Breve reseña de la sistemática promoción de la
contranatura practicada
por el actual ocupante de la sede petrina, el impostor argentino Jorge Mario
Bergoglio, falso Vicario de Cristo y auténtico Precursor del Anticristo.
Alejandro
Sosa Laprida - 15/06/2024
Francisco y
la ideología homosexualista - 13/03/2014
Con motivo
de una conferencia de prensa dada el 29 de julio de 2013 en el vuelo entre Río
de Janeiro y Roma, de regreso de las JMJ,
Francisco pronunció la frase siguiente: «Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy
yo para juzgar?» Frase extremadamente ambigua y perturbadora, ya que el
término gay no designa genéricamente a los homosexuales, sino especialmente a
aquellos que reivindican públicamente la «cultura» y el estilo de vida de la
impureza contra natura. ¿Por qué haber utilizado una palabra generadora de
confusión, totalmente extranjera al vocabulario católico y tomada justamente de
la jerga del lobby «gay», avalando de este modo indirectamente su lenguaje
subversivo y manipulador? ¿Por qué no haberse apresurado a añadir, para evitar
malentendidos, que si bien no se juzga moralmente a la persona que padece esta
tendencia, el pasaje al acto, en cambio, constituye un comportamiento gravemente
desordenado en el plano moral?
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Sorprendentemente,
no lo hizo, y naturalmente, al día siguiente, la abrumadora mayoría de la
prensa mundial intituló el artículo dedicado a la atípica conferencia de prensa
pontifical retomando textualmente la pregunta formulada por Francisco. ¿Podrá
hablarse de impericia de parte de alguien que domina a la perfección el arte de
la comunicación mediática? Resulta difícil creerlo. E
incluso si así fuera, el contexto exigía eliminar todo riesgo de ambigüedad
efectuando inmediatamente las precisiones del caso. Mas las
precisiones jamás llegaron. Ni durante la conferencia de prensa ni después. Ni
de su boca, ni de la del servicio de prensa del Vaticano. Mientras tanto, la
prensa mundial se regodeaba impúdicamente con la consternante salida
bergogliana…
En la
extensa entrevista concedida por Francisco a las revistas culturales jesuitas
los días 19, 23 y 29 de agosto y publicada en l’Osservatore Romano del 21 de septiembre, habría podido suponerse
que Francisco no dejaría pasar la oportunidad para dar muestras de claridad
acerca de esta espinosa cuestión, cortando por lo sano las polémicas que sus
desafortunadas declaraciones habían suscitado y disipando drásticamente la
confusión y la inquietud generalizada que habían provocado.
Veamos si aprovechó
la ocasión para hacerlo:
«En Buenos Aires recibí cartas de personas
homosexuales heridas socialmente porque se sienten desde siempre condenados por
la Iglesia. Pero eso no es lo que la Iglesia quiere. Durante el vuelo de
regreso desde Río de Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena
voluntad y está buscando a Dios, yo no soy quien para juzgar. Al decir eso,
dije lo que indica el Catecismo [de la Iglesia Católica]. La religión tiene derecho a expresar su opinión al
servicio de las personas, pero Dios nos ha creado libres: la injerencia
espiritual en la vida de la gente no es posible. Un día alguien me preguntó de
manera provocante si yo aprobaba la homosexualidad. Yo le respondí con otra
pregunta: “Dime: Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su
existencia con afecto o la rechaza condenándola?” Siempre hay que considerar a
la persona. Entramos aquí en el misterio del hombre. En la vida cotidiana, Dios
acompaña a la gente y nosotros debemos acompañarla tomando en cuenta su
condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando esto sucede, el Espíritu
Santo inspira al sacerdote para que diga la palabra más adecuada.»
Habría mucho para decir respecto a estas declaraciones. Mucho, para
utilizar un eufemismo, excepto que destaquen por su claridad. En aras de la
concisión, sólo haré algunas observaciones someras:
1. Contrariamente a lo que afirma, sus dichos brillan
por su ausencia en el catecismo conciliar. En éste -a pesar de las graves
objeciones que podría formular al respecto pero que no vienen a cuento acá-, se
encuentra claramente expuesta la doctrina de la Iglesia (§ 2357 a 2359),
precisamente la que Francisco no expresó en la entrevista, durante la cual
cultivó la ambigüedad, usó un lenguaje demagógico y añadió aún más confusión.
2. Resulta inconcebible escucharlo decir que «la religión tiene derecho a expresar su
opinión al servicio de las personas.» Perdón: ¿La religión? ¿Cuál? ¿O acaso
se tratará de las religiones en general, es decir, de «las grandes tradiciones religiosas que
ejercen un papel fecundo de levadura en la vida social y de animación de la
democracia»? Lenguaje sorprendente en la boca de quien se encuentra sentado en el
trono de San Pedro. ¿Por qué no haber dicho simplemente «la Iglesia»? Aquí corresponde
proclamar sin ambages que la Iglesia no expresa de ninguna manera «su opinión»
-como sostiene falazmente Francisco-, sino que Ella instruye a las naciones,
en conformidad con el mandato que recibiera de su Divino Maestro: «Id y enseñad a todas las naciones,
bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado.» (Mt. 28,
19-20)
3. Y a renglón seguido añadió: «pero Dios nos ha creado libres: la injerencia
espiritual en la vida de la gente no es posible.» Ambigüedad
sibilina, característica detestable de parte de quien ha recibido la misión de
«enseñar a las naciones», pero rasgo
clásico ya en labios de Francisco. Porque si el hombre puede, en virtud de su
libre arbitrio, negarse a obedecer a la Iglesia, no es en cambio moralmente
libre de hacerlo: la Iglesia ha recibido de Jesucristo el poder de obligar las
conciencias de sus fieles (Mt. 18, 15-18).
Pretender
que «la injerencia espiritual en la vida
de la gente no es posible» equivale a divinizar la conciencia individual y
a hacer de ella un absoluto: estamos ante el principio fundamental de la religión
humanista y masónica de 1789: «Nadie debe
ser inquietado por sus opiniones, incluso religiosas.» (Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano, artículo X) Esta libertad de conciencia falaz y revolucionaria
fue condenada por el magisterio de la Iglesia: Gregorio XVI afirmó que
pretender «garantizar a cada uno la
libertad de conciencia» no solo es absurdo sino además «un delirio» (Mirari Vos, 1832).
4. Finalmente, el hecho de responder a una pregunta -¿aprueba la homosexualidad?- con otra
pregunta -que es, para colmo, de un hermetismo poco común-, es indigno de aquel
a quien fue confiada la tarea de enseñar a la universalidad de los fieles.
Respuesta en la que se halla nuevamente esta ambigüedad exasperante que lo
caracteriza, aquí al no distinguir entre la condenación del pecado y la del
pecador, y dando a entender que el hecho de «aprobar la existencia» (sic) del pecador volvería inútil la
reprobación que su acto pecaminoso exige. Sin embargo Nuestro Señor nos enseñó a hablar de otro modo: «Que vuestro lenguaje sea sí, sí; no, no;
todo el resto proviene del Maligno» (Mt. 5, 37).
Pero
retornemos a nuestra conferencia de prensa aérea, tras la celebración de las JMJ de Río de Janeiro. Francisco agregó que esas personas «no deben ser discriminadas, sino integradas
en la sociedad». Perdón, pero ¿a qué personas hace alusión? ¿A aquellas que
sin pudor alguno se proclaman «gay» o a las que, padeciendo sin culpa de su
parte la mortificante inclinación contra-natura se esfuerzan meritoriamente por
vivir decentemente? Una ambigüedad suplementaria que naturalmente permanecerá
sin aclaración vaticana, pero cuya interpretación «progresista» abandonada a
los «medios de información masiva» será la que se impondrá masivamente en el
imaginario colectivo.
Pero, a
decir verdad, hay algo peor que la recurrente ambigüedad bergogliana presente
en esta afirmación y que se manifiesta en esa disyuntiva irresuelta que he
señalado. Me refiero a que sus palabras no sólo cultivan la ambigüedad,
elemento suficiente para cuestionarlas, sino que son pura y simplemente falsas.
Ellas se inscriben en el marco de la ideología igualitarista de la lucha
«contra las discriminaciones» que promueven los partidarios del feminismo y del
homosexualismo, genuina maquinaria de combate al servicio de la legitimación de
cuanta aberración el partido del «progreso» se esmera en pergeñar,
principalmente el infame «matrimonio» homosexual.
¿En dónde
reside la falsedad? En el hecho de que, inclusive en el segundo caso de la
disyuntiva, es perfectamente legítimo y razonable efectuar ciertas
discriminaciones que, atendiendo al bien común social, marginalizan a esas
personas en determinados contextos. Y eso es, por ejemplo, lo que la Iglesia
siempre ha hecho en lo tocante al sacerdocio, a la vida religiosa y a la
educación de los niños. Ni que decir tiene que dichas discriminaciones son más
legítimas aun cuando se trata de gente que, además de padecer esa tendencia
desordenada, lleva una vida homosexual activa, aunque fuese de manera discreta,
y, a fortiori, si hay que vérselas
con quienes exhiben pública y desvergonzadamente sus malas costumbres,
reivindicando orgullosamente sus fantásticos derechos: me refiero a los «gay»,
para emplear el atípico vocabulario bergogliano, ciertamente inusitado en el
lenguaje de un sucesor de San Pedro.
Retomando
el hilo de la conferencia pontifical en pleno vuelo, asistimos pasmados a la
prosecución del extraño discurso de Francisco ante un auditorio cautivado por
su desarmante espontaneidad y por el tenor altamente mediático de sus palabras:
«El problema no es el de tener esta
tendencia, sino de hacer lobbying, eso es lo grave, porque todos los lobbies
son malos.»
Desafortunadamente,
esta aseveración es perfectamente gratuita y no resiste el menor análisis: que
el hecho de poseer esa tendencia constituya un grave problema de orden psicológico
y moral para la persona afectada, así como también un serio motivo de inquietud
para su entorno, es algo indiscutible. Y pretender que la homosexualidad no sea
algo problemático, sino solamente el hacer «lobbying», es una falacia notoria
que contribuye a trivializar la homosexualidad y a volverla aceptable.
Por
último, es menester afirmar que, contrariamente a lo que sostiene Francisco,
ningún lobby es intrínsecamente perverso. Efectivamente, dado que un lobby es «un colectivo que realiza acciones dirigidas
a influir ante la administración pública para promover decisiones favorables a
los intereses de ese sector concreto de la sociedad» (Wikipedia), un lobby será bueno en la medida en que combata por
causas justas y será malo cuando lo haga por causas inicuas. Para dar un
ejemplo, las acciones conducidas por los grupos feministas en favor del aborto
son reprobables, mientras que las realizadas por los grupos pro-vida en su
lucha contra la legalización de dicho crimen son encomiables.
Todas
estas declaraciones de Francisco se ven particularmente agravadas por el
contexto internacional en el que se producen, a saber, en medio de una violenta
batalla cultural entre partidarios y opositores del «matrimonio» homosexual, el
cual se extiende como reguero de pólvora a escala planetaria. Resulta difícil
atribuirlas solamente a eventuales imprecisiones de lenguaje, así como tampoco
parece posible negar la complicidad objetiva de sus palabras con los propósitos
manifiestos del lobby «gay»: la normalización de la homosexualidad y la
legitimación de sus insostenibles reivindicaciones sociales.
Esas
declaraciones han sembrado confusión entre los católicos y han favorecido
objetivamente a los enemigos de Dios, quienes combaten encarnizadamente para
que se acepten los supuestos «derechos» de los homosexuales en el interior de
la Iglesia y en la sociedad civil. Prueba irrefutable de ello es que la más
influyente publicación de la comunidad LGBT
de los Estados Unidos, The Advocate,
eligió a Francisco como la «Persona del
año 2013», deshaciéndose en alabanzas hacia él por su actitud de apertura y
de tolerancia hacia los homosexuales.
« Hombre
del Año 2013 » para el lobby LGBT
Esas desafortunadas
declaraciones se produjeron apenas dos meses después de que el cardenal Angelo
Bagnasco, presidente de la Conferencia
Episcopal Italiana, celebrara en Génova las exequias de Don Gallo, famoso
sacerdote comunista y anarquista, adepto al aborto e incondicional de la causa
homosexual, durante las cuales hizo un panegírico suyo y autorizó que dos
transexuales hicieran la apología de la ideología LGBT en la lectura de la «plegaria universal», durante la cual
agradecieron al clérigo apóstata por haberlos ayudado a «sentirse creaturas trans-gender (sic) deseadas y amadas por Dios», y a los que distribuyó luego la
comunión, profanando así las santas especies eucarísticas, escandalizando
gravemente a los fieles y sembrando la confusión en las almas.
Más inquietante todavía: no hubo ninguna reacción oficial del Vaticano
reprobando los hechos. Corresponde destacar que Don Gallo ejercía su «ministerio
pastoral» con total impunidad, sin jamás haber sido importunado ni sancionado
por la jerarquía eclesiástica. Y cabe añadir que los funerales fueron
oficiales, celebrados con gran pompa, nada menos que por la figura más
destacada del episcopado italiano, con homilía ditirámbica incluida.
El cardenal Bagnasco dando la comunión al activista transexual LGBT Vladimir Luxuria
Escándalo de proporciones mayúsculas
que, huelga decirlo, no provocó ninguna reacción por parte del Vaticano.
Podríamos añadir muchísimos otros casos de semejante tenor, como por ejemplo el
de la pareja de «madres» lesbianas cuya «hija» fue bautizada con gran pompa
mediática en la Catedral de Córdoba el mes pasado,
con la anuencia pública del arzobispo del lugar,
siendo la madrina nada menos que la actual presidente de la nación argentina
(me estoy refiriendo a la harpía furiosa que engendró la ley del «matrimonio
igualitario» y la «adopción homoparental en mi país, ahora devenida en improbable
colaboradora de la «educación cristiana» de la pobre niña).
Desgraciadamente, los ejemplos
públicos de esta locura «gay friendly»
en la Iglesia son legión. Como ser el del cardenal Dolan,
arzobispo de Nueva York, quien congratuló públicamente a un jugador de fútbol homosexual
por haber hecho su «coming out» («¡Bravo, me alegro por él, que Dios lo
bendiga!»), o el del cardenal Schönborn, arzobispo de Viena,
quien felicitó calurosamente a su compatriota, la «drag queen» barbuda Conchita Wurst por su triunfo en el festival de
Eurovisión («¡Me alegro que haya tenido
tanto éxito! En el colorido jardín de Dios hay variedad de colores: rezo para
que su vida sea bendecida.»), o el de Bergoglio, caminando tomado de la
mano ante las cámaras de la televisión italiana con el sacerdote
homosexualista Luigi Ciotti
o bien besando las manos públicamente al sacerdote homosexualista
Michele de Paolis,
luego de haber concelebrado Misa con él en la capilla de la Casa Santa Marta, ni
la inaudita recompensa ya mencionada que atribuyera a Francisco la revista The Advocate -la principal publicación LGBT de los Estados Unidos-, al elegirlo
nada menos que como la «Persona del Año»
en diciembre de 2013, sin que hubiese habido la menor reacción o aclaración por
parte del Vaticano ante la atribución de un premio tan embarazoso y acerca del
cual, lo menos que podría decirse, es que resulta desconcertante y que crea
inmensa confusión entre los fieles…
Francisco
besando la mano de Michele de Paolis, sacerdote homosexualista italiano
Otro
hecho sintomático, seleccionado entre muchos otros: la Universidad Pontifical San Francisco Javier de Bogotá, en Colombia,
fundada y dirigida por jesuitas, desde hace doce años organiza anualmente un «Ciclo Académico Rosa», que fomenta desembozadamente
el estilo de vida «gay». En 2013, por primera vez, iba a tener lugar en los
locales de la universidad, del 28 al 30 de agosto. Eso provocó una importante
reacción de laicos escandalizados quienes, gracias a un accionar digno de un
auténtico «lobby» católico, forzaron la universidad a buscar otro sitio para
organizar su inmundo coloquio de degenerados. Huelga decir que no se registró
sanción alguna hacia los organizadores del infame evento de parte de las
autoridades universitarias. Algo que va de suyo, en la era del culto al
«diálogo» con el error y en tiempos de exaltación del «pluralismo» ideológico. Y esta impunidad dura desde hace ya
doce largos años. Ninguna sanción tampoco por el lado de la Conferencia Episcopal Colombiana. Ni
falta hace precisar el silencio absoluto del Vaticano.
Cabe
destacar la reacción del director de la universidad, el Padre Joaquín Emilio
Sánchez: ella fue inmediata y sumamente edificante. En efecto, en un áspero
comunicado de prensa dirigido a la «comunidad educativa», hizo constar su
indignación ante la «violación de la legítima
autonomía universitaria», declaró que «ninguna
discriminación sería tolerada» y advirtió amenazante a sus adversarios: «Actualmente efectuamos las gestiones
necesarias ante las instancias competentes para que una situación tan irregular
y dolorosa como la que vivimos con motivo del “Ciclo Rosa” no se repita nunca
más.»
Francisco de la mano
con el sacerdote homosexualista Luigi Ciotti
Por su
lado, el Padre Carlos Novoa, antiguo rector de la universidad, profesor titular
de teología moral y titular de un doctorado en «ética sexual» (sic) y promotor
desvergonzado del aborto, sostuvo que la medida «testimonia de un retorno de la Inquisición en un sector de la Iglesia
católica y es la resultante de grupos obscurantistas y fanáticos». Su
pública posición contraria a la enseñanza del magisterio eclesial no le ha
acarreado ninguna sanción de parte de la jerarquía de su país y menos aún de
las autoridades de la citada universidad «pontificia». Huelga decir que este
edificante sacerdote continúa ejerciendo afanosamente su «ministerio pastoral»
y dispensando con ahínco su «enseñanza universitaria» a estudiantes que,
imaginando recibir una instrucción católica, son objeto de una perversión
sistemática de sus inteligencias.
Un último
ejemplo: el de la Universidad Católica de
Córdoba, en Argentina, que también está dirigida por jesuitas. En una
entrevista publicada el 12 de agosto de 2013 a quien es su rector desde 2005,
el Padre Rafael Velasco, gran especialista en «Derechos Humanos», en medio de una letanía de sentencias
heterodoxas, nos hizo el honor de participarnos su profunda visión teológica:
«Si la Iglesia quiere ser un signo del hecho
que Dios está cerca de todos, lo que debe hacer, antes que nada, es no excluir
a nadie. Debe encarar reformas muy importantes: los divorciados tienen que ser
admitidos a la comunión, los homosexuales, cuando viven de manera estable con
sus compañeros, también deberían poder comulgar. Decimos que la mujer es
importante, pero la excluimos del ministerio sacerdotal. Esos son signos que
serían más comprensibles.»
Estos casos
que he citado, tomados de un interminable listado de situaciones similares,
ilustran acabadamente el progreso continuo, consentido y alentado, de la
ideología homosexualista y de la «teoría de género» en el interior de la
Iglesia. Y es justamente en ese contexto alarmante de avance permanente e
incontenible de las ideas LGBT, tanto
en la sociedad civil como en el seno del clero, que se inscriben esas palabras
inauditas de Francisco en una conferencia de prensa internacional en pleno
vuelo, a modo de broche de oro de las archimediáticas JMJ de Río de Janeiro: «¿Quién soy yo para juzgar a una persona
“gay”?».
Francamente,
debo admitir que esto se asemeja a un mal sueño, a una pesadilla indescriptible,
de la cual desearía poder despertarme cuanto antes…
Francisco promueve la agenda LGBT - 28/08/2020
La Hermana Mónica lucha por los “derechos transexuales” desde
la infancia
El primer complejo de viviendas
para mujeres trans a nivel mundial fue inaugurado esta semana en la ciudad de
Neuquén por iniciativa de una monja en un terreno cedido a su monasterio por el
municipio y con fondos aportados por el Gobierno provincial, una experiencia
que mereció palabras de felicitación hasta del papa Francisco. Este “Condominio
Social Tutelado para mujeres trans” cuenta con 12 monoambientes que representan
una solución habitacional permanente para una docena de personas trans de entre
40 y 70 años en situación de vulnerabilidad, que las recibieron en formato de
comodato y serán transferidas a otras compañeras en caso de fallecimiento.
Hace pocos días Francisco escribió un mail a una religiosa carmelita argentina
para felicitarla por su labor realizada en beneficio de “mujeres transexuales”
neuquinas:
“Querida Mónica, Dios, que no fue
al seminario ni estudió teología, te pagará abundantemente. Rezo por vos y por tus chicas (sic).”
Antes de instalarse en Roma, Bergoglio ya había alentado a la Hermana en
su “apostolado” con los “travestis” de Neuquén:
“Te pido que las acompañes, que no las dejes. Este es un trabajo de
frontera que te puso el Señor y para lo que necesites, contá conmigo”.
Que Bergoglio se refiera a estos
hombres disfrazados de mujeres como a “chicas”, es algo que deja boquiabierto,
por emplear un eufemismo. Con respecto a la obra desarrollada por la Hermana
Mónica, digamos simplemente que está muy bien ayudar a la gente que padece
necesidades sociales y materiales, la Iglesia siempre ha alentado la práctica
de las obras de misericordia corporal. Pero no se puede olvidar que las obras
de misericordia espiritual son más importantes, pues se refieren a la salvación
eterna, mientras que aquellas, por necesarias y meritorias que sean, persiguen
bienes temporales y transitorios.
El serio problema con esta
religiosa es que ella no cuestiona la transexualidad de “sus chicas”.
En vez de invitar a esos pobres hombres a respetar los mandamientos y a vivir
en conformidad con la identidad sexual que Dios les dio, ella los mantiene
prisioneros de su perversión. Y Bergoglio, nada menos que el supuesto “Vicario
de Cristo” en la tierra, anima a esta “carmelita” extraviada a perseverar en su
mal camino…
El carácter aberrante de esto es
algo que incluso el clero conciliar “conservador” lo tiene muy en claro. Cito a
este respecto una de sus últimas “declaraciones”, a través de las cuales
pretenden, muy ilusamente, “corregir” los despropósitos del “Santo Padre”:
“Los sexos masculino y femenino, hombre y mujer, son
realidades biológicas, creadas por la sabia voluntad de Dios (cf. Gn 1, 27;
CIC, 369). Es, por tanto, una rebelión contra la ley natural y Divina y un
pecado grave que un hombre intente convertirse en mujer mutilándose, o que
simplemente se declare mujer, o que del mismo modo una mujer trate de
convertirse en hombre, o bien afirmar que las autoridades civiles tengan el
deber o el derecho de proceder como si tales cosas fuesen o pudieran ser
posibles y legítimas.”
La monja carmelita abraza la causa
feminista y homosexualista
Lamentablemente,
este tipo de actitud no es algo novedoso en Bergoglio. Recordemos lo que dijo a
Juan Carlos Cruz, un periodista homosexual chileno, en el Vaticano, en mayo de
2018:
“Francisco me dijo: “Juan Carlos, que tú seas gay no importa.
Dios te hizo así y te quiere así y a mí no me importa. El Papa te quiere así, tú
tienes que estar feliz con quien tú eres”.
Lo
dicho por Bergoglio no solo es algo totalmente falso, sino, sobre todo, blasfematorio,
pues de ese modo constituye a Dios como causa del pecado contra natura, que
está claramente condenado en la Sagrada Escritura. Para convencerse del
carácter engañoso que revisten las palabras de Francisco basta con leer a San
Pablo:
“Por lo cual también Dios los entregó a la
inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron
entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual
es bendito por los siglos. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas;
pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se
encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos
hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su
extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a
una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Rm.
1, 24-28).
El homosexualismo no es condenado sino
integrado - 15/08/2015
En una
época en la que la tiranía del lobby
homosexual se ejerce casi sin restricción en todo el planeta, Francisco ha
hecho declaraciones y ha realizado gestos que refuerzan claramente la ideología
homosexualista. Veamos algunos ejemplos. Todo el mundo recuerda la explosiva
frase que pronunció en su conferencia en pleno vuelo al volver de las JMJ de
Río de Janeiro en julio de 2013: «¿Quién
soy yo para juzgar?», en alusión a los homosexuales. Esta breve frase dio
inmediatamente la vuelta al mundo y le valió a Francisco ser elegido Hombre del Año 2013 por la revista
americana LGTB The Advocate.
Poco
después sobrevino la llamada telefónica a un transexual español, una mujer
devenida en «hombre», Diego Neria, a quien invitó a Roma para recibirlo en
audiencia privada junto a su «novia», a expensas del Vaticano, encuentro que
tuvo lugar el 24 de enero de 2014. Francisco se hizo fotografiar en el Vaticano
con la dupla lésbica y la foto dio la vuelta al mundo. Según «Diego», Francisco
le habría dicho, al momento de llamarlo, que:
«Dios quiere a todos sus hijos,
estén como estén, y tú eres hijo de Dios y por eso la Iglesia te quiere y te
acepta como eres.»[16]
El
21 de marzo de 2014 Francisco se paseaba de la mano con el sacerdote
homosexualista italiano Luigi Ciotti, hecho oportunamente efectuado bajo las cámaras
de la televisión italiana.
El 6 de mayo de 2014 concelebró en el Vaticano con otro sacerdote
homosexualista, Michele de Paolis, a quien besó las manos después de la Misa
delante de los periodistas encargados de inmortalizar la escena.
El Jueves Santo de 2015 lavó los pies de un transexual en una prisión, el cual,
a continuación, recibió la comunión.
Todas estas imágenes conocieron una difusión planetaria inmediata.
Francisco recibió en audiencia “privada” a un dúo lésbico español, invitado telefónicamente por él mismo, a expensas del Vaticano
En
el curso de una entrevista con el padre Antonio Spadaro, director de la revista
jesuita La Civiltà Cattolica, en agosto de 2013, declaró:
«Una vez una persona, para provocarme, me preguntó
si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: “Dime,
Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o
la rechaza y la condena”?»[20]
Francisco,
entonces, se rehúsa a afirmar que él condena la homosexualidad y, en el colmo
de la mala fe, pretende hacer creer que el amor que Dios tiene a los
homosexuales comportaría la aprobación de su pecado.
Durante
su viaje a Estados Unidos, en setiembre de 2015, acordó una única
audiencia, de
carácter privado,
y fue a una pareja de homosexuales, uno de los cuales era un viejo conocido de
Francisco en la Argentina. La escena -e insisto en que se trataba supuestamente
de una audiencia «privada»- fue filmada y difundida inmediatamente por la
prensa, mostrando a Francisco a los besos y a los abrazos con el dúo
sodomita.
Luego,
cuando Francisco se dirigió al Congreso de Estados Unidos, no dijo ni una
palabra a propósito del «matrimonio» gay, que acababa de ser impuesto por vía
judicial en todo el país. Ni tampoco lo hizo a propósito del crimen del aborto,
que cada año se cobra innumerables víctimas en aquel país; y esto cuando, poco
tiempo antes, había estallado el escándalo del tráfico de órganos de bebés
abortados, a instancias del Planned Parenthood,
en aras de la «investigación médica».
Empero,
en el mismo recinto, Francisco encontró oportuno abogar en favor de la
abolición de la pena de muerte, condenándola como intrínsecamente injusta y
atentatoria contra la «dignidad inalienable de la persona humana», lo que resulta falso, pues
tal aseveración contradice la revelación divina y el magisterio de la Iglesia.
De este modo, durante su resonante alocución ante la principal asamblea
«democrática» del orbe, Francisco se declaró en favor de la preservación de la
vida de los asesinos, pero no de dignó a decir ni tan siquiera una palabra
sobre la de los inocentes masacrados en el vientre materno…
Francisco
recibió a un dúo sodomita en la única audiencia “privada” durante su visita a
los USA
He
aquí una cifra que ilustra perfectamente la mala fe de Francisco: el año pasado
hubo 1.200.000
abortos
en los Estados Unidos por sólo 28 penas capitales. Pero es contra la pena de
muerte que él se pronuncia ante el Congreso, y no acerca del genocidio de los
niños por nacer ni sobre los crímenes abominables perpetrados por el Planned Parenthood. Otro dato muy significativo:
en su discurso al Congreso estadounidense, sobre 3500 palabras empleadas, ni
una sola estuvo reservada a Nuestro Señor Jesucristo. Por el contrario, nombres
de subversivos notorios, como los de Martin Luther King o Dorothy Day, ocuparon
un sitial de honor.
Para
concluir este apartado, he aquí lo que dijo Francisco el 16 de junio pasado
durante su conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Armenia. Un
periodista le había preguntado lo que pensaba de la declaración del cardenal
Marx, según el cual la Iglesia católica debería pedir perdón a los «gays» por
haberlos «discriminado». Ésta fue su respuesta:
«Creo que la Iglesia no sólo
tiene que pedir disculpas
-como dijo el cardenal «marxista» [cardenal Marx]- a esta persona gay, a la que
ha ofendido, sino también a los pobres, a las mujeres y a los niños explotados
en el trabajo. Tiene que pedir disculpas por haber bendecido muchas armas. […]
Los cristianos deben pedir disculpas por no haber apoyado muchas opciones, a
muchas familias: por ejemplo, recuerdo que de niño, según la cultura de Buenos
Aires, una cultura católica cerrada -yo vengo de allí-, no se podía entrar en
casa de una familia divorciada. Estoy hablando de hace ochenta años. Gracias a
Dios, la cultura ha cambiado.»
Francisco
se convierte así, abiertamente, en el portavoz de los enemigos de la Iglesia,
de los homosexualistas y feministas que se dedican a atacarla y a difamarla sin
cesar, exponiendo su complicidad con ellos a plena luz del día y sin ningún
embozo…
El Vaticano bendice la sodomía - 28/12/2023
Con la
declaración Fiducia Supplicans[27] del Dicasterio para la Doctrina de la
Fe del 18/12/2023 el Vaticano ha autorizado las bendiciones a “parejas
irregulares y parejas del mismo sexo”, lo que implica legitimar implícitamente
el concubinato, el adulterio y la sodomía. Esto es un escándalo inimaginable y
una abominación moral sin nombre, amén de ser un hecho de un nítido sesgo
diabólico.
Pero
cabe precisar que los pecados contra la fe y contra Dios -como por ejemplo los
protagonizados por los dos predecesores de Bergoglio[28] en
los aquelarres apostáticos de Asís, convocando a las falsas religiones a “orar
por la paz en el mundo”, en una explícita aplicación “pastoral” de los
heréticos documentos conciliares sobre el ecumenismo, la libertad religiosa y
el diálogo interreligioso-, revisten mayor gravedad: las faltas contra el
primer mandamiento son mucho peores que las que vulneran el sexto. Y es
precisamente ese tipo de crimen el que se viene perpetrando activamente desde
el CVII, bajo la conducción decidida y entusiasta de todos y cada uno de los
“papas conciliares”.
Lo que
está sucediendo actualmente no debería asombrar a nadie: una vez que se ha
atacado y demolido la fe católica, y se ha blasfemado contra Dios y despreciado
la revelación divina y el magisterio eclesial, es solo una cuestión de tiempo
para que se produzca el derrumbe en el plano moral. Por eso considero
indispensable hablar con claridad al respecto: en las dramáticas circunstancias
en que nos hallamos, limitarse a criticar a Bergoglio sin remontar a la raíz de
los males presentes[29],
exonerando de responsabilidad a los “papas conciliares” que concibieron,
promulgaron y aplicaron el subversivo y modernista CVII, es una actitud
incoherente e inconducente -cuando no también deshonesta intelectualmente-,
pues hace creer a los fieles que bastaría con que desapareciera el blasfemador
argentino para que la vida de la Iglesia retornara a su cauce normal. Quienes
así proceden -y son muchos, por desgracia-, se engañan y engañan a los fieles.
Bergoglio a transexual: “querida hermana” - 25/11/2022
Bergoglio escribió una carta a un
transexual validando su falso cambio de sexo[30]
El “transexual”
italiano “Alessia” Nobile, que ha visitado en varias ocasiones a “Francisco”,
mostró a la prensa una carta de puño y letra que le envió el “Santo Padre”,
llamándolo “querida hermana”.
“Querida hermana, muchas gracias por tu
correo electrónico. Me conmovió. Estoy de acuerdo contigo en el problema de los
prejuicios. ¡Duele tanto! A los ojos de Dios todos somos sus hijos, ¡y eso es
lo que cuenta! Tenemos un Padre que nos ama, que está cerca con compasión y
ternura. A todos, nadie excluido. Este es precisamente el estilo de Dios:
cercanía, compasión, ternura. Rezo por ti, hazlo por mí. Que el Señor te
bendiga y la Virgen te guarde. Fraternalmente, Francisco.”[31]
“Alessia”
Nobile, activista “transexual” italiano, autor del libro El niño invisible, junto con otros cinco “transexuales”, se reunió
en el mes de junio con “Francisco” en audiencia privada -a pedido del argentino-,
y ha narrado el encuentro al portal italiano de noticias Fanpage.
Fue
Sor Geneviève, una monja francesa que vive en un parque de atracciones cerca de
Roma, quien propuso la reunión a Bergoglio, a lo que éste respondió: “tráelos a
todos”.
“Nos reunimos en el Vaticano junto con la
monja y un sacerdote, que forma parte del grupo cristiano LGBT + Nazionale
TRANSizioni. El Papa nos recibió individualmente y yo fui la primera. Llevarle
mi libro fue un sueño hecho realidad”, confesó Nobile.
“No quería que me arrodillara, me dio la
mano y cuando me presenté como una chica transgénero me respondió que no le
importaba quién era yo, que tenemos un único Padre, que ‘eres una hermana’.”
“Alessia”
le entregó su libro a “Francisco”, quien
“lo tomó y me dijo que tenía razón al escribir mi historia. Entonces me
recomendó ser siempre yo misma, pero
no envolverme en prejuicios contra la Iglesia.”
El
reconocimiento explícito por parte de Bergoglio de que el género que
corresponde a Nobile no es el que Dios le ha dado sino el que “ella” ha
elegido, nos lleva a preguntarnos si las palabras del Génesis “hombre y mujer
Dios los creó” siguen siendo válidas…
Los homosexuales “viven el don del amor” - 15/03/2024
Bergoglio
aprueba la necesidad del reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo
Cita
tomada del extracto del nuevo libro de Francisco, publicado por el diario
italiano Corriere della Sera[32]:
“Es justo que estas personas que están viviendo el don del amor puedan
tener una cobertura legal como cualquier otra persona. Jesús a menudo salía al
encuentro de personas que vivían en los márgenes, y eso es lo que la Iglesia
debería hacer hoy con personas de la comunidad LGBTQ+, quienes dentro de la
Iglesia a menudo son marginadas: hacerlos sentir como en casa,
especialmente aquellos que han recibido el bautismo y son, de hecho, parte del
pueblo de Dios. Y aquellos que no han recibido el bautismo y desean recibirlo,
o aquellos que deseen ser padrinos, por favor, permitámosles ser
bienvenidos.”
Esta aceptación de las uniones civiles de
“parejas del mismo sexo” es la negación completa de dos mil años de enseñanza
de la Iglesia y constituye un escándalo colosal, que solo puede provenir de una
mente malvada y pervertida que opera bajo el influjo del padre de la mentira...
“Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios;
no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los
ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del
mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose
hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o
borracho, o ladrón; con el tal ni siquiera comáis.” I
Cor. 5, 9-11.
San Pablo no se pregunta: “¿quién soy yo para
juzgar?” sino que dicta sentencia y condena a un pecador público por su
depravación sexual. El castigo es la excomunión, la expulsión de la Iglesia. Mientras
que Bergoglio dice que los escandalosos no deben ser marginados porque “están
bautizados e integran el pueblo de Dios”, San Pablo utiliza su bautismo en
contra de ellos: el hecho de que sean miembros de la Iglesia es para él un
problema que debe resolverse precisamente expulsándolos de la comunidad
cristiana, a los efectos de que se corrijan y no escandalicen a los fieles.
A la vista de esta situación absolutamente inimaginable
en la Iglesia a la que asistimos azorados, protagonizada por quien
supuestamente es el Sucesor de San Pedro y el Vicario de Cristo en la tierra, formulo
públicamente la siguiente pregunta:
¿Puede acaso caber
alguna duda razonable de que Jorge Mario Bergoglio es un hombre de una impiedad
manifiesta, un falso profeta y un esbirro del demonio?
PARA MÁS INFORMACIÓN
“Diez años con Francisco”: https://gloria.tv/post/UEqqVjZCCVLQ6g89ps67irXSM
NOVEDAD EDITORIAL
“Apostasía vaticana”: https://gloria.tv/post/7ynAG7ZfxBvK1MBD4MqN3aMxn
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