jueves, 29 de julio de 2021

Benito: El último César en el recuerdo - Luis Alfredo Andregnette Capurro


En este aquí y en este ahora, el último César de Italia, Benito Mussolini, nos llega por el camino del sentimiento. Y lo hace cuando el próximo 29 de julio se cumplan 125 años de su natalicio y el 28, de estos días de abril que se desgranan, 63 de su vil asesinato. Violento tránsito hacia la inmortalidad porque, como el primer César –el que no llegó a Augusto-, también encontró en su camino a los Grandis, Cianos y Badoglios, Brutos parricidas que ya peinaban canas de políticos.

Pero veamos los primeros decenios de la XX centuria. El significado más hondo con que apareció Mussolini en la política italiana y mundial fue la necesidad de enlazar los quehaceres urgentes de la reconstrucción patria con la impostergable revolución.

Décadas de ruptura del tejido social por el liberalismo y el marxi-nihilismo hacían necesaria la intervención quirúrgica para el fortalecimiento del Estado y su restauración con la concepción cristiana del Corporativismo Participativo.

A este respecto señala el Padre Ennio Innocenti en su exhaustivo estudio titulado “La Conversión Religiosa de Mussolini” (Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2006): “Alguno difunde el equívoco de que la política social de Mussolini derivó de su matriz revolucionaria socialista, la cual ciertamente no tiene ninguna inspiración religiosa y mucho menos católica. Se desatiende así la oportuna referencia que Mussolini señaló en la romanidad (donde la originaria concepción corporativa adquirió dignidad política). Se olvida también la actualización de la concepción corporativa que en tiempos de Mussolini había acreditado Giorgio Toniolo con el favor de la Santa Sede. Se pasa por alto además la certera referencia a la inspiración cristiana probada por la experiencia corporativa política de las comunas medievales [...]”

He aquí, pues, los principios inspiradores de lo que Innocenti titula con justicia la “benemérita política social mussoliniana”, consecuencia a su vez del plan de “hacer realidad el Estado Participativo”.

Éste se perfeccionó incorporando aspectos fundamentales de la Doctrina Social Católica al entrar el Corporativismo en las empresas “elevando al trabajador a participante de la gestión, en la propiedad y por consecuencia en los resultados económicos de la gestión”.

Durante la República Social Italiana proclamada por Mussolini en setiembre de 1943, luego de la traición de un rey “pequeño de cuerpo y de alma”, se acentuaron los aspectos corporativos con la complementación orgánica de las ideas de propiedad y de sociedad. Esas Leyes Fundamentales que se conocen como de Socialización, pero que son la antítesis del marxismo, mero capitalismo de Estado tan brutal como el liberal que suele devenir en salvaje.

A este respecto el citado Don Ennio Innocenti califica las disposiciones del Duce de estar en perfecta armonía con el pensamiento de la Iglesia siempre radicalmente adversa tanto al capitalismo liberal como al socialista. Corrían por entonces los llamados “seiscientos días de Mussolini”, que son una prueba de su grandeza de espíritu.

En esto no tenemos más que ceñirnos a sus memorias en las que traza un proyecto completo de restauración social que podríamos llamar –con palabras joseantonianas- la Revolución Nacional Sindicalista.

Merece párrafo aparte y subrayado la política religiosa. Advenido al Poder en el año 1922 con su Revolución de los Camisas Negras adoptó una serie de medidas dirigidas a facilitar la obra espiritual del catolicismo.

En ese sentido se restauró el crucifijo en centros oficiales y tribunales. A raíz de la reforma educativa de 1923 se incorporó la catequesis en las escuelas públicas dándose existencia jurídica a la Universidad Católica de Milán.

Por otra parte, se hizo frecuente la presencia de autoridades eclesiásticas en las ceremonias públicas. Pero no bastaba. El conflicto desatado por el accionar carbonario- masónico, cuando los Saboya y Garibaldi tomaron militarmente la Ciudad de Roma, el 20 de setiembre de 1870, se mantenía vigente. Situación insostenible que el propio Jefe de Gobierno señaló expresando: “Cualquier problema que turbe la unidad religiosa de un pueblo es causa de un delito de lesa Nación”.

Sobre esa base Mussolini acentuó el proceso de Conciliación que fue coronado en febrero de 1929 con los Acuerdos de Letrán, los que convirtieron en situación de derecho la plena soberanía del Papa sobre lo que fue, desde entonces, y para siempre, el Estado Vaticano. En la Cuaresma de ese año, Pío XI, entonces Pontífice reinante expresó: “Con profunda alegría declaramos haber dado, gracias a estos acuerdos, Dios a Italia e Italia a Dios”.

Cabe sin duda que a esta altura de la nota nos preguntemos cuál es el juicio que puede hacerse de la política exterior de la Italia Fascista considerada en su conjunto.

En primer lugar, hay que consignar que la conducta de Mussolini en relación a los asuntos internacionales tuvo tres puntos claves: la revisión de los tratados de Paz de 1919-20 empezando por el de Versalles, un Pacto de las Cuatro Potencias, que si hubiera sido aceptado habría contribuido a mantener la paz en el mundo durante un extenso período, y por último el Pacto Antikomintern para frenar el expansionismo soviético.

Pero no fue así y sus esfuerzos fracasaron hasta el mismo agosto de 1939, cuando ante la inminencia del conflicto entre Alemania y una Polonia incitada bélicamente por Francia e Inglaterra, presentó un plan de Paz que fue rechazado.

Sin embargo, hay algunos acontecimientos previos –que sucedidos cuando terciaba el siglo pasado- tuvieron especial significación. El primero fue la conquista de Abisinia con la que se extendió la civilización Occidental y Cristiana a un olvidado y salvaje rincón del mundo que no poseía más elementos aglutinantes que la autoridad de ciertos caciques.

En segundo término, el apoyo con sangre de Legionarios a la Cruzada de la España Nacional que impidió la bolchevización del extremo de Europa. Lo que llegó luego fue la conflagración, que al extenderse, ahogó la voz de Mussolini, quien hizo un nuevo intento por detenerla a comienzos del año 1940.

Europa fue entonces arrasada por los cañones que facilitaron, en Teherán, Yalta y Postdam, el orgiástico reparto del mundo “iluminado” desde el “Gran Oriente” por las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. En tanto las praderas de los Césares se empapaban de sangre, mientras le Valle del Po se cubría con la niebla gris de la derrota y la roja de las matanzas en nombre de la “sagrada democracia”.

Y fueron decenas de miles las víctimas en la fiesta congoleña de los “libertadores”. El primero fue el maestro y herrero del Predappio, que con sus duras manos había abierto un surco “con una iniciativa política que interesó al mundo mostrándole nuevos caminos”.

Eran las cuatro y diez de la tarde del 28 de abril de 1945 cuando ante la verja de Villa Belmonte, en Giulino di Mezzegra, la metralleta del forajido partisano Walter Audisio disparaba sobre el cuerpo de un César que del Carso a Como, desde su adolescencia hasta su plenitud fascista, que está antes que nada en el Programa de Vernoa, había luchado por la justicia para su pueblo.

Caído, se lo culpó por una guerra que le fue impuesta por los que no quisieron revisar los cimientos falsos del período versallesco.

Muy cerca de allí, en Dongo, caían acribillados por la espalda los que lo acompañaron hasta el último momento ofreciéndole su vida, trabajo y sangre. Los que nada habían pedido en las horas del triunfo al hombre que había escrito en una ocasión: “Mi vida es un libro abierto. Se pueden leer en él estas palabras: estudio, miseria, lucha”.

El último César, cuyo cadáver la hez liberal bolchevique colgó de los pies, porque no los tenía de barro, también poseía, en las fotografías macabras que se publicaron, un decoro que nadie le pudo arrebatar. El brazo derecho como una espada y su mano, aunque casi rozando el suelo, con la que seguía indicando el camino y el vuelo de las águilas. Tal fue siempre su gesto, y el gesto y su significado en lo moral y lo físico es lo que queda de los hombres.

Tiempo atrás, desde la ciudad de Forli, llegamos hasta la cripta de la familia Mussolini en el cementerio del Predappio donde ante el sarcófago de piedra viva en el que el Duce descansa, oramos a Cristo Jesús por quien nació católico, confesándose tal en los días de su martirio.

Luego, y en voz alta, repetimos un párrafo de su testamento: “Todo lo que fue hecho no podrá ser borrado, mientras mi espíritu, ya librado de la materia, viva, después de la pequeña existencia terrena, la vida sin fin y universal de Dios”.

 

Revista Cabildo: Abril-Mayo 2008

 

Fuente: Revista Verdad


sábado, 24 de julio de 2021

Desagravio a Aristóteles: ALBERTO, ESE DEGENERADO - Antonio Caponnetto

 

Desagravio a Aristóteles

 ALBERTO, ESE DEGENERADO

          En los últimos días de julio de este 2021 que sigue su curso, el gobierno aprobó una serie de medidas legales de acuerdo con las cuales –esquematizando y para evitar las náuseas- a partir de ahora, los documentos de identidad dejarán de ser “binarios”.

          En la jerga de la contracultura dominante, lo binario ha pasado a ser una palabra no inclusiva en materia sexual. Es decir que su aplicación dejaría afuera a los que no se consideran ni varones ni mujeres, sino alguna de las diversas aberraciones “construidas” a partir de la autopercepción de género.  De aquí en más queda expedito el camino para que cada ente porte y registre muy orondo su identidad legal, sin que tenga que encasillarse en las categorías varón o mujer.

          Una primera forma de calificar este luctuoso hecho sería utilizando todos los términos posibles que significaran demencia. Efectivamente es vesania grave y psicopatía aguda permitir y aceptar que un sector social de enajenados decida ser lo contrario de lo que su naturaleza señala y su identidad real patentiza. Si de superar binarios para liberar y expandir al sujeto se tratara, deberían multiplicarse las opciones legales hasta el infinito. Y permitir que, en lo sucesivo, por ejemplo, alguien exigiera que en su historia clínica se lo presente como cuadrípedo y no como bípedo, como poseedor de aletas en vez de brazos. O que en su declaración jurada no hubiese traba alguna para exhibirse con los oficios de evasor de impuestos, asesino serial o saqueador de bancos.

          Pero lo sucedido es más que una demencia. Es una degeneración planificada, un vicio nefando publicitado, una protervia convertida en Política de Estado, precisamente porque quienes son los dueños del poder –oficialismo y oposición lo mismo da- empiezan por conformar ellos mismos una tribu de viles de la peor especie y abyectos de soterrada estofa. Son, para decirlo duhaldianamente, una redonda deyección. Aunque del tipo que los antiguos médicos clasifican, según su etiología, como Clostridium Difficile, esto es  infecciosas, pútridas  y aún mortales.

          Alberto, con amplias experiencias paternales y políticas en materia de depravación y perversión, no tuvo mejor ocurrencia que citar a Aristóteles para justificar la superación del <binarismo sexual>. Diciendo, con ocasión de las nuevas disposiciones legales, que “desde Aristóteles en adelante la filosofía se plantea para qué es la vida y qué es lo que el hombre busca. Esencialmente vivimos para ser felices, pero la felicidad no se encuentra de un modo, cada uno la encuentra siendo lo que es”.

          No se necesita ser William David Ross o Werner Wilhelm Jaeger para saber que este estúpido está parloteando insensatamente, y por enésima vez, de lo que no sabe, de lo que jamás ha estudiado, de lo que ignora por completo, y de lo que en su burrez cósmica, ciclópea y hercúlea supone que dijo el Estagirita. Es propiamente, Alberto, una bestia parlante; felpudo de otros seres ferales, y todos ellos a la vez alcatifas estercoladas del Nuevo Orden Mundial.

Presentar al “Maestro de los que saben” como un hedonista, un relativista ético o un apañador de los ultrajes contra natura, es mucho más que una ignorancia imperdonable. Es una canallada que en mejores tiempos hubiera terminado con el guante arrojado en señal de reto a la cara del ofensor. No porque lo más agraviante haya sido tergiversar a Aristóteles; sino por conculcar impunemente el Orden Natural y la Ley Divina.

          Mientras el Estado autoriza y otorga potencia legal a que cada quien, en nombre del derecho irrestricto sobre su cuerpo, pueda abortar a un inocente, declararse másculo, fémina, indefinido, trans o perverso polimorfo; ese mismo Estado le niega al hombre singular y concreto el derecho a decidir si se inocula o no unas vacunas, sobre la cuales hay conjeturas razonables, (de mínima) y demostraciones palmarias (de máxima) de que no son inocuas sino quizás exactamente lo contrario. Y no estamos hablando de medicina, de lo que nada sabemos; sino de sentido común, que creemos conservar aún. 

          Es una incoherencia irritativa cuanto ocurre: el mismo Estado que está dispuesto a darle un permisivismo irrestricto a cualquier insano moral, físico espiritual o psíquico, alabando orgullosamente sus patologías glandulares; luego, es el mismo que exige un pasaporte sanitario obligatorio para la multitud de sanos que se resisten a ser avasallados coactivamente por un hipotético antídoto que ha causado no pocos estropicios, efectos colaterales dañinos sino muertes.

          Leviatán sabe lo que hace. Declara incondicionalmente libres a sus servidores; esto es, a los innúmeros monstruos que alimentan el fuego desgarrador que sale de su boca. A la par que arrolla y esclaviza a quienes nos atrevamos a hacerle frente. A éstos los espera la marginación social y la condición de parias, si sanos. La agonía en soledad, si enfermos. Convertidos en números que entuban, aislan de sus seres queridos, impiden que reciban asistencia religiosa, y entregan al final convertidos en bolsa de cenizas. Sabemos de qué estamos hablando.

          Se divide a los ciudadanos en dos clases: mansos aceptadores de la homogeneizante terapia mundialista, con licencia para circular, por un lado. Réprobos y confinados por otro, todos los que osaren poner en duda la historia pandémica oficial. Normales que no podremos vivir en paz sino arrojamos incienso al ídolo terapéutico estatal; y anormales que gozan de pasaportes para desfilar sus putaísmos y lenocinios.

          La Iglesia no ha dicho una palabra al respecto. Para la Jerarquía Eclesiástica local, el hecho de que la Argentina se haya puesto a la vanguardia de los países con documentación no binaria, no amerita ninguna reprobación o condena a los crápulas. Para Bergoglio, mientras a nadie se le ocurra celebrar la misa tridentina, no existe ninguna amenaza que lo movilice. Se gastan fortunas en dudosos materiales didácticos para completar la campaña de impudicia y de desdoro que se oculta tras la aberrante ESI. O se hacen circular previsibles y trillados memes al respecto, o los más audaces contabilizan otros insumos más urgentes que se hubieran podido adquirir con ese dinero. Pero al fondo de la trama no llega nadie.

          Tal cual. Nadie de los que están obligados a hablar porque se supone que son nuestros pastores, o nuestros representantes y disponen de los medios para expresarse y convocar a la resistencia, ha hablado sí, sí; no, no. Son centinelas ciegos, perros mudos, perezosos echados a dormir. Todo aquello que execra y maldice Isaías (Is.56, 10).

          Es hora de llamar al testimonio público de los binarios; ya no en el ámbito leguleyo de las planillas que resuelven el problema tildando una equis en el casillero correspondiente. Sino a los que todavía se dan cuenta de que el más importante binarismo que aquí y ahora está en juego es el de la Ciudad de los Hombres contra la Ciudad de Dios; el de Cristo o el Anticristo.

Para lo que pudiera servirles, adsum: aquí estoy. Me llamo Antonio, por el de Padua; soy varón, hijo, hermano, esposo, padre, abuelo, monogámico. Y para más señas, católico oscurantista y “argentino hasta la muerte”, como escribiera Don Carlos Guido y Spano.

Antonio Caponnetto



A vueltas con la pandemia - Bruno Acosta

 


A principios de siglo, los grandes medios de comunicación, al unísono, aseguraban que en Irak existían “armas de destrucción masiva” y que, por tanto, se justificaba una invasión por parte del ejército yanqui. Fueron muy pocos los que cuestionaron la versión.

 

Hoy es sabido –confesión del Departamento de Estado mediante- que, lisa y llanamente, esas “armas de destrucción masiva” no existían. Lo que se realizó fue una operación de bandera falsa tendiente a justificar el derrocamiento del gobierno iraquí, suplantarlo por uno afín y extraer recursos naturales a raudales.

 

Algo parecido ocurre hoy. El trillado virus no existe, según lo admite el propio Ministerio de Salud Pública del Uruguay, puesto que no fue aislado, purificado ni secuenciado. O, al menos, su existencia es harto dudosa; o, al menos, de existir, su letalidad es tan mínima que no justifica las medidas despóticas tomadas. Se trata de otra operación de bandera falsa tendiente a justificar cambios estructurales en diversos ámbitos, políticos, económicos, demográficos, sociales, laborales, educativos, etc., para de tal forma lograr los objetivos de la agenda 2030 de la ONU.

 

En ese sentido, por ejemplo, en el ámbito laboral, Lucía Muñoz, socia del departamento de consultoría de capital humano de Deloitte Uruguay, manifestó hace unos días que “lo que estamos viviendo se puede definir como un viaje en el tiempo a partir de la pandemia a nivel organizacional y de trabajo. Una cantidad de cambios que pensamos iban a llevar años se dieron en semanas".

 

"Cambios en las formas de trabajar, de consumir, de comprar, toda la tecnología que empezamos a volcar en el trabajo y las interacciones con el uso de plataformas visuales. Estos aspectos aceleraron el futuro del trabajo”, agregó. Ya lo había dicho Klaus Schwab: “La pandemia probablemente acelere muchos de los cambios que ya estaban teniendo lugar antes de que estallara, que a su vez generarán otros cambios.” “Pandemias y guerras […] las dos tienen el potencial de ser crisis transformativas de inimaginables proporciones”. 

La plandemia es también ejecución de la táctica de ingeniería social llamada la “doctrina del shock”, que consiste en crear un problema o crisis, organizar la reacción y proponer una solución. La solución que la masa pide (porque sería desproporcionado y desacertado llamarle “pueblo”) es la “vacuna”(ver portada de “The Economist”). Y la pide de forma zoológica, con el ansia que pide el perro su comida. No considera la masa que las propias autoridades admiten que la “vacuna” es inútil y potencialmente dañina, o que existen denuncias de que contienen grafeno, o que pueden ser instrumentos para la neuromodulación en el marco del proyecto “Brain” de Rafael Yuste(Ver aquí), o que Bill Gates dijo hace unos años que “si se hace un buen trabajo con vacunas, se puede reducir la población mundial”.

 

Todas estas cosas ya las hemos tratado más detenidamente a lo largo de nuestras publicaciones. A ellas nos remitimos. Para finalizar, nos preguntamos si, cumplidos sus objetivos –de vacunar y de motivar cambios estructurales- la plandemia cesará o si, por el contrario, esto sólo es el comienzo… ¿Qué pasará con la “variante Delta”? ¿Y con las “terceras dosis”?


Fuente: Revista Verdad



viernes, 9 de julio de 2021

Disputas sobre la independencia (Comentario al libro de A.Caponnetto) - Agustín de Beitía

ANTONIO CAPONNETTO EXAMINA LA CONTROVERSIA CON MIRADA TRASCENDENTE

Disputas sobre la independencia

El profesor rechaza por igual el festejo de los liberales y las objeciones de algunos hispano católicos. Entiende que el proceso de autonomía fue un acto doloroso pero legítimo. Defiende la idea misma de patria y su vínculo con la fe.

POR AGUSTÍN DE BEITIA 04.07.2021

 


Cada año, el 9 de julio asistimos a la equívoca celebración oficial de nuestro proceso de independencia como un grito de libertad. Como si hubiésemos vivido hasta entonces bajo un yugo. El espíritu que anima esa clase de festejo es el mismo que subraya el carácter revolucionario del 25 de Mayo, entendido en clave liberal e ilustrada. Es la emancipación como alegre ruptura con España y, en sentido amplio, con la tradición. El mismo himno nacional canta a la "nueva y gloriosa nación" que se levanta a la faz de la tierra y que tiene "a su planta rendido un León", en alusión a la Madre Patria. El problema con este tipo de exaltación es que poco tiene que ver con lo que se decidió en aquellas fechas.

 

A quienes cubren de gloria inmarcesible aquel proceso, pero también a quienes desde España rebajan nuestra independencia a una mera traición que habría causado la ruptura del Imperio Hispano Católico, viene a corregir el doctor Antonio Caponnetto en su nuevo libro, Respuestas sobre la Independencia (Bella Vista Ediciones), una obra indispensable, que tiene la inusual pretensión de examinar el pasado a la luz de lo sobrenatural. Un ensayo que invita a abandonar simplismos y a adentrarse en las aguas profundas de la historia, la filosofía y la teología.

 

Enfrentado a los liberales, que creen que la patria nació hace 200 años, y sobre todo a los tradicionalistas españoles, que toman la fecha de la independencia como su fecha de defunción, Caponnetto avanza "entre estos dos fuegos" la tesis de que el proceso de autonomía sin desarraigo, que fue un programa y un curso de acción explicitado, fue doloroso pero legítimo, aunque se haya echado a perder por obra de los ideólogos del liberalismo y la masonería, bajo la tutela británica.

 

Las reflexiones aquí contenidas son el fruto de una larga meditación sobre el tema, a tal punto que no parece desproporcionado decir que es toda una vida intelectual la que fecunda este trabajo. El autor, que es doctor en Filosofía y profesor de Historia, presenta estas reflexiones como "una prolongación natural" de un volumen suyo anterior, Independencia y Nacionalismo (Katejon, 2016), publicado con ocasión del bicentenario de nuestra independencia. Y a ambos títulos, como una derivación de Los críticos del revisionismo histórico. Tanto es así que en este tercer volumen admite que quiso "levantar" todas las objeciones que la historiografía españolista plantea a esa escuela de la revisión histórica.

 

El libro tiene una forma dialogal, idea que le inspiró la muy buena entrevista que le realizara el periodista español Javier Navascués tras la aparición de Independencia y Nacionalismo. Una entrevista pensada para el mundo digital y que fue publicada en forma parcial en el sitio Adelante la Fe.

Las preguntas incisivas le hicieron ver a Caponnetto, según confiesa, que muchas objeciones y cuestiones disputadas quedaban aún sin respuesta. Pero también lo llevaron a pensar que el método socrático permitiría adentrarse mejor en el tema, ampliando el panorama conforme se avanzaba con las inquietudes.

 

TRES PARTES

 

Tres partes componen la obra. Una primera, donde se transcribe esa breve entrevista de Navascués y que aborda la cuestión de la independencia. Una segunda, más extensa, con las preguntas autoformuladas, y una tercera dedicada a la cuestión del católico y la patria, que como bien anticipa el autor se va asomando de a poco desde el mismo comienzo. De lo que esta tercera parte trata es de la "compatibilidad entre catolicismo y patriotismo", entre nacionalidad o atadura a la propia tierra y la cosmovisión espiritual del cristiano, entre nacionalismo y práctica de la fe.

 

Este último aspecto va asomando de a poco porque la cuestión de fondo con que lidia Caponnetto es de raíz teológica: no ya la impugnación del independentismo, sino del derecho a la existencia de las naciones hispanoamericanas, de la idea misma de patria, del concepto de nación. Una impugnación hecha en nombre del catolicismo y de sus fuentes más tradicionales. Esta objeción, de procedencia carlista, pretende según el autor alcanzar a todo aquel que ose, sino reivindicar el proceso autonomizante, al menos cohonestar sus causas.

 

Caponnetto deja clara su postura: no comparte la alegría de quienes celebran la independencia porque disfrutan la desmembración del Imperio Hispano Católico, ni comparte las acusaciones de traición que lanzan ciertos católicos españoles. Frente al error de unos y la injusticia interpretativa de los otros, recuerda que realistas eran todos, incluso los masones perseguidores de los católicos como Rivadavia. Y expone luego los ejemplos de fidelismo, de arraigo, de conservación del patrimonio cristiano y español heredado que demostraron "los mejores de los nuestros", que ocuparon puestos destacados en la lucha, entre los que menciona a San Martín, Saavedra, Sarratea y otros.

 

Ejemplos de celo católico como para castigar la blasfemia (San Martín), enarbolar divisas de "Religión o muerte" (Quiroga) o practicar actos públicos de piedad religiosa (Belgrano), que cuesta encontrar en el bando opuesto.

 

El meollo de la controversia, y en ella se entra rápido, es que hubo en estas costas un deseo de un gobierno propio, una emancipación efectiva y guerras que se libraron para sostenerla. Eso es lo que quiere dejar en evidencia la impugnación carlista, que dicha rápidamente podría resumirse en que "somos hijos de la Revolución". Una observación mortificante para quienes son católicos en estas tierras. Pero una mortificación que, a juzgar por los resultados, pareciera tener un fundamento.

 

Para levantar esa objeción, Caponnetto propone un hilo de razonamiento que sigue un mismo método: abrir la lente para abarcar un cuadro mayor, iluminando lo que antes quedaba en la sombra. Y el resultado no solo es esclarecedor, sino que hasta por momentos cambian las tornas.

 

DOBLE DERROTA

 

Lo primero que queda expuesto es que no es lo mismo la independencia que pretendían los ideólogos iluministas como Moreno, Castelli y Paso, que la autonomía gubernativa de quienes querían conservar no solo las formas monárquicas sino también la prosapia cultural hispana. Es decir, que no se debe confundir el anhelo de emancipación (iluminista) con el de una autodeterminación que era fruto del ius resistendi frente a una monarquía devenida en tiranía, invadida por una potencia extranjera.

 

Que los ideólogos del "descastamiento" hayan terminado por imponerse es otra cuestión, que el propio Caponnetto admite y deplora. Con la salvedad de que esas ideas representaban solo a un grupo, y no precisamente el más numeroso, pero que se vio favorecido por la ceguera y el iluminismo furioso de un Fernando VII que al volver del exilio se volcó a una violencia rencorosa que ahogó la unidad del imperio en la sangre de una inmensa guerra civil. El autor, de hecho, habla de una doble derrota en el proceso autonomista, política e historiográfica, razón por la cual hoy se nos imponen efemérides laicas y masonas. Pero para ver eso insiste en que hay que ir bastante más lejos que 1810-1816, hasta la derrota nacional de Caseros.

 

Aunque Caponnetto dice que nunca considerará "auspicioso" el inicio del camino independentista, porque no se engaña sobre sus fogoneros e instigadores, sí cree que la autonomía resultó "legítima" y "dolorosa". Legítima porque revistió las formas de una clásica resistencia contra una tiranía que ponía en riesgo la existencia misma de la sociedad política. Dolorosa, porque nunca es grato tener que llegar al límite de poner en práctica el ius resistendi.

 

Mucho más contundente es que, por el procedimiento de contemplar lo sucedido con una lente más abierta, el autor desvela que había partidarios del "descastamiento" en el mal llamado bando realista. Pone así sobre la mesa los intentos de ruptura del Imperio Hispano Católico procedentes de la propia península, que son -en sus palabras- muy anteriores a 1810 y más graves.

 

Por eso la acusación de perjurio la toma como indignante. Porque ve en ella la intención de convertir a la víctima en victimario. En este sentido, recuerda lo que venía sucediendo en España, y cómo en la sucesión dinástica entre Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, el iluminismo no había dejado ruindad sin cometer. Como sucedió en 1807, cuando la soberanía española quedó ultrajada por franceses e ingleses con la anuencia de la corona española, se inauguraron las persecuciones a la Iglesia y el Estado regalista reemplazó la noción de Cristiandad por el Equilibrio Europeo.

 

PARADOJAS

 

Para ilustrar su argumento, Caponnetto recorre las paradojas y contradicciones que se esconden en esta historia, desvela las tergiversaciones y ocultamientos que hicieron escarnio de unos y enalteceron a otros. Así expone la falacia de la presunta anglofilia de San Martín y la confronta con el muy real y documentado, pero también ocultado, ejercicio de la corona española de promocionar a los ingleses.

 

De ese breve estudio biográfico de San Martín y su época, extrae la evidencia de que el Imperio Español había prácticamente desaparecido para 1808, y no sólo el Imperio, sino la mera soberanía de la Metrópoli, tironeada por franceses e ingleses que se repartían el dominio como dos cuervos un cadavérico botín, algo que amenazaba con arrastrar a América.

 

Aclarada, por estas razones, su adhesión a la patria independiente, que considera una reacción ante Napoleón Bonaparte y sus aliados, explica por qué esta postura no es contradictoria con manifestarse fiel a España. Y para eso señala que, en la cosmovisión católica, la patria es un don de Dios y su primer bien es el patrimonio recibido en herencia. Un patrimonio que no es un gobierno ni un costumbrismo, sino un espíritu, un alma, que es eso que llamamos Hispanidad.

 

De allí que la pregunta por la patria, su origen y su nombre, va cobrando una creciente significación. El autor, que prefiere referirse al "drama independentista", dice que ese drama no puede entenderse sin categorías teológicas.

 

Con una sutileza exquisita, aclara entonces que hay un modo sacramental de entender el pasado. Por eso sostiene que la fecha inaugural de nuestra patria no es la independencia sino el bautismo que recibimos el 12 de octubre de 1492, y más específicamente el 1 de abril de 1520, fecha de la primera celebración eucarística en el territorio argentino.

 

No, viene a decirnos Caponnetto. La Argentina no nació del cañón de La Bastilla. Nació de la Cruz y de la Espada portadas por el Conquistador y el Misionero, según célebre metáfora de Vicente Sierra. Y para demostrar que su origen se sitúa en los albores del siglo XVI, recorre la bibliografía histórica y nos lleva de la mano por registros de cartógrafos, poetas y cronistas.

 

El último capítulo, titulado El católico y la patria, depara páginas muy provechosas. Frente a quienes sostienen que en la Tradición de la Iglesia el concepto de patria no resulta valorado, ofrece un esclarecedor itinerario por el pensamiento de los Padres de la Iglesia, en el que encadena una reflexión sobre si está o no en los planes de Dios la existencia de las patrias y las naciones, y la relación entre la patria terrena y la celestial.

 

Como hizo antes contra los simplismos hermenéuticos e inequidades, contra los maníacos obsesivos de la injerencia británica, contra el insano complejo de culpa y de inferioridad por ser argentinos, contra la tesis carnalista de Federico Rivanera Carlés, pero también contra "los Felipe Pigna y sus traspolaciones presentistas y ucrónicas" o las "naderías" de Loris Zanatta, Caponnetto sigue el mismo procedimiento de abrir la lente, señalar inconsistencias y preguntar a los críticos si a La Argentina, hija legítima y orgullosa de la España Imperial, la están descubriendo, amando y sirviendo tal como fue y queremos que sea.

 

Respuestas sobre la independencia es un precioso libro. De lectura ágil, pero meditación lenta. Polémico y controversial, como es Caponnetto, pero también honesto hasta el dolor, como es también este profesor al que dice gustarle "el sol dando de pleno en la cara".

 

Un libro que no duda en rescatar con brío la figura de Saavedra, pero reconocer que en un momento se hizo un flan. Un libro que llama a no caer tampoco en el simplismo de considerar que la Revolución fue católica porque en el Cabildo o la Casa de Tucumán merodearan sacerdotes y sotanas, cuando en muchos casos se trataba de un clero liberal y confundido. Un libro, en fin, con categorías disonantes para los oídos vulgares.

 

No extraña en absoluto que sea ignorado por el periodismo, que no es muy afecto a las sutilezas. Menos aun cuando esas sutilezas vienen a aguar la fiesta de los "descastados".

 

El mayor dolor que expresan estas páginas es ver cómo nos han inventado una patria en la cual ya no queda lo esencial de la "terra patrum", que es la Hispanidad. El esfuerzo por la hispanofiliación es claro en la prédica de Caponnetto y en esta obra en particular.

 

Un esfuerzo que quiere revertir muchos males que hoy padecemos y que son en parte, como dice el autor, la consecuencia directa de que prevaleciera aquella emancipación kantiana, rousseauniana, iluminista, masónica. Admite, con acierto, que otros males son pura responsabilidad nuestra. Y de hecho el vaciamiento espiritual de ayer continúa hoy y no parece tener fin.

 

Pero el autor señala que el estado de descomposición de la actual España no permite tampoco abrigar muchas esperanzas de que nuestra suerte hubiera sido mucho mejor sin la independencia. Porque, en definitiva, es la civilización cristiana toda la que está amenazada de muerte. Y en esto no hay lado del Atlántico que se salve.


Fuente: La Prensa



Mentira plandémica: sobre la prueba PCR - Alejandro Sosa Laprida

 Miles Christi - 08/07/2021

Respuesta a objetores “covidistas” sobre la pertinencia de la prueba PCR.


Transcribo un intercambio epistolar con un amigo sobre la validez de los test PCR para identificar a “contagiados” de covid:

Mi amigo: “Me han planteado algunos argumentos. Y me gustaría hacértelos llegar. Para que, cuando puedas, me des tu opinión”:

“Hace 30 años que trabajo en un laboratorio: los falsos positivos y falsos negativos son el pan nuestro de cada día de un laboratorio. Que un test de falso positivo o negativo no dice nada del virus o de la enfermedad” - “Todos los test de laboratorio pueden dar falsos negativos y falsos positivos para eso hay test confirmatorios”. - “Argumentar que los hisopados dan falsos positivos y falsos negativos, de modo que como instrumento no sirve, es no conocer nada del tema”. - “Todos (o muchos) test de laboratorio para todas (o muchas) enfermedades dieron, dan y darán falsos positivos y negativos y a nadie nunca se le ocurrió cuestionar nada de esa enfermedad por ello”.

Respuesta: Veamos. El tema es muy complejo desde lo técnico. Y yo soy totalmente incompetente en la materia. Lo que te puedo decir, a grandes rasgos, es lo siguiente:

1. La prueba PCR identifica una secuencia genética que correspondería a un ínfimo fragmento del ADN de este supuesto nuevo tipo de coronavirus. Eso de por sí es muy impreciso, pues también podría coincidir con restos virales conservados de otros años por gripe, resfrío, neumonía, etc, y que podrían estar aún en nuestros organismos. Para colmo, cuanto más se amplía el “zoom” de la prueba -los famosos “ciclos”-, más posibilidades hay de que se encuentren coincidencias con cualquier tipo de residuos genéticos corporales, e incluso, con el de nuestro propio ADN.

Más allá de 35 ciclos, todo el mundo o casi da positivo. Con menos de 25, casi nadie. Y ellos lo regulan a su conveniencia, según les convenga que los “casos” aumenten o disminuyan, según deseen aflojar o agravar las restricciones del confinamiento, demostrar la necesidad de la vacunación o la eficacia de la misma, o incluso, confinar compulsivamente a gente por motivos políticos o ideológicos.

2. El inventor de la prueba, Kary Mullis, afirmó taxativamente que su test no había sido concebido para detectar infecciones virales, que su finalidad no era la de realizar diagnósticos médicos, y que un caso positivo no significaba que la persona estuviese infectada por un virus ni enferma ni representase un peligro para nadie. Afirmó esto en relación al supuesto virus HIV del Sida, lo que generó la censura y el ostracismo inmediato del establishment político/sanitario/mediático en su contra.

Cabe añadir que Mullis “falleció” -muy oportunamente- en agosto de 2019, dos meses antes del ensayo global pandémico organizado por Bill Gates, Klaus Schwab y la universidad Johns Hopkins, el ya célebre “Event201”, y cuatro meses antes de la supuesta aparición del virus en China. Mullis jamás hubiera permitido que su invento fuese destinado a detectar infectados -casos “positivos”- a los efectos de poder justificar ante la opinión pública el confinamiento mundial y la vacunación universal decretadas por Gates y su “ONG” favorita, la OMS.

3. Pero hay más. Y mucho más radical como refutación a las objeciones que te han hecho respecto a la validez del uso del PCR en esta supuesta “crisis pandémica”. El hecho es que todo esto es una FARSA GIGANTESCA y, obviamente, diabólica, lo que se manifiesta por su poder de engaño colosal y sus devastadores resultados, que no parecen poder ser contenidos ni en el espacio ni en el tiempo.

Estamos ante un atentado de falsa bandera en su máxima expresión, en comparación con el cual todos los precedentes históricos quedan empequeñecidos, incluso el más espectacular de todos ellos, el 9/11, cuyas pruebas son numerosas e irrefutables, pero que no obstante ha logrado pasar por un caso más de desdeñable “complotismo” -pero el “complot” de los barbudos islámicos armados con cutters y piloteando como en una Play Station, ESE SÍ es un hecho incuestionado e incuestionable: ¡lo que es la mala fe!- , gracias al omnímodo poder mediático de la élite genocida -ocultación de pruebas, censura sistemática de investigadores disidentes, lavado de cerebro incesante de las masas-.

Me refiero, para decir las cosas claramente, a que, lisa y llanamente, el virus NO EXISTE. No es una ocurrencia mía. Son los propios organismos de sanidad del mundo entero los que se muestran incapaces de suministrar pruebas de que el virus haya sido aislado y secuenciado siguiendo los protocolos científicos en vigor.

Es decir que el confinamiento y la vacunación universal se basan en los resultados amañados de una prueba PCR destinada fraudulentamente a “detectar” un virus CUYA EXISTENCIA NO HA SIDO DEMOSTRADA -cf. el primer enlace-, lo que equivale, de hecho, a decir que no existe. Al menos, hasta que se pruebe lo contrario.

Casi 16 meses de medidas devastadoras para la economía y la salud física y mental de la gente -a escala mundial-, es algo que solo puede ser calificado como un ATENTADO TERRORISTA y UN CRIMEN CONTRA LA HUMANIDAD.

Te transmito seguidamente cinco enlaces a artículos en los que se explica con más detalle lo que en este correo simplemente te he esbozado.

1. “La triple mentira plandémica”: https://gloria.tv/post/g94jxmrimetD2qo9SkiZBN7a2

2. “SARS-COV-2, un virus nunca aislado + PCR, una prueba diagnóstica inútil”: https://gloria.tv/post/hTVNMy93Ms3J3Jgfzwdr3jjqN

3. “Sobre Kary Mullis, inventor de la prueba PCR utilizada fraudulentamente”: https://gloria.tv/post/bCgZ8WFXqoNx642QAsfV4aqhE

4. “Entrevista a Kary Mullis por el Dr. Gary Null en 1996”: https://gloria.tv/post/sTX7C3Lq1yg31Q76wndZTt7CS

5. “Conferencia de Reiner Fuellmich sobre el fraude del coronvirus”: https://gloria.tv/post/RdQpwEz83boW3CFdkjHgaKFma

Para más información:

“Quince meses de tiranía sanitaria mundial”: https://gloria.tv/post/caFtcSUWXK1K4BTNKsPgPPYPm

“Boletín informativo VII”: https://gloria.tv/post/koHfxHH4XuxP3aQa6wYHLVi3q

“Miles Christi 2020-2021: Una selección temática”: https://gloria.tv/post/TRAVcaZhGoAn64PhpqGHcGnKG