía y la aparición del anticristo.  El que lo retiene: es el anticristo que debe, antes de la venida de Cristo, salir del medio de la humanidad entrenada por el espíritu anticristiano”.

 

¿Cuál es, nos preguntamos antes que nada, la necesidad de multiplicar los significados cuando gramaticalmente nada lo exige?

 

Creemos que no hay que pasar por alto esta atinada observación de Beda Rigaux[17]:

 

“Pablo habla al comienzo de τ κατέχον y luego de κατέχων ¿Qué se puede concluir de esta alternancia del neutro y del masculino? La mayoría de los autores ven aquí un cambio intencional y suponen dos entidades distintas bajo esta doble denominación: al neutro correspondería un príncipe o una colectividad; al masculino, un representante típico de uno u otro. Por ejemplo, el κατέχον sería el imperio romano, el κατέχων el emperador; o bien el primero sería la actividad apostólica, el segundo las obras del Evangelio. Cuando hay penuria de índices en defensa de una hipótesis, la menor indicación es preciosa; aun así no hay que subestimar el valor. En sí, el cambio de género no hará inclinar jamás la balanza en favor de una u otra opinión: todos la explican de una manera plausible. En el fondo, todos infieren dos cosas diferentes: el κατέχον y el κατέχων son dos entidades distintas; una es impersonal y la otra personal. Remarquemos en primer lugar que fuera del cambio de género, nada autoriza a interpretar ambos términos en un sentido diferente. Además, la actividad del κατέχον y del κατέχων es la misma. El primero impide la parusía del hombre de pecado; el segundo el pleno desarrollo de la iniquidad, que debe desembocar en la venida del impío[18]. En fin, el neutro puede ser  empleado con un significado masculino ¿No decimos acaso indistintamente en la lengua corriente: “lo que me impide hacer esta acción es tal persona” o bien “el obstáculo a mi actividad es tal o cual”? ¿Además, no es osado apoyar la distinción de dos entidades basado en una distinción de género tan poco pertinente? ¿No hay una forma mucho más adecuada de explicar este cambio súbito? Suponiendo que bajo el κατέχον y el κατέχων no haya más que una sola entidad ¿no se podría explicar de una manera satisfactoria la diferencia de género por la indeterminación de este “reteniente” y por la precipitación en la enunciación de las ideas? Pero en este caso parece más natural hablar de una persona en neutro que de un ser personal en masculino[19], sobre todo si, algunos instantes antes, viene de emplear el género que conviene. A menos que en el segundo caso el Apóstol no haya querido emplear un giro más vivo, ¿no es normal que un pensamiento, expresado al principio confusamente, gane luego en nitidez? Volviendo una segunda vez sobre su idea, Pablo la ha expresado sin dudas en una forma más adecuada. Si al cambiar el neutro en masculino no hubiera tenido en vista más que dar a su pensamiento un giro más animado, le hubiera sido fácil encontrar un término más preciso y neto que este indefinible κατέχων. En una palabra, nos parece que κατέχον y κατέχων no designan dos entidades distintas, sino una persona o sucesión de personas”.

 

En definitiva, si “ahora” ya saben bien los Tesalonicenses lo que retarda la venida de Nuestro Señor, lo cual no es otra cosa que lo que les había dicho en los vv. 3-4, a saber, la venida de la apostasía y la revelación del hombre de iniquidad, y luego les vuelve a hablar en el v. 7 sobre el que detiene, entonces tenemos que buscar la explicación de este masculino en los versículos que preceden, y la única solución posible vuelven a ser los vv. 3-4.

 

La explicación del paso del neutro al masculino nos parece natural y enteramente satisfactoria y por eso creemos, sin más, que el katejon masculino y neutro es uno solo y que no hay necesidad alguna de multiplicar los entes[20]. Lo cual nos lleva a plantearnos otro problema, no menos interesante y necesario.

 

b) La Apostasía y el Hombre de Iniquidad.

 

Dado que el segundo miembro apenas si presenta dudas ya que todos los autores concuerdan en la interpretación, y por si fuera poco San Pablo es más que claro al respecto, entonces toda nuestra atención deberá centrarse en la Apostasía.

 

Es este uno de los clásicos ejemplos citado una y otra vez para probar la defección general en la fe antes de la venida del Anticristo, defección no sólo de las naciones sino inclusive de los individuos[21].

Somos de la opinión que la situación no es tan clara como parece a primera vista.

 

Antes que nada, veamos a grandes rasgos lo que dicen los principales comentadores sobre la apostasía.

 

Biblia de Jerusalén:

 

La apostasía es nombrada como ya conocida. Al contenido general de la palabra (secesión, defección) hay que darle un valor religioso, Hech. V, 37; XXI, 21; Heb. III, 12. A quienes jamás han pertenecido a Cristo, puede que se les unan quienes se dejaron desviar de la fe, cf. I Tim. IV, 1; II Tim. III, 1; IV, 3, etc.”.

 

Turrado:

 

“La presencia del artículo indica que se trata de una apostasía bien determinada, conocida ya de los tesalonicenses, sobre la que sin duda habían sido instruidos por el Apóstol (v. 5). Es casi seguro que se trata de esa misma apostasía o defección en la fe a que se refirió Jesucristo en su discurso escatológico, cuando habló de que al final de los tiempos surgirán pseudo-profetas que engañarán a muchos, y habrá gran enfriamiento de la caridad, con peligro de ser seducidos incluso los elegidos, si ello fuera posible (cf. Mt. XXIV, 11-12.24; Lc. XVIII, 8). También San Juan en el Apocalipsis, alude a la misma gran apostasía, cuando habla de “la bestia” que luchará con los fieles y los vencerá, quedando sólo aquellos cuyos nombres están en el libro de la vida (cf. Apoc. XIII, 7-8).

Esta “apostasía” está probablemente íntimamente relacionada con “el hombre de pecado” o anticristo, que tendrá mucha parte en ella. Así parecen insinuarlo los diversos textos sea de Jesucristo, que la une a los pseudoprofetas, sea de San Juan, que la une a la aparición de la bestia, sea de San Pablo en este pasaje, presentando juntas ambas cosas”.

 

Padovani:

 

¿Qué hay que entender por esta secesión, que, por el artículo de que precede en el griego, se muestra como la apostasía por excelencia? Hoy en día carece de todo fundamento, y por lo tanto creemos que debe rechazarse absolutamente, la sentencia que traen San Jerónimo (Ad algas. ep. 121, qu. XI), Ambrosiaster y otros que por la secesión entienden la defección de los pueblos del imperio Romano. El evento mismo de la defección, que sin dudas ya ha sucedido, y que, no obstante, no fueron seguidos por el Anticristo y el día del Señor, muestran la falsedad de esta sentencia. Además, como advierten, entre otros, Estio y Drach, la palabra apostasía ποστασία, denota en la Sagrada escritura no tanto la defección política como la religiosa y espiritual. Por lo tanto, hay que sostener, junto con la gran mayoría de los intérpretes, que aquí, por la secesión o apostasía se significa una cierta defección general de la Iglesia y la fe de Cristo por todo el orbe, la cual el mismo Señor profetizó en Mt. XXIV, 11-12; Lc. XVIII, 8[22].

 

Rosadini:

 

ποστασία significa defección, secesión y en los LXX “defección de la religión, de los preceptos divinos” (Jer. II, 19; III Rey. XXI, 13; en los libros de los Macabeos, passim); en el mismo sentido ocurre en el N.T. (Hech. XXI, 21), especialmente en nuestro lugar, como lo exige el contexto: a saber, significa aquí la defección de la única religión de Cristo. El artículo agregado ( ποστασία) denota que se trata de una apostasía determinada, y probablemente ya conocida por los fieles ya que fue anunciada por los Apóstoles, según las palabras del Señor en Mt. XXIV, 12; Lc. XVIII, 8: “Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?”.

 

Buzy:

 

Antes de la parusía, se deberá producir la apostasía: πρτον (antes) y el adverbio afirma la prioridad cronológica del suceso como I Tes. IV, 16. El sentido de la apostasía está hoy definido. No será una defección política, una revuelta -sentido de la palabra en los autores profanos de la baja época- sino una defección religiosa, sentido habitual en los LXX y en el NT. Lamentablemente Pablo no nos dio enseñanzas de las que estaría ávida nuestra curiosidad. Estamos reducidos a las informaciones suministradas por el cotejo y análisis de los textos. El divino Maestro nos había prevenido de la seducción que será ejercida al fin de los tiempos por los falsos mesías y profetas; que pondrá en peligro la salvación de los hombres; que ncluso un peligro para los elegidos (Mt. XXIV, 11-24; se constata de nuevo aquí un acuerdo natural entre S. Mateo y San Pablo. Todo hace creer que esta seducción final se confunde con la apostasía en cuestión. Y la apostasía misma, según el procedimiento habitual de San Pablo (dos en uno), será producida por las astucias y prestigios del adversario obrando por virtud de Satanás”.

 

Rigaux:

 

ποστασία: En el sentido de apostasía religiosa: Jos. XXII, 22; Jer. II, 19; II Par. XXVIII, 19; XXXIII, 19. En I Mac. II, 15 sin predicado. El mismo sentido religioso está unido a la palabra ποστάτης (apóstata): Is. XXXI, 1; II Mac. V, 8; Num. XIV, 9; Jos. XXII, 16.19. El verbo φίστημι en el mismo sentido: Deut. XXXII, 15; Jos. XXII, 18-19.23; Dan. IX, 9; Eccli. X, 12, y ha tomado ya un sentido técnico que no tiene más necesidad de explicación: Jer. III, 14; Is. XXX, 1 (…) El verbo ha conservado en el N.T. su acepción religiosa: Hech. V, 37; XV, 38; XIX, 9 y sobre todo Heb. III, 12, donde es caer en la incredulidad o en I Tim. IV, 1, caer en la herejía que, en este lugar, toma el aspecto de un hecho escatológico: ν στέροις καιρος (en los postrimeros tiempos). Es el sentido que ya tiene Lc. VIII, 13, donde φίστανται (se apartan) es usado sin determinación alguna. Por nuestro pasaje, II Mac. V, 8: Jasón es visto como apóstata de su religión y a Pablo se le reprocha en Hech. XXI, 21 haber     fomentado ποστασίαν διδάσκεις π Μωϋσέως (separación de las enseñanzas de Moisés). El artículo pone énfasis. Como Pablo lo dice explícitamente en el v. 5, es una realidad de la cual ha hablado cuando estuvo con ellos y por lo tanto muy conocida. Cf. I Tes. V, 1. Se notará inmediatamente que según I Mac. II, 15, este fue uno de los fenómenos del tiempo de Antíoco Epífanes. A partir de ese momento, se puede decir que la apostasía ha entrado en las descripciones del fin”.

 

Fillion:

 

ποστασία (la apostasía): Consistirá, según la expresión enérgica del griego, en una apostasía tristemente remarcable (con artículo definido: la apostasía por excelencia, o la terrible apostasía de las que les he hablado; ver el v. 5), en la defección de un gran número de cristianos, que se separarán abiertamente de Jesucristo. Cfr. I Tim. IV, 1; II Ped. II, 1, etc. Es un error que algunos antiguos y modernos hayan atribuído a esta apostasía un carácter político, como si se tratara de la revuelta de los judíos contra los romanos, etc., y también es un error el haberlo tomado a veces el sustantivo ποστασία como concreto “apóstata”, y designando al Anticristo. Se trata de un hecho religioso, anterior a la aparición del hombre de pecado”.

De estos comentarios podemos sacar las siguientes conclusiones:

 

1)     La presencia del artículo indica que la apostasía era conocida de los Tesalonicenses y, como lo indica el v. 5, hay una referencia explícita a la enseñanza dada, otrora, oralmente.

 

2) Hay una relación entre la venida de la apostasía y la revelación del Anticristo.

 

3) Esta apostasía presenta un carácter religioso y no político.

 

Dicho esto, podemos ahora recordar las citas que dimos más arriba al hablar del katejon.

 

Zorell:

 

κατ-έχω: Parecería que la mejor es la sentencia de los Padres, según la cual el imperio Romano es τ κατέχον, y el Emperador κατέχων (…), para otros como Reischl, Crampon, Griesbach, τ κατέχον es la apostasía, κατέχων el hombre de pecado (v. 3), lo que retarda el día y venida del Señor”.

 

Crampon:

 

Lo que retiene, versículo 6, es pues el conjunto de las condiciones previas a la venida de Cristo, es decir, la apostasía y la aparición del  anticristo.  El que lo retiene: es el anticristo que debe, antes de la venida de Cristo, salir del medio de la humanidad entrenada por el espíritu anticristiano”.

 

Con lo cual tenemos que, si el katejon masculino y neutro es el mismo y se trataría de la apostasía y del hombre de pecado, entonces ¿no podremos identificar ambos nombres? En otras palabras, ¿por qué no ver en la apostasía uno de los tantos nombres que recibe el Anticristo en las SSEE?

 

Es cierto que esta ha sido la opinión de algunos Padres, tales como el Crisóstomo,  Teodoreto y Eutimio, pero no parecería ser de mucho valor pues si hemos de creer a Beda Rigaux hablando del comentario de San Juan Crisóstomo:

 

“Estas homilías son inferiores… a las otras sobre las cartas paulinas. Se encuentra al orador y al moralista en detrimento del exégeta”.

 

Sin embargo es curiosa la traducción que nos da el mismo San Agustín del texto de San Pablo[23]:

 

“… porque antes vendrá aquel rebelde (refuga), y se manifestará aquel hombre hijo de pecado…, etc.”.

 

Identificando claramente ambos términos. Pero pasemos mejor a los argumentos sacados del mismo texto.

 

1) En primer lugar hay que tener muy presente el uso del artículo pues esto nos indica una entidad ya conocida por los Tesalonicenses, tal como lo afirman claramente los autores citados más arriba.

 

Pero esta entidad les era conocida por la predicación oral, enseñanza que aquí no hace más que repetir en los vv. 3-4, como ya dijimos.

 

A esto hay que agregarle lo dicho anteriormente: si el katejon masculino y neutro es uno y el mismo, y el masculino no puede ser otro más que el Anticristo, entonces el katejon neutro debe ser, por necesidad, el Anticristo y no dos entidades diversas.

 

2) A lo dicho hasta aquí podemos sumarle otro argumento, pasado por alto incluso por los defensores de esta exégesis.

 

Es en extremo interesante el verbo usado por San Pablo al hablar de la apostasía pues notemos bien que no dice que meramente “sucederá”, “tendrá lugar” o algo parecido denotando impersonalidad, sino que, muy por el contrario, nos es presentada como personificada: la apostasía viene.

 

San Pablo usa este verbo en las epístolas a los Tesalonicenses en varias oportunidades: en I Tes. II, 18; III, 6; II Tes. I, 10 se habla de la venida de Pablo, Timoteo y Jesús en su segunda Venida, respectivamente.

 

Nos quedan solamente dos lugares más:

 

a) I Tes. V, 2:

 

“Vosotros mismos sabéis perfectamente que, como ladrón de noche, así viene el día del Señor”.

 

Pero esto no es más que un eco de lo que dice más claramente en II Tes. I, 10:

 

Cuando Él venga en aquel día a ser glorificado en sus santos y ofrecerse a la admiración de todos los que creyeron”.

 

Con lo cual se ve muy fácilmente que la expresión venir el día del Señor es una figura del discurso que equivale a viene el Señor en aquel (o su) día.

 

b) I Tes. I, 9-10:

 

“Y cómo os convertisteis a Dios, de los ídolos, a servir al Dios viviente y verdadero; y a aguardar al Hijo suyo de los cielos; al que resucitó de los muertos; a Jesús, al que nos salva de la ira, la que viene”.

 

Aquí podemos observar el mismo fenómeno que en el pasaje anterior.

 

Beda Rigaux, in loco, comenta:

 

ργ, la cólera, tomada absolutamente como en I Tes. II, 16; Rom. III, 5; V, 9; IX, 22; XIII, 5: es la cólera divina (Rom. I, 18; Col. III, 6; Ef. V, 6) que equivale al juicio (κρίσις en Pablo, II Tes. I, 5) de los sinópticos (…) A la  cólera responde sea la ruina: Rom. IX, 22, o la salvación: I Tes. V, 9, en el día de la cólera (Rom. II, 5). Es una concepción judía del día del Señor, que es un día de cólera: Is. II, 10-22; Sof. I, 15; un día de la cólera del Señor, Sof. I, 18; II, 3; Ez. VII, 19”.

 

En otras palabras, esta ira venidera no es más que la ira de Dios que en su día viene a juzgar a sus enemigos, o dicho de otra manera, “la ira que viene” es Dios que viene a juzgar en su ira.

 

La explicación de esta ira la vemos fácilmente expuesta en el Apocalipsis, donde es citada únicamente en los versículos siguientes:

 

I.- La primera serie de textos describen el Juicio de las Naciones en consonancia con los pasajes del A.T. alegados por Rigaux:

 

Apoc. VI, 12-17: “Y vi cuando abrió el sello, el sexto y un gran terremoto se produjo y el sol se puso negro como un saco de crin y la luna entera se puso como sangre. Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera arroja sus brevas, sacudida por un fuerte viento. Y el cielo fue retirado como un rollo que se envuelve y todo monte e isla fueron movidos de sus lugares. Y los reyes de la tierra y los magnates y los quiliarcas y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y entre los peñascos de los montes. Y dicen a los montes y a los peñascos: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del Sedente en el trono y de la ira del Cordero; porque ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.

 

Apoc. XI, 15-18: “Y el séptimo ángel tocó la trompeta y se hicieron grandes voces en el cielo que decían: “Se hizo el reino del mundo de Nuestro Señor y de su Cristo y reinará por los siglos de los siglos”. Y los veinticuatro Ancianos, los que delante de Dios se sientan en sus tronos, cayeron sobre sus rostros y se postraron ante Dios, diciendo: “Te agradecemos, Yahvé, el Dios, el Todopoderoso, el que eres y el que eras, por cuanto has tomado tu poder, el grande, y has empezado a reinar. Y las naciones habíanse airado y vino la ira tuya y el tiempo para que los muertos sean juzgados y para dar la recompensa a tus siervos, a los profetas y a los santos y a los que temen tu Nombre, a los pequeños y a los grandes y para destruir a los que destruyen la tierra”.

 

Apoc. XIV, 9-11: “Y otro, un tercer ángel, los siguió diciendo con gran voz: “Si alguno adora a la Bestia y a su imagen y recibe una marca en su frente o en su mano, también éste beberá del vino del furor de Dios, del mezclado puro en el cáliz de su ira y será atormentado con fuego y azufre delante de los ángeles santos y delante del Cordero. Y el humo de su tormento sube por siglos de los siglos y no tienen descanso día y noche los que adoran a la Bestia y a su imagen y si alguno recibe la marca de su nombre”.

 

Apoc. XIX, 11-21: “Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sedente sobre él llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea. Y sus ojos, llama de fuego y sobre su cabeza, diademas muchas; teniendo un nombre escrito que nadie sabe sino Él mismo. Y vestido con un vestido teñidos en sangre, y se llama su Nombre “la Palabra de Dios”. Y los ejércitos, los (que están) en el cielo, le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino blanco, puro. Y de su boca sale una espada aguda, para con ella herir a las naciones. Y Él las destruirá con cetro de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso. Y tiene sobre el vestido y sobre su muslo un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de Señores. Y vi un ángel estando de pie en el sol y clamó con voz grande, diciendo a todas las aves, las que vuelan por medio del cielo: “Venid, congregaos al banquete, el grande, de Dios, a comer carnes de reyes y carnes de quiliarcas y carnes de fuertes y carnes de caballos y de los sedentes sobre ellos, y carnes de todos: tanto libres y siervos y pequeños y grandes”. Y vi a la Bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos congregados, hacer la guerra contra el sedente sobre el caballo y contra su ejército. Y fue presa la Bestia y con ella el Falso Profeta, el que había hecho los signos delante de ella, con los cuales había engañado a los que habían recibido la marca de la Bestia y a los que se postran ante su imagen. Vivos fueron arrojados los dos al lago, el del fuego, el que arde con azufre. Y los restantes fueron muertos con la espada del sedente sobre el caballo, con la que salía de su boca y todas las aves se hartaron de sus carnes”.

 

II.- Mientras que en el capítulo XVI, vemos la destrucción de Babilonia:

 

Apoc. XVI, 19: “Y se hizo la ciudad, la grande, tres partes y las ciudades de las naciones cayeron y Babilonia la grande fue recordada delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira”.

 

A todo lo dicho hasta aquí creemos que es muy importante agregar el comentario que Rouiller hace de este pasaje cuando explica:

 

Estos versículos 3b-4 evocan el misterio de iniquidad en marcha. Los comentadores no siempre son sensibles a los procedimientos estilísticos utilizados, lo que los lleva a separar términos que no deben serlo (apostasía e impío, por ejemplo). De esta manera, hay que notar cuidadosamente los paralelismos:

 

- Primero los dos verbos: “no viene” y “se revelare” puestos en paralelismo sintético[24].

 

- A continuación, la “apostasía” puesto en paralelismo con tres parejas de dos elementos cada uno:

 

* “Hombre de impiedad” e “hijo de perdición”, como primera pareja sintética.

 

* “El que se opone” y “el que se levanta”, como segunda pareja sintética.

 

* “Hasta el punto de sentarse” y de “proclamarse Dios”, como tercera pareja sintética.

 

Esta magnífica evocación en prótasis no espera conclusión alguna”. Y luego:

 

“Se revelare: El término fue muy utilizado en los medios apocalípticos, a menudo unido a un secreto sobre el fin de los tiempos, secreto ofrecido a los iniciados. Su sabor escatológico devino cada vez más evidente. Aquí (vv. 3.6.8), lo entendemos como el punto de culminación de la apostasía, su puesta a juicio a la luz del Señor. La apostasía viene, concretizada en el hombre de impiedad. El tiempo de la Iglesia es también el suyo. La ambigüedad mentirosa de esta venida será desenmascarada, revelada”.

 

Lo que acabamos de decir parece corroborarse por el contraste bien marcado entre Cristo y el Anticristo que los autores advierten a lo largo de todos estos versículos.

 

Knabenbauer:

 

“Lo otro que deberá venir antes de la venida del Señor, se declara en la aparición del anticristo (el apóstol no usa esta palabra): y se revelare, ποκαλυφθ, lo mismo en los vv. 6.8 con la misma palabra se lo opone a Cristo, que igualmente se revelará, de la misma manera se habla de su venida, παρουσία como de la de Cristo; tanto con estas palabras como con la descripción e índole misma nos lo pone ante los ojos verdaderamente como anticristo”.

 

Buzy:

 

“El adversario, ντικείμενος, participio regularmente empleado como substantivo, (Lc. XIII, 17; Fil. I, 28; I Tim. V, 14) es, con el sustantivo el anticristo, que San Juan será el primero en usar (I Jn. II, 18.22; IV, 3; II Jn. 7), el calificativo más expresivo para designar el rol de aquel que viene a oponerse a Cristo, prodigios contra prodigios, parusía contra parusía, muchedumbre de engañados contra grupo de fieles”.

 

Biblia de Jerusalén:

 

El impío se revela, 6.8, en contra de la Revelación del Señor, I, 7; I Cor. I, 7, al igual que su parusía, v. 9, se dirige en contra de la del Señor, v. 8. El Anti-Dios deviene el Anti-Cristo”.

Buzy:

 

“Otra constatación de dos en uno: lo anulará por la manifestación de su parusía, el cual se confunde con el soplo de su boca; lo anulará, καταργήσει (35 veces en San Pablo), como el sol pone en fuga las tinieblas, como dice el Crisóstomo. Parusía contra parusía, es la verdadera, la resplandeciente, τ πιφανεί, que la supera sobre la falsamente prestigiosa”.

 

Rigaux:

 

Al oponer la revelación de Cristo a la del impío, (San Pablo) opone tácitamente la fuerza, los signos y los prodigios de Cristo a los del impío; pone en antítesis la verdad de Cristo y la mentira, la seducción y el mal del impío”.

 

Rouiller:

 

“Después del origen y los actos de propaganda mentirosa he aquí los “hijos de perdición” (el v. 3 es así desarrollado). Se diría que San Pablo endurece con gusto el paralelismo de las dos “vías” y que no puede describir a los que se pierden más que en forma negativa, como siendo aquellos que no acogieron la verdad[25].

 

Rouiller:

 

Después de este sombrío tablero -Satán, sus discípulos, su triste fin- S. Pablo vuelve con júbilo a los creyentes de Tesalónica bajo forma de acción de gracias y exhortación. Todos los temas de los vv. 1-3a se reencuentran, pero enriquecidos. A la perdición se le opone la salvación; a la injusticia responde la santidad, obra del Espíritu de Dios; a la falta de amor a la verdad corresponde la fe en la verdad”.

 

Padovani:

 

El nexo de este versículo y del que sigue con los precedentes es la oposición que Pablo establece entre aquellos que han de perecer, que serán seducidos por el Anticristo (en cuanto no creyeron a la verdad, sino que consintieron en la iniquidad), y los neófitos tesalonicenses, que (si estuvieran vivos al tiempo del Anticristo) serán conservados inmunes de esa seducción (en cuanto fueron elegidos y llamados a la salvación y a la santificación y a la verdad por Dios). Esta oposición se hace en forma de acción de gracias, al tratarse de los más grandes beneficios de Dios”.

 

Rigaux:

El μες δ (v. 13, más nosotros) al comienzo de la perícopa, es enfática. Introduce un contraste entre la suerte de los incrédulos, de los impíos de los que había hablado en los vv. 8-12[26], y la elección de los Tesalonicenses. Pablo ha descrito la suerte desdichada de los unos. Ahora, bajo forma de una conclusión, va a agradecer a Dios por la suerte de los creyentes, los hermanos amados del Señor. Los bienes que tienen de Dios son importantes y numerosos: han sido llamados, objeto de un decreto divino y eterno, están destinados a la salvación, a la santificación y a la fe, a la acción del Espíritu y a la recepción de la verdad; en fin, este primer decreto divino ha tenido su eficacia en su llamado al evangelio que es el camino de la gloria”.

 

Staab:

 

Al describir la obra del adversario de Dios, el Apóstol lo presenta como el extremo absolutamente opuesto a Cristo, o, según la expresión que Juan usará más tarde, como el “Anticristo”.

 

1)      A semejanza de Cristo glorioso, también el Anticristo tiene su “parusía”. No es, pues, el caso de imaginarlo como el principio abstracto del mal, ya en actividad desde aquella época (v. 7); se trata de un ser personal que entra en acción en un momento determinado. Y como Cristo aparece rodeado de poder y gloria divinos, también el Anticristo se presenta armado de fuerza satánica. No es Satán en persona, sino su instrumento, el ejecutador de su voluntad, y como tal dispone de poderes sobrehumanos, recibidos de Satán (cf. Apoc. XIII, 2). En este sentido, su obra es al fin y al cabo la obra de Satán.

 

2) Como Cristo se presentó al mundo dotado de poder divino y obró señales y milagros, también el anticristo “hará su aparición con todo género de prodigios”. No es que sea omnipotente, pues nadie lo es fuera de Dios, pero cuenta con poderes que en muchos aspectos superan la capacidad humana, con poderes que Satán posee y le ha comunicado. Con ellos puede obrar señales y prodigios, que el Apóstol se apresura a calificar de “engañosos”. No son efecto de un poder divino, sino pura ficción; no son propios para llevar al hombre a descubrir la verdad, sino para descarriarlo, una vez que tratan de presentar su audacia impía como amparada por la dignidad misma de Dios. Las obras del Anticristo, como las de su Señor (Jn. VIII, 44), nacen de la mentira y están al servicio de la misma. Pablo supone como cosa evidente que los fieles están ya en capacidad de reconocer la falacia de tales prodigios.

 

3) Cristo vino para salvar a los hombres por la verdad; el Anticristo vendrá con “toda especie de seducciones de injusticia”, para perder a los hombres por el engaño. Mas sólo tendrá éxito en aquellos que ya se encuentran en vía de perdición; ellos recibirán el merecido castigo por haber despreciado la verdad que se les ofrecía en el Evangelio y que hubiera podido salvarlos. Para los que, por el contrario, la aceptan de corazón, el Evangelio será fuerza divina que los llevará a la salvación (Rom 1, 16)”.

 

En otras palabras, entre las numerosas antítesis de San Pablo podemos descubrir también la venida de Jesucristo (II Tes. I, 10) y la venida del Anticristo (II Tes. II, 3)[27].

 

***

 

IV.- Objeciones:

 

Llegamos finalmente a las objeciones a esta nueva teoría que podemos encontrar en algunos autores. Nos detendremos solamente en las que trae Knabenbauer por ser el que le dedica más espacio a analizar esta exégesis.

 

Comienza el autor describiendo esta nueva hipótesis:

 

Hay que conmemorar otra sentencia, que también interpreta τ κατέχον de lo que antecede y según la cual en el v. 6 se habla de lo que retarda la venida del Señor; esto es el mismo anticristo, es decir, todavía no sucedió la aparición del Anticristo; pues, como se dijo en el v. 3, el Señor no vendrá antes que venga el Anticristo (cf. Grimm (Der κατέχον des 2 Thessalonischerbriefes, 1861, Danko, Hist. Rev. N.T., pag. 374, Simar, Theologie des hl. Paulus). Según esta sentencia así se procede: v. 6 y ahora, puesto que os había dicho que el día del Señor no vendría antes que venga el Anticristo, ya sabéis, lo que retarda la venida del Señor, para que ésta aparezca finalmente a su tiempo; sabéis, pues, que no es otro sino que el Anticristo que todavía no apareció; v. 7 pues en efecto, la iniquidad ya ejerce su fuerza, pero solamente en forma oculta, hasta que el que retarda la venida del Señor, κατέχων, es decir, el anticristo, surja o nazca del medio de esta iniquidad, v. 8 y entonces se manifestará aquel inicuo, el anticristo, etc. Esta sentencia Padovani la juzga la más probable y Cornely (Analyses libr. S.N.T. ad h. l.) dice que no es improbable”.

 

Y luego acepta lo que tiene de positiva cuando dice:

 

“Esta sentencia tiene una ventaja y es que el y ahora del v. 6 fluye fácilmente, incluso en sentido lógico: por aquello que os acabo de decir ahora sabéis lo que detiene”.

 

Sin embargo, a renglón seguido comienza con las objeciones que dividiremos una a una a fin de analizarlas mejor.

 

Pero antes tengamos presente el texto completo del capítulo II sobre el cual versan las dificultades:

 

1. Os rogamos, hermanos, con respecto a la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con Él 

2. que no os mováis pronto del entendimiento, ni os turbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por epístola, como si fuera nuestra: como que presente (esté) el día del Señor. 

3. Nadie os engañe en ninguna manera: si no viniere la apostasía primero y se revelare el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición (no vendrá el día del Señor).

4. el que se opone y levanta sobre todo el que se dice Dios o numen; hasta que él se siente en el Santuario de Dios, haciéndose pasar por Dios. 

5. ¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto os decía? 

6. Y ahora sabéis lo que lo detiene (a Cristo) para que él (Cristo) se revele a su debido tiempo. 

7. En efecto, el misterio de iniquidad ya está obrando; sólo (hay que esperar) hasta que del medio surja el que ahora detiene.

8. Y entonces se revelará el inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento (lit. espíritu) de su boca y anulará con la manifestación de su parusía; 

9. (aquel inicuo) cuya parusía es, según operación de Satanás, con toda virtud y señales y prodigios de mentira; 

10. y con todo engaño de injusticia para los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para salvarse. 

11. Y por esto envíales Dios operación de error para que crean a la mentira; 

12. para que sean juzgados todos los que no creyeron a la verdad, sino que complacieron a la injusticia. 

13. Mas nosotros debemos agradecer a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, porque os eligió Dios desde el principio para salvación en santificación de espíritu y fe de verdad; 

14. para lo cual también os llamó por nuestro Evangelio, para (la) obtención de (la) gloria de nuestro Señor Jesucristo. 

 

Comienza el autor objetando:

 

Pero impedir o detener la venida del Señor, para que él, el Señor, se revele finalmente a su tiempo, eso no puede admitirse. Pues, per se, parecería que no se podría ni tolerar el sorprendente pensamiento que el Señor quiera como aparecer, pero es impedido por el Anticristo, para que finalmente a su tiempo determinado, no antes, aparezca. Pues en el mundo las cosas se impiden a veces entre sí, pero de ningún modo se puede decir que se impida a Dios, el decreto de Dios, etc.”.

 

Esta razón nos parece de muy poco peso y caben aquí, a primera vista, un par de respuestas:

 

a) En primer lugar una traducción posible del katejon, dada incluso por autores que no defienden esta teoría, es demorar, lo cual corta de raíz cualquier tipo de problemas.

 

b) ¿De dónde saca el autor esa voluntad de Cristo de aparecer y que es impedido?

 

c) Por último, supuesta la voluntad de Dios y su consiguiente revelación de no aparecer antes de la venida del Anticristo, ¿por qué no se podría decir que la venida del Anticristo impide la de Cristo?

 

A continuación, el mismo Knabenbauer, consiente tal vez de la debilidad de su argumento, afirma:

 

“Aunque este o aquel lector pueda tal vez considerar que esta interpretación no necesita ser desechada a primera vista, un gran obstáculo (para su aceptación) radica en la manera misma de hablar que debe esperarse en este pasaje II, 1-10”.

 

Y luego desarrolla su pensamiento:

 

Cuando se habla del Señor se dice adviento, presente está el día del Señor, manifestación de su Parusía (vv. 1-2.8); en cambio del Anticristo se dice: revelare el hombre de iniquidad v. 3, y entonces se revelará el inicuo, v. 8. Si ahora leemos en el v. 6 para que él se revele, según el modo de hablar, el que se revele en el v. 6 no puede referirse más que a aquel de quien se afirma en el v. 3 y 8 que se revelará. En esta parte, del Señor se dice parusía, el día está presente, etc., y no que se revelará; y no sirve recurrir a I, 7, donde se habla de la revelación del Señor, pues II, 6 debe explicarse por su contexto y esto nuevo de que se trata en el capítulo II se debe explicar por el modo de hablar que trae este lugar, que claramente uno es de Nuestro Señor y otro del Anticristo”.

 

Es muy difícil entender esta objeción cuando en realidad no sólo no pone dificultad alguna seria, sino que, muy por el contrario, mirada de cerca, no hace más que confirmarla. Tenemos aquí la dificultad y la respuesta a una posible objeción.

 

Es curioso que la objeción del autor ignore por completo toda la estructura de este capítulo donde San Pablo no hace más que poner en antagonismo a Cristo con el Anticristo, como hemos visto más arriba.

 

Citemos de nuevo la mayoría de los textos:

 

Buzy:

 

“El adversario, ντικείμενος, participio regularmente empleado como substantivo, (Lc. XIII, 17; Fil. I, 28; I Tim. V, 14) es, con el sustantivo el anticristo, que San Juan será el primero en usar (I Jn. II, 18.22; IV, 3; II Jn. 7), el calificativo más expresivo para designar el rol de aquel que viene a oponerse a Cristo, prodigios contra prodigios, parusía contra parusía, muchedumbre de engañados contra grupo de fieles”.

 

Buzy:

 

“Otra constatación de dos en uno: lo anulará por la manifestación de su parusía, el cual se confunde con el soplo de su boca; lo anulará, καταργήσει (35 veces en San Pablo), como el sol pone en fuga las tinieblas, como dice el Crisóstomo. Parusía contra parusía, es la verdadera, la resplandeciente, τ πιφανεί, que la supera sobre la falsamente prestigiosa”.

 

Rigaux:

 

Al oponer la revelación de Cristo a la del impío, (San Pablo) opone tácitamente la fuerza, los signos y los prodigios de Cristo a los del impío; pone en antítesis la verdad de Cristo y la mentira, la seducción y el mal del impío”.

 

Rouiller:

 

“Después del origen y los actos de propaganda mentirosa he aquí los “hijos de perdición” (el v. 3 es así desarrollado). Se diría que San Pablo endurece con gusto el paralelismo de las dos “vías” y que no puede describir a los que se pierden más que en forma negativa, como siendo aquellos que no acogieron la verdad.

 

Rouiller:

 

Después de este sombrío tablero -Satán, sus discípulos, su triste fin- S. Pablo vuelve con júbilo a los creyentes de Tesalónica bajo forma de acción de gracias y exhortación. Todos los temas de los vv. 1-3a se reencuentran pero enriquecidos. A la perdición se le opone la salvación; a la injusticia responde la santidad, obra del Espíritu de Dios; a la falta de amor a la verdad corresponde la fe en la verdad”.

 

Padovani:

 

El nexo de este versículo y del que sigue con los precedentes es la oposición que Pablo establece entre aquellos que han de perecer, que serán seducidos por el Anticristo (en cuanto no creyeron a la verdad, sino que consintieron en la iniquidad), y los neófitos tesalonicenses, que (si estuvieran vivos al tiempo del Anticristo) serán conservados inmunes de esa seducción (en cuanto fueron elegidos y llamados a la salvación y a la santificación y a la verdad por Dios). Esta oposición se hace en forma de acción de gracias, al tratarse de los más grandes beneficios de Dios”.

 

Rigaux:

 

El μες δ (v. 13, más nosotros) al comienzo de la perícopa, es enfática. Introduce un contraste entre la suerte de los incrédulos, de los impíos de los que había hablado en los vv. 8-12, y la elección de los Tesalonicenses. Pablo ha descrito la suerte desdichada de los unos. Ahora, bajo forma de una conclusión, va a agradecer a Dios por la suerte de los creyentes, los hermanos amados del Señor. Los bienes que tienen de Dios son importantes y numerosos: han sido llamados, objeto de un decreto divino y eterno, están destinados a la salvación, a la santificación y a la fe, a la acción del Espíritu y a la recepción de la verdad; en fin, este primer decreto divino ha tenido su eficacia en su llamado al evangelio que es el camino de la gloria”.

 

Si hay un contraste constante entre Cristo y los suyos por un lado y el Anticristo y los suyos por el otro, entonces la objeción se vuelve completamente ineficaz. Un solo ejemplo nos parece en este sentido paradigmático.

 

Cuando en el v. 9 se dice:

 

“cuya parusía es (…) con toda virtud y señales y prodigios…”.

 

Uno podría concluir que se habla de Nuestro Señor basado en dos fuertes razones:

 

a) Jamás el término Parusía es aplicado en sentido peyorativo en todo el N.T., e incluso en las cartas a los Tesalonicenses se dice siempre de Nuestro Señor: I Tes. II, 19; III, 13; IV, 15; V, 23; II Tes. II, 1.

 

b) En el v. 8 viene hablando justamente de la Parusía de Cristo y lo más lógico sería esperar que no haya cambio de sujeto sin avisar.

 

Pero es más que obvio con sólo leer el versículo completo que no se habla de Nuestro Señor sino del Anticristo:

 

9. cuya parusía es, según operación de Satanás, con toda virtud y señales y prodigios de mentira;

 

Con lo dicho hasta aquí queda respondida la respuesta a la posible objeción que da al     final del texto, pero sin embargo no hay que dejar de observar que el corte que el autor pretende ver entre los capítulos I y II es muy relativo, y no sólo porque la división en capítulos y versículos es algo ajeno al Texto sacro, sino además porque no hay cambio de materia como insinúa el autor, pues en toda la parte final del primer capítulo no hace más que hablar de la Parusía de Nuestro Señor.

 

Knabenbauer continúa:

 

“Otra cosa que se critica con razón en esa sentencia se percibe en la nueva explicación del v. 7: hasta que sea quitado del medio ως κ μέσου γένηται, hasta que surja del medio (de la iniquidad). Pero κ μέσου γένηται tanto en los intérpretes griegos, como en los escritores profanos se toma en un sentido totalmente distinto, a saber: sacar, quitar del medio, y tampoco es otra la interpretación dada por los intérpretes tanto antiguos como modernos; cfr. αρειν κ το μέσου, I Cor. V, 2; Col. II, 14; LXX, Is. LVII, 2; Ez. XIV, 8-9”.

 

Uno no puede menos que maravillarse sobremanera por esta tan endeble objeción ya que los textos alegados para probar la traducción que da el autor (del medio sea quitado) no prueban ni pueden probar lo que Knabenbauer quiere, por la sencilla razón que se trata de dos verbos diferentes.

 

La palabra usada en las citas al final está tomada del verbo αρω, que significa quito, mientras que en el texto que estamos analizando el verbo usado es γίνομαι, que significa me vuelvo o devengo e indica un cambio de estado.

 

Además, repárese que si San Pablo hubiera querido decir “sea quitado” lo más lógico hubiera sido que hubiera escrito el mismo verbo que luego habría de usar en sus epístolas a los Corintios y a los Colosenses, y si usó otro, entonces lo más lógico es pensar que se debió a que era otra la situación que tenía en mente.

 

Con respecto a la interpretación de los antiguos y modernos no hay que dejar de reconocer, en primer lugar, que no pasa de ser una opinión y nada más que eso, pero por si fuera poco ya el mismo San Agustín en su época decía que la traducción “del medio surja” era una opinión valedera.

 

Estas son sus palabras, junto con un argumento escriturístico más que interesante:

 

“Otros opinan que las palabras: Sabéis lo que ahora lo frena, y las otras: Esta impiedad escondida está ya en acción, no se refieren más que a los malvados e hipócritas que hay en la Iglesia, hasta llegar a un número tal que formen el gran pueblo del Anticristo. Sería la “impiedad escondida”, porque da la impresión de estar oculta. El Apóstol, por su parte, exhortaría a los creyentes a mantenerse fieles con tenacidad en la fe que profesan con estas palabras: Apenas se quite de en medio el que por el momento lo frena, es decir, hasta que salga de en medio de la Iglesia ese misterio de maldad que ahora está escondido. Les parece que forma parte de esa impiedad oculta lo que dice Juan el evangelista en su carta (I Jn., II, 18-19): Hijos, ha llegado el momento final. ¿No oísteis que iba a venir el Anticristo? Pues mirad cuántos anticristos se han presentado: de ahí deducimos que es el momento final. Aunque han salido de nuestro grupo, no eran de los nuestros; si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros. Del mismo modo dicen éstos que antes del final, de esa hora que llama Juan la última hora, han salido multitud de herejes del seno de la Iglesia, y que él los llama anticristos, así también surgirán de ella entonces todos los partidarios, no de Cristo, sino del último Anticristo: ése será el momento de su aparición”.

Nadie podrá negar que esta opinión es tan válida en nuestros días como lo fue en tiempos de San Agustín.

 

Sigue objetando el eminente escriturista:

 

“Luego se dice κατέχων ρτι (el que detiene ahora), por lo tanto, ya en tiempo del apóstol se muestra como existente y reteniendo o cohibiendo; por lo tanto, κατέχων no puede ser el mismo anticristo”.

 

Esto ya quedó respondido más arriba cuando se dijo que bien puede entenderse ese detener de una simple demora, eliminando así toda necesidad de una existencia ya en tiempos del Apóstol.

 

Y luego agrega:

 

“Además, es extraño que si el apóstol, después de llamar al anticristo hombre de pecado, hijo de perdición en el v. 3 y en el v. 4 ντικείμενος (el que se opone), etc. ahora designe al mismo con un nombre bastante oscuro”.

 

Lamentablemente, parte el autor de un falso supuesto, a saber, que o katejon sea un nombre del Anticristo cuando nada en el texto lo insinúa, e incluso parece contradecirlo enfáticamente, pues es sabido que todo el problema de los Tesalonicenses era una cuestión cronológica, temporal: creían que la Parusía ya había tenido lugar, y San Pablo, por toda respuesta, les dice simplemente que hay algo anterior a la Venida de Cristo, algo que todavía no ha sucedido y que es la venida del Anticristo. O katejon es, pues, lo que demora la venida de Cristo, es decir, aquello que debe suceder antes de la Parusía, a saber, la venida del Anticristo.

 

Y ya casi terminando las objeciones:

 

“Además el v. 8 se une mal con esta nueva interpretación del v. 7; tienes pues: porque el misterio de iniquidad ya está obrando, sólo hasta que κατέχων ρτι (el que detiene ahora), esto es, el anticristo, del medio surja, v. 8 y entonces se revelará el inicuo, es decir, el anticristo ¡Cuántos nombres para designar a uno y al mismo hombre!”.

 

Si bien creemos que ya quedó contestada esta objeción en la respuesta anterior, sin embargo, será bueno responder, aunque más no sea al pasar, la exclamación final. Knabenbauer parece preocupado por la cantidad de nombres con que se designa a un mismo individuo en tan pocos versículos, pero la verdad que esto no debería sorprenderle pues además del hecho que el Anticristo presenta en las Escrituras unos cuarenta (!) nombres diferentes y dejando de lado el hecho que en los vv. 3-4 es llamado de cuatro maneras diversas, vayamos a un ejemplo concreto del Antiguo Testamento:

 

El cap. XIV de Isaías llama al Anticristo: Rey de Babilonia (v. 4), Opresor (v. 4), Dominador (v. 5), Destructor (v. 12) y el Asirio (v. 25).

 

Sin dudas otros ejemplos más podrán encontrarse sin mayores dificultades, pero lo cierto es que San Pablo no ha hecho nada nuevo aquí.

 

Y ya para terminar, Knabenbauer cierra diciendo:

 

“¿Y para qué el énfasis superfluo: hasta que del medio surja y entonces se revelará? ¡Si surge, ciertamente no es para ocultarse! ¡La cosa es bastante clara!”.

 

Si el único problema de la exégesis de Padovani es nada más que un énfasis, y sobre todo tratándose de una carta donde San Pablo se muestra algo impaciente por tener que repetir, una vez más, lo mismo que les había dicho una y otra vez a los Tesalonicenses, entonces no cabe duda que es mucho más preferible a cualesquiera de las tantas opiniones que se leen comúnmente entre los exégetas.

 

¡Pero no! Ni siquiera podemos concederle al gran escriturista alemán este último consuelo.

 

En primer lugar, porque la revelación del Anticristo es un hecho central, capital; corresponde a la toma de posesión del Santuario de Jerusalén (Dan. IX, 27 y Mt. XXIV, 15) y a la consiguiente muerte de los dos Testigos. Este gran acontecimiento mundial estará revestido con toda virtud y señales y prodigios de mentira y en todo engaño de injusticia. El Anticristo va a salir del medio de la iniquidad a fin de revelarse al mundo y sentarse en el Santuario de Dios, probándose a sí mismo que es Dios.

 

Y en segundo lugar, y esto nos parece definitivo, se puede responder argumentando que no se trata más que de la misma figura del discurso que vimos más arriba: el paralelismo sintético, es decir cuando el segundo miembro retoma la afirmación contenida en el primero pero pasándolo para mostrar su fruto o cumplimiento.

  

***

 

Además de lo dicho hasta aquí, no estará de más señalar que esta teoría tiene una ventaja no despreciable.

 

Esta nueva exégesis nos permite observar la maravillosa unidad y perfecta identidad de la predicación de San Pablo y la de Nuestro Señor en el Discurso Parusíaco[28] cuando, al ser interrogado sobre los signos de la Parusía, se contentó con dar dos[29], uno remoto: la Abominación de la Desolación en el Lugar Santo; y otro próximo: la conversión total de Israel. Es decir, Nuestro Señor habló de dos sucesos que habían de tener lugar antes de su segunda y gloriosa Venida, uno de los cuales es el que aquí repite el Apóstol: la aparición del Anticristo; con lo cual ambos están enseñando lo mismo, a saber, que la Parusía no tendrá lugar antes que se manifieste el principal enemigo de Cristo.

Ahora bien, teniendo en cuenta que la Abominación de la Desolación en el Lugar Santo es el Anticristo profanando el Santuario de Jerusalén reconstruido[30], entonces lo que vemos claramente en esta nueva interpretación es la identidad de prédicas. En otras palabras, San Pablo, al fundar las iglesias y predicarles a sus neófitos, no hacía más que repetir la enseñanza del Divino Maestro sobre los signos de su segunda Venida, enseñando que uno de ellos había de ser la aparición del Anticristo profanando el Santuario, hecho que habrá de incluir también la supresión del Sacrificio, como sabemos por Dan. IX, 27, y la muerte de los dos Testigos, tal como lo enseña Apoc. XI, 7[31].

 

Y todo esto puede probarse además por la identidad de lenguaje usado por San Pablo, Nuestro Señor y el Apocalipsis[32], como veremos en una pequeña paráfrasis a continuación.

 

1. Os rogamos, hermanos, con respecto a la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo (Mt. XXIV, 3.27.37.39) y nuestra reunión (Mt. XXIV, 31 y Mc. XIII, 27) a Él

2. que no pronto os mováis del entendimiento, ni os turbéis (Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7) ni por espíritu o revelación profética, ni por palabra, ni por epístola, como nuestra: como que presente (esté) el día del Señor.

3. Nadie os engañe en alguna manera: si no viniere la apostasía primero, esto es, se  revelare el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición;

4. el que se opone y levanta sobre todo el que se dice Dios o numen; hasta él en el    Santuario de Dios, es decir, el Santuario de Jerusalén reconstruido bajo Elías (Apoc. XI, 1-2), sentarse, probándose a sí mismo que es Dios— no vendrá el día del Señor.

5. ¿No recordáis que, todavía estando con vosotros, esto os decía una y otra vez?

6. Y ahora (después de aquellas cosas que acabo de decir, que son conformes a las que os enseñé estando presente) lo que demora, sabéis bien, para que Cristo se revele en su tiempo oportuno, es decir, sabéis que es el Anticristo, el hombre de iniquidad, el cual y en cuanto todavía no apareció.

7. En efecto, el misterio (Mt. XIII, 11; Mc. IV, 11; Lc. VIII, 10) de iniquidad (Mt. VII, 23; XIII, 41; XXIII, 28; XXIV, 12) ya está obrando, pero ocultamente; sólo hasta que el que demora ahora la venida del Señor, el Anticristo, del medio de esta iniquidad surja.

8. Y entonces se revelará el inicuo, el único que demora ahora la Parusía, con y por el cual ejercerá abiertamente la iniquidad su poder, a quien el Señor Jesús matará por el aliento de su boca y anulará por la manifestación de su parusía (Apoc. XIX, 20. Ver Dan. VII; 11.26);

9. (aquel inicuo) cuya parusía es, según operación de Satanás, con toda virtud (Apoc. XIII, 2; XVII, 13; XVIII, 3) y señales y prodigios (Mt. XXIV, 24; Mc. XIII, 22; Jn. IV, 48) de mentira (Apoc. XIV, 5; XXI, 27; XXII, 15);

10. y en todo engaño (Mt. XIII, 22; Mc. IV, 19) de injusticia para los que perecen; por cuanto el amor (Mt. XXIV, 12) de la verdad no recibieron (Lc. VIII, 13) para salvarse.

11. Y por esto envíales Dios operación de error para que crean (Mt. XXIV, 23.26; Mc. XIII, 21; Lc. VIII, 12-13; Jn. IV, 48) a la mentira (Apoc. XIV, 5; XXI, 27; XXII, 15);

12. para que sean juzgados (Apoc. VI, 10; XVI, 5; XVIII, 8.20; XIX, 2.11) todos los que no creyeron (Mt. XXIV, 23.26; Mc. XIII, 21; Lc. VIII, 12-13; Jn. IV, 48) a la verdad, sino que complacieron a la injusticia.

13. Mas nosotros debemos agradecer a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, porque os eligió Dios desde el principio para salvación en santificación de espíritu y fe de verdad;

14. para lo cual también os llamó (Apoc. XIX, 9) por nuestro Evangelio (Mt. XXIV, 14; Mc. XIII, 10[33]; Apoc. XIV, 6), para (la) obtención de (la) gloria (Mt. XXIV, 30; XXV, 31; Mc. XIII, 26; Lc. XXI, 27) de nuestro Señor Jesucristo.

15. Así, pues, hermanos, estad firmes y retened las tradiciones que se os han enseñado; sea de palabra sea por epístola nuestra.

16. Y el mismo Señor nuestro Jesucristo y el Dios y Padre nuestro; el que nos amó y dio consolación eterna y esperanza buena en gracia;

17. consuele vuestros corazones y confirme en toda obra y palabra buena.

 

Veni Domine Iesu!

 

Bibliografía:

 

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[1] Estudio realizado por el blog En Gloria y Majestad. Texto revisado, corregido, editado y                    publicado por Miles Christi el 10/11/2020: https://gloria.tv/post/dH88iKLqUBhA2HgpsM1XTVBhM   

[2] Este trabajo no podría haber sido escrito sin la ayuda de algunas personas a las que va desde luego nuestro agradecimiento.

[3] La Théologie de Saint Paul, vol. I, pag. 96 y 98, 27 ed., 1938.

[4] L'Antéchrist et l'opposition au Royaume Messianique dans l'Ancien et le Nouveau Testament.    Paris, J. Gabalda, 1932, pag. 302.

[5] Katejon, El Obstaculizante, Rubén A. Peretó Rivas, Uncuyo-Conicet (sin fecha), pag. 3-4.

[6] II Cor. 6, 2. La cita es de Isaías XLIX, 8.

[7] Tan desapercibida pasó que el macizo comentario del P. Beda Rigaux O.F.M, casi un clásico en la materia, ignora por completo la exégesis de Padovani a las cartas de San Pablo. Sin dudas es esta una de las mayores lagunas de esa obra monumental.

[8] Grimm (Der κατέχον des 2 Thessalonischerbriefes), Danko (Hist. Rev. N.T.), Simar (Theologie des hl. Paulus)”.

[9] Se ve fácilmente que esta interpretación responde sin problemas las dudas de Peretó Rivas que a continuación de las palabras supra citadas se pregunta:

“¿Podría entenderse, entonces, que el Obstáculo será quitado en el “momento oportuno”? ¿Cuándo será ese tiempo oportuno? Y, aún más, ¿por qué será oportuno? Estas preguntas son de difícil o imposible respuesta…”.

 [10] No podemos dejar de señalar otra interesante traducción que nos enviaron tras una consulta, seguida de una atinadísima observación:

“Y ahora conocéis bien el obstáculo para que Él sea develado en su oportuno tiempo: en efecto (γὰρ), el misterio de inequidad ya está operando, solamente el que obstaculiza ahora, hasta que surja de este medio”.

Esto por lo que hace a la traducción, y luego nos ilustraba:

Es muy importante darle su verdadero sentido de enlace lógico a la partícula γὰρ del versículo 7: ella expresa ya desde Homero (y más aún en Platón, Aristóteles y la koiné) la adecuación de su oración o proposición (en la que está incluida) con la oración o proposición anterior. Se refiere con precisión al verbo en aspecto perfecto - οἴδατε - (tenéis bien conocido), el cual, a su vez, resume todo lo explicado por San Pablo en los vv. 1 a 5 en cuanto a no engañarse sobre la inmediatez de la Parusía del Señor. Por todo esto, no es correcto traducir γὰρ con el sentido causal débil con que es costumbre hacerlo (pues o entonces).

[11] Con respecto al misterio hay que notar que el único lugar que este término aparece en los Evangelios se encuentra en las parábolas del reino, con lo cual parecería que hablar de “los misterios del reino de los cielos” (Mt. XIII, 11; Mc. IV, 11; Lc. VIII, 10), no es necesariamente lo mismo que hablar sobre “el reino de los cielos” sino solamente sobre una parte, y relacionada más en concreto con los últimos tiempos. Esto explicaría, tal vez, la famosa cuestión de por qué Jesús les habló a las turbas en parábolas sin explicarles el contenido, y más importante aún, por dónde hay que buscar la exégesis de todas esas parábolas.

[12] Lo mismo, con unas insignificantes diferencias, se lee en su comentario a la II Tes.

[13] Notemos simplemente al pasar que los Tesalonicenses creían que habría vida sobre la tierra después de la Parusía y que San Pablo en ningún momento los corrigió sobre este punto.

[14] Sin embargo, no hay que dejar pasar estas palabras de Rouiller:

“La elipsis es evidente en los versículos 3b-4 (no el anacoluto como se dice a veces). La ausencia de apódosis (“el día del Señor no vendrá”) no es una incorrección de estilo, tan luminoso es el texto. Creemos incluso que este “blanco” de la escritura es muy sugestivo. Llama la atención sobre la enseñanza anterior de Pablo que será evocada en el v. 5. La frase (gramaticalmente) inacabada tiene el aire de decir: “no repito de mi catequesis más que lo estrictamente necesario”.

[15] Op. cit. pag. 86.

[16] Tal vez la pregunta tenía que ver con el amor fraterno (IV, 9) pues el giro usado es Περὶ δὲ (pero acerca de), lo mismo que en Mt. XXII, 31; XXIV, 36; Mc. XII, 26; XIII, 31; Lc. XXI, 25; I Cor. VII, 1.25; VIII, 1; XII, 1; XVI, 1.12 y siempre parece ir ligado a una pregunta previa. Obviamente se trata de una observación menor.

[17] Op. cit. pag. 297-8. El autor mantuvo esta opinión 25 años después en su comentario a las Epístolas. Ver la Introducción, pag. 275.

[18] Está claro por lo que hemos dicho hasta aquí que no creemos que la identidad esté en lo que dice el autor sino en que ambos demoran, retardan, la venida de Nuestro Señor.

[19] Sin dudas que aquí viene a la memoria el texto de Mc. XII, 14 y lo que los autores dicen al hablar de “la abominación de la desolación” (género neutro en griego) aplicado a una persona (masculino) que no es sino el Anticristo. Ver lo que ya dijimos AQUI al respecto.

[20] Estrictamente hablando cabe otra posibilidad y es que el neutro indique dos cosas: apostasía y hombre de iniquidad, y el masculino solamente hombre de iniquidad.

[21] La gran pregunta es ¿existe algún pasaje inequívoco que hable de una apostasía general de los individuos? Tal vez la exégesis de todos estos pasajes está todavía por hacerse; nos referimos a los que por lo general citan los comentadores: Mt. XXIV, 12; Lc. VIII, 13; XII, 32; XVIII, 8; I Tim. IV, 1-3; II Tim. III, 1-5; IV, 3-4.

Dos cuestiones, completamente diversas, habría que analizar:

1) ¿Profetizan estos pasajes, o al menos alguno(s) de ellos, una renuncia masiva a la fe antes, o al menos durante y/o después, del reinado del Anticristo?

2) ¿Estamos en la actualidad en un período de apostasía de las masas? Y si es así, ¿está predicho en las Escrituras?

Para nuestro estudio, la más importante de las preguntas es la primera, de la cual depende, al menos en cierta medida, la segunda.

Por lo que decimos de la apostasía en el cuerpo del artículo se ve al menos a grandes rasgos por dónde va nuestra posición al respecto.

[22] Comentando el v. 4 agrega: “… el Anticristo, después de seducir a la mayor parte de los cristianos (de forma que pueda decirse que se sentó en la Iglesia de Dios), ocupará los templos dedicados a Dios, y en ellos será adorado por los cristianos apóstatas (cfr.              Estio)”.

[23] La Ciudad de Dios, Libro XX, cap. XIX.

[24] En el v. 1 explica el significado de este término, diciendo: “Hay paralelismo sintético      cuando el segundo miembro retoma la afirmación contenida en el primero, pero pasándolo para mostrar su fruto o cumplimiento”.

[25] “El P. de la Potterie (Le péché, c´est la iniquité, Paris 1965, pag. 92) muestra que la impiedad se opone muy precisamente a la verdad. “La verdad y la iniquidad son las características fundamentales de los clanes hostiles. Indican dos maneras de ser, la pertenencia a dos mundos”.

[26] Rouiller:

“Los vv. 8-12, globalmente considerados, marcan un neto progreso sobre los vv. 3-4b con los cuales están en paralelo”.

[27] Profundizar esto nos llevaría muy lejos, pero no podemos dejar de observar la similitud que     todo este pasaje tiene con la Parábola del Buen Pastor, de donde entresacamos solamente un par de versículos (Jn. X, 10-12):

El ladrón no viene sino para robar, para degollar, para destruir. Yo he venido para que tengan vida y vida sobreabundante. Yo soy el pastor, el Bueno. El buen pastor pone su vida por las ovejas. Mas el mercenario, el que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, viendo venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa”.

 

 

[28] Sobre la relación (e incluso posible dependencia) de San Pablo para con Mt. XXIV ver el interesante artículo de Orchard dado en la bibliografía. Ver también Prat, op. cit. pag. 94.

[29] Ver AQUI y AQUI lo que ya dijimos sobre este tema.

[30] Ver AQUI.

[31] Staab, por ejemplo, comenta:

La exposición de II Tes. II, 3-12 recuerda también de cerca lo que se ha llamado “el apocalipsis sinóptico” (Mc. XIII; Mt. XXIV; Lc. XXI). En aquel discurso Jesús predice para los últimos tiempos “una angustia tal, como no la hubo desde el principio del mundo” (Mc. XIII, 19), persecuciones (Mc. XIII, 11), la aparición de “falsos Mesías y falsos profetas, que obrarán señales y prodigios para seducir, si fuera posible, aun a los mismos elegidos” (Mc. XIII, 22; Mt. XXIV, 23 s.), el enfriamiento de la caridad, “con el crecer de la maldad” (Mt. XXIV, 12). Cuando Mc. XIII, 14 y Mt. XXIV, 15 -este último con alusión expresa al profeta Daniel- hablan de una “abominación de la desolación”, “instalada donde no debe”, o sea, “en el lugar santo”, su lenguaje recuerda claramente al “hombre de la impiedad”, que “se alza contra todo lo que lleva nombre de Dios o es objeto de culto, llegando hasta a sentarse en el templo de Dios y mostrándose él mismo como si fuera Dios”. Como se ve, hay numerosos puntos de contacto entre las dos descripciones, pero la figura paulina del adversario tiene sus rasgos propios”.

[32] Sobre la relación entre San Pablo y Daniel ver Orchard, St. Paul and the Book of Daniel,                  (Biblica, 20, pag. 172-179), 1939.

[33] “Y es necesario que el Evangelio sea predicado antes a todas las naciones” (Mc. 13, 10). ¿Cabe suponer que, en los últimos tiempos, estos dos grupos de personas mencionados por San Pablo en II Tes. II 10-12 -los que reciben el Evangelio y los que no aman la verdad- aparecerán cuando el Profeta Elías predique el Evangelio del Reino a todas las naciones, es decir, cuando anuncie la próxima Venida de Nuestro Señor Jesucristo?


Nacionalismo Católico San Juan Bautista


6 comentarios:

  1. Muchas gracias por la publicación. Un cordial saludo en Cristo y María.

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  2. Esto mas que facilitar la comprension la dificulta, pues solo unos pocos pueden quizas llegar a entenderla, entre los cuales no me encuentro.

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  3. No hace falta leer todo eso ya lo avisó la del fmi se viene un nuevo breton wood es decir reseteo y globalismo en enero se reúne el foro económico mundial y ahí todo va a crujir!! prepárense....!!

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  4. No entiendo ni el griego ni el latin, pero el sentido común que por cierto es el menos comun entre los mortales me dice, que si son dos bestias en Apocalipsis 13, tiene que haber dos Katejon.
    El primer Katejon es el Papa legítimo B-XVI. Bergoglio usurpó el trono con la ayuda de la mafia de S. Galo, asi lo refiere el escritor Antonio Socci en su libro "el secreto de B-XVI".
    El segundo Katejon es la Eucaristía. Y mientras esté vigente, el anticristo no podrá manifestarse. Cuando Bergoglio elimine las palabras de la Consagración, el Papa legítimo B-XVI se enfrentará al usurpador Bergoglio y será provocado el Cisma. Entonces surgirá la falsa iglesia del anticristo, (Arzobispo Fulton Scheen), la gran ramera de Apocalipsis 17, y se manifestará el anticristo, para colocar su sello o chip-666 a todos los que se han de condenar por haber rechazado a Jesucristo que los habría salvado. 2ª Tes 2. Apocalipsis 14. Catecismo 675. Beata, Ana Catalina Enmerich.
    Non Nobis.

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    1. Lástima que Benedicto XVI va a estar muy viejito para enfrentarse a Bergoglio o al Papa siguiente.

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