San Martín pronuncia su propio discurso
Por Antonio Caponnetto
Me llego hasta este patio de una escuela en agosto,
acostumbrado al frío de los vientos andinos.
Parezco uno de aquellos paisanos correntinos
que conocí de niño como el labriego al mosto.
Llego entre pizarrones, pupitres, libros viejos
o acaso entre pantallas que confunden mi vista,
hay un mástil alzado, que convoca y alista
a flamear los colores con marianos reflejos.
Voy llegando con miedo a mi propio homenaje
convertido en rutina, feriado o la costumbre
de negarle a mi vida la feliz reciedumbre
de haber sido soldado de hispánico linaje.
Si ha de ser mi destino vivir entre discursos
que oyen más los umbrales que las almas atentas,
pido que se proceda a borrar las afrentas
y cuenten de mi historia los reales decursos.
Mi nación: La Argentina; mi madre patria Iberia,
mi sangre limpia supe derramar en batalla,
el broquel de mi hogar sólo un lema amuralla:
Si es por Dios, por el Rey, la guerra es cosa seria.
En América quise conservar lo heredado,
no cambié de enemigo sino de territorio,
ni liberé países de ningún purgatorio
que causara el Imperio del Sol enamorado.
Castigué la blasfemia, desprecié a los logistas,
a las revueltas rojas las llamé insurrecciones,
agradezco a los bravos de mis firmes legiones
galopando paisajes de luchas imprevistas.
Repartí escapularios y a la Virgen del Carmen
la nombré Generala de tropas belicosas,
mi espada fue a las manos de Juan Manuel de Rosas
y pedí que a sus huestes no olviden ni desarmen.
No me llamen el santo, no el padre ni el tribuno
de libertades falsas que maldije y desprecio,
amé la monarquía y al gobernante recio
que prefiere la muerte al vivir lacayuno.
Pronuncié una proclama de sables arrumbados
que esperaban los brazos capaces de empuñarlos,
hoy pido como antaño, ¡que vengan a tomarlos
los que tengan el temple de monjes y soldados!
Recomiendo el libro "San Martin en su conflicto con los liberales" de Carlos Steffens Soler.
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