Un <canciller> salvajemente ignorante,
fruto opimo de una raza de corruptos: Santiago Cafiero, desconoce la fecha de
la honrosa batalla. Lo corrige el más crápula de los fernández con patente de corso y diploma de imbécil, y el <canciller>
vuelve a confundirse y ríe estúpidamente ante su propia salvajada.
Una mujeruca abortera y a favor de
la contranatura, Estela Díaz, a cargo del autodenominado Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad, en el gheto de Kicillof, exalta el papel de
las mujeres en aquella gesta, acusando al patriarcado historiográfico de
haberlas silenciado. Como si los nombres de esas ilustres matronas fueran un
reciente hallazgo arqueológico y no una presencia ya registrada en los mejores
historiadores que supo tener la patria.
Y el postre de esta comilona putrefacta y
maloliente: un <presidente> que pretende analogar su inventado e
insostenible triunfo ético en las últimas elecciones con la victoria moral de
la perpetua hazaña de Obligado. Confundiendo a mansalva la inexorable e inicua
ley numérica del sufragio universal – quien gana es el dueño de la mitad más uno, a secas-
con la ley de la guerra justa, en virtud de la cual, como sucedió el 20 de
noviembre de 1845, el vencedor puede serlo cualitativamente.
Porque en esa Ley del Buen Combate, el éxito de las cifras no legitima necesariamente el triunfo. Todo lo contrario de lo que sucede al amparo de la leguleyería democrática, según la cual no hay otra victoria que la que determinan fatal y fríamente los dígitos computados. La retórica hiperbólica que ha querido instalar nuestro primer pelele, no se aplica a la contabilidad de las urnas escrutadas. Un papelito más, ganan; uno menos, pierden. Así de simple y de perverso.
Varias veces nuestros amables,
queridos y pacientes lectores se nos quejan diciéndonos que para entender algún
fragmento o palabra de lo que escribimos tienen que acudir a algún diccionario.
Creo que esta vez no tendrán problemas de inteligibilidad. Estos peronistas que
gobiernan, diciendo y haciendo roñas –con la historia y con todo lo demás- y
estos liberales que fungen de oposición, empezando por los sedicentes
derechoides de todo pelaje, son todos unos hijos de puta. No sé si me explico.
La gloriosa y memorable fecha del 20 de
Noviembre, no les pertenece a quienes oficialmente la festejan. Tampoco al
partido que representan, ni a los agentes regiminosos que alrededor de ese
partido medran y lucran corruptamente. Rosas no admite comparación con sus
ídolos populistas, ni cuadra su presencia en ninguna “galería de próceres
latinoamericanos”, a más de uno de los cuales hubiera lanceado a campo traviesa.
Las celebraciones gubernamentales son ultraje y mentira. El Rosas que reivindican no existió. El Rosas
que existió los habría fusilado o pasado a degüello.
Nada de esto ya importa. Vencedor del tiempo y del
espacio —como los héroes genuinos— los argentinos cabales rinden tributo a su
memoria, a quienes cayeron en la Vuelta de Obligado, y a quienes —cuando
hacerlo supuso riesgos fieros— reivindicaron, en soledad y contracorriente, la
verdadera talla del Ilustre Restaurador de las Leyes. Quieran hacer justicia
los versos que enhebramos:
Ni cuzcos ladradores ni doctores me traigan,
ni tibios lomos negros de chiripá o levita,
que no vengan logistas a hollar estas barrancas,
donde el duelo y la sangre supieron darse cita.
Auséntense los torvos, cismáticos o flojos,
espadas sin cabeza, sin blasón ni coraje,
esta Vuelta del río reclama en sus orillas
la vieja aristocracia del sufrido gauchaje.
Ninguna voz rendida se escuche en el remanso
del Paraná poblado de recuerdos fecundos,
ninguno se presente de los que han hocicado,
una vez y por siempre los he llamado inmundos.
Que no lleguen tampoco los que enturbiaron
nombres
de patriadas antiguas galopando en montón,
ni los profanadores de la historia se acerquen,
sólo quiero a los fieles de la Federación.
¡Encadene el oleaje, mi General Mansilla,
atenace torrentes, eslabone los vientos,
que silven los boyeros, y en las cañas tacuaras
flameen los pendones amarrados con tientos!
¡Usted, Coronel Thorne, desenvaine cañones,
camarada Quiroga: honre al padre que hereda,
Capitán Tomás Craig, ancle el buque al pellejo
y usted, Ramón Rodríguez, con su furia proceda!
Si la tierra trepida sabrán los extranjeros,
que las almas batallan con leal veteranía
invisible y perenne como un yelmo de plata
como ajorca que enlaza la fiel soberanía.
Comandante Barreda, Artillero Palacios,
alumbren las estrellas de este patrio noviembre,
y en el último ataque que cada puño sea
la semilla que labre, que coseche y que siembre.
Nada importa esta tarde que la proa invasora
nos aventaje en fuego de metrallas filosas,
mis mazorqueros tienen bayonetas caladas
y me sigo llamando Don Juan Manuel de Rosas.
Resistí a los falsarios, la conjura de escribas,
en mil páginas negras que fraguó belcebú,
venceré a los que intenten torcer mi empuñadura,
yo soy el heredero del sable de Maipú.
Mañana cuando lleguen las horas más aciagas,
aunque ni un ceibo quede en mi pampa plantado,
Señor, se alce una boca para gritar de nuevo:
No han de pasar por esta Vuelta de
Obligado.
Totalmente de acuerdo con la gesta de la Vuelta de Obligado. Solamente quisiera que me explique (y no hay doble ni mala intención en mi pregunta). Porque Rosas se exilió en la perfica y masónica Albion, y no en Paraguay por ejemplo como hizo Artigas. Con respeto y admiración, Daniel Nqn.
ResponderBorrarPorque estaba apurado por escapar y se exilió donde pudo.
BorrarHUIIIIIIIJAAAAA !!!! grande MAESTRO !!!!
ResponderBorrarGracias Antonio, Usted, como de costumbre, nos provee de una bocanada de aire fresco en éstos momentos, en los que intentan mantenernos sumergidos en tanta hediondez.
ResponderBorrarMe referiré únicamente a la poesía, sin que por ello asienta a todo su contenido; no adhiero al recurso de lo puro y lo impuro , de los enteramente buenos y de los enteramente los malos.
ResponderBorrarPero hacía rato que no leía una poesía de Caponnetto que me gustara en la hechura.
A pesar de haber sido hecha en Alejandrino, un modo que de por sí me parece lento y moroso; esta composiciòn es enteramente ágil y no parece alejandrino.
Hay un acierto en las rimas consonantes que le dan una gran fluidez. Quizás allí radique parte de la soltura, aunque no toda.
Además celebro que la poseìa se haya quedado en la esfera de la guerra terrestre.