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Nota de NCSJB: El presente trabajo estaba destinado a ser publicado
a modo de apéndice del libro del Profesor Jorge Camacho Ruiz, “Manual de
Doctrina Nacionalista”. Lamentablemente, nuestro camarada y amigo falleció
recientemente en un accidente, por lo que esperamos que su trabajo pueda ser
publicado en forma póstuma, y hasta que las condiciones estén dadas para dicha
acción, adelantamos nuestro aporte, al mismo tiempo que solicitamos una
oración por el eterno descanso de quien tanto dio al Nacionalismo Argentino, incluyendo en el pedido a su familia.
En memoria de nuestro hermano, amigo y camarada Jorge Camacho Ruiz.
D.E.P.
Los Pontífices y el Nacionalismo
Para concluir esta magnífica obra del Profesor
Camacho, se nos ha brindado la oportunidad de realizar un aporte final a modo
de apéndice del mismo, tratando un tema que, debido al desconocimiento y prejuicios
que existen sobre el mismo, puede resultar incómodo para algunos, pero
esclarecedor para otros. Creemos, sin embargo, que contando con la información
adecuada, los hechos deberían ser apreciados de forma diversa a la hasta ahora
realizada.
Aceptando y agradeciendo la generosidad del Profesor,
procederemos a hacer un resumen de un trabajo en el cual venimos trabajando hace
varios años. El mismo tiene que ver con la participación de los Pontífices romanos
en el período de entre guerras especialmente.
Habiéndose tratado en este manual la cuestión del “Cuarto
de Barba Azul”, extraído del libro “Noticias de ayer, de hoy y de mañana”
de Federico Mihura Seeber, nos proponemos complementar este esclarecedor
capítulo con la cuestión referida a la intervención de los Estados Pontificios
en los conflictos bélicos entre Estados, que como bien señala el mencionado
autor, significaron la derrota de la última resistencia efectiva contra el
Nuevo Orden Mundial, y el avance casi omnipotente de las fuerzas del mal, posicionándose
por sobre todos los gobiernos del mundo, para imponer la contra natura en todas
sus formas, y combatiendo especialmente los verdaderos principios religiosos,
hoy mancillados hasta por la propia jerarquía eclesiástica.
En su aparición en La Salette, a mediados del siglo
XIX, Nuestra Madre Celestial nos advertía en el sentido precedentemente
mencionado al profetizar: “Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo
plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar
lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios”.
Respecto a la cuestión finalmente citada en el párrafo
anterior, también señalaba la Virgen en La Salette: “Roma perderá la fe y se
convertirá en la sede del Anticristo”. Asistimos a todo esto en nuestros días,
consecuentemente afirmamos la actualidad del mensaje de Nuestra Señora en La
Salette, por lo que coincidimos con las conclusiones de Mihura Seeber en el
capítulo citado.
No se puede negar que existe un nexo causal entre el
resultado de la Segunda Guerra Mundial y el estado actual del mundo, obteniendo
un desmedido poder los vencedores que se manifestó inmediatamente terminado el
conflicto bélico, y que Don Salvador Borrego documentó magistralmente, titulando
con igual precisión como “Derrota Mundial”.
Ahora nos toca analizar si los Pontífices reinantes en
la Iglesia durante ese período tuvieron un papel que jugar en dicho conflicto,
y si su participación fue, de la alguna manera, gravitante en el resultado
final del mismo.
Muchos sectores del tradicionalismo católico afirman
que la terrible situación que se vive en la Iglesia comenzó con el Concilio
Vaticano II. No solo no compartimos la premisa, sino que vamos a apoyarnos en
información que demuestra que dicha crisis es mucho anterior a dicho Concilio,
siendo este solo la culminación de un penoso período de claudicaciones. Esto nos
lleva al punto de considerar seriamente, en consonancia con lo expresado por
Mihura Seeber, que la victoria por venir, puede ser solo la que corresponde a
Nuestro Señor Jesucristo.
Cabe aclarar, que, aun considerando seriamente la
posibilidad de la proximidad de la Parusía, nos sumamos al siempre vigente
llamado a dar el buen combate por la fe y nuestra Patria, el cual, adhiriendo
absolutamente a lo abundantemente demostrado por el Profesor Camacho, solo
puede llevarse a cabo desde y por el nacionalismo católico.
Si hablamos de crisis en la Iglesia, se puede señalar con
toda razón que siempre las hubo, pero al hablar de la actual es dable observar
que en tiempos medievales los ocupantes de la Silla Petrina tenían como
recurrente tentación la relacionada con la adquisición del poder político, a
diferencia de los tiempos modernos, en los cuales dicha tentación parece estar
signada por la aquiescencia con las políticas de los ostentadores oficiales de
estos poderes temporales, sujetándose y hasta doblegándose en algunas
oportunidades ante ellos. Para hacer esta cruda afirmación, vamos a referir una
situación no tan desconocida, pero sí soslayada en su importancia. La misma
tiene que ver con el comienzo de las relaciones entre la Iglesia y la banca
Rothschild, lo que sucedió cuando la Santa Sede, con el Papa Gregorio XVI como
pontífice, solicitó un préstamo a quienes hoy sabemos con toda claridad que
están en la cima de la élite judeomasónica gobernante del mundo. Así fue como
James Mayer Rothschild se convirtió en el banquero Papal Oficial. El préstamo
se renovó con Pío IX, lo que fortaleció la posición de la banca usuraria Nº 1
del mundo, y no puede dejar de considerarse la posición de debilidad en la que
quedaba la Santa Sede al tener como acreedor a tan oscuros personajes. En un
mundo en donde las finanzas son las que condicionan a todos los gobiernos a
través de sus deudas “eternas”, resulta razonable considerar que ser deudor de
los Rothschild implica un inmenso condicionante, aunque quede un pequeño margen
de acción.
Como antecedente, podemos mencionar lo sucedido en la
Edad Media, especialmente a su finalización, cuando los católicos, para evitar
las condenas que llegaban hasta excomunión por dar préstamos con interés,
buscaban esquivar dichas disposiciones albergando a comunidades judías para que
fueran éstas las encargados de realizar dichos préstamos. Sin embargo, no
fueron sólo los católicos de a pie quienes recurrían a los servicios brindados
por los prestamistas judíos, sino hasta los reyes y emperadores. Según la
Biblioteca judía[1],
hasta el Cid Campeador fue uno de los “beneficiarios” de dichos préstamos, y
como se reconoce en la fuente mencionada, desde el siglo XIII, “la noción de
Wucherer ("usurero") era considerada judía en ese entonces”.
Dicha fuente menciona que los intereses alcanzaban hasta el 36% pero en caso de
demora, podían llegar hasta el 100%, utilizando prendas en un principio e
hipotecas posteriormente, mencionado textualmente dicha fuente que: “De esta
manera los judíos adquirieron en prenda casas, viñedos, granjas, aldeas,
castillos, ciudades e incluso señoríos”. Por lo que resulta claro lo
pernicioso de esta práctica antinatural en la cual el dinero engendra dinero,
sin ningún otro esfuerzo que el supuesto riesgo, que como vemos, no era tal al
contar con las desmedidas garantías detalladas. Bastante clara es la referencia
a la perfidia de estos prestamistas en el personaje de Shylock en la obra de
Shakespeare, “El Mercader de Venecia”.
Tenemos que
decir entonces que sujetarse de esa manera a quienes, de
acuerdo a su código sagrado, el Talmud, consideran a los no judíos y en especial
los cristianos, como sus principales enemigos, y a los cuales se intima a
tratar de todas las formas deshonestas posible; claramente conlleva una
situación de peligrosa dependencia. Como demostramos en nuestro libro “El
Infierno en la Tierra”[2],
mos referimos a quienes a pesar de representar el 0,2% de la población mundial,
están encabezando todas las políticas subversivas en el mundo entero, poseyendo
los mismos más del 80% de los grandes medios de comunicación en el mundo para
publicitarlas, y casi la totalidad de la banca internacional para financiarlas.
La Revolución Francesa empieza a demostrar que la
libertad sin límites propuesta era solo para los liberales, agudizando la
presión sobre la Iglesia. Teníamos en esos momentos a un Pontífice, Pio VII,
que se trasladó personalmente para coronar como “Emperador” a Napoleón
Bonaparte, aun existiendo todavía el Emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico, habiendo sido humillado, y con él toda la Iglesia, al serle
arrebatada la corona por el réprobo militar francés, el cual se coronó a sí
mismo. En la Revolución Francesa se entronizaba a la “diosa razón” en la figura
de una prostituta semidesnuda y Napoleón demostraba cómo los poderes temporales
iban a seguir avasallando al poder eclesiástico, buscando relegarlo a una
posición de escasa importancia.
Y con la concepción democrática moderna ganando
terreno en el mundo occidental cristiano, vimos a la Iglesia empezar a ser
oprimida (y hasta a veces con la connivencia de su jerarquía), por esta
concepción totalitaria de la existencia, no considerada ya solo como forma de
gobierno, sino hasta considerada en un aspecto cuasi religioso, en la cual el
hombre colectivamente se convierte en su propio dios, y legisla decidiendo lo
bueno o lo malo por mayoría de votos.
Así fue como Pío IX tuvo que huir de los Estados
Pontificios primero, y después regresó para no poder salir, siendo prisionero
del Reino de Italia, situación que continuaría a su muerte con sus sucesores.
Y fue el siguiente Pontífice, León XIII, quien condenó
la soberanía popular, presupuesto de la democracia moderna con su encíclica
“Diuturnum Illud”, dejando claro que, independientemente de la forma de
elección en los Estados de los gobernantes, el poder siempre viene de Dios. Sin
embargo, animaba a los católicos franceses en 1892 a apoyar al gobierno de la
Tercera República, en detrimento de los católicos monárquicos. Su encíclica “Au
mileu des sollicitudes” proveyó los argumentos para lo que se denominó el
“Ralliement”, que significó, en los hechos, la claudicación definitiva a las
aspiraciones monárquicas católicas que se oponían a este gobierno republicano
abiertamente hostil a la Iglesia. León XIII consideraba que dicha hostilidad
hacia la Iglesia venía por la oposición de los republicanos hacia quienes
pretendían restaurar la monarquía católica, por lo que decidió que la mejor
solución sería apoyar a los republicanos en vez de a los nuestros, situación
que está llevada hasta el paroxismo en la Iglesia en la actualidad.
Como bien documenta el libro de Jean Madiran: “Las
dos democracias”, la praxis en cuestiones políticas del Pontífice se
contradecía con su propio magisterio, así por ejemplo, escribía en contra del
denominado “Americanismo”, que se refería al intento de contemporización
de la doctrina y disciplina eclesiástica con el mundo moderno; sin embargo, sentía
fascinación por la democracia norteamericana. Sostenía el Pontífice en una entrevista
transcripta por este autor: “Los Estados Unidos, que son una república, pese
a los inconvenientes que derivan de una libertad sin límites, crecen
todos los días y la Iglesia católica se ha desarrollado ahí sin tener que
sostener luchas contra el Estado. Esas dos potencias concuerdan muy bien, como
deben concordar en todas partes, a condición de que la una no usurpe los
derechos de la otra; allá la libertad es realmente el fundamento de las
relaciones entre el poder civil y la conciencia religiosa. La Iglesia reclama
antes que nada la libertad; mi voz autorizada (sic) debe ser escuchada para que
su objetivo y su actitud no sean desnaturalizados más que por ataques mal
fundados. Lo que le conviene a los Estados Unidos, le conviene con mayor razón a
la Francia republicana”. Señala Madiran cómo estas declaraciones iban en
contra de su propia Encíclica “Libertas” y hasta en contra del “Syllabus”
de Pio IX. Pero era claro que, como vemos en la actualidad, se pretende que la praxis,
por más contraria que sea a la doctrina, no afecte a ésta última.[3]
El problema surge cuando en vez de combatir el error,
en donde quiera, en quién sea que se manifieste, se empieza a justificar y
tratar de buscarle un contexto en el cual resulte atendible de acuerdo a las
circunstancias, o al menos atenuado por el solo hecho de venir de algún
representante eclesiástico, por más importante que este fuera. Y así pasamos de
la leyenda negra a la rosa y la obediencia ciega nos nubla el entendimiento,
algo que mucho le debemos lamentablemente al influjo jesuítico en la Iglesia.
Lo concreto es que, a pesar del buen magisterio de
León XIII, su acción se mostraba condescendiente, o por lo menos pasiva, ante
el avance del laicismo que traía consigo la nueva corriente democrática. Se
acusa a Rampolla, Secretario de Estado del Papa Pecci, de haber influido en ese
sentido, pero el responsable final fue sin dudas el Sumo Pontífice.
Rampolla es, sin lugar a dudas, un personaje que no se
puede dejar de considerar seriamente al hablar de la crisis de la Iglesia, y
siendo el segundo de León XIII influyó grandemente en personajes clave en la
historia sucesiva de la Iglesia. A Rampolla le encargó personalmente el Papa
León XIII que tuviera como protegido al joven Eugenio Pacelli, y tuvo como
secretario personal y su hombre de máxima confianza a Giacomo Della Chiesa, es
decir, a los futuros Papas Pio XII y Benedicto XV.
Mariano Rampolla del Tíndaro fue acusado de pertenecer
a la Masonería, específicamente a la particularmente diabólica logia OTO, Ordo
Templis Orientis, a la cual pertenecía Aleister Crowley, el denominado “la
persona más malvada del mundo”. Es dable en este punto hacer mención al
cónclave realizado a la muerte de León XIII, donde Rampolla estaba encabezando
las votaciones cuando el cardenal Puzyna, Obispo de Cracovia, en nombre del
Emperador Austro Húngaro, Francisco José, pronunció el Derecho de Exclusión,
que era un antiguo veto otorgado a algunos emperadores alemanes y austríacos y
reyes españoles, por el cuales, para protección del Papado, se les permitía
intervenir extraordinariamente en las elecciones Papales. Ante la protesta de
Rampolla, quién estaba en segundo lugar empezó a ganar votos mientras
disminuían los del Secretario de Estado del anterior Pontífice, y así fue como
la Iglesia tuvo al último gran y santo Pontífice hasta el día de hoy, el Papa
José Sarto, que tomó el nombre de Pio X.
Son muchas las hipótesis por las cuales se piensa que
fue ejercido ese derecho a veto, pero nos parece bastante atendible la que
corresponde a su supuesta afiliación a la OTO, la cual fue sostenida por
Monseñor Jouin, incansable luchador contra la secta masónica, y a quién se
atribuye el correcto término “judeo masónico”. Para mayor información
recomendamos el artículo “Did a Freemason Almost Become Pope? The
Story of Cardinal Rampolla”, publicado por el periódico
Catholic Family News[4].
Un dato no menor es que hasta la misma logia
mencionaba al Cardenal como perteneciente a ella.
Incluso considerando dudosa o poco probable la hipótesis
de la filiación masónica de Rampolla, lo que es incuestionable es su postura
afín al laicismo y abiertamente francófila, refiriéndonos a la Francia hija de
la Revolución de 1789, nación que se habría acercado a la Rusia zarista por
intervención del Cardenal, las cuales junto al Reino Unido serían aliadas en la
1ª guerra mundial en contra de Alemania, Italia y el Imperio Austro-Húngaro.
Sabemos cómo San Pio X fue un dique de contención, no
solo al Modernismo eclesiástico, sino al influjo revolucionario de la
democracia liberal que se comenzaba a extender por toda Europa y el mundo. Con
grandes personajes como el Cardenal Merry del Val o el Cardenal Louis Billot,
al que se le atribuye haber tenido una gran participación en la Encíclica Pascendi
Dominici Gregis, que condenaba el modernismo teológico que tanto daño venía
haciendo antes de dicho Pontificado, y continuaría haciéndolo a su finalización
y hasta nuestros días.
No es este Pontificado al que nos referiremos ya que
el mismo puede considerarse el verdaderamente católico en doctrina y praxis en
mucho tiempo hasta este momento en el que todo parece desbordado
irremediablemente hasta que una intervención Divina disponga su finalización.
A la muerte de San Pio X, habiendo ya fallecido
Rampolla para ese entonces, accede a la Silla Petrina Giacomo Della Chiesa con
el nombre de Benedicto XV, quien como mencionamos precedentemente, era el
secretario personal y hombre de extrema confianza del Cardenal Rampolla.
Benedicto XV, como para tener una referencia en base a
lo mencionado, fue el pontífice que suprimió el Sodalitium Pianum, que era la
sociedad creada por San Pio X para controlar la infiltración de modernistas en
los seminarios.
Della Chiesa fue el Papa en tiempos en los que se
desató la 1ª Guerra Mundial, y si bien eran claros sus esfuerzos por la paz,
parecía ver en las actitudes patrióticas o nacionalistas la llama que encendía
el rencor entre las naciones europeas. No obstante, supo ver con claridad la
arbitrariedad del perverso Tratado de Versalles, que humillaba a los vencidos
en esa contienda, y que a la postre sería la mecha que encendería el próximo
gran conflicto bélico. Otro tema en el que estos pontífices parecen haber
fallado absolutamente en percatarse, es el rol del judaísmo internacional en el
génesis y desarrollo de estos conflictos, buscando atacar las consecuencias mas
no las causas. Al respecto, el israelita converso al catolicismo Benjamin
Freedman, como testigo presencial de los acontecimientos que provocaron esos
conflictos, atestigua el rol del judaísmo internacional en la creación de los
mismos y en la inmensa traición a Alemania por parte de quienes fueron
generosamente acogidos por dicha nación.
Como demuestra Benjamin Freedman, la Alemania
prácticamente vencedora del fratricida conflicto, ofreció a Inglaterra la paz
retornando al status quo previo a la guerra. El Reino Unido con sus
reservas agotadas y sus posibilidades de éxito nulas, estaba por aceptar,
cuando como señala Freedman, el Sionismo le hizo la siguiente oferta: “‘Le
garantizaremos traer a los Estados Unidos a la guerra como su aliado, para
luchar con usted a su lado, si nos prometes Palestina después de que ganes la
guerra'”.[5]
Freedman era una persona cercana al títere Woodrow Wilson, presidente que había
prometido mantener a EEUU fuera de la guerra mintiendo a su electorado.
Mientras tanto la banca judía de la Reserva Federal de Norteamérica financiaba
la Revolución Bolchevique, datos que se pueden encontrar incluso en Wikipedia.
Este débil y pusilánime monarca ruso, el Zar Nicolás II, combatiendo a sus
propios familiares, se alió con los aliados de sus enemigos, lo que terminó
significando el fin su vida y el de toda su familia y con la libertad de Rusia
hasta el día de hoy. Revolución financiada por la banca judía internacional y
encabezada y dirigida en 85% por israelitas. Hoy vemos cumplirse en ese sentido
perfectamente la profecía de Nuestra Señora en Fátima en la cual advertía que,
de no convertirse, iba a esparcir sus errores por el mundo entero. Y es claro
que, a pesar de la propaganda hoy imperante hasta en la Iglesia Católica, Nuestra
Madre Celestial no nos advirtió ni en contra del Nacional Socialismo, ni en
contra del Fascismo. Y hoy vemos tanto a los supuestos liberales de
derecha, como a los países comunistas, mostrarse como enemigos pero juntos
promover la agenda de marxismo cultural que socava la esencia de las raíces
cristianas en el mundo entero.
Benedicto XV fallece en 1922 y lo sucede Achille Ratti
con el nombre de Pío XI. En este punto vemos como la jerarquía vaticana se
vuelca absoluta y decididamente de parte de los enemigos de los nacionalismos y
a favor de quienes representaban todos los ideales internacionalistas del
judaísmo, y con ellos, la lucha contra todos los valores cristianos. Puede
sonar exagerada la expresión, pero los hechos demuestran sobreabundantemente
nuestra categórica afirmación.
Una vez más, el magisterio de este Pontífice se
muestra ortodoxo, sin embargo, en sus relaciones con las naciones del mundo, se
inclina ostensiblemente a favor de los enemigos de la Iglesia. Observamos
entonces, como la situación que hoy se vive no es nueva ni original y pasamos a
reseñar los hechos.
Sin entrar en detalles, algunos ya mencionados en este
libro, hay que tener en cuenta que en la época se encontraba la denominada
“Cuestión Romana”, por la cual Italia intentaba terminar con el poder temporal
de la Santa Sede anexionando Roma. Esta situación se vio solucionada a
instancias de Benito Mussolini, primer ministro de Italia, otorgando soberanía al
Vaticano perdida bajo el Reino de Italia, retribuyendo económicamente a la
Iglesia por las pérdidas sufridas de 1870, eximiendo a los clérigos del
servicio militar obligatorio, estableciendo la enseñanza religiosa en las
escuelas estatales, devolviendo al matrimonio religioso su carácter de
sacramento reconocido por la ley civil, entre otras muchas disposiciones
favorables a la Iglesia. Es importante remarcar el aporte del Duce, debido a la
posterior actitud de los Pontífices para con su gobierno.
Mientras tanto, surgido el inmenso peligro del
Comunismo internacional, extendía su influencia en toda Europa y copaba el
gobierno de la II República Española, desatando el terror rojo sobre la Madre
Patria, dejando además de los civiles, 4.840 sacerdotes, 2.365 religiosos, 283
monjas asesinados y hasta 13 obispos en una de las más cruentas persecuciones
religiosas del siglo XX. Pío XI
condenaba el Comunismo, pero ya se mostraba contrario a los nacionalismos por
lo que, a pesar de la masacre contra el pueblo español, en especial de sus
religiosos, a los que debía proteger, decidió no intervenir por la cercanía de
Franco y los Falangistas con el Nacional Socialismo alemán y el Fascismo
italiano, los que contribuyeron activa y decididamente a la victoria del Bando
Nacional.
Este mismo Pontífice condena a la monárquica y
católica Acción Francesa y a su mejor exponente, el preclaro pensador antidemocrático
Charles Maurras. Este político y pensador apoyaba al catolicismo como religión
del Estado, a pesar de ser agnóstico antes de su conversión, mostrándose
contrario al laicismo y secularismo que trajo la Revolución Francesa. Logró
transformar la idea original de este movimiento de un nacionalismo republicano
en un nacionalismo monárquico. Sin embargo, fue víctima junto a su movimiento
de las intrigas vaticanas, que seguían teniendo injerencia en temas que no les
correspondían y encima, beneficiando a los enemigos de la Iglesia y de la
Europa Cristiana. Citamos al respecto a Calderón Bouchet: “Maurras había
señalado que cuando el Papa mezcla la función propia de su magisterio
espiritual con algún enredo político, el resultado es fatal para la vida de la
fe, así, la consecuencia de eso que podríamos llamar su apertura democrática,
fue el nacimiento en Francia de la democracia religiosa” que fue lo que
sucedió con el Ralliement de León XIII, y que padecería el propio Maurras en su
persona en la misma actitud de un pontífice posterior[6].
Señala Calderón Bouchet como Pío XI tenía más simpatía por la izquierda
francesa que por la Acción Francesa y la condena vino por supuestos escritos atribuidos
a Maurras, los cuales no fueron encontrados. Consideraba el pontífice que se ejercía
demasiada influencia sobre los jóvenes (a Dios gracias decimos nosotros) y la
condena fue tan ridícula que se excluyó de los sacramentos a los militantes de
dicho movimiento, así como se prohibió las lecturas del mismo. A pesar de la
amenaza de excomunión y de algunas defecciones, como la del traidor Maritain,
la Acción Francesa, que peleaba en las calles contra el Comunismo, afirmaba en
palabras de Maurras que, ante la situación de Francia, no se puede abandonar a
la Patria y que la destrucción del movimiento implicaba traicionar a Francia. El
Cardenal Billot. el mismo que fue uno de los pilares doctrinales del
pontificado de San Pio X, sentía gran afinidad con este movimiento, y ante la
arbitraria condena al mismo y a su principal exponente, renuncia al birrete
cardenalicio.
Sin extendernos en un tema bastante tratado en
nuestros ambientes, tenemos que mencionar la indispensable cuestión de los
Cristeros Mejicanos. Ante la imposición de la Constitución de 1917 que
proscribía en los hechos la práctica del Catolicismo, campesinos trabajadores y
estudiantes, varones y mujeres, reaccionaron prefiriendo la muerte a la pérdida
de la fe a la voz de “Viva Cristo Rey”. Estos soldados de Cristo, sin
recursos ni experiencia militar, combatieron en una guerra civil que duró 3
años para resistir al ataque contra la Iglesia defendiendo a sus sacerdotes y
obispos. Mary Ball Martínez, en su muy recomendable obra “Se socava la
Iglesia”, menciona cómo el Cardenal Gasparri, Secretario de Estado de Pío
XI, “aconsejaba a los miembros de la jerarquía mejicana que no alentaran a
los luchadores. Alertó a los obispos de los Estados Unidos para que rehusaran
todas las súplicas de ayuda económica” hacia los Cristeros[7].
A pesar de todo, el movimiento Cristero crecía y ponía en jaque al gobierno del
masón Plutarco Elías Calles, que estaba empezando a reconsiderar sus acciones.
Sin embargo, fue el Secretario de Estado de Pio XI quién animó a algunos
obispos más dispuestos a las componendas, a arreglar un pacto con el
protestante y masón Dwight Morrow como intermediario para acordar un plan de
paz. En octubre de 1929, el ejército Cristero, que era el virtual vencedor de
la contienda, a instancias del Vaticano, depone incondicionalmente sus armas,
lo que significó el exterminio de casi todos los líderes del movimiento
católico, y la continuación de todas las medidas anticatólicas que el gobierno
masónico se había comprometido a abolir. Hasta el día de hoy, y gracias a la
diplomacia Vaticana que confiaba más en masones, judíos y comunistas que en los
verdaderos católicos, Méjico continúa siendo una nación gobernada por masones.
Si sumamos lo antedicho a la mencionada pasividad para
intervenir a favor del Bando Nacional en España y la referida a la Acción
Francesa, no debería dejar dudas que no se puede justificar de ninguna manera
el accionar de este Pontífice en momentos clave en donde se jugaba el destino
de Europa, y con él, de todo el Occidente Cristiano. Sin embargo, vamos a
referirnos a un hecho que consideramos todavía más escandaloso y es escasa o hasta
absolutamente desconocido aun en nuestros ambientes. Nos referimos a la
intervención del Vaticano a favor de la reelección del masón y genocida
Franklin Delano Roosevelt.
En el año 1936, el nuevo secretario de Estado de Pío XI,
Eugenio Pacelli, visitaba los Estados Unidos en momentos en los que Roosevelt
buscaba su reelección. En esos momentos un patriota sacerdote nacido en Canadá
de nombre Charles Coughlin, se manifestaba en contra de las nuevas aspiraciones
presidenciales de Roosevelt al que ya señalaba como afín al comunismo. El mismo
tenía un programa de radio llamado “The Radio Priest” que contaba con 30
millones de oyentes. El padre Coughlin demostraba como Roosevelt trabajaba para
los banqueros judíos, y empezaba el sacerdote a mostrarse afín a los movimientos
nacionalistas europeos. Fue en ese momento, cuando Pacelli se dirigió a los
Estados Unidos para deshabilitar la resistencia del sacerdote canadiense.
Acompañado por un cuestionable personaje como lo fue Monseñor Francis Spellman
de Boston (que posteriormente recibió su proclamación cardenalicia por Pacelli
siendo Papa) emprendió una gira por varias provincias eclesiásticas en las que
promocionó a Roosevelt quien se dirigiría posteriormente al ya Pontífice Pio
XII como “mi siempre buen amigo”, a la vez que censuraba al Padre
Coughlin. Señala Mary Ball Martínez que “En Nueva York, el futuro Pio XII
fue huésped en la casa de Myron C. Taylor… a pesar de que era bien sabido que
Taylor era masón del grado 33[8].”
Tengamos en cuenta que el Presidente Roosevelt, al que fue a apoyar Pacelli,
fue el mismo que envió a las “Brigadas Abraham Lincoln” compuestas
mayormente por judíos para pelear por el bando comunista en la guerra civil
española.
Sabemos que el ingreso de Estados Unidos a la Segunda
Guerra Mundial se debió a un subterfugio de Roosevelt, ahogando de todas las
formas posibles a Japón para instigarlo a atacar, y la ya conocida traición a
sus hombres en Pearl Harbor, por la cual, conociendo el avance de la aviación
japonesa, ordena desviar las tropas norteamericanas para permitir el ataque. Al
igual que su predecesor Woodrow Wilson, en sus promesas electorales, el masón
Franklin Delano Roosevelt había asegurado a su pueblo que no iba a intervenir
en el conflicto europeo.
Según el periodista y político Giulio Andreotti, tanto
la redacción de las encíclicas en contra del Fascismo italiano, como del
Nacional Socialismo alemán, son autoría de Pacelli, así como la decisión de
viajar a Estados Unidos para apoyar la reelección de Roosevelt. Y si hablamos
de este pupilo de Rampolla, que fue al secundario partisano Visconti y al
Seminario Progresista Capranica, al asumir como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica,
continuó con su acción en favor de los Aliados.
Un dato que nos parece concluyente, es la relación de
los Pacelli con la Banca Rothschild, que nos trae la ya citada autora, Mary
Ball Martinez. Señala Martínez: “Las familias de Pacelli y Montini desde
hacía mucho se habían involucrado en asuntos del Vaticano. El abuelo de
Eugenio, Marcantonio, llegó a Roma en los años 1840, de la provincia de
Viterbo, cuando su hermano Ernesto, miembro de la firma bancaria Rothschild, se
comprometió a hacer un fuerte préstamo a los Estados Papales bajo Gregorio XVI.
Ernesto se quedó a establecer las primeras oficinas del Banco di Roma, mientras
que Marcantonio se volvió consejero legal de Gregorio y luego de su sucesor,
Pio IX, para finalmente acompañar a este último al exilio en el pueblo costero
de Gaeta cuando los disturbios políticos en Roma se tornaron amenazantes.”[9]
Cabe acotar que el inicio de la Segunda Guerra Mundial
tuvo lugar cuando el Reino Unido y Francia pretendieron solidarizarse con
Polonia por el ataque alemán para defender a su población germánica exterminada
en suelo polaco, pero nada hicieron con la Unión Soviética invadiendo la otra
mitad de dicha nación. De hecho, como bien se conoce y está ampliamente documentado
en la historiografía revisionista, fue Estados Unidos el que ayudó a la Rusia
Comunista a vencer a los alemanes. O sea, una vez más, el capitalismo al
auxilio del comunismo. Corresponde mencionar que en 1933, ante el avance de las
exitosas políticas alemanas que terminaban con el imperio de la usura, la
pornografía y el Comunismo, que habían generado una inmensa pobreza y
degradación del pueblo germano y provocado 6 millones de desocupados, vino un boicot
internacional del pueblo israelita en contra de Alemania con su famosa
declaración “Judea declares war on Germany” (Judea declara la guerra a
Alemania) con lo que queda claro que no fue la Alemania Nacional Socialista la
que comenzó el conflicto, por mucho que les duela (yo atenuaría la expresión: “a
pesar de…”) a estos Pontífices que decidieron inclinar la balanza con todas sus
fuerzas para el lado del enemigo internacionalista del mundo entero.
Volviendo al ahora Pontífice Pio XII, habiendo quedado
demostrado que como Secretario de Estado intervino en la política interna de
Estados Unidos, algo que de ninguna manera corresponde a la función
eclesiástica, y encima a favor del candidato más contrario en sus principios y
acciones a la fe católica, vamos a mencionar un hecho que muestra a las claras
el lado elegido por el Vaticano pacelliano para dirigir descaradamente sus esfuerzos
hacia el bando de los Aliados.
Primeramente, vamos a recurrir al médico personal y
amigo del Pontífice, Ricardo Galeazzi-Lisi, que señalaba que “…cuando Hitler
invadió los Países Bajos y Flandes, aun manteniendo su política de estricta
neutralidad, Pío XII envió mensajes de simpatía a la Reina Guillermina de
Holanda y al rey de los belgas, Leopoldo”. Proseguimos con la referencia a
pesar de las contradicciones: “Más tarde volvió a tenerse la prueba de que él
consideraba al nazismo más peligroso que el comunismo cuando los ejércitos
de Hitler penetraron en Rusia. Contra los deseos del dictador alemán y de su
aliado Mussolini, el Papa Pacelli nunca quiso proclamar la guerra santa contra
el comunismo, cosa que sorprendió bastante a mucha gente, pero que iba completamente
de acuerdo con su pensamiento y su acción política”[10].
Estamos hablando del mismo Comunismo que había asesinado a millones de
católicos y combatía todo principio religioso, y hasta había sido catalogado por
el predecesor de Pacelli como “intrínsecamente perverso”; sin embargo, era
preferible al régimen alemán que contaba con el apoyo de la casi totalidad de
su pueblo, en los que casi la mitad era católico y el resto protestante.
En el mismo sentido de lo precedentemente relatado,
citamos nuevamente a Mary Ball Martínez al citar: “En su mensaje de junio al
colegio de Cardenales, a la vez que rechazaba rivalidades y agrupamientos
dictados exclusivamente por intereses políticos y económicos, expresó confianza
en que los peligros de la derecha y de la izquierda podrían evitarse a la luz
de la Iglesia. Y siguió con la defensa de un bando que sostuvo durante toda la
guerra diciendo: Nosotros, como
cabeza de la Iglesia, nos rehusamos a llamar a los cristianos a una cruzada.
Tuvo cuidado, dijo, a pesar de presiones, de asegurar que no se permitiera ni
una palabra de aprobación a la guerra contra Rusia. Mientras que los católicos
húngaros eran arrastrados por el torbellino soviético y clamaban por su ayuda,
Pacelli les aconsejaba paciencia y aguante porque el viejo roble será
azotado por la tormenta, pero no podrá ser desarraigado”… “en 1941 el cardenal
francés Boudrillat vino a Roma a pedir una bendición papal para los regimientos
de voluntarios franceses, españoles, italianos, croatas, húngaros y eslovenos,
casi en su totalidad católicos, que salían junto con el ejército alemán a la
conquista de la Rusia Soviética, o como dijo el cardenal al Papa, a liberar
al pueblo ruso… El Papa Pío XII frustró las esperanzas del Cardenal
Boudrillat, pues ordenó que la solicitud de bendición se retirara de inmediato.
Además, el Cardenal no habría de establecer contacto alguno con la prensa”[11].
Para contrastar la actitud pacelliana en contra de los
patriotas católicos y a favor de los réprobos ateos, citamos a uno de nuestros
grandes referentes, el filósofo y mártir católico, Jordán Bruno Genta: “Los
alemanes, entonces, en una escala vertiginosa de crecimiento, aprobaron el
orden cristiano de la nación eslovaca. Ese orden fue respetado, fue realizado,
fue cumplido, en ese breve tiempo en que Eslovaquia gozó del señorío sobre todo
lo propio. Y yo quiero decirles algo acá, porque a mí me complace estar con los
vencidos de la tierra. Cuando los ejércitos de Europa presididos por el
maravilloso ejército alemán, invadieron la Unión Soviética, yo participé con
todo mi corazón y con toda mi alma en la esperanza de que abatieran a los
renegados de Dios, a los enemigos del género humano.
¿Por qué quería con toda mi alma el triunfo de esas
fuerzas maravillosas con esa disposición al sacrificio y a la muerte? Porque el
triunfo de los que fueron vencedores de la Segunda Guerra Mundial, el
imperialismo internacional del dinero y el comunismo ateo se iban a adueñar de la
tierra entera como está ocurriendo en estos momentos.”[12]
Si bien consideramos probado adecuadamente nuestro
punto respecto al papel de la Sede Pontificia en contra de los movimientos
nacionalistas que representaban y representan el orden natural en política,
vamos a sumar un dato más, para reafirmar nuestra postura. Aclaramos que esto
es solo una pequeña fracción de la información que contamos para confirmar lo
aquí demostrado, todo lo cual dejamos para ser expuesto en la obra en la que
estamos trabajando y esperamos poder publicar. El mismo tiene como
interlocutora a la señora esposa de “Il Duce”, Benito Mussolini. Rachele Mussolini,
quien nos relata en su libro “Mussolini al desnudo” a modo de denuncia,
la presencia durante la guerra en el Vaticano del enviado de Roosevelt, el ya
mencionado masón de grado 33, Myron Taylor, el 20 de septiembre de 1942.
Citamos textualmente a Rachele: “…hay un punto que pocas personas conocen:
durante el último conflicto mundial, Italia estaba oficialmente en guerra
contra ciertos países, los que siempre tenían a sus embajadores ante el
Vaticano. Pero como la Santa Sede no tenía aeropuerto ¿adónde llegaban y de
dónde salían esas personas? Y bueno, de Roma sencillamente. Es decir que
impunemente podían atravesar la capital de un país en guerra contra el suyo.
Por otra parte, ¿dónde estaba el Vaticano? Ahí donde está siempre… en el mismo
centro de Roma. ¿Quién era la persona mejor informada de Roma? EL Papa con sus
cerca de 30.000 sacerdotes diseminados por el territorio.
Aquí peso mis palabras: no digo que esos sacerdotes
eran espías pagados por el enemigo. Pero sí digo que dentro del recinto de la
Santa Sede hubiera sido muy difícil no dejar filtrar ciertas informaciones.
Éstas, por anodinas que fuesen, eran explotadas por gente cuyo oficio era
precisamente ese y que sabían sacar conclusiones que no se manifestaban para el
común de los mortales. Fue lo que hizo ese querido señor Myron Taylor. De vuelta
a los Estados Unidos señaló a Roosevelt que los italianos empezaban a cansarse
de la guerra y que forzando la dosis se podría ponerlos de rodillas. Y
realmente tal cosa sucedió y los que dudan de ello no tienen más que recordar
el período en el cual fueron intensificados los bombardeos aliados sobre
Italia: después de septiembre de 1942”[13]. Se lamentaba esta noble mujer de la inmensa traición
del Vaticano hacia su esposo que tanto había hecho por la Iglesia, y tenemos
que coincidir absolutamente con ella.
Una información que también puede servir para reforzar
lo ya expuesto es que Myron Taylor publicó en 1947 un libro titulado “Wartime
Correspondence”, con el epistolario entre el Presidente Roosevelt con el
papa Pio XII, y de éste con el masón Harry Truman, todas con el más afectuoso
de los tratos.
Una última información para concluir la idea respecto
a las relaciones Pío XII-Roosevelt, es la mencionada en la agencia informativa
Zenit[14],
referida a la presentación en una exposición de los Caballeros de Colón, de una
carta enviada por el Papa Pacelli al presidente Roosevelt, fechada el 30 de
agosto de 1943, en la cual se solicita no continuar con los bombardeos en Roma
que habían causado más de 3.000 muertos civiles y más de 11.000 heridos.
Creemos conveniente transcribir la totalidad de la misiva:
Excelencia:
Los recientes acontecimientos han centrado
naturalmente la atención del mundo sobre Italia y se ha dicho y escrito mucho
sobre la política que podría o debería seguir el país según sus intereses.
Demasiado. Tenemos miedo de que se haya dado por supuesto el que el país sea
totalmente libre para seguir la política de su elección. Nos deseamos expresar
a Su Excelencia que tenemos la convicción de que eso está muy alejado de la
realidad. No Nos cabe la menor duda sobre el deseo de paz y su realización a
través de la conclusión de la guerra, pero en presencia de fuerzas
excepcionales que se oponen a esta solución, incluso a la declaración oficial
de este deseo, Italia está totalmente encadenada, sin los medios necesarios
para defenderse.
Si en estas circunstancias Italia se viera todavía
obligada a soportar los golpes devastadores contra los que está prácticamente
indefensa, Nos deseamos y rezamos para que los jefes militares hagan lo posible
para ahorrar a los civiles inocentes, en particular a las iglesias e
instituciones religiosas, las devastaciones de la guerra. Ya tenemos que contar
con profundo dolor y pesar estas imágenes muy evidentes de las ruinas de las
ciudades italianas más importantes y pobladas.
Pero el mensaje de garantía que nos ha dirigido Su
Excelencia sostiene nuestra esperanza en que, incluso ante las experiencias más
amargas, las iglesias y las casas construidas por la caridad cristiana para los
pobres, los enfermos y los abandonados de la grey de Cristo, puedan sobrevivir
al terrible ataque. Que Dios, en su piedad y amor misericordiosos escuche el
llanto universal de sus hijos y les permita escuchar la voz de Cristo que
grita: «¡Paz!».
Con alegría manifestamos nuevamente a Su Excelencia
nuestros mejores y sinceros deseos.
Vaticano, 30 de Agosto de 1943
Pío PP XII
Queda claro en dónde tenía puestas las simpatías este
Pontífice, especialmente en su cita donde afirmaba que sentía que la Italia de
Mussolini era una nación que se encontraba “completamente encadenada”,
en donde el país no era libre para seguir la política de su elección.
Bien sabido es que, vencidas las Potencias del Eje,
todas las fuerzas judeomasónicas se apoderaron absolutamente del mundo entero, subyugando
por medio de la usura a las naciones del mundo, manipulando las inteligencias y
alterando la percepción de la realidad con sus medios de comunicación, y
promoviendo todo tipo de conductas contra natura compulsivamente, transformando
a los que resisten las imposiciones perversas del sistema, de víctimas a
victimarios. Con los juicios de Nuremberg, se terminó con las garantías
jurídicas de un sano derecho natural, transformando a las partes en jueces y
convirtiendo a los acusados automáticamente en culpables, cargándolos con la
obligación de demostrar su inocencia. Con Hollywood se transformó la historia
en la visión adecuada a los intereses de sus propietarios, pertenecientes en su
inmensa mayoría a la misma etnia que promovió los conflictos mundiales y
financió la victoria de los aliados. También se establecieron los principios
masónicos como valores universales por sobre cualquier religión, en especial la
católica. Y finalmente hoy vemos como la agenda que busca la despoblación
mundial y el control sobre quienes sobrevivan, está siendo impuesta por los
mismos triunfadores de la última gran guerra en la que los Pontífices se
pusieron, sin disimulo, a favor del bando judeomasónico.
No podemos dejar de considerar que las Potencias del
Eje, representando los nacionalismos que defendían las más excelsas tradiciones
europeas, fueron el Katejon en política, y vencidos estos, solo queda el
triunfo en manos de Cristo, como señalaba Mihura Seeber. No obstante, insistimos
en transmitir el deber ser en política, el cual afirmamos que es el que se da
en el nacionalismo y en nuestro caso, el católico.
Reiteramos , a pesar de haber expuesto solo una
pequeña fracción de la información con la que contamos para el libro que
estamos concluyendo, creemos que se brindaron los argumentos suficientes para probar
que la jerarquía eclesiástica, como venía haciendo muchos años atrás (y con la
sola excepción de San Pio X), venía inmiscuyéndose en cuestiones políticas y
siempre en el sentido de contemporizar con los poderes mundanos, que desde la
revolución Francesa, estaban representados ya decididamente, por la
judeomasonería.
Nuestra confianza sigue estando puesta en Jesucristo,
Señor de la Historia; sin embargo, en nombre de la verdad histórica y la
defensa y búsqueda del bien común que nos corresponde como “animales políticos”
al decir de Aristóteles, seguimos sosteniendo que la solución para nuestra
patria, y hasta para el mundo entero, está dada por el nacionalismo católico. La
defección de la jerarquía eclesiástica ni nos turba ni nos desanima, y la entendemos
como parte del Misterium Iniquitatis, que nos acerca a la Parusía. No
obstante, nos corresponde seguir resistiendo al mal, y para ello debemos contar
con los elementos necesarios, relacionados con el correcto conocimiento de la
Historia, a fin de entender el origen del mal y no seguir combatiendo solo las
consecuencias.
Esperamos pueda este pequeño y humilde aporte haber contribuido
al excelente trabajo del Profesor Camacho con la esperanza que pueda servir
mínimamente como otro elemento más de discernimiento en tiempos de terrible
confusión y oscuridad.
En Cristo y la Patria
Augusto Espíndola
Nacionalismo Católico San Juan Bautista
[1] https://www.jewishvirtuallibrary.org/banking-and-bankers
[2] Ed. “Dos Espadas” 2020 Bs.As. Argentina.
[3] Jean Madirán: Las dos democracias. Ed. Iction Bs
As. 1980 Pág 84-85
[4] Craig Heimbichner, Agosto de 2003; Niagara Falls; New York; EE.UU. Patria
Argentina Nº 223, Junio 2006.
[5]
https://archive.org/stream/thebenjaminh.freedmanfiles-uneditedwillardhotelspeechmuchmore-audiovideopdf/Benjamin%20Freedman%20-%20transcript%20of%20the%20unedited%20version%20of%20BF%E2%80%99s%201961%20Willard%20Hotel%20speech%20%283%29_djvu.txt
[6] Calderón Bouchet “Maurrás y la Acción Francesa frente a la IIIª
República” Ed. Nueva Hispanidad, Bs As 2000 Pág. 81
[7] Mary Ball Martinez “Se socaba la Iglesia” Ed. Edamex México 1994 Pág. 58.
[8] Ibid. Pág.66
[9] Ibid Pág.31.
[10] Riccardo Galeazzi-Lisi “A la luz y bajo la sombra de Pio XII” Luis de
Caralt Editor. Ediciones G.P.1967
[11] Mary Ball Martinez “Se socava la Iglesia” pág. 76-77.
[12] Jordán Bruno Genta: “Monseñor Josef Tiso - El gobernante mártir” Edit. Santiago Apóstol.
Bs As. 1997. Pág 32.
[13] Rachele Mussolino “Mussolini al desnudo” Ed. Emecé Editores Bs As 1974
Págs. 148-149
[14]
https://es.zenit.org/2010/06/09/carta-inedita-de-pio-xii-a-roosevelt-para-evitar-bombardeos-a-roma/
Excelente investigación y muy valiosa información. Es materia para reflexionar profundamente. Huelga decir que, sin el sostén de la fe y la oración, no hay manera de evitar el desaliento. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera...
ResponderBorrarVence, reina e impera, pero no a través de una Iglesia de traidores.
BorrarCristo es el Señor de la historia. Nosotros, peregrinos de barro con la mirada puesta en lo alto, defenderemos el Alcázar hasta la última bala. Porque la muerte por Cristo es Corona de Victoria en la vida eterna. Quizás Nuestro Señor quiera bendecirnos con la gracia del martirio. ¡Es nuestra esperanza! ¡Alabado sea Dios!
ResponderBorrar¿No sería mejor que en vez de bendecirnos con la gracia del martirio, nos permitiera destruir a los enemigos?; porque si no, la civilización cristiana no levanta cabeza nunca. Basta de fatalismo.
BorrarEnorme trabajo, muy bueno. Muchas gracias.
ResponderBorrar" Hasta el día de hoy, y gracias a la diplomacia Vaticana que confiaba más en masones, judíos y comunistas que en los verdaderos católicos, Méjico continúa siendo una nación gobernada por masones."
ResponderBorrarQuiere decir que el Vaticano de aquellos tiempos era tan nefasto como el de ahora.