Extracto del libro: "Respuestas sobre la
Independencia"
Antonio Caponnetto (Bella Vista Ediciones)
No hay contradicción entre la Patria Originada y la
Patria Originaria. Hay tránsito, contigüidad, sucesión, complementariedad. Las
dos son en el fondo una misma, que se despliega en diferentes siglos. Pero
guardan un tesoro en su definición teórico-práctica; y un tesoro rubricado con
sangre: es la unión inescindible e imborrable entre el hombre y su lugar de
nacimiento. Y a esa unión llamamos patriotismo porque es a la patria –solar nativo
y nutricio– que se ama y se protege.
Tanto la Originada como la Originaria pueden ser
sinónimas de Patria Grande, o al menos, pueden sentirse cómodas en este concepto.
Es esa “patria una que se da en varios”, al buen decir de Jaime Delgado. Esa
“Historia de las Américas” dentro de la “Historia de América”, y dentro a la
vez de la Historia Universal. Una especie de amalgama entre españolismo y
originalismo; “multiplicidad y policromía” que no empañan la unidad[1].
Hasta aquí no vemos problemas conceptuales o
prácticos. O dicho de otro modo: mientras los independentistas tuvieron claro
este ideal y se batieron por él, era y será perfectamente legítimo vislumbrar y
ejecutar el curso de acción que nos llevaría a declararnos independientes.
Proyectos como el sanmartiniano de las Provincias Unidas, o el de Rosas de la
Confederación Argentina, caben perfectamente en este tránsito de la patria
originada a la originaria; o en esta sumatoria de capas o estadios sin perder
la integridad. Especie de vino viejo en odres nuevos, para usar la conocida
metáfora evangélica.
El problema se suscitó cuando ese ideal de patria
–tradicional, monárquico, integrativo, originario y originante: hispanoamericano–
cedió su lugar al ideal de raigambre protestante e iluminista, de acuerdo con
el cual lo único importante era formar repúblicas con fronteras artificiales,
robándose los territorios los unos a los otros. Proceso en el cual, nosotros,
los argentinos, fuimos perjudicados vilmente. Lutero y Richelieu se morían de la
risa. Las lágrimas en cambio rodaban por las mortuorias láminas de Isabel y de
Fernando[2].
Hágase una prueba para comprobar la realidad de las
distinciones que planteamos. La prueba ya otras veces donada y exigida. Aquella
por la que importa más saber quién hace los cantos de una sociedad que quién
hace sus leyes. Quién merece ser cantado y conquista su existencia, rima a
rima. O quien perece a fuer de prosaísmo o últimamente de algoritmos.
Esta república nuestra, de frontera artificial sujeta
a decenas de despojos dolientes. Este Estado laicista, masónico, naturalista y
abyecto. Incluso esta nación infiel a su nacimiento, su germen y su alcurnia,
no tienen quiénes le canten. Lo que equivale –en la cosmovisión clásica y
cristiana– a la inexistencia de hecho, por pérdida de rango ontológico.
La patria en cambio; la originada y originaria, la
grande y vieja, la eterna: La Argentina, retoño de España, vive empecinadamente
en sus mejores poetas. Y nosotros, con ellos, estamos dispuestos a dejarnos
llamar y dar la vida en su defensa:
“Llámanos patria:
piel de jaguar colgada de los hombros de América
[...].
Llámanos, Patria:
en el alto crestón de las mesetas
tus últimos caballos
levantan otra vez las osamentas,
los remos calcinados,
al viento la pelambre de las greñas.
Y tocarán las mismas generalas
los antiguos cornetas,
y anunciarán los parches
el duelo singular de la tragedia,
y andaremos desnudos
por el duro guadal de las malezas
otra vez al embrujo de tu nombre
y al sol de tus dramáticas banderas”[3].
[1] Cfr. Jaime Delgado,
Introducción a la Historia de América, Madrid, Instituto de Cultura Hispánica,
1957
[2] Puede ser oportuno reparar en
una reflexión que hace Hilaire Belloc a propósito de Richelieu, recién mentado.
Para el notable historiador inglés, dos fuerzas hay que rompen a Europa como
sinónimo de Unidad Católica o de Cristiandad Imperial. Una es el
protestantismo, y va de suyo que tiene a Lutero como gran responsable. Y la
otra la idolatría de la nación, exacerbando un regionalismo territorial que
convierte en enemistad -y en enemistad que debe ser abatida de modo violento- a
todos aquellos “nacionales” con los cuales, hasta ayer nomás, se constituía un
solo bloque y un destino común. Belloc acusa, no sin razones, a Richelieu de
este separatismo sacralizado, y sostiene incluso que la propagación del mismo
fue causa de la “decadencia de España, de su rápido debilitamiento y de su
desangre paulatino”. Es más, “fue el declinar de la soberanía española en el
Nuevo Mundo, que debía acabar, dos siglos más tarde, con la pérdida del imperio
colonial español y la fundación de las repúblicas hispanoamericanas” (cfr.
Hilaire Belloc, Richelieu, Barcelona, Juventud, 1984. Lo entrecomillado
pertenece a la p. 19). Valga aclarar que Belloc no acusa en primer lugar a
Hispanoamérica de esa idolatría de la nación, sino a Europa. Como fuere, la
reflexión del britano está en la línea de lo que venimos esbozando. Una cosa es
la patria originada y originaria, que dice relación a la unidad de destino en
lo universal. Otra cosa es el republicanismo de sesgo masónico, especie de
constructivismo aplicado a la geopolítica. Ambas cosas se dieron entre
nosotros, pero terminó imponiéndose el mal. No es justo sin embargo -una vez
más lo decimos- que porque el mal haya tenido un doloroso éxito, se niegue la
existencia del bien y de los bienhechores.
[3] Orlando Mario Punzi, Canción
de los muertos por la patria, en su La tierra encendida, Buenos Aires, 1998,
pp. 11-12. Le debemos al precitado profesor Carlos Pesado Palmieri, el habernos
puesto en contacto con este notable cuanto desconocido poeta nacional.
Antonio Caponnetto: “Respuestas sobre la Independencia”.
Bella Vista Ediciones. Págs: 117 a 119.
Con todo respeto.Me parece a mi o ud. elogia a Rosas? Luchó contra ingleses y franceses en la Vta. De Obligado. Pero después se exilió en un país no católico y masón. Como se entiende esto? Gracias. Daniel
ResponderBorrarRosas es nuestro gran referente como nacionalistas y patriotas argentinos. Juzgarlo por lo que fue una acción de fuerza mayor y no una libre y serena decisión, no solo es apresurado sino que requiere muchísimas contextualizaciones, las cuales fueron tratadas abundantemente por nuestros mejores escritores. Le pido que los consulte al respecto.
BorrarExiste una leyenda rosa acerca del personaje que nacionalistas y patriotas pergeñaron en respuesta a esa otra negra de los liberales.
BorrarSegún Carlos Steffens Soler, el objetivo del Gral. San Martin era la unidad geopolítica del Virreinato del Rio de la Plata, la capitanía de Chile y el Virreinato del Perú (obra "San Martin en su conflicto con los liberales"), esto lo ideo estando ya en Lima; Rivadavia, los masones y demas felones frustraron este plan.
ResponderBorrarAlgún historiador viajó a Inglaterra para investigar los archivos históricos del Foreign Office, relativos al proceso de independencia en hispanoamerica a comienzos del s. XIX? Aquello que hoy llamamos documentos de inteligencia desclasificados. Es imprescindible conocer esos documentos. Coraje y honestidad en la investigación para conocer los hechos más allá de la mirada ideológica.
ResponderBorrarExcelente libro. Lo disfruté en los primeros días de enero. Temo sin embargo que pase lo mismo que con otros volúmenes de la obra del Dr Caponnetto: que los objetores no lean el libro, o lean por arriba las premisas, con la lectura superficial propia de quien no está de acuerdo de antemano con la conclusión (ni quiere estarlo a futuro).
ResponderBorrarAlfonso Jesús Vivar