Tucho
Fernández, el Badanelli de Bergoglio
Por
Antonio Caponnetto
En
el año 2019, publicamos un libro titulado “De Perón a Bergoglio. El
<catolicismo excomulgable> (Buenos Aires, Bellavista Ediciones). Entre
otras cosas, denunciábamos en sus páginas la inconcebibles y prolongadas
vinculaciones entre Perón y un cura apóstata, Pedro Badanelli, explícitamente
homosexual y formalmente excomulgado, al igual que Perón. En esas páginas(150-151
del original) hacíamos una premonitoria asociación entre el depravado Badanelli
y el Tucho Fernández. La encontrará textual el lector del siguiente
fragmento, que es –obviamente- un recorte del libro original. Para facilitar su
ubicación hemos puesto el párrafo en resaltador. Y le hemos agregado una nota a
pie de página, al final. El resto, repetimos, es un fragmento literal de lo
publicado hace cuatro años. Nos resulta gravísmo, por decir lo menos, que un
sujeto intelectual y moralmente patógeno comoTucho sea para Bergoglio, lo que Badanelli
a Perón: el inspirador o sostenedor de una nueva eclesiología, contraria en
todo a la Iglesia Católica.
El cura Pedro Badanelli
Hay cosas de este sujeto que no se necesitan probar,
porque las probó con su vida pública y sus diversos libros, y que por eso mismo
nos limitaremos a enunciarlas:
1- Fue peronista fanático, incondicional, acérrimo,
furioso y agresivo, sin límites racionales. Defendió de Perón hasta lo más objetivamente
indefendible, y se constituyó en su brazo derecho en materia religiosa[1],
al punto de negar su excomunión, como ya hemos analizado anteriormente. De él
fue la iniciativa más seria y más orgánica –y por eso mismo más funesta– de
constituir una Iglesia Nacional Peronista (con éste u otros nombres análogos); hasta
que el 11 de enero de 1974 se autoproclamó “el primer obispo argentino
justicialista”, y apareció luego como “Prefecto y Fiscal Eclesiástico” de la
“Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Argentina”, rama de la “Iglesia Católica
Ortodoxa Americana”.
Los nombres de estos delirios eclesiales varían a
veces, cambian según las fuentes, y según los ritmos psicopatológicos del mentor;
pero el común denominador es siempre la sacralización del peronismo. Va de suyo
que este clérigo terminó apartado formalmente de la Iglesia Católica en 1954,
que ya había sido sancionado y suspendido antes por sus libelos claramente
inmorales; y que, revisando su bibliografía, son explícitas en ella desde la negación
ofensiva y ridiculizante de los dogmas católicos hasta la justificación de los
vicios sexuales, a cuyo análisis se dedicó con la fruición de un verdadero
sexópata. Llamarlo blasfemo, sacrílego, sodomita y degenerado no sería en
absoluto una figura retórica sino una constatación.
2- Hemos leído con insondable repugnancia –y por eso
mismo no le recomendamos a nadie que lo haga– las siguientes obras de
Pedro Badanelli:
a) Serenata del
amor triunfante, Madrid, Espasa Calpe, 1929 [reeditada en 2016 por
Ediciones del Renacimiento, en Sevilla]. Es una explícita defensa del
homosexualismo y en consecuencia, obra elogiada y reeditada ahora por los
grupos afines. Cfr. v.g. la recensión que le hace el diario izquierdista La
República: https://larepublica.pe/cultural/833786-pedro-badanelli-de-sacerdote-escritor-sobre-la-homexualidad;
b) El alba sobre
Sodoma, Buenos Aires, Talcahuano, 1969. Otra explícita defensa del
homosexualismo, bajo la forma de una obra teatral. De allí que sea asumida y
representada por compañías de teatro homosexual, como Alternativa Teatral; cfr.
http://www.alternativateatral.com/obra61525-el-alba-sobre-sodoma;
c) Bajo la noche
inmaculada, Buenos Aires, Darío, 1981, melodrama de cuarta categoría en el
que una de las protagonistas centrales, “la jorobada Faustina”, encinta de
Currito Roldán, declama una encendida defensa del aborto, con argumentos de
curiosa y tenebrosa actualidad;
d) Los grandes
delitos sexuales, Buenos Aires, Publiciencia, 1977. El autor culpa al
Antiguo Testamento, específicamente a Moisés, de “fabricar” los Diez
Mandamientos, obsesionado con castigar la “libertad sexual”, y capítulo tras
capítulo –con apenas algún reparo pero casi siempre sin él– justifica el homosexualismo,
el aborto, la violación, el estupro y el adulterio. Es un lugar común de su
obra el rechazo violento del Antiguo Testamento, señalándolo como el gran
responsable de despojar al hombre de su derecho a la autodeterminación sexual.
En tal sentido remitimos a otro de sus libros leídos:
e) El derecho
penal en la Biblia, Buenos Aires, Tartessos, 1966 [Hay edición digital en
Biblioteca Esotérica Herrou Aragón];
f) Los
cuatro sentidos sexuales, Buenos Aires, Publiciencia, 1977. Inconcebible libelo
de mal simulado carácter pornográfico, en el que llama la atención el capítulo
3, “Historia del beso”, por su similitud con el libro de Monseñor Víctor Manuel
Fernández, Sáname con tu boca, Buenos Aires, Lumen, 1995. Recordemos que
Fernández, apodado “Tucho”, es uno de los hombres de confianza de Bergoglio,
tenido oficiosamente por su escriba, cooperador activo en la elaboración de
Amoris Laetitia, Evangelii Gaudium y otros documentos de profusa circulación;
g) Carta abierta a Paulo VI, Buenos Aires, Barosi,
1973. El más esquizofrénico de sus trabajos. Por un lado se muestra contrario
al Concilio Vaticano II, al Novus Ordo Missae y aun a dar por válido el
pontificado de Montini, en la línea sedevacantista. Por otro lado, con su
impúdica sexomanía habitual rechaza la Humanae Vitae, el celibato sacerdotal, y
en el capítulo 15, “El celibato y el culto a la Virgen”, blasfema contra María
Santísima, con conceptos que no estamos dispuestos a reproducir;
h) Tras la
morfología de Don Quijote, Santa Fe, Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública, Universidad Nacional del Litoral, 1947. Creíamos hallar un paréntesis
de cordura, tratándose de un supuesto estudio literario; pero no hay nada de eso.
Son páginas demenciales, de innúmeros galimatías, erudiciones fictas y
agobiantes, lenguaje incomprensible; y lo más tragicómico, se ocupa del
“Quijote desnudo”, de su “agotamiento anatómico”, “con su erotismo que rechaza
toda suerte de material acoplamiento”. Convencido de que “en el desnudo, lo que
se ofrece a la contemplación, es la realidad esencial de una estructura [humana]”,
que no es lo mismo “que viendo vestida a una persona”, el Quijote no es más que
otra excusa para desgranar su sexolatría monotemática. Al final termina justificando
cualquier predilección existencial y moral, porque citando a Bernard Shaw
sostiene que hay que dejar que “cada hombre coma lo que le gusta y le siente
bien, aunque a usted le parezca una basura”. Conste que esta obra se publicó en
1947, por una institución educativa oficial, en el supuesto período de la
ortodoxia peronista;
i) Por último, hemos leído Perón, la Iglesia y un cura, Valparaíso, Tartessos, 1959, al que ya
hemos citado, pero sobre el cual volveremos luego.
3- Y bien; tras este penoso recorrido por su horrenda
bibliografía, lo que cabe decir es que Perón no solamente no repudió jamás
estas iniciativas inicuas y estas posturas inmorales y promiscuas de Badanelli,
sino que le dispensó un trato agradecido, amical y admirativo. La carta que le
remitiera desde Madrid, el 17 de septiembre de 1970 –y que sirve de prólogo al
libro Comunismo o Justicialismo– es una clara prueba. Pero más prueba aún la constituye
su silencio ante el desquicio de un clérigo erigido a la par en el abanderado
impar de la clerecía peronista y en apologista de la contranatura; su
aprobación tácita o expresa de la defensa a ultranza que durante largos años le
prodigara el apóstata; una apología –recordémoslo– en la que Perón aparece no
sólo como un prócer sin la más mínima mácula o error humano, sino como el que
lleva en su barca a Cristo (sic).
Badanelli, digámoslo crudamente, fue aceptado por
Perón. Al General le gustaban las adulaciones, los cantos de sirenas, las lisonjas
y las zalamerías, los remilgos endiosadores. Lo incorporó a Badanelli a su
fauna sin condicionamientos, sin reservas, sin atenuantes, sin salvedades; con
su “iglesita” propia preñada de orates y de invertidos[2].
Si había alguien ante el cual un hombre de bien debía salir corriendo, ése era
el prostituido y mamarrachesco Badanelli. Mas no se le pueden pedir conductas
de hombre de bien a quien, como ya sostuvimos, tenía extirpada la conciencia
moral.
4- ¿Pero cuáles son aquí los puntos relevantes que
asocian al patético personaje con nuestro tema de fondo?
Badanelli se muestra proclive al protestantismo,
celebrando que “las iglesias protestantes están ganándole lenta pero firme y segura,
la batalla espiritual en América del Sur a la Iglesia de Roma”, porque los
líderes protestantes “predican el Evangelio y nada más que el Evangelio”[3].
Celebra asimismo la aparición del “Movimiento de Confraternidad
Judeo-Cristiano”, creado para fomentar “la necesidad de una estrecha
colaboración y amistad entre católicos, protestantes y judíos”, lo que “viene a
echar por tierra la secular intransigencia de la Iglesia de Roma y la inutilidad
lastimosa de tantas guerras de religión”[4].
Dice despreciar al latín porque “maldita la falta que me ha hecho y que me
hace”[5]; y
defendiendo la Ley del Divorcio de Perón, sostiene que “en nuestro criterio de
justicialistas peronianos” (sic) le es perfectamente justo a una pareja rehacer
sus respectivas vidas, para no tener que estar pagando “las consecuencias
trágicas de un error, de suyo perfectamente subsanable”[6].
Por supuesto que defiende también la Ley de
Profilaxis, que garantiza el ejercicio de la prostitución[7],
porque “ningún ser humano alcanza la felicidad completa sin la debida expresión
de sus impulsos sexuales”[8]; y
porque “eso de la castidad es una monserga en la que nadie ha creído jamás”[9].
Lo que hay que hacer es resolverle a la sociedad “el problema de la erótica”, puesto
que “el Eros es la raíz de todo lo biológico, de tal modo que para acabar con
el Eros habría que empezar por acabar con la vida misma”[10].
El “matrimonio monogámico” es una antigualla; “los
tiempos han cambiado en todos los lugares del mundo, por la sencilla razón de
que el devenir es una forma obligada de existir. Sería absurdo pensar que la
sociedad pudiera permanecer estacionada y lo mismo las costumbres y los géneros
de vida”[11].
“Un viejo catolicismo intransigente” no entiende que “la prostitución, y a su
vez los amancebamientos, los adulterios, los hijos ilegítimos [...], amén de
otras formas eróticas (¡sic!) [...], significan en la actualidad las
resultantes de una nueva realidad social frente a una moral dogmática, en nada
dispuesta a transigir”[12].
Propagandista de la separación entre la Iglesia y el
Estado, se manifiesta claramente a favor de la igualdad y de la libertad irrestricta
de cultos, y en contra de una religión oficial –de la Religión Católica habla,
por cierto–, porque cuando “llegan a oficializarse [tales cultos] se
transforman en los núcleos más regresivos e intolerantes”[13].
“Las religiones están ya fundadas [...]. Hay para todos los gustos [...]. Y tal
vez el secreto de su mérito radique en que no creen poseer la exclusiva del
bien sobre la tierra [...]. Nada hay que se oponga tanto al espíritu del
Evangelio como la intransigencia. Y la intransigencia ha sido siempre el gran
defecto del catolicismo”[14].
Ahora volvamos los ojos hacia Bergoglio. Repasemos los
innúmeros sermones en Santa Marta, las interminables alocuciones en los sitios
más dispares del planeta, las presuntas catequesis desparramadas por doquier,
las entrevistas y reportajes concedidos sin ton ni son, sus peroratas en los
aviones, sus palabras ante los líderes religiosos de las creencias mono o
politeístas, sus sonrisas de recepción a los personajes más torvos del submundo
de la contranatura y aún de la revolución cultural, sus risotadas aquiescentes
prodigadas a la hez del espectro político o pseudoartístico, sus canonizaciones
populares a los cómplices activos del terrorismo marxista, sus abrazos y besos
a amancebados, concubinos, aborteros, pederastas y feministas; su encubrimiento
de la red de abusadores y pedófilos; su complicidad con la “homoideología y la
homomafia”, como lo denunciaran valientes sacerdotes cual Dariusz Oko o el
Obispo Viganó.
Sí, volvamos los ojos atentos hacia Bergoglio. El de
Amoris Laetitia o Laudato Si; el del quién soy yo para juzgar y hagan lío; el que
se inclina ante judíos, protestantes, evangelistas, masones, transexuales o
enemigos declarados de la Fe Católica. El que se fastidia si los que él llama
neopelagianos rigoristas insisten en reprobar los “matrimonios homosexuales,
los anticonceptivos y el aborto”, pero se alboroza ante espectáculos
endemoniados como los que tuvieron lugar en las Jornadas de la Juventud de
Panamá, a comienzos del 2019. O apaña con hipocresía a las cumbreras sodomíticas
mientras castiga o desprecia a quienes les plantean legítimas dudas o fundadas
correcciones filiales.
Volvamos los ojos, al fin, hacia este Obispo de Roma,
que consintió la veneración de Lutero en la Santa Sede, o le rindió homenaje a
Marco Panella, defensor activo y escandaloso de la contranatura, del aborto y
de la pornografía; o montó un espectáculo feral en la Basílica de San Pedro, bajo
el nombre de Fiat Lux, en la Fiesta de la Inmaculada del año 2015, o recibió al
Primer Ministro de Luxemburgo, ¡con su marido!, el 24 de marzo de 2017...
Mutatis mutandis, aquello con lo que nos encontraremos
al volver la vista hacia Bergoglio, no dista mucho de las insanas y demenciales
enseñanzas del pontífice del “Cristianismo Auténtico
Peroniano” que fue Badanelli. Y para aumento de
nuestro dolor y oprobio, encontraremos en Bergoglio no sólo la teoría y la prédica
de este clérigo felón, sino que estarán ausentes los diminutos y escasos
vestigios de luz que pudo haber tenido, como cuando alertó sobre los desvíos
litúrgicos del Vaticano II.
No estamos diciendo con esto que Bergoglio abrevó en
la inmunda fuente de la ideología badanelliana. No; sería desproporcionado,
malicioso e injusto. Pero estamos mostrando una semejanza, que podríamos
documentar casi frase a frase, párrafo a párrafo y concepto a concepto, para
que se observe la negrura insondable y la nocividad extrema a la que conduce
esta línea eclesiológica de la que Perón fue el protagonista que mayor poder
alcanzó en la Argentina.
Bergoglio lleva en su corazón, no el catolicismo de
aquella camada de curas peronistas que creyeron ingenuamente poder realizar, a
partir de 1945, las enseñanzas de la Rerum Novarum o de las grandes encíclicas
sociales. Lleva en sus entrañas la Revolución y la Modernidad, la Subversión y
la Contracultura, el Relativismo y el Progresismo de eso que dio en llamarse
“Cristianismo Auténtico” y que acabó siendo sólo una auténtica herejía. Por eso
es una pérdida de tiempo preguntarse si el Bergoglio previo a Francisco militó
formalmente en alguna camándula peronoide o si se afilió de rondón a alguna de
sus múltiples y antitéticas manifestaciones. El peronismo de Bergoglio es su
forma mentis revolucionaria, moderna, subversiva, relativista y pragmatista. El
peronismo de Bergoglio es su talante chabacano, ordinario, plebeyo, aseglarado
y desacralizador: democrático. El peronismo de Bergoglio es su debilidad ante
las muchedumbres, los palcos, las plazas; los estrujones con el gentío y los
brazos en jarra repartiendo sonrisas. El peronismo de Bergoglio es su
tercermundismo arrabalero, periférico, sublunar. Y es –ya cuando la comedia se
convierte en tragedia– ese catolicismo excomulgable, porque el sarmiento no quiere
ser parte de la Vid, ni el trigo del Pan de Vida, ni el grano de mostaza quiere
caer en la tierra expectante y fecunda.
Pta: Transcribimos,
hasta donde nos permite el pudor, algunos párrafos del precitado capítulo
“Historia del beso”, del libro “los cuatro sentidos sexuales” de Badanelli(p.
44-54). El lector avisado encontrará las perturbadoras semejanzas ideofijistas
con el libelo del Tucho: “el beso como elemento y costumbre erótica es tan
antiguo como el amor mismo[...].Los besos castos serán todo lo decente que quieran
los señores moralistas, pero,repetimos,resultarán siempre insípidos[a
continuación hace una comparación obscena con lamer un helado, concluyendo en
que si comerlos “fuese pecado, tendría sin duda mejor sabor”][...].”En
cuestiones de amor es muy simple y muy sencillo ser persona decente...La
decencia no exige privaciones [en materia de conductas sexuales] sino
recato...Decente es quien no se preocupa de que arda la casa, con tal de que no
se vea el humo”[...].
“Un beso húmedo
es mejor todavía que un coito[...]. En la Biblia hay besos de todas calases y
para todos los gustos”.
[1] Hay dos obras de lectura
obligatoria al respecto: José Carlos García Rodríguez, Pedro Badanelli, la
sotana española de Perón, Astorga, Akrón, 2008; y José Carlos García Rodríguez,
Pedro Badanelli, el presbítero de Perón, Sevilla, RD Editores, 2014. Asimismo
se impone la lectura de una obra ya mencionada del mismo Badanelli, Perón, la
Iglesia y un cura, Valparaíso, Tartessos, 1959.
[2] La sintonía
Peronismo-Homosexualismo daría para un tratamiento aparte, si el tema no fuera
escabroso y sensacionalista. Lo concreto es que si Perón aceptó a Badanelli,
sabiendo de su vicio nefando, Evita aceptó a Paco Jamandreu como amigo,
confidente, modisto y vestuarista, a pesar de que su sodomía era convicta y
confesa. Existe una Agrupación Justicialista, llamada “Agrupación Nacional
Putos Peronistas”, que lanzó “La Paquito”, en homenaje al pervertido. Cfr. http://putosperonistas.blogspot.com/2010/03/la-paquito.html
Hay abundante bibliografía y filmografía al respecto. Cfr. Paco Jamandreu, La
cabeza contra el suelo. Memorias, Córdoba, Caballo Negro, 2014.
[3] Pedro Badanelli, Perón, la
Iglesia y un cura, Valparaíso, Tartessos, 1959, p. 24-25.
[4] Ibidem,
p. 25.
[5] Ibidem, p. 39. No obstante,
como hemos visto, acusa a Paulo VI con severas
admoniciones
por suprimir el Vetus Ordo.
[6] Ibidem,
p. 60 y ss.
[7] Ibidem,
p. 69 y ss.
[8] Ibidem,
p. 70.
[9] Ibidem,
p. 71.
[10] Ibidem,
p. 69, 72.
[11] Ibidem,
p. 74.
[12] Ibidem,
p. 75.
[13] Ibidem,
p. 87
[14] Ibidem,
p. 106.
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