Diario La Prensa - 24/07/2022
Autor: Agustín de Beitia
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De a poco van apareciendo, también en
nuestro medio, libros que cuestionan la narrativa oficial sobre lo sucedido en
el mundo desde fines de 2019. Este breve pero valioso opúsculo titulado
“Plandemia”, de Alejandro Sosa Laprida, debe contarse entre los más
provechosos: es compacto, vertiginoso, desafiante y, sobre todo, pone las cosas
en perspectiva, a la luz de la fe.
Sosa Laprida es licenciado en
Filosofía, profesor de francés y autor de varios libros de tema religioso,
incluso alguno crítico del papa Francisco. Es muy activo en las redes sociales,
provocador, un poco fragoroso. También es uno de los pocos que entrevió con
perspicacia desde el comienzo el engaño que estaba detrás de la última
emergencia sanitaria global y se lanzó con ardor a dejar constancia sobre las
demenciales medidas que se fueron adoptando.
La “secuencia orwelliana” que denuncia
es ya conocida por muchos lectores de este suplemento: sospechosa alarma
mundial por un virus que tiene una letalidad similar a la de una gripe
estacional, introducción de un test que crea falsos positivos, restricciones de
todo tipo, vacunación masiva con terapias genéticas, mordazas a los que
disienten, discriminaciones inconstitucionales para los insumisos, y refuerzo
de un gobierno mundial con perfiles tenebrosos.
Un giro copernicano en nuestras vidas,
el “Gran Reinicio” famoso, como se llamó a esta verdadera maniobra de
ingeniería social, política y económica desestructurante de la vida humana tal
como la conocíamos, que Sosa Laprida expone en 14 breves artículos que antes
fueron entradas de blog. Esos breves escritos permiten seguir la evolución de
esta maquinación aberrante, pergeñada por Bill Gates, el Foro Económico Mundial
y la OMS.
Pero aquí lo que importa es la mirada a
futuro, y Sosa Laprida propone una justificada mirada teológica, o
escatológica. Porque el “secuestro psicológico” de la población, que aún no
despierta ante esta “comedia grotesca”, como él la llama, puede ser un anticipo
de lo que vendrá. Pero la cuestión no se limitará ya a preocuparse porque una
elite megalómana e inescrupulosa de millonarios pueda arrogarse el derecho a
decidir cómo debemos vivir, si podemos viajar, lo que debemos pensar, lo que
estamos autorizados a hacer. El asunto es que el “Gran Reinicio” tiene -qué
duda cabe- un carácter diabólico y prefigura ese mundo unificado política y
religiosamente bajo el mando del Anticristo y del Falso Profeta del que habla
el Apocalipsis.
Tan ineludible es esta mirada como el
prólogo de Flavio Infante, que brinda el marco histórico que favoreció la
pérdida de todo horizonte sobrenatural en el hombre. El resultado es un libro
que se alza como un saludable ejercicio de sentido común, moralmente
apremiante, como dice el autor, y podría agregarse que de lectura
indispensable.
Fuentes:
1. https://www.laprensa.com.ar/518290-El-Gran-Reinicio-y-su-aterradora-proyeccion-.note.aspx
2. https://drive.google.com/file/d/112TDZlImcKpbPGb_RSxadLkoYQCFpzjv/view
Publicado en:
https://gloria.tv/post/CTkZ3Pa7qExp24G83qemdFVun
Presentación
El
propósito de esta publicación es el de cuestionar la narrativa oficial acerca
de lo que viene sucediendo en el mundo desde marzo de 2020, cuando la OMS
declaró el estado de pandemia por un nuevo tipo de coronavirus, aparecido en
China a fines de 2019.
En base a esta supuesta pandemia de “covid” -con un índice de letalidad
equivalente al de cualquier gripe estacional-, se tomaron una serie de
decisiones sin precedentes en la historia: confinar el mundo entero; dejar a
toda la población prácticamente sin atención médica; impedir las autopsias;
cerrar las escuelas; prohibir viajes y reuniones; suspender el culto religioso;
deshumanizarnos a través del enmascaramiento, el aislamiento y el distanciamiento;
infantilizarnos mediante todo tipo de restricciones absurdas; discriminar
arbitrariamente entre categorías sociales “esenciales” y “no esenciales”;
destruir la economía, empobreciendo a la gente y volviéndola así dependiente de
los subsidios estatales, con la consiguiente pérdida de autonomía y de
libertad; erradicar la “presencialidad” de la vida social, convirtiendo la
“virtualidad” digital en la norma de una existencia humana artificial y
solitaria; instaurar una “nueva normalidad” distópica que fragiliza las
relaciones humanas y daña la salud física y psíquica, pero que incrementa
exponencialmente las pingües ganancias de las grandes corporaciones
tecnológicas y farmacéuticas -todas poseídas por “filántropos” que quieren
“cuidarnos”, como es bien sabido-; adoctrinarnos con una “propaganda del miedo”
incesante en todos los medios de prensa subvencionados por el sistema; utilizar
una prueba PCR fraudulenta -no apta para diagnósticos médicos- ideal para
identificar tantos casos “positivos” como sea necesario a los efectos de poder
mantener las restricciones; prohibir cualquier tratamiento alternativo y
sancionar a los médicos que los utilicen; certificar casi todos los decesos
como “muerte por covid”.
Descargar la tapa completa:
google.com/file/d/1d8pZbIXl59zgJ_v__frOy-muzyIbWB2P/view
Por último, vacunar masivamente a la población con falsas vacunas pero
verdaderos tratamientos génicos experimentales, no probadas en animales, cuyos
efectos adversos a mediano y a largo plazo se desconocen, cuyos efectos a corto
plazo son de una gravedad nunca antes vista en ninguna vacuna y cuyos
fabricantes exigen la confidencialidad de los componentes, así como la
inmunidad jurídica ante las eventuales demandas.
Dicha “vacunación universal” fue
“decretada” por Bill Gates, pocos días después de la resolución de la OMS, en
una sonada entrevista con el Financial Times, en la que tuvo la
delicadeza de informarnos que, sin ella, “no habrá un retorno a la normalidad”
(sic). Cabe precisar que este multimillonario “filántropo” y eugenista
militante es uno de los principales financiadores de la OMS, un poderoso
accionista de la industria farmacéutica y que en octubre de 2019 había
organizado nada menos que una simulación de pandemia mundial de coronavirus, el
“Evento 201”.
Por otro lado, está el aspecto
“abortivo” que revisten estas “vacunas”, las que fueron desarrolladas y/o
probadas empleando cultivos celulares obtenidos de células de fetos
provenientes de abortos provocados, y cuyos tejidos -de múltiples órganos-, además,
les fueron extirpados in vivo -requisito indispensable para
que sean de utilidad en la experimentación biológica-, lo cual añade al
infanticidio una capa suplementaria de crueldad de una malicia propiamente
luciferina.
La lista de hechos inusuales, de
extrañas coincidencias, de situaciones sospechosas y de aberraciones morales
presentes en esta secuencia orwelliana de acontecimientos es infinita:
declaraciones contradictorias, decisiones incoherentes, mentiras desvergonzadas
-por ejemplo, hacer creer que es una “vacuna” lo que es un tratamiento génico
experimental inédito en la historia de la medicina-, conflictos de interés
omnipresentes -los vínculos financieros entre laboratorios, fundaciones
“filantrópicas”, mass media y organismos gubernamentales son
un secreto a voces-, propaganda mediática incesante -sin nada que envidiar a la
de los regímenes totalitarios del siglo pasado-, imposiciones arbitrarias,
censura sistemática de los disidentes, “lavado de cerebro” y manipulación
emocional permanentes, odiosas medidas extorsivas para “sumar vacunados”,
discriminaciones inconstitucionales, violación de las libertades personales,
etc.
En definitiva, a la luz de todo lo
acontecido durante este proceso “sanitario” interminable y que amenaza con
volverse crónico, sin precedentes en la historia y carente de toda racionalidad
y sustento científico, y cuyas nefastas consecuencias para la salud física y
psíquica de la gente -lo ocurrido con ancianos y niños estremece- y para el
bienestar general de la sociedad son incalculables, considero que el hecho de
atreverse a cuestionar la veracidad de la versión oficial sobre la “pandemia”,
mal que les pese a los censores mediáticos, a los fact checkers y
demás propagandistas de los laboratorios, no solo está plenamente justificado,
sino que es una saludable manifestación de sentido común y una actitud
moralmente apremiante.
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