domingo, 2 de abril de 2023

Significado del 2 de Abril (1984) - Antonio Caponnetto

 

"...Sabe que un día volverá su hombre con la bandera y el cantar".

José Pedroni

 

Las fiestas nacionales -si realmente lo son y merecen el calificativo de tales- constituyen sustancialmente una afirmación de soberanía; una ratificación de la existencia y de la identidad espiritual, un acontecer cargado de sentido y poblado de significaciones. La Patria, es, en cierto modo, la historia de sus fiestas y el festejo incesante de su vera historia.

Se festeja lo que fue y merece seguir siendo. Lo que por su propia entidad ingresa en el recuerdo colectivo. Lo que marca un Origen y obliga a una fidelidad perenne. La fiesta es una tradición viva que se repite y reitera. Su contenido trascendente es la razón de su permanencia y su valor arquetípico el motivo de su celebración. La fiesta funda, revela, guarda y conserva. Y el festejo repone, memora, restablece, congrega. Más allá de que se organice o programe; más allá del calendario y de los hombres que pasan.

Por eso, algo grave, sucede en una nación, cuando sus fastos patrios se tergiversan u omiten por decreto y se sustituyen por efemérides burocráticas y legislativas. Algo que ya ocurrió cuando el presidente Rivadavia suprimió el 12 de agosto y merece el sanmartiniano calificativo de "felonía". También San Martín calificó a Rivadavia de "alma despreciable" e "innoble persona"; y no se trata ciertamente de cosas muy distintas.

El 2 de abril es la fiesta de la dignidad nacional. Ingresó como tal en nuestro entendimiento y en la inteligencia de todos aquellos que advierten su auténtica importancia. Una Argentina devuelta a sus esencias y reencontrada con su destino fue el saldo inmediato y principal de aquel estallido. No primó el cálculo político, si lo hubo. No prevalecieron las prevenciones derrotistas y pusilánimes, aunque se dejaron oír. No predominaron las infaltables pequeñeces y las defecciones. Sobresalió en cambio el gesto heroico, el entusiasmo épico, la religiosidad arraigada, la fe creciente, el fervor combativo y la disposición a la lucha sin atenuantes. El 2 de abril le reintegró a Dios la Patria y la Patria a Dios. Son los efectos propios de las causas ejemplares. Es la fuerza intrínseca de lo paradigmático que sobrepuja las circunstancias y los accidentes.

Ese día, por Malvinas, la Nación comenzaba a comprender de qué la habían despojado. De qué, cómo, para qué y quiénes. Y comenzaba a comprender cada sonido de la voz reconquista.

Se pronunciaron palabras hasta entonces silenciadas: Escapulario, Rosario, empuñadura en Cruz y clarines. Virgen Generala, Puerto Argentino, halcones consagrados a un Cielo indelimitado. Se silabeaban a coro las palabras más nobles; como a coro se escuchaban los ¡presentes! ante el nombre de los muertos.

No; aquello no fue una "descabellada y dolorosa aventura" como seguirán llamándola los innúmeros Armendáriz (también dijeron lo mismo en su momento del cruce de los Andes o el Éxodo Jujeño). No es cierto que nada haya que festejar, como le parece a Caputo, ni es serio afirmar que la celebración "resulta incongruente con los sentimientos que evoca", como sostiene el decreto presidencial que anula la gloriosa fecha. Tampoco se trató de una "invasión", "ocupación" u "operativo lamentable" como lo llamó el Gral. (R) Leal, ni de una "causa no bien calibrada" al decir de Monseñor Galán.

No es una festividad del antiimperialismo de las izquierdas con sus consignas clasistas, con su pacifismo hipócrita y descastado, con su resentimiento de porqueriza apaleada, con su latinoamericanismo tercermundista y rojo. Malvinas no es Nicaragua, ni El Salvador ni Centroamérica. La izquierda puede festejar el 14 de junio pero no el 2 de abril. La derrota le da derechos y es consecuencia de sus "pactos preexistentes" -Yalta y Potsdam, entre otros-. La victoria hubiera significado, en cambio, su desterramiento definitivo. El 14 de junio de 1982 fue el día de la humillación nihilista; pero no exclusivamente por el revés de las armas -a cuyos caídos y combatientes cabales honramos como a próceres- sino porque ese día se decidió oficialmente que la Patria no era ni debía ser libre. Que los poderes mundiales le ordenaban un destino de colonia. Que la civilización moderna le imponía una misión de factoría hedonista y prosaica. Que era preciso sustituir la soberanía política por la soberanía popular; que era conveniente no ser nada conservando la amistad de los amos, a ser lo que debemos ser, aunque para eso el estandarte patrio tuviera que flamear desafiante sobre las más gloriosas de sus ruinas. El 14 de junio el Proceso y la Partidocracia y ambas con el Poder Extranjero sellaron el único acuerdo no denunciado ni deshecho: el de la gran traición nacional. Eso, sólo eso, pueden festejar las izquierdas. Pero el 2 de abril, día de la dignidad nacional, no.

Ni es siquiera para que marchen ex-combatientes vergonzantes que no están a la altura de su misión y del protagonismo que les encomendó la historia. Los verdaderos ex-combatientes son los que quieren dejar de ser "ex". Los que no piden asistencia psicológica sino volver por la victoria pendiente. Los que no reclaman retribuciones monetarias, sino el orgullo de la primera línea en el próximo alistamiento. Los que prefieren la compañía de Nuestra Señora del Rosario a las de las "juventudes políticas", que son la senilidad más oprobiosa que tiene la república.

El 2 de abril no tolera a los indignos. Y porque la recíproca lógicamente es válida, es que nos han querido escamotear oficialmente la fecha. No pudiendo, optaron por tergiversarla y confundirla.

Pero el error no durará para siempre. Porque los muertos ya saben que significó la guerra; y su magisterio es el más alto y el más válido que hoy tiene la Argentina. Porque la Patria -sólo la Patria- cabe entera en esa fecha. Es su cifra y su norte, su modelo. Y ha de ser en adelante nuestra meta, hasta que el "Malvinas Volveremos" deje de ser grito para convertirse en orden de rescate.

Entonces, el 2 de abril volverá a ser la fiesta clara, inequívoca y recta de la argentinidad militante.

 

Antonio Caponnetto

 

Revista Cabildo: 2da Época. Año VIII Nº75. 17 de abril de 1984

 

 

Nacionalismo Católico San Juan Bautista


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