Si hay algo que estos tiempos nos pueden dejar de
enseñanza dentro de lo terrible de la situación que vivimos, es que, tanto en
la plandemia como en el circo democrático actual, quedó absolutamente claro que
había muchos de los que estaban entre nosotros pero no eran de los nuestros.
No es ningún descubrimiento el acertado dicho popular que reza que
“todos son machos hasta que suena el primer disparo”. Pero los otroras cruzados
de las redes sociales y de tertulias de salón, lejos de quedarse solamente
agazapados bajo la mesa, salen a justificar su nuevo status con argumentos que
el peor de los sofistas en la época de Platón se hubiera sentido avergonzado de
utilizar.
Si la desesperación es mala consejera en cuestiones
políticas, mucho peor es el miedo exacerbado. Y si hay dos características que
podemos señalar como distintivas en estos tiempos, son la hipocresía y la
cobardía. Y los cobardes ahora son más hipócritas que nunca, y si ahora usan
pañales para evitar que se haga patente la consecuencia de sus actitudes
eunucas, sabrán argumentar “científicamente” los beneficios prácticos que brindan
dichas “prendas” en tiempos en los que es preferible estar prevenidos, resaltando las virtudes del “hombre prudente y precavido”.
Y los justificadores que se rejustifican y
contrajustifican cambiando sus discursos originales sin retractarse de los primigenios,
no solo omiten mencionar dichas posturas anteriores sino que aspiran a que sus
oyentes pretendan no haber escuchado algo diferente de sus propias bocas no
mucho tiempo atrás.
Los esgrimidores de tan cambiantes como elaborados
argumentos, suelen ser gente instruida (o medianamente, o que simulan serlo);
pero si hay algo que queda claro, es que las más heroicas gestas leídas por un
eunuco, pueden servir para encendidos discursos, pero difícilmente se traduzcan
en acciones nobles y valientes, mostrando lo difícil que es recuperar la
virilidad perdida. Y así como el actual “ungido” por el vulgo soberano, estos tales
siempre sostienen que son de los pocos que “resisten un archivo”[1],
pero habría que preguntarles si los mismos tienen período de caducidad.
Pero lo concreto es, hablando gauchamente, que “en la
cancha se ven los pingos”, demostrando estos eruditos que leen para la tribuna
(y adecuan su prédica a la misma y a las circunstancias) que son el paradigma
vivo no ya del “haz lo que yo digo y no de lo que yo hago”, sino del “haz lo
último que yo dije, y si mi acción no se condice en ese caso, espera que
prepare mi próximo decir”. Es claro que estos cada vez más numerosos
personajes, pueden negociar sus principios pero nunca perder vigencia,
a pesar de las más vergonzosas claudicaciones y autohumillaciones a las que de
continuo se ven expuestos.
“El liberalismo es pecado”, solían decir, pero ahora,
y bien entendido, podría encontrarse algún escrito eclesiástico que se pueda
interpretar como la solución al problema de encontrar la cuadratura del círculo en esta cuestión.
“La democracia es la enfermedad”, repetían (con tanta convicción como un
periodista del canal de TV estatal), pero descubren finalmente que con los
argumentos adecuados, no hay patógeno que no pueda ser vencido, o más bien
remedio que no cure la enfermedad pero oculte algunos síntomas. Y así resultó
que lo que pensábamos que era la “casta” no era la casta, o que cambió la no casta
para pasar a ser casta, y que ahora la no casta que es casta resultó no ser tan
mala.
A estos modernos sofistas podemos oponer el más
elemental sentido común del laburante de la calle que afirma tener claro que al
día siguiente de las elecciones, gane quién gane, el que pierde es el
pueblo. A este trabajador, que con mucho esfuerzo consigue llevar el pan a su casa, la experiencia le demostró sobradamente que
nunca se pudo creer en una promesa electoral y que tampoco hubieron
consecuencias para los que prometieron y no cumplieron. Entiende con toda
claridad este argentino, con el que completamente nos identificamos, el
inmensamente básico silogismo referido a la ridícula posibilidad de creerle al
mentiroso.
Sin embargo, los grandes pensadores aburguesados ante
esta situación se empeñan en buscar los más enrevesados razonamientos (hablar
en difícil, como decimos en el barrio), para que al no entenderse los mismos,
él débil oyente y “likeador” de sus exposiciones, concluya que el “confíe
en nosotros, somos especialistas” no puede fallar, sobre todo en personas con
tanta exposición en las redes.
Otro argumento sostenido por los malabaristas del conservadurismo
disfrazados de intelectuales católicos o nacionalistas, es que finalmente
descubrieron que para cambiar la “realidad” (en vez de combatir sus atroces
consecuencias), hay que comprometerse. Y el compromiso del “buen ciudadano” es
el llevado a cabo anónimamente y sin ninguna consecuencia personal en el altar
de la sacrosanta democracia que es la “inmaculada urna”, inmunda caja de cartón
repleta de figuras de malolientes vendepatria, que se terminaría transformando por
medio de una adecuada publicidad, en la forjadora del destino de una nación. Y
así nos va, mientras seguimos cabeceando la pared. “Los problemas de la
democracia se solucionan con más democracia”, diría un iluminado detractor del
sentido común.
Finalmente, y para concluir con esta humilde
observación de la triste actualidad de nuestra patria, (nuestra Iglesia, y
hasta del mundo entero), afirmamos que en el caso argentino, ante la correcta y
heroica opción de resistir el mal en todas su variantes y aún contra toda
posibilidad de victoria, estos traidores formadores de opinión de gente poco instruida
o de débil carácter; tenemos que advertir que se apoyó y fomentó al candidato
que habló y propuso las políticas y principios más contrarios a los más elevados valores
fundacionales de nuestra nación y a los más elementales principios religiosos católicos,
ensalzando y priorizando las naciones y religión enemiga por sobre nuestra Patria y nuestra Fe.
Hablamos del que sin sonrojarse afirmaba que no le gustaban las banderas porque era como
poner muros, para no enarbolar la enseña nacional, pero sin embargo sin empacho
y con orgullo levanta la bandera del Estado Sionista.
Recordemos que los pecados mortales conducen al Infierno
por igual, pero los carnales nos asimilan a las bestias, y los espirituales,
que son los que en este caso se distinguen más claramente en la opción de los
apóstatas y cipayos sofistas aburguesados a los que nos referimos, nos asimilan
a los demonios y por su naturaleza tienen una gravedad infinitamente superior a
los primeramente mencionados.
Como anónimos laburantes y muchachos de barrio, seguiremos
siendo simples soldados de a pie de Cristo Rey y de nuestra amada Patria, y sosteniendo que el pasto es verde y el agua moja, aunque los respetos humanos lo desaconsejen; y nos jactamos especialmente de seguir resistiendo aún cuando las probabilidades nos sean más esquivas. Y tal vez humanamente nos toque perder, y ustedes consigan alguna efímera gloria humana, pero recuerden despreciados enemigos internos:
"Roma traditoribus non praemiat”
Augusto Espíndola
Se va a acabar
ResponderBorrarSe va a acabar
La sinagogaaaa liberalllll
Buen día. ¿A quiénes se refieren cuando hablan de personas que antes decían que no había que votar y ahora militaron por Milei?
ResponderBorrar¿El padre Olivera Ravasi? ¿Cristian Iturralde? ¿Fernando Romero Moreno?
Digo si se trata de acusar de hipocresía, mejor dar nombres. Sino caen en la misma bolsa personas que nunca renegaron de la vía electoralista.
No son los únicos, pero encuadran perfectamente en el escrito. Por lo demás, al que le quepa el sayo que se lo ponga.
BorrarSi ud no militó por Milei, no se dé por aludido. Y no hacen falta nombres. Se dice el pecado y no el pecador.
BorrarLo que nadie dice, ningún Olivera Ravasi dice (ya que le estamos pegando al susodicho, él se presta), es de la extrema gravedad del pecado de apostasía. Milady, entre otras cosas, es un apóstata de la fe. Algunos que lo conocen, caso G. Moreno, aseguran que era de ir a misa los domingos. Ahora abraza la religión judía. Pero no importa. Milady es fantástico!
ResponderBorrarSe ve que iba a Misa el domingo y después practicaba el "sexo tántrico".
BorrarLa falta de sentido común es lo principal. A quién se le ocurre que semejante monigote pueda resolver algo, y copados los puestos claves por la judería cómo hace Argentina para llegar a buen puerto.
ResponderBorrarAugusto Margueirat
Sacando a la judería de los puestos clave.
BorrarSaludos!! Y felicitaciones! Una pluma impecable! (Herta)
ResponderBorrarSaludos estimada camarada.
Borrar