Santo Tomás es sumamente actual, e irá siéndolo más y
más in dies. La razón es que intelectualmente no existirán más que Hegel y
Tomás de Aquino trabados en lucha a muerte, dentro de poco. Estamparé aquí una
afirmación osada, que a quien le parezca disparatada o temeraria no tiene más
que pedirme se la pruebe... Es ésta: en la época en que estamos, la Época
Atómica (que yo llamaría “Parusíaca”), no habrá más filosofía. Habrá solamente
Teología; la filosofía habrá retrocedido a sus raíces religiosas. Habrá una
lucha religiosa a muerte entre el ateísmo y la Iglesia Católica, es decir,
entre la teología de Hegel y la de Tomás de Aquino. Podemos adelantar que Hegel
vencerá, pero no para siempre.
Hace ya un siglo, el gran Menéndez Pelayo exclamó (en
Ideas Estéticas, tomo 4, I): “¡No hay filósofos, y quizás no los habrá ya
nunca!”, que es lo que estamos diciendo. Tampoco los hubo después del gran
crítico hasta nuestros días. Pero, ¿y esa bandada de filósofos diseminados por
todo? Aquí en Buenos Aires tenemos como cinco... No son filósofos: son
profesores de filosofía. Son discípulos, seguidores, epígonos de Hegel. Y lo
mismo se ha de decir, pese a quien pese, de Bergson, de Max Scheller, de
Gentile, de Julián Marías y de Ortega, etc., etc. Son a veces brillantísimos
expositores, pero filósofos no son. Son flor de un día.
El de Aquino tiene en pos de sí a quienes podemos
denominar filósofos sil vous plait: Rosmini, Maritain, Marechal, Zeferino
Gonzáles, Balmes, Ramírez, Josef Pieper, Haecker, Peter Wust... y otros. Y una
brillantísima falange de expositores, como Zigliara, Mercier, Gustave Truc, De
Wulf, Descogs, Rousselot, Sertillanges, Mandonnet, Thonnard, Mánser,
Bochenski, Garrigou Lagrange, Gardeil, Gredt, Gilson, etc. Se podría llenar una
página de nombres.
Vean por otro lado las numerosas “escuelas” de
filósofos actuales, si no están todas (excepto las tomistas) tocadas de una
manera u otra por Hegel: desde los neohegelianos puros, que son legión, hasta
los ateos, marxistas, materialistas, fenomenólogos, nietzcheanos... Eso irá en
aumento hasta que no queden en finiquito más que la religión en su forma más
pura y el hegelismo también puro, es decir, panteísta y ateo, con sus
derivados, naturalismo y modernismo.
El causante de esta polarización en marcha fue un
teólogo extraño y poderoso llamado Söeren Kierkegaard –si lo quieren mejor en
español, Suero Kirkegord–. Al fin de su vida, todas sus posiciones
principales (testigo su expositor, traductor y biógrafo, Knud Ferlov)
coincidían con las de Tomás de Aquino. Sobre esto hemos escrito un libro[1].
¿Cómo lo hizo? Rebatiendo a Hegel, con una refutación
definitiva que está en su Postdata no científica definitiva principalmente, y
luego en el resto de su obra. Educado en Hegel y Lutero, se desprendió con
energía de los dos en el largo itinerario a Dios de su corta vida. Murió a los
43 años. Si hubiera vivido más, muy probablemente se hubiese reducido a la
Iglesia Católica, pues al teólogo oficial de la Iglesia, Tomás de Aquino, ya
había llegado solo, a oscuras, sin conocer de él ni una línea.
El historiador idealista Kuno Fischer escribió que
Hegel era la “cúspide de la filosofía”. Si hubiera añadido “moderna” estaría en
lo cierto. Hegel es el final del camino antitomista abierto por Descartes. Es
el anti-Aristóteles, el Aristóteles invertido, patas para arriba: el devenir en
lugar del Ser. Pero tiene una potencia de pensar y sistemar comparable a la del
Estagirita. Pues bien, el endiosado Kirkegord lo derrumba entero con sólo
retirarle el cimiento: el comienzo del filosofar no es el Devenir, sino el Ser.
Antes que Heráclito, Parménides, y mejor la síntesis de ambos: Tomás, el “Buey
Mudo”.
Lo primero que conocemos son las cosas sensibles, que
por abstracción de nuestro intelecto nos llevan a Dios, tanteado en las tinieblas
de lo Sumo. El principio de no contradicción, “nada puede ser y no ser” (a la
vez, en el mismo sentido), eliminado por Hegel, es in-eliminable. Es el gozne
mismo de nuestro pensar. Claro, el que elimina el principio de no contradicción
puede llegar después adonde quiera: a decir que el Espíritu Absoluto es a la
vez Dios y el hombre, en continua evolución, por ejemplo.
La filosofía greco-latino-cristiana dijo su última
palabra en el de Aquino. La filosofía antiescolástica-anticristana moderna dijo
su última palabra en Jorge Guillermo Federico Hegel. Ya no queda nada que
inventar: sólo se puede glosar y, si acaso, reconstruir y completar. Kirkegord
quedó sepultado casi un siglo, y lo resucitaron los alemanes, traduciéndolo del
danés después de la Guerra del 14. Y Santo Tomás estuvo sepultado como seis
siglos y fue resucitado por el Papa León XIII. Los dos escribieron para nuestra
época, la Época Atómica; o, si quieren creerme, la Época Parusíaca.
La Iglesia, gracias a Dios no se resume en Santo Tomás. Muchos tomistas han terminado por expulsar a Tomás de la enseñanza.Han logrado el efecto contrario.
ResponderBorrarSe olvidaron de los Santos padres y doctores y quisieron instalar que Santo Tomás era lo único, y que Tomñas tenía respuestas para todo.
La doctrina de Santo Tomás según Urbano V es "La doctrina católica", por eso en la legislación de la Iglesia se manda que la teología y filosofía se enseñen totalmente según el método, principios y doctrina de Santo Tomás.
BorrarLeón XIII: "La razón elevada a la humana cumbre, en alas de Tomás, ya casi no puede subir más alto; ni la fe puede esperar nuevos y más valiosos argumentos de la Razón que los que mediante Tomás ha conseguido"
ResponderBorrarExcepto en eso de la Inmaculada Concepción. ¿Será cierto? ¿o un invento moderno?
Borrar