martes, 25 de julio de 2023

Tucho Fernandez, el Badanelli de Bergoglio - Antonio Caponnetto


Tucho Fernández, el Badanelli de Bergoglio


Por Antonio Caponnetto


En el año 2019, publicamos un libro titulado “De Perón a Bergoglio. El <catolicismo excomulgable> (Buenos Aires, Bellavista Ediciones). Entre otras cosas, denunciábamos en sus páginas la inconcebibles y prolongadas vinculaciones entre Perón y un cura apóstata, Pedro Badanelli, explícitamente homosexual y formalmente excomulgado, al igual que Perón. En esas páginas(150-151 del original) hacíamos una premonitoria asociación entre el depravado Badanelli y el Tucho Fernández. La encontrará textual el lector del siguiente fragmento, que es –obviamente- un recorte del libro original. Para facilitar su ubicación hemos puesto el párrafo en resaltador. Y le hemos agregado una nota a pie de página, al final. El resto, repetimos, es un fragmento literal de lo publicado hace cuatro años. Nos resulta gravísmo, por decir lo menos, que un sujeto intelectual y moralmente patógeno comoTucho sea para Bergoglio, lo que Badanelli a Perón: el inspirador o sostenedor de una nueva eclesiología, contraria en todo a la Iglesia Católica.

Perón y Badanelli. El "Tucho & cia.". Badanelli y su secretario personal
 

 

El cura Pedro Badanelli

Hay cosas de este sujeto que no se necesitan probar, porque las probó con su vida pública y sus diversos libros, y que por eso mismo nos limitaremos a enunciarlas:

1- Fue peronista fanático, incondicional, acérrimo, furioso y agresivo, sin límites racionales. Defendió de Perón hasta lo más objetivamente indefendible, y se constituyó en su brazo derecho en materia religiosa[1], al punto de negar su excomunión, como ya hemos analizado anteriormente. De él fue la iniciativa más seria y más orgánica –y por eso mismo más funesta– de constituir una Iglesia Nacional Peronista (con éste u otros nombres análogos); hasta que el 11 de enero de 1974 se autoproclamó “el primer obispo argentino justicialista”, y apareció luego como “Prefecto y Fiscal Eclesiástico” de la “Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Argentina”, rama de la “Iglesia Católica Ortodoxa Americana”.

Los nombres de estos delirios eclesiales varían a veces, cambian según las fuentes, y según los ritmos psicopatológicos del mentor; pero el común denominador es siempre la sacralización del peronismo. Va de suyo que este clérigo terminó apartado formalmente de la Iglesia Católica en 1954, que ya había sido sancionado y suspendido antes por sus libelos claramente inmorales; y que, revisando su bibliografía, son explícitas en ella desde la negación ofensiva y ridiculizante de los dogmas católicos hasta la justificación de los vicios sexuales, a cuyo análisis se dedicó con la fruición de un verdadero sexópata. Llamarlo blasfemo, sacrílego, sodomita y degenerado no sería en absoluto una figura retórica sino una constatación.

2- Hemos leído con insondable repugnancia –y por eso mismo no le recomendamos a nadie que lo haga– las siguientes obras de

Pedro Badanelli:

a) Serenata del amor triunfante, Madrid, Espasa Calpe, 1929 [reeditada en 2016 por Ediciones del Renacimiento, en Sevilla]. Es una explícita defensa del homosexualismo y en consecuencia, obra elogiada y reeditada ahora por los grupos afines. Cfr. v.g. la recensión que le hace el diario izquierdista La República: https://larepublica.pe/cultural/833786-pedro-badanelli-de-sacerdote-escritor-sobre-la-homexualidad;

b) El alba sobre Sodoma, Buenos Aires, Talcahuano, 1969. Otra explícita defensa del homosexualismo, bajo la forma de una obra teatral. De allí que sea asumida y representada por compañías de teatro homosexual, como Alternativa Teatral; cfr. http://www.alternativateatral.com/obra61525-el-alba-sobre-sodoma;

c) Bajo la noche inmaculada, Buenos Aires, Darío, 1981, melodrama de cuarta categoría en el que una de las protagonistas centrales, “la jorobada Faustina”, encinta de Currito Roldán, declama una encendida defensa del aborto, con argumentos de curiosa y tenebrosa actualidad;

d) Los grandes delitos sexuales, Buenos Aires, Publiciencia, 1977. El autor culpa al Antiguo Testamento, específicamente a Moisés, de “fabricar” los Diez Mandamientos, obsesionado con castigar la “libertad sexual”, y capítulo tras capítulo –con apenas algún reparo pero casi siempre sin él– justifica el homosexualismo, el aborto, la violación, el estupro y el adulterio. Es un lugar común de su obra el rechazo violento del Antiguo Testamento, señalándolo como el gran responsable de despojar al hombre de su derecho a la autodeterminación sexual. En tal sentido remitimos a otro de sus libros leídos:

e) El derecho penal en la Biblia, Buenos Aires, Tartessos, 1966 [Hay edición digital en Biblioteca Esotérica Herrou Aragón];

f) Los cuatro sentidos sexuales, Buenos Aires, Publiciencia, 1977. Inconcebible libelo de mal simulado carácter pornográfico, en el que llama la atención el capítulo 3, “Historia del beso”, por su similitud con el libro de Monseñor Víctor Manuel Fernández, Sáname con tu boca, Buenos Aires, Lumen, 1995. Recordemos que Fernández, apodado “Tucho”, es uno de los hombres de confianza de Bergoglio, tenido oficiosamente por su escriba, cooperador activo en la elaboración de Amoris Laetitia, Evangelii Gaudium y otros documentos de profusa circulación;

g) Carta abierta a Paulo VI, Buenos Aires, Barosi, 1973. El más esquizofrénico de sus trabajos. Por un lado se muestra contrario al Concilio Vaticano II, al Novus Ordo Missae y aun a dar por válido el pontificado de Montini, en la línea sedevacantista. Por otro lado, con su impúdica sexomanía habitual rechaza la Humanae Vitae, el celibato sacerdotal, y en el capítulo 15, “El celibato y el culto a la Virgen”, blasfema contra María Santísima, con conceptos que no estamos dispuestos a reproducir;

h) Tras la morfología de Don Quijote, Santa Fe, Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Universidad Nacional del Litoral, 1947. Creíamos hallar un paréntesis de cordura, tratándose de un supuesto estudio literario; pero no hay nada de eso. Son páginas demenciales, de innúmeros galimatías, erudiciones fictas y agobiantes, lenguaje incomprensible; y lo más tragicómico, se ocupa del “Quijote desnudo”, de su “agotamiento anatómico”, “con su erotismo que rechaza toda suerte de material acoplamiento”. Convencido de que “en el desnudo, lo que se ofrece a la contemplación, es la realidad esencial de una estructura [humana]”, que no es lo mismo “que viendo vestida a una persona”, el Quijote no es más que otra excusa para desgranar su sexolatría monotemática. Al final termina justificando cualquier predilección existencial y moral, porque citando a Bernard Shaw sostiene que hay que dejar que “cada hombre coma lo que le gusta y le siente bien, aunque a usted le parezca una basura”. Conste que esta obra se publicó en 1947, por una institución educativa oficial, en el supuesto período de la ortodoxia peronista;

i) Por último, hemos leído Perón, la Iglesia y un cura, Valparaíso, Tartessos, 1959, al que ya hemos citado, pero sobre el cual volveremos luego.

3- Y bien; tras este penoso recorrido por su horrenda bibliografía, lo que cabe decir es que Perón no solamente no repudió jamás estas iniciativas inicuas y estas posturas inmorales y promiscuas de Badanelli, sino que le dispensó un trato agradecido, amical y admirativo. La carta que le remitiera desde Madrid, el 17 de septiembre de 1970 –y que sirve de prólogo al libro Comunismo o Justicialismo– es una clara prueba. Pero más prueba aún la constituye su silencio ante el desquicio de un clérigo erigido a la par en el abanderado impar de la clerecía peronista y en apologista de la contranatura; su aprobación tácita o expresa de la defensa a ultranza que durante largos años le prodigara el apóstata; una apología –recordémoslo– en la que Perón aparece no sólo como un prócer sin la más mínima mácula o error humano, sino como el que lleva en su barca a Cristo (sic).

Badanelli, digámoslo crudamente, fue aceptado por Perón. Al General le gustaban las adulaciones, los cantos de sirenas, las lisonjas y las zalamerías, los remilgos endiosadores. Lo incorporó a Badanelli a su fauna sin condicionamientos, sin reservas, sin atenuantes, sin salvedades; con su “iglesita” propia preñada de orates y de invertidos[2]. Si había alguien ante el cual un hombre de bien debía salir corriendo, ése era el prostituido y mamarrachesco Badanelli. Mas no se le pueden pedir conductas de hombre de bien a quien, como ya sostuvimos, tenía extirpada la conciencia moral.

4- ¿Pero cuáles son aquí los puntos relevantes que asocian al patético personaje con nuestro tema de fondo?

Badanelli se muestra proclive al protestantismo, celebrando que “las iglesias protestantes están ganándole lenta pero firme y segura, la batalla espiritual en América del Sur a la Iglesia de Roma”, porque los líderes protestantes “predican el Evangelio y nada más que el Evangelio”[3]. Celebra asimismo la aparición del “Movimiento de Confraternidad Judeo-Cristiano”, creado para fomentar “la necesidad de una estrecha colaboración y amistad entre católicos, protestantes y judíos”, lo que “viene a echar por tierra la secular intransigencia de la Iglesia de Roma y la inutilidad lastimosa de tantas guerras de religión”[4]. Dice despreciar al latín porque “maldita la falta que me ha hecho y que me hace”[5]; y defendiendo la Ley del Divorcio de Perón, sostiene que “en nuestro criterio de justicialistas peronianos” (sic) le es perfectamente justo a una pareja rehacer sus respectivas vidas, para no tener que estar pagando “las consecuencias trágicas de un error, de suyo perfectamente subsanable”[6].

Por supuesto que defiende también la Ley de Profilaxis, que garantiza el ejercicio de la prostitución[7], porque “ningún ser humano alcanza la felicidad completa sin la debida expresión de sus impulsos sexuales”[8]; y porque “eso de la castidad es una monserga en la que nadie ha creído jamás”[9]. Lo que hay que hacer es resolverle a la sociedad “el problema de la erótica”, puesto que “el Eros es la raíz de todo lo biológico, de tal modo que para acabar con el Eros habría que empezar por acabar con la vida misma”[10].

El “matrimonio monogámico” es una antigualla; “los tiempos han cambiado en todos los lugares del mundo, por la sencilla razón de que el devenir es una forma obligada de existir. Sería absurdo pensar que la sociedad pudiera permanecer estacionada y lo mismo las costumbres y los géneros de vida”[11]. “Un viejo catolicismo intransigente” no entiende que “la prostitución, y a su vez los amancebamientos, los adulterios, los hijos ilegítimos [...], amén de otras formas eróticas (¡sic!) [...], significan en la actualidad las resultantes de una nueva realidad social frente a una moral dogmática, en nada dispuesta a transigir”[12].

Propagandista de la separación entre la Iglesia y el Estado, se manifiesta claramente a favor de la igualdad y de la libertad irrestricta de cultos, y en contra de una religión oficial –de la Religión Católica habla, por cierto–, porque cuando “llegan a oficializarse [tales cultos] se transforman en los núcleos más regresivos e intolerantes”[13]. “Las religiones están ya fundadas [...]. Hay para todos los gustos [...]. Y tal vez el secreto de su mérito radique en que no creen poseer la exclusiva del bien sobre la tierra [...]. Nada hay que se oponga tanto al espíritu del Evangelio como la intransigencia. Y la intransigencia ha sido siempre el gran defecto del catolicismo”[14].

Ahora volvamos los ojos hacia Bergoglio. Repasemos los innúmeros sermones en Santa Marta, las interminables alocuciones en los sitios más dispares del planeta, las presuntas catequesis desparramadas por doquier, las entrevistas y reportajes concedidos sin ton ni son, sus peroratas en los aviones, sus palabras ante los líderes religiosos de las creencias mono o politeístas, sus sonrisas de recepción a los personajes más torvos del submundo de la contranatura y aún de la revolución cultural, sus risotadas aquiescentes prodigadas a la hez del espectro político o pseudoartístico, sus canonizaciones populares a los cómplices activos del terrorismo marxista, sus abrazos y besos a amancebados, concubinos, aborteros, pederastas y feministas; su encubrimiento de la red de abusadores y pedófilos; su complicidad con la “homoideología y la homomafia”, como lo denunciaran valientes sacerdotes cual Dariusz Oko o el Obispo Viganó.

Sí, volvamos los ojos atentos hacia Bergoglio. El de Amoris Laetitia o Laudato Si; el del quién soy yo para juzgar y hagan lío; el que se inclina ante judíos, protestantes, evangelistas, masones, transexuales o enemigos declarados de la Fe Católica. El que se fastidia si los que él llama neopelagianos rigoristas insisten en reprobar los “matrimonios homosexuales, los anticonceptivos y el aborto”, pero se alboroza ante espectáculos endemoniados como los que tuvieron lugar en las Jornadas de la Juventud de Panamá, a comienzos del 2019. O apaña con hipocresía a las cumbreras sodomíticas mientras castiga o desprecia a quienes les plantean legítimas dudas o fundadas correcciones filiales.

Volvamos los ojos, al fin, hacia este Obispo de Roma, que consintió la veneración de Lutero en la Santa Sede, o le rindió homenaje a Marco Panella, defensor activo y escandaloso de la contranatura, del aborto y de la pornografía; o montó un espectáculo feral en la Basílica de San Pedro, bajo el nombre de Fiat Lux, en la Fiesta de la Inmaculada del año 2015, o recibió al Primer Ministro de Luxemburgo, ¡con su marido!, el 24 de marzo de 2017...

Mutatis mutandis, aquello con lo que nos encontraremos al volver la vista hacia Bergoglio, no dista mucho de las insanas y demenciales enseñanzas del pontífice del “Cristianismo Auténtico

Peroniano” que fue Badanelli. Y para aumento de nuestro dolor y oprobio, encontraremos en Bergoglio no sólo la teoría y la prédica de este clérigo felón, sino que estarán ausentes los diminutos y escasos vestigios de luz que pudo haber tenido, como cuando alertó sobre los desvíos litúrgicos del Vaticano II.

No estamos diciendo con esto que Bergoglio abrevó en la inmunda fuente de la ideología badanelliana. No; sería desproporcionado, malicioso e injusto. Pero estamos mostrando una semejanza, que podríamos documentar casi frase a frase, párrafo a párrafo y concepto a concepto, para que se observe la negrura insondable y la nocividad extrema a la que conduce esta línea eclesiológica de la que Perón fue el protagonista que mayor poder alcanzó en la Argentina.

Bergoglio lleva en su corazón, no el catolicismo de aquella camada de curas peronistas que creyeron ingenuamente poder realizar, a partir de 1945, las enseñanzas de la Rerum Novarum o de las grandes encíclicas sociales. Lleva en sus entrañas la Revolución y la Modernidad, la Subversión y la Contracultura, el Relativismo y el Progresismo de eso que dio en llamarse “Cristianismo Auténtico” y que acabó siendo sólo una auténtica herejía. Por eso es una pérdida de tiempo preguntarse si el Bergoglio previo a Francisco militó formalmente en alguna camándula peronoide o si se afilió de rondón a alguna de sus múltiples y antitéticas manifestaciones. El peronismo de Bergoglio es su forma mentis revolucionaria, moderna, subversiva, relativista y pragmatista. El peronismo de Bergoglio es su talante chabacano, ordinario, plebeyo, aseglarado y desacralizador: democrático. El peronismo de Bergoglio es su debilidad ante las muchedumbres, los palcos, las plazas; los estrujones con el gentío y los brazos en jarra repartiendo sonrisas. El peronismo de Bergoglio es su tercermundismo arrabalero, periférico, sublunar. Y es –ya cuando la comedia se convierte en tragedia– ese catolicismo excomulgable, porque el sarmiento no quiere ser parte de la Vid, ni el trigo del Pan de Vida, ni el grano de mostaza quiere caer en la tierra expectante y fecunda.

Pta: Transcribimos, hasta donde nos permite el pudor, algunos párrafos del precitado capítulo “Historia del beso”, del libro “los cuatro sentidos sexuales” de Badanelli(p. 44-54). El lector avisado encontrará las perturbadoras semejanzas ideofijistas con el libelo del Tucho: “el beso como elemento y costumbre erótica es tan antiguo como el amor mismo[...].Los besos castos serán todo lo decente que quieran los señores moralistas, pero,repetimos,resultarán siempre insípidos[a continuación hace una comparación obscena con lamer un helado, concluyendo en que si comerlos “fuese pecado, tendría sin duda mejor sabor”][...].”En cuestiones de amor es muy simple y muy sencillo ser persona decente...La decencia no exige privaciones [en materia de conductas sexuales] sino recato...Decente es quien no se preocupa de que arda la casa, con tal de que no se vea el humo”[...].

“Un beso húmedo es mejor todavía que un coito[...]. En la Biblia hay besos de todas calases y para todos los gustos”.



[1] Hay dos obras de lectura obligatoria al respecto: José Carlos García Rodríguez, Pedro Badanelli, la sotana española de Perón, Astorga, Akrón, 2008; y José Carlos García Rodríguez, Pedro Badanelli, el presbítero de Perón, Sevilla, RD Editores, 2014. Asimismo se impone la lectura de una obra ya mencionada del mismo Badanelli, Perón, la Iglesia y un cura, Valparaíso, Tartessos, 1959.

[2] La sintonía Peronismo-Homosexualismo daría para un tratamiento aparte, si el tema no fuera escabroso y sensacionalista. Lo concreto es que si Perón aceptó a Badanelli, sabiendo de su vicio nefando, Evita aceptó a Paco Jamandreu como amigo, confidente, modisto y vestuarista, a pesar de que su sodomía era convicta y confesa. Existe una Agrupación Justicialista, llamada “Agrupación Nacional Putos Peronistas”, que lanzó “La Paquito”, en homenaje al pervertido. Cfr. http://putosperonistas.blogspot.com/2010/03/la-paquito.html Hay abundante bibliografía y filmografía al respecto. Cfr. Paco Jamandreu, La cabeza contra el suelo. Memorias, Córdoba, Caballo Negro, 2014.

[3] Pedro Badanelli, Perón, la Iglesia y un cura, Valparaíso, Tartessos, 1959, p. 24-25.

[4] Ibidem, p. 25.

[5] Ibidem, p. 39. No obstante, como hemos visto, acusa a Paulo VI con severas

admoniciones por suprimir el Vetus Ordo.

[6] Ibidem, p. 60 y ss.

[7] Ibidem, p. 69 y ss.

[8] Ibidem, p. 70.

[9] Ibidem, p. 71.

[10] Ibidem, p. 69, 72.

[11] Ibidem, p. 74.

[12] Ibidem, p. 75.

[13] Ibidem, p. 87

[14] Ibidem, p. 106.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario