Segunda Parte
-En el capítulo tercero de nuestro libro “La
perversión democrática” (cfr. reciente reedición ampliada, Buenos Aires,
Santiago Apóstol, 2023, p. 329 y ss), hay un subtema denominado “El mal menor”.
Ese tema, a su vez, se subdivide en varias cuestiones, siendo la 5º la llamada
“Propuesta de votar al candidato menos indigno”. Dicha “Propuesta” fue el fruto
de un intenso y acalorado debate entre católicos españoles integristas y no
integristas, ocurrido a principios del siglo XX, concretamente en 1905, sobre todo
a través de las páginas de la publicación La Razón Española. La polémica fue
tan caldeada y resonante que obligó a la intervención de la Jerarquía
Eclesiástica, y obligó en última instancia a una participación mediadora del
mismo Pío X. Este es el primer contexto que no puede omitirse. No existe
un San Pío X pidiendo “votopartidar”,o eximiendo de culpas al sufragio
universal y a la partidocracia. Existe, sí, un Papa que se ve obligado a mediar
en un conflicto local, de carácter regionalista, y que, como veremos, falla con
prudencia y cautela.
-La noticia de este debate entre integristas y no
integristas españoles, fue dada a conocer en la Argentina en el año 2007, por
laicos y sacerdotes prestigiosos vinculados a la Fraternidad Sacerdotal San Pío
X. Aclararon ellos, entonces, y de un modo tan expreso cuanto rotundo, que de
ningún modo, al anoticiar sobre este punto, se quería “alentar la participación
de los católicos en la farsa electoral, porque si hay algo que fue llevando a
los Estados cristianos a la catástrofe en que nos hallamos, fue creer imposible
la resistencia a los dogmas republicanos de la Revolución”.
Este es el segundo contexto que no puede omitirse; y se comprende que haya quienes lo omitan. Pues si
hay un sayo que penosamente les cabe es el de creer imposible, en la práctica la
resistencia a los dogmas democratistas. Antes bien, sus propuestas y sus
conductas operativas se encolumnan entre quienes optan por aceptar las reglas
de juego del sistema, participando del mismo.
-El debate entre los españoles, concretamente entre
los sacerdotes Minteguiaga y Villada, tuvo, por un lado, cierta cuota
exasperante de casuística, que no hacía sino enredar y enredar el objeto de
análisis, hasta tornar difícil cualquier esclarecimiento. Y tuvo asimismo el
trasfondo urgido y urgente de quienes deseaban hacer algo para frenar el
avance de las fuerzas masónicas en la propia patria. Intervino Nocedal,
exasperado y con cien buenas razones en su cabeza, para quejarse amargamente de
las maniobras malminoristas. Y gritó a los cuatro vientos lo que toda persona
sensata ya sabía; esto es, que el mal menor sigue siendo un mal; y que
si de participar se trata en la vida política para prestar un servicio al bien
común, lo ideal sería “unir a los católicos en el amor de la verdad íntegra, en
el odio a todo mal y en la lucha contra todos los partidos liberales, hasta
vencerlos y exterminarlos. ¡Jamás puede ser lícito favorecer a ningún partido
liberal, por manso, hipócrita y pérfido que sea”.
Este es el tercer contexto que suele omitirse. La pugna era alrededor de la cuestión del mal menor;
más detalladamente, alrededor de un aspecto singular del mismo, sobre si es
posible discernir un candidato menos indigno que otros, y en ese caso, darle o
no algún apoyo. Contexto relevante según analizamos en su momento, porque la
verdad es que la casuística no alcanzó ni alcanza para este discernimiento,
dejando sus aportes un marco espacioso para la duda, el error y las
equivocaciones prácticas. A diferencia de aquellos a los que hemos visto
expedirse a favor del masomenismo y del facticismo de sesgo maquiavélico, este
debate y sus implicancias conceptuales y prácticas ponía de relieve la cantidad
de cuidados morales que había que sopesar a la hora de participar en la vida
política.
-Sirva recordar, además, complementariamente, que
cuando San Pío tuvo esta mediación sobre
la elección del mal menor, las elecciones municipales o provinciales a las que
se aludían en el debate, solían ceñirse a mandatos administrativos, sin
compromisos partidocráticos definidos, prevaleciendo en ellas los juegos de sectores
de influencia, no las competencias que hoy conocemos como electoralistas y
partidistas. Son, a todas luces, situaciones diferentes.
-A todo eso, ¿qué es lo que ha dicho San Pío X en el
debate en el que se vio inmiscuido y tuvo que terciar con todo el peso de su
autoridad? San Pío X, el 20 de febrero de 1906, remitió una carta sobre el tema
al Obispo de Madrid, la cual a nuestro juicio –y a pesar de que fue usada por
aquellos aludidos mitigadores profesionales de la verdad- es el aporte más aprovechable
que nos deja este episodio. San Pío X campea por encima de la disputa suscitada
por las notas de Razón Española. No se inclina por la doctrina del mal
menor ni por el principio del doble efecto, sino por un consejo prudencial
aplicable a un tiempo y a un espacio determinado. Afirma que la doctrina del
mal menor comunicada por Minteguiaga y Villada nada contiene ‘que no sea
enseñado actualmente por la mayor parte de los Doctores de Moral’, y llama a
los católicos a deponer ‘las antiguas discordias de partido’ para luchar en
beneficio material y espiritual del país. Ninguna casuística asoma en su carta
al Obispo, ni preceptiva que cueste descifrar, ni longitud de palabras
innecesaria. Ninguna táctica malminorista ni tibieza de procederes. “Tengan
todos presente –dice- que ante el peligro de la religión o del bien público,
a nadie es lícito permanecer ocioso. Es menester que los católicos […] dejados
a un lado los intereses de partido, trabajen con denuedo por la incolumidad
de la religión y de la patria”.
-Es decir, no al abstencionismo o neutralismo
político, y no al partisanismo disociador. En consecuencia -y condescendiendo a
un terreno más acotado y operativo, puesto que para eso había sido consultado-
será aceptable y deseable, sostiene, que “tanto a las asambleas administrativas
como a las políticas o del reino vayan aquellos que, consideradas las condiciones
de cada elección y las circunstancias de los tiempos y de los lugares,[…]
parezca que han de mirar mejor por los intereses de la religión y de la patria
en el ejercicio de su cargo público”. Si hay que elegir, pues, en ámbitos
municipales o locales, a quienes tengan que desempeñarse en asambleas
administrativas o políticas, el consejo prudencial del Pontífice es muy claro.
No a los males menores ni a los menos indignos, sino a aquellos que “han de
mirar mejor por los intereses de la religión y de la patria en el ejercicio de
su cargo público”.
-La verdad es que en buena hora se nos vengan encima
todos los textos del pontificado de San Pío X; incluso este que volvemos a
reproducir y que en nada contradice lo que venimos enseñando. Sencillamente
porque el Papa no está llamando al mundo católico a una campaña política
demoliberal y sufragista, partidocrática y electoralera, sino que le está
diciendo a los católicos españoles que viven un conflicto determinado, en una
región determinada, que traten de solucionarlo del mejor modo posible: velando
por los intereses de la Religión y de la Patria.
-En cuanto a la molesta prevención estampada entonces,
volvemos a reiterarla. Porque no es posible que –como han hecho algunos, y no
sólo de orientación progresista- este buen consejo pastoral ofrecido para
dirimir una reyerta de circunstancias, sea tomado como un dogma, según el cual, y poniendo en contradicción consigo mismo al
Papa San Pío X, éste aparezca justificando y santificando a la democracia
liberal.
-San Pío X, en los textos fundantes de su pontificado,
expresa reiteradamente las admoniciones y las reprobaciones contra el
pecaminoso y maldito sistema liberal y democrático, y en especial contra aquellos
católicos modernistas que manifiestamente optan por calificarse como demócratas
y cristianos. E supremi apostolatus, Gravissimo officii, Lamentabili sane,
Notre charge apostolique, Vehementer nos, y tantos otros documentos eximios están
frente a nosotros, para que nos dejemos de estupideces votopartidizantes, y nos
dispongamos a la lucha para Instaurar todo en Cristo. Tal, por si alguien lo ha
olvidado, el lema pontifical de San Pío X.
Pero debemos decir otras cosas al respecto.
-San Pío X es el autor de una encíclica titulada Il
fermo proposito, dada en Roma, el 11 de junio de 1905. En rigor es una carta
dirigida a los obispos de toda Italia, que sienta un precedente válido para el
resto de los países. El Papa se muestra especialmente preocupado por los
caminos que deberían seguir los católicos dedicados a la acción social y
política. Y propone tres cursos de acción, precisamente para que esa acción
social y política tenga fisonomía propia y se diferencie de la de aquellos que
no son hijos fieles de la Iglesia, o la de aquellos a quienes nada les importa
aliarse con el inicuo sistema.
El primer camino es el de constituir una Unión
Popular, bajo la presidencia de un noble: el conde Medolago Albani. La
Unión Popular no era un partido político ni cosa parecida, sino una escuela de
formación, de adoctrinamiento y de militancia apostólica en pro del bien común.
El segundo camino fue la creación de una Unión Económico-Social, bajo los
auspicios de otra figura patricia, el Comendador Paolo Pericoli. Al igual que
la Unión Popular, esta asociación no tenía ni los caracteres ni los fines de
los partidos políticos. Y el tercer camino era la constitución de una Unión
Electoral, al mando de Giuseppe Toniolo, personalidad relevante beatificada
por Benedicto XVI, el 29 de abril de 2012. Toniolo, habrá que
recordarlo, tampoco era un partidócrata ni un puntero electoral. Padre de siete
hijos e intelectual de cierto fuste, su mayor preocupación política estuvo
puesta en la vigencia y en la utilidad de los cuerpos intermedios, y en el
testimonio docente de la Doctrina Social de la Iglesia. Valdría la pena sopesar
y evaluar su figura, próxima al pensamiento tomista, a la espiritualidad
teresiana y amigo personal de San Juan Bosco[1].
Si se lee con detenimiento este proyecto
socio-político de San Pío X estampado en Il fermo proposito, se
advertirá de modo claro que el Pontífice, continuaba y prolongaba la decisión
del Non Expedit, tomada por sus antecesores. Hace una expresa referencia
diciendo: “Gravísimas razones Nos disuaden, Venerables Hermanos, de seguir la
norma decretada por Nuestro Antecesor de feliz memoria Pío IX, y continuada
después por el otro Predecesor Nuestro, de feliz memoria León XIII, en su largo
pontificado, en virtud de la cual queda, generalmente, prohibida a los
católicos en Italia la participación en el poder legislativo”[2].
Pero también es cierto que, en el mismo punto, el Papa no descarta la
posibilidad futura de que ciertos católicos quieran o deban “tener parte
directa en la vida política del país por medio de la representación popular en
las cámaras legislativas”; lo cual puede suceder “en casos particulares” y
pidiendo [los interesados] “la oportuna dispensa”, si es que está en juego “el
supremo bien de la sociedad”[3].
Lo interesante es que, para esos casos futuros que
prevé el Pontífice, se establecen algunas condiciones, pero una muy particular
que no debe pasar inadvertida: “Pero la posibilidad de esta benigna concesión
Nuestra ha de poner a los católicos en la obligación de prepararse cuerda y
seriamente, para la vida política, cuando a ella fueren llamados. Por eso,
importa mucho que aquella misma actividad, loablemente ejercitada ya por los
católicos en prepararse con buen régimen electoral a la vida
administrativa de los Municipios y Concejos provinciales, se extienda por igual
a prepararse convenientemente y a organizarse para la vida política, según que
lo recomendó con oportunidad en su Circular del 3 de diciembre de 1904 la Presidencia
general de las Obras económicas en Italia. Al mismo tiempo se tendrán que
inculcar y seguir en la práctica los demás principios que regulan la conciencia
del verdadero católico. Porque el verdadero católico ha de tener presente, ante
todas las cosas y en cualquier coyuntura, que ha de portarse como tal
acercándose a los empleos públicos y desempeñándolos con el firme y constante
propósito de promover, según su posibilidad, el bien social y económico de la
patria, particularmente del pueblo, conforme a las máximas de la civilización
puramente cristiana, y de defender al mismo tiempo los intereses supremos de la
Iglesia, que son los de la religión y de la justicia”[4].
-Como según parece esta encíclica Il fermo proposito
no fue todo lo acatada que el Santo Padre hubiera deseado, promulgó otra, el 28
de julio de 1906, titulada Pieni l’animo di salutare timor. Se prescribe
en la misma: “Por lo demás, Venerables Hermanos, a fin de poner un dique eficaz
a esta desviación de las ideas, y a esta propagación del espíritu de
independencia, con Nuestra autoridad prohibirnos de hoy en adelante a todos los
clérigos y sacerdotes dar su nombre a cualquier asociación que no dependa de
los Obispos. De modo especial y nominalmente prohibimos a los mismos, bajo pena
para los clérigos de inhabilidad para las Sagradas Ordenes y para los sacerdotes
de suspensión en el acto de las cosas divinas, inscribirse en la Liga Democrática
Nacional, cuyo programa es el de Roma-Torrette del 20 Octubre de 1905, y
el Estatuto, sin nombre de autor, fue impreso en Bolonia a la vera de la
Comisión Provisoria[…] Prevenid el mal, en donde afortunadamente aún no se
muestra; extinguidlo con rapidez allí donde recién ha nacido; y donde por
desventura es ya adulto, extirpadlo con mano enérgica y resuelta”[5].
Se nos permitirá glosar lo necesario, pues los textos precedentes se comentan solos:
a) San Pío X diseña una opción política para los
católicos. Mientras en el plano teórico
o conceptual sostiene dicha opción en el firme rechazo del liberalismo, del
socialismo, de la masonería y de la democracia cristiana; en el plano práctico
encarrila esa opción mediante instituciones o asociaciones que nada tienen
que ver con los partidos políticos, y que más bien están muy cerca de los
tradicionales cuerpos intermedios.
b) San Pío X no cree en el sufragio universal y
mantiene la consigna de no votar ni ser votado, válida para los italianos,
mientras durase el conflicto entre el poder temporal y la autoridad petrina.
Pero previendo que dicho conflicto llegaría un día a su fin, decidió preparar a
los católicos con la mejor formación posible, y aún con las mejores medidas de
alcance práctico. Es entonces que habla de “prepararse con un buen régimen
electoral”. La fórmula textual no abriga lugar a dudas. No es bueno el
régimen electoral vigente del sufragio universal. Es necesario buscar otro modo
para que los ciudadanos puedan designar y ser designados. Algo que encaja
perfectamente en la doctrina clásica de la Iglesia al respecto. No al sufragio
universal. Sí a un buen régimen electoral.
c) San Pío X (y en esto, si se nos permite la
comparación, coincidiendo sin saberlo con Rodolfo Irazusta), pensaba que el
único modo de mitigar los males inherentes del sufragio universal -cuya
extinción no podía ejecutar-era que resultase lo menos universal posible. Esto
es, que se transformara en algo distinto de lo que es. Por ejemplo, que
se acotara a elecciones comarcales, aldeanas o regionales, en las cuales los
vínculos entre electores y elegidos respetaran más la escala humana o
corporativa, o atenuaran en algo los males del cuantitativismo anónimo y
disoluto. Por eso, entre otros motivos, terció en el famoso debate entre
Minteguiaga y Villada, que incidía en una porción determinada de ciudadanos con
un problema lugareño por resolver; y por eso, a la hora de plantear la
posibilidad de hacer excepciones o de conceder permisos especiales en materia
de representación popular, recomienda que sea en municipios o en consejos
provinciales; y pauta las condiciones de esos eventuales representantes
de manera muy firme. Las repetimos: “el verdadero católico ha de tener
presente, ante todas las cosas y en cualquier coyuntura, que ha de portarse
como tal acercándose a los empleos públicos y desempeñándolos con el firme y
constante propósito de promover, según su posibilidad, el bien social y
económico de la patria, particularmente del pueblo, conforme a las máximas de
la civilización puramente cristiana, y de defender al mismo tiempo los
intereses supremos de la Iglesia, que son los de la religión y de la justicia”.
d) San Pío X condenó sin atenuantes, y con severas
penas, a los católicos democráticos y partidocráticos liberales y modernistas.
Sean los de Le Sillon, los de la Liga Democrática Nacional, los
seguidores de Rómolo Murri, George Tyrrel, Lucien Laberthonnière, Le
Roy,Fogazzaro o Bureau. Es decir, no solamente a los italianos que tenían
vedado involucrarse en el Régimen por el motivo agregado de las tensiones entre
el mismo y el Papado, sino a todos aquellos que adhirieran a posiciones
heterodoxas. En diciembre de 1903,incluso, publicó el Motu Proprio Fin dalla
prima nostra en el cual delineaba una “normativa fundamental para la acción
social de los católicos”, en contraste neto con las llamadas ideas o corrientes
católico-democráticas.
Nos dice allí el Papa: “la Democracia Cristiana no
debe tener nada que ver con la política, y nunca debe ser capaz de servir a
tales fines o a los partidos políticos; este no es su campo; pero debe ser
un movimiento benéfico para el pueblo, y se basa en la ley de la naturaleza y
los preceptos del Evangelio. La Democracia Cristiana en Italia debe abstenerse
de participar en cualquier acción política, pues está en las actuales
circunstancias prohibidas a todos los católicos, por razones de orden más
elevado”[6].
“Los escritores demócrata-cristianos deben, como todos los otros escritores católicos,
presentar a examen todos los escritos que se refieren a la religión, la moral cristiana
y la ética natural, en virtud de la Constitución Officiorum et munerum
(Art. 41)[…].Deben obtener el consentimiento previo para la publicación de los
escritos de carácter meramente técnico”[7].
Conste que los condenados, lejos de rectificar sus yerros, le declararon una
guerra sórdida al Santo Padre, como sucedió precisamente con la Liga
Democrática Nacional.
e) San Pío X -y es el juicio descalificador de un
modernista el que sin querer lo pondera de modo excelso- representaba “una
Iglesia demasiado anclada en un pasado que no volvería, y en un talante
intransigente incapaz de dialogar con una sociedad cada día más plural y
secularizada[…]. No estaba dispuesto a que los más intelectuales escandalizaran
a los más sencillos[…]. Tomó el nombre de Pío en recuerdo de los pontífices de
tal nombre ‘que en el último siglo se opusieron con coraje al multiplicarse de
las sectas y de los errores’. El filósofo francés Blondel señaló que la
elección del nombre ya era una indicación de la dirección del pontificado y, de
hecho, da la impresión de que se sentía más identificado con el talante de Pío
IX que con el de su inmediato predecesor, de quien pensaba que había
sido demasiado contemporizador[…]. No era un optimista con relación al
tiempo que le tocó vivir. ‘Nuestro mundo sufre un mal: la lejanía de Dios. Los
hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él en el ordenamiento
político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de esa postura’
escribió en su primera encíclica[…]. Creía que no se podía separar lo que
pertenecía a la Fe y las costumbres de lo que era propio de la política. Esto
llevaba naturalmente a preferir las asociaciones de tipo confesional y a
rechazar las tendencias más autónomas o los intentos interconfesionales[…].
Condenó con determinación [a los modernistas] y rechazó el cristianismo
democrático que ellos defendían[…]. En mayo de 1911, con la encíclica Iamdudum
in Lusitania, denunció en la legislación de la Nueva República Portuguesa
la voluntad ‘de despreciar a Dios, repudiar la fe católica, injuriar al romano
pontífice, dividir a la Iglesia’[…]. No tembló su pulso y condenó, desterró,
reprendió y modificó organigramas, personas, libros y situaciones con absoluto
desparpajo”[8].
-No habrá solución ninguna votando con la mentira
universal del sufragio universal, único vigente en el país; y participando de
esas estructuras de pecado que son los partidos, insertos formalmente en la
canallesca partidocracia. Lo grave, claro está, no es la incongruencia brutal e
hiriente de esos católicos ignorantes y confundidos, sino la de quienes los han
llevado a justificar lo injustificable, haciéndoles creer que puede ser virtuoso
defender la Argentina y la Religión votando o participando de los partidos políticos.
Cuando lo que están haciendo es volverse cómplices directos y activos de los
enemigos de la Fe Católica y de la Patria.
[1] Cfr. vg. Rita María Cancio, José Toniolo. Discípulo de Santa Teresa de
Jesús,apóstol de la Acción Católica, México,Botas, 1956.
[2] Pío X, Il fermo proposito, 17.
[3] Ibidem
[4] Ibidem, 18. Las negritas son nuestras.
[5] Pío X, Pieni l’animo di salutare timor, 22-23.
[6] Pío X, Fin dalla prima nostra, XIII.
[7] Ibidem, XVII.
[8] Juan María Laboa,Los Papas del siglo XX, Madrid, BAC, 1998, p.16-24. Bastardillas nuestras.
Antonio Caponnetto
"-No habrá solución ninguna votando con la mentira universal del sufragio universal, único vigente en el país; y participando de esas estructuras de pecado que son los partidos, insertos formalmente en la canallesca partidocracia. Lo grave, claro está, no es la incongruencia brutal e hiriente de esos católicos ignorantes y confundidos, sino la de quienes los han llevado a justificar lo injustificable, haciéndoles creer que puede ser virtuoso defender la Argentina y la Religión votando o participando de los partidos políticos. Cuando lo que están haciendo es volverse cómplices directos y activos de los enemigos de la Fe Católica y de la Patria."
ResponderBorrarExcelente!!! Gracias por tantas enseñanzas.
La democracia debe ser reemplazada , ya sea desde dentro del sistema, o mediante una contrarevolucion,por una forma de de gobierno , Aristocratica y Jerarquica, al mejor estilo de la Roma Imperial. Esto es a nivel institucional. Y que el sector privado designe a las autoridades de las distintas organizaciones que lo representan mediante el sufragio de primus interpares. .
ResponderBorrarEl voto calificado es lo mas viable en este momento, calificado por el nivel de estudios o por la capacidad contributiva.
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