Miles Christi - 18/08/2021
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Transcribo lo que dijo Francisco en la Audiencia General del día de la fecha:
“¿Cómo vivo yo? ¿En el miedo de que si no hago esto iré al
infierno? ¿O vivo también con esa esperanza, con esa alegría de la gratuidad de
la salvación en Jesucristo? Es una bonita pregunta. Y también la segunda:
¿desprecio los Mandamientos? No. Los observo, pero no como absolutos, porque sé
que lo que me justifica es Jesucristo.”[1]
Como estoy
totalmente exhausto de tener que enmendar sistemáticamente la plana al “Santo
Padre”, seré muy breve, y además omitiré recurrir a cualquier tipo de
referencias (magisteriales, bíblicas, teológicas, etc.).
Como avezado
sofista que es, Bergoglio juega, en primer lugar, con la falsa dialéctica “miedo
al infierno/esperanza en la salvación”. Obviamente, ambas no son excluyentes:
el cristiano, por la virtud teologal de la esperanza, aguarda la salvación
gratuita en Jesucristo, pero eso no le impide ser consciente de la posibilidad
de la condenación, en caso de ser infiel a la gracia. Y de temerla,
sencillamente porque el infierno es temible...
En segundo lugar,
Bergoglio contrapone de manera falaz la justificación por la fe en Jesucristo y
la observancia de los mandamientos. Cabe notar que este segundo caso de
dialéctica bergogliana es doble.
Primeramente, hace
suya la falsa dicotomía luterana entre “justificación por la fe” versus
“justificación por las obras”.
La posición
católica es bien sabida: la justificación es un don gratuito de Dios mediante
la fe en Jesucristo, es decir, que no es obtenida por el mérito que acarrearía
el recto obrar humano autónomo, lo que sería pelagianismo.
Pero la sana
doctrina también nos enseña que la fe no es suficiente para la salvación,
puesto que el incumplimiento de la ley de Dios en materia grave sin
arrepentimiento priva al pecador de la salvación.
La segunda falacia
de Bergoglio consiste en dar a entender que la fe en Jesucristo es un requisito
absoluto, mientras que la observancia de los mandamientos no lo sería.
De este modo, los
mandamientos -que hipócritamente Bergoglio invita a observar-, de hecho, se
vuelven facultativos, opcionales, en definitiva: relativos a las circunstancias
en las que uno se halle y a las posibilidades efectivas que tenga de ponerlos
en práctica.
El ejemplo típico
que viene a la mente es el de los “divorciados” vueltos a “casar” -tan debatido
con motivo de Amoris Laetitia- o el
de los concubinos (e incluso, de las “parejas” del mismo sexo) que llevan una
vida “estable y de fidelidad”.
Es lo que se conoce
en teología moral como “situacionismo” o “moral de situación”, que niega el
valor absoluto de los preceptos éticos, su contenido objetivo permanente y
carente de excepciones: todo juicio moral pasa entonces a depender
exclusivamente de la “intención” y de las “circunstancias”, con prescindencia
de la naturaleza objetiva del acto en cuestión -homicidio, adulterio, etc-.
Creo que estas
breves observaciones son suficientes para comprender que nos encontramos ante
un enésimo intento de desnaturalización del Magisterio de la Iglesia y de la
Revelación Divina por parte de Bergoglio, tal y como nos tiene acostumbrados
desde hace ya más de ocho años...
[1] https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2021/documents/papa-francesco_20210818_udienza-generale.html
Para mayor información al respecto remito a los siguientes enlaces:
”Ocho años con Francisco”:
https://gloria.tv/post/SLeiCfmnsJjC6XG4S9zEh4dJM
“Miles Christi 2020-2021: Una selección temática” - Ver capítulo ocho: “Francisco y la crisis eclesial”:
https://gloria.tv/post/TRAVcaZhGoAn64PhpqGHcGnKG
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO.
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, RUEGA POR NOSOTROS.
Le agradezco mucho por la publicación. Un cordial saludo en Cristo y María.
ResponderBorrarSí sí, no no. Bergoglio es un hereje. Lo que diga, escriba o disponga será tomado con pinzas y guantes.
ResponderBorrarHay varios temas que son "absolutos" para Jorge Mario Bergoglio: el holocausto, la usura, el glifosato (que no cuestiona cuando vende el humo del ecologismo), el estado de Israel, las vacunas y la plandemia, en esto es ABSOLUTISTA AL PALO
ResponderBorrarSe destapó Francisco, comienza a ser Papa.
Borrarhttps://espanol.yahoo.com/noticias/rabinos-israel%C3%ADes-piden-papa-aclare-133917062.html
Los observo, pero no como absolutos, porque sé que lo que me justifica es Jesucristo.
ResponderBorrarPrecisamente dice eso, Fe y obras. No dice sólo me salvan los mandamientos, como algo absoluto; sino la Fe y las obras.
Ni jansenista ni pelagiano, sino cristiano.
Lo que pasa es que Ud. , como buen jansenista busca la quinta pata al batracio, o el sexto sentido a la ameba.
San Juan Crisóstomo lo dice claramente en su Comentario a la Carta a los efesios.
Ἀλλ' οὔτε ἀπὸ ἀγάπης μόνης, οὔτε ἀπὸ τῆς ἡμετέρας ἀρετῆς, ἀλλ' ἐξ ἀμφοτέρων.
Mais ce n'est ni l'effet de la charité seule, ni celui de notre vertu seule, c'est un effet de ces deux choses réunies
Habla de la salvación.
Me imagino que como buen tradicionalista, comprenderá sin problema las lenguas "tradicionales".
El problema es que los mandamientos son absolutos, no son algo facultativo en la vida cristiana; si lo fueran, es obvio que no obligarían de manera absoluta, en toda circunstancia, y caeríamos por un lado en la moral situacionista, y, por el otro, en la salvación por la "sola fide" luterana:
BorrarCan. XXI. Si alguno dijere, que Jesucristo fue enviado por Dios a los hombres como redentor en quien confíen, pero no como legislador a quien obedezcan; sea excomulgado (http://www.conoze.com/doc.php?doc=5249)
No creo que esto pueda considerarse jansenismo...
Al ver a san Pablo, podríamos formular así la pregunta de fondo: ¿Cómo se produce el encuentro de un ser humano con Cristo? ¿En qué consiste la relación que se deriva de él? La respuesta que da san Pablo se puede dividir en dos momentos.
BorrarEn primer lugar, san Pablo nos ayuda a comprender el valor fundamental e insustituible de la fe. En la carta a los Romanos escribe: "Pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley" (Rm 3, 28). Y también en la carta a los Gálatas: "El hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo; por eso nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado" (Rm 2, 16).
"Ser justificados" significa ser hechos justos, es decir, ser acogidos por la justicia misericordiosa de Dios y entrar en comunión con él; en consecuencia, poder entablar una relación mucho más auténtica con todos nuestros hermanos: y esto sobre la base de un perdón total de nuestros pecados. Pues bien, san Pablo dice con toda claridad que esta condición de vida no depende de nuestras posibles buenas obras, sino solamente de la gracia de Dios: "Somos justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús" (Rm 3, 24).
Con estas palabras, san Pablo expresa el contenido fundamental de su conversión, el nuevo rumbo que tomó su vida como resultado de su encuentro con Cristo resucitado. San Pablo, antes de la conversión, no era un hombre alejado de Dios y de su ley. Al contrario, era observante, con una observancia fiel que rayaba en el fanatismo. Sin embargo, a la luz del encuentro con Cristo comprendió que con ello sólo había buscado construirse a sí mismo, su propia justicia, y que con toda esa justicia sólo había vivido para sí mismo. Comprendió que su vida necesitaba absolutamente una nueva orientación. Y esta nueva orientación la expresa así: "La vida, que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20).
Así pues, san Pablo ya no vive para sí mismo, para su propia justicia. Vive de Cristo y con Cristo: dándose a sí mismo; ya no buscándose y construyéndose a sí mismo. Esta es la nueva justicia, la nueva orientación que nos da el Señor, que nos da la fe. Ante la cruz de Cristo, expresión máxima de su entrega, ya nadie puede gloriarse de sí mismo, de su propia justicia, conseguida por sí mismo y para sí mismo.
En otro pasaje, san Pablo, haciéndose eco del profeta Jeremías, aclara su pensamiento: "El que se gloríe, gloríese en el Señor" (1 Co 1, 31; Jr 9, 22 s); o también: "En cuanto a mí ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!" (Ga 6, 14).
Al reflexionar sobre lo que quiere decir justificación no por las obras sino por la fe, hemos llegado al segundo elemento que define la identidad cristiana descrita por san Pablo en su vida. Esta identidad cristiana consta precisamente de dos elementos: no buscarse a sí mismo, sino revestirse de Cristo y entregarse con Cristo, para participar así personalmente en la vida de Cristo hasta sumergirse en él y compartir tanto su muerte como su vida.
Es lo que escribe san Pablo en la carta a los Romanos: "Hemos sido bautizados en su muerte. Hemos sido sepultados con él. Somos una misma cosa con él. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús" (cf. Rm 6, 3. 4. 5. 11). Precisamente esta última expresión es sintomática, pues para san Pablo no basta decir que los cristianos son bautizados o creyentes; para él es igualmente importante decir que ellos "están en Cristo Jesús" (cf. también Rm 8, 1. 2. 39; 12, 5; 16,3. 7. 10; 1 Co 1, 2. 3, etc.).
BorrarEn otras ocasiones invierte los términos y escribe que "Cristo está en nosotros/vosotros" (Rm 8, 10; 2 Co 13, 5) o "en mí" (Ga 2, 20). Esta compenetración mutua entre Cristo y el cristiano, característica de la enseñanza de san Pablo, completa su reflexión sobre la fe, pues la fe, aunque nos une íntimamente a Cristo, subraya la distinción entre nosotros y él. Pero, según san Pablo, la vida del cristiano tiene también un componente que podríamos llamar "místico", puesto que implica ensimismarnos en Cristo y Cristo en nosotros. En este sentido, el Apóstol llega incluso a calificar nuestros sufrimientos como los "sufrimientos de Cristo en nosotros" (2 Co 1, 5), de manera que "llevamos siempre en nuestro cuerpo por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (2 Co 4, 10).
Todo esto debemos aplicarlo a nuestra vida cotidiana siguiendo el ejemplo de san Pablo, que vivió siempre con este gran horizonte espiritual. Por una parte, la fe debe mantenernos en una actitud constante de humildad ante Dios, más aún, de adoración y alabanza en relación con él. En efecto, lo que somos como cristianos se lo debemos sólo a él y a su gracia. Por tanto, dado que nada ni nadie puede tomar su lugar, es necesario que a nada ni nadie rindamos el homenaje que le rendimos a él.
Ningún ídolo debe contaminar nuestro universo espiritual; de lo contrario, en vez de gozar de la libertad alcanzada, volveremos a caer en una forma de esclavitud humillante. Por otra parte, nuestra radical pertenencia a Cristo y el hecho de que "estamos en él" tiene que infundirnos una actitud de total confianza y de inmensa alegría.
En definitiva, debemos exclamar con san Pablo: "Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31). Y la respuesta es que nada ni nadie "podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rm 8, 39). Por tanto, nuestra vida cristiana se apoya en la roca más estable y segura que pueda imaginarse. De ella sacamos toda nuestra energía, como escribe precisamente el Apóstol: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13).
Así pues, afrontemos nuestra existencia, con sus alegrías y dolores, sostenidos por estos grandes sentimientos que san Pablo nos ofrece. Si los vivimos, podremos comprender cuánta verdad encierra lo que el mismo Apóstol escribe: "Yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día", es decir, hasta el día definitivo (2 Tm 1, 12) de nuestro encuentro con Cristo juez, Salvador del mundo y nuestro.
En el momento de su encuentro con el Resucitado comprendió que con la resurrección de Cristo la situación había cambiado radicalmente. Con Cristo, el Dios de Israel, el único Dios verdadero, se convertía en el Dios de todos los pueblos. El muro entre Israel y los paganos —así lo dice la carta a los Efesios— ya no era necesario: es Cristo quien nos protege contra el politeísmo y todas sus desviaciones; es Cristo quien nos une con Dios y en el único Dios; es Cristo quien garantiza nuestra verdadera identidad en la diversidad de las culturas. El muro ya no es necesario. Cristo es nuestra identidad común en la diversidad de las culturas, y es él el que nos hace justos. Ser justo quiere decir sencillamente estar con Cristo y en Cristo. Y esto basta. Ya no son necesarias otras observancias. Por eso la expresión "sola fide" de Lutero es verdadera si no se opone la fe a la caridad, al amor. La fe es mirar a Cristo, encomendarse a Cristo, unirse a Cristo, conformarse a Cristo, a su vida. Y la forma, la vida de Cristo es el amor; por tanto, creer es conformarse a Cristo y entrar en su amor. Por eso, san Pablo en la carta a los Gálatas, en la que sobre todo ha desarrollado su doctrina sobre la justificación, habla de la fe que obra por medio de la caridad (cf. Ga 5, 6).
BorrarSan Pablo sabe que en el doble amor a Dios y al prójimo está presente y se cumple toda la Ley. Así, en la comunión con Cristo, en la fe que crea la caridad, se realiza toda la Ley. Somos justos cuando entramos en comunión con Cristo, que es el amor. Veremos lo mismo en el evangelio del próximo domingo, solemnidad de Cristo Rey. Es el evangelio del juez cuyo único criterio es el amor. Sólo pide esto: ¿Me visitaste cuando estaba enfermo?, ¿cuando estaba en la cárcel? ¿Me diste de comer cuando tenía hambre?, ¿me vestiste cuando estaba desnudo? Así la justicia se decide en la caridad. Así, al final de este evangelio, podemos decir casi: sólo amor, sólo caridad. Pero no hay contradicción entre este evangelio y san Pablo. Es la misma visión según la cual la comunión con Cristo, la fe en Cristo, crea la caridad. Y la caridad es realización de la comunión con Cristo. Así, estando unidos a él, somos justos, y de ninguna otra forma.
A tal efluvio verbal solo puedo responder lo siguiente: contrariamente a lo que sostiene Bergoglio, los mandamientos son absolutos. No tengo nada mas para agregar...
BorrarLas obras de la ley se refiere a las más de seiscientos preceptos que se habian inventado los fariseos, a los rituales ceremoniales que prescribieron en la cruz.
BorrarAlepo. ESTO QUE TRANSCRIBI Y UD LLAMA " EFLUVIO VERBAL" NO ES DE FRaNCISCO, SINO DE BENEDICTO XVI. No le puse el nombre del otro Papa, hoy renunciado, para ver qué decía.
BorrarAUDIENCIA GENERAL
Miércoles 8 de noviembre de 2006
Ud. es un payaso, como nuestro Presidente.
ESTO DICE EN LA AUDIENCIA, NO HAGA DE DEMONIO Y TERGIVERSE LAS C OSAS SEÑOR TRAICIONALISTA
ResponderBorrar"Pero existe de otra manera: la misma Ley, los Diez Mandamientos, pero de otra manera, porque POR SÏ SOLA no puede justificar una vez que vino el Señor Jesús.
Lea bien y deje de perseguir a los representantes de Dios.
Ud. parece que precisa o un psiquiatra o un exorcista.
Y por qué no ambas cosas, no creo que la disyuntiva sea necesaria...
BorrarNo dice en absoluto que no hay que cumplirlos; es más explícitamente Francisco dice en esa adiencia hay que cumplirlos. El Salvador es Cristo no los mandamientos.Primero Cristo, y también las obras. Es un misterio, no pretenda hacer claro un misterio, al modo de Descartes . Muchos doctores que aparentemente sabían teología, Lutero,Bayo, Jansenio incluidos, se hundieron en el piélago del tratado de la Gracia.
ResponderBorrar"¿Esto qué quiere decir? Que terminada la Ley nosotros podemos decir: “¿Creemos en Jesucristo y hacemos lo que queremos?” ¡No! Los Mandamientos están, pero no nos justifican. Lo que nos justifica es Jesucristo. Los mandamientos se deben observar, pero no nos dan la justicia; está la gratuidad de Jesucristo, el encuentro con Jesucristo que nos justifica gratuitamente. El mérito de la fe es recibir a Jesús. El único mérito: abrir el corazón. ¿Y qué hacemos con los Mandamientos? Debemos observarles, pero como ayuda al encuentro con Jesucristo."
Jesucristo resume los diez mandamientos en dos mandamientos: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todo tu espíritu y a tu prójimo como a ti mismo, haz esto y vivirás.
BorrarLo va aentender recien cuando se este quemando alla abajo.
ResponderBorrarY usted debe haber estado allá abajo porque parece muy seguro de eso.
BorrarSeguro, si usted lo dice...
BorrarBergoglio es maligno, lo entiendo, pero que locura los que lo siguen y defienden
ResponderBorrarHay una forma de ceguera espiritual, indudablemente. Recemos por ellos...
BorrarTambién hubo otros papas preconciliares perversos que aquí los siguen, no discriminan entre buenos y malos, si fueron preconciliares no hay problema.
BorrarQuizás digo una burrada y pido disculpas pero la naturaleza divina de Jesucristo importa necesariamente la capacidad de justificarnos independientemente de nuestras obras e incluso de nuestra Fe. Sin embargo es igual de evidente que, con arreglo a la Justicia esa facultad, a su voluntad, será morigerada por la evaluación de nuestra vida en muchos aspectos. Cada uno de ellos será considerado principalmente en nuestra relación personal con Jesucristo. ¿Cuánto de lo que hemos hecho ha sido por amor a Cristo? ¿Cuánto de lo que hemos hecho ha sido una muestra de amor a nuestro prójimo? Recordemos que cuando le preguntaron a Jesús por el mandamiento más importante, respondió por el primero e inmediatamente lo relaciono al segundo. La teoría sobre si los mandamientos son absolutos o no se resuelve casi que con un poco de sentido común. ¿Debo observarlos? Por supuesto que sí. Pero si los observo como mero cumplimiento que podrían hacer los fariseos (despojado de verdad y amor a Cristo) entonces no me justificaran (salvo intervención o mediación de la Misericordia de Cristo, quien tendrá, como quien dice, sus propios motivos para justificarse). Pero la inversa en necesaria y absolutamente cierta: si amo a Cristo (de verdad), observare incluso sin meditarlos todos los mandamientos.
ResponderBorrarPor supuesto que la justificación es un don sobrenatural gratuito que recibimos de Jesucristo -no es un producto de nuestras buenas obras-, lo que no significa que éstas -a través de la observancia de los mandamientos-, no sean indispensables para la salvación. Creo que esto queda claro en la nota:
Borrar"La posición católica es bien sabida: la justificación es un don gratuito de Dios mediante la fe en Jesucristo, es decir, que no es obtenida por el mérito que acarrearía el recto obrar humano autónomo, lo que sería pelagianismo.
Pero la sana doctrina también nos enseña que la fe no es suficiente para la salvación, puesto que el incumplimiento de la ley de Dios en materia grave sin arrepentimiento priva al pecador de la salvación."
Ale pienso que hay un error en lo que muchos plantean cuando hablan de relación, como Saz por ejemplo. Relación como si fuésemos iguales a Dios, de tu a tu. En realidad nosotros solo podemos responder bien a la gracia, crecer en gracia y con ella adherirnos a la verdad. Pero la palabra relación es más para las Divinas personas entre sí, y es algo que los protestantes usan sin profundizar. Digame si me equivoco.
BorrarSr Laprida . ¿ Es Ud el autor del libro "Con voz de Dragón?.
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