In
Memoriam
Juan
Luis de la Cruz Gallardo
Por
Antonio Caponnetto
Este
29 de agosto, me desperté con la noticia de que había muerto Juan Luis
Gallardo. Recordé agradecido y melancólico tantos bienes recibidos de su vida y
de sus innúmeros escritos; y casi como un acto reflejo fui a buscar aquellas
líneas que tuve la oportunidad de escribirle en “Cabildo”, cuando en el año
2011, la UCALP, le publicó sus Memorias, en dos volúmenes, bajo el título “De
memoria nomás”. Van las mentadas líneas:
<Por
lo menos desde cuatro puntos de vista es aprovechable esta valiosa obra.
Llamaremos pedagógico al primero. En efecto; quienes estudian y analizan con
cuidado el papel protagónico que desempeña la familia en la formación de la
personalidad, hallarán en las presentes páginas una prueba contundente del
valor de la crianza hogareña. Juan Luis no es ni quiere ser un self made man.
No es ni quiere ser un nómade brotado de las piedras. Es un heredero,un
legatario y continuador ,un gajo nuevo de una rama antigua. A cada paso de su
libro, y a cada hoja que da lugar a otra y a otra más en este libro, asoman sus
padres, sus abuelos, sus antepasados, su rico entorno parental y amical,
signado enbuenahora por una fortísima fidelidad a Dios y a la Patria. Aparece
la casa solariega, el paisaje nativo, el arraigo a la tierra. Y hay para todas
sus raíces un párrafo de gracias, explícito o implícito, según cuadre. En
tiempos de familias deshechas o construidas contra natura, sirva el testimonio
de una casa edificada sobre piedra.
En
segundo lugar, cabe un aprovechamiento literario de estas Memorias. Juan Luis
ha desempeñado una diversidad de tareas en su vida, hasta la abogacía –si
alguien le anda buscando defectos- pero bien sabemos que la centralidad de su
temperamento y de su obra, es la propia de un hombre de letras. Leídos con
apacible detenimiento estos recuerdos, podemos inteligir mejor, por un lado, el
nacimiento de algunos de sus títulos, como Operación Algeciras o Canto a la
patria argentina. Pero, por otro, podemos alborozarnos con poemas virtualmente
inhallables o desconocidos, como “El sueño de una noche de verano” (p.101), el
“Adiós al General Lonardi”(p.108),“Verano campero”(p.297-298),o las
divertidísimas cuartetas dedicadas a Máximo Gainza, en una cena en su
homenaje(p.314-315). Quienes rumbeen para la literatura, el periodismo, la
historia o el ensayo, encontrarán en “De memoria nomás”, no pocas claves para
consagrarse al apostolado intelectual, que bien supo llamarse así, antes de que
se inventara la philosophie dans le boudoir.
Un
tercer servicio prestan estas páginas, y no se ubica el mismo en el terreno
pedagógico o artístico, sino eminentemente en el político. Gallardo ha sido y
es un patriota formidable, que no dudó en tomar partido por las sucesivas
causas justas que se le fueron presentando en su ya larga vida. Causas justas
desplegadas dentro y fuera de las fronteras patrias, pero que en razón de su
universalidad merecían una adhesión tajante, una disposición a jugarse, más
allá del triunfo o del fracaso. No en balde estas Memorias se subtitulan “Recuerdos
políticamente incorrectos”. Debemos dejar constancia empero –y es ésta una
cordial discrepancia personal- que no todas las tomas de posición política del
autor coinciden con las nuestras. Como no es la oportunidad de ahondar en
detalles, sólo diremos que son aquellas que no nos parecen, paradójicamente, tan
políticamente incorrectas. A salvo siempre las intenciones, que sabemos las
mejores en un hombre de la talla de Juan Luis, hemos de tener, como simples
lectores, la recta libertad para juzgar prudencialmente algunas de sus opciones
eclesiales o políticas. Nada que no se solucione (o se empeore) con un café de
por medio.
Al
fin, el cuarto aporte de estos dos volúmenes atrapantes es el que, tal vez, nos
llegue más de cerca. Gallardo –se lo haya propuesto o no- ha trazado en gran
parte la biografía del Nacionalismo Argentino, al menos en su último y largo
medio siglo de vida. El anecdotario, la crónica, la reminiscencia,los apuntes
personales, la rica experiencia, la inclaudicable militancia, todo se conjuga
aquí para probar la fecundidad de nuestro entrañable nacionalismo, que si
errores tuvo o tiene, puede exhibir también un sorprendente caudal de aciertos,
de actos corajudos, de lúcidas anticipaciones, de intervenciones generosas, de
hombres singulares, de escritos que ya han pasado a la historia, e incluso de
mártires en el sentido cabal de la palabra. En tiempos de “construcción de la
memoria” –eufemismo para designar al macaneo más craso y horripilante- es para
dar gracias que alguien se haya decidido, no a “construirla” sino a relatarla
con veracidad y
fundamentos.
Es para dar gracias que alguien no tenga temor mundano, pero sí timor Domini.
La
obra se completa con dos regalos. Un prólogo del inolvidable Tito Guevara
–digno anfitrión para libro tan hidalgo- y una galería de fotos, sobre una de
las cuales (con un “pachístico” figurón) cabría un piadoso manchón de tinta.
Recurso que sugerimos amablemente a los editores, cuando estas páginas se
reediten para provecho de un mayor número de lectores>.
Juan
Luis acusó recibo de estos párrafos con generosidad, sentido del humor y buen
talante. Y en amable esquela del 5 de marzo de 2012, me decía: “Una de las
contingencias favorables que se me han dado en la vida es haber contado con
amigos benévolos, que han escrito benévolamente sobre libros míos. Tu caso es
una de esas contingencias. Dado su carácter no me es fácil referirme al tenor
de tus juicios, ya que, al hacerlo, debería estar formulando continuas
salvedades y aclaraciones. Pero, pidiéndote que las des por formuladas, debo
decirte que me gustó la manera cómo encaraste la cosa, estableciendo los cuatro
ángulos desde los cuales abordaste el análisis de la obra. Respecto a las
disidencias (cuya naturaleza intuyo), bienvenidas sean. Pues sería muy aburrido
que el nacionalismo, que se ha caracterizado por abundar en ellas, se hubiera
venido a transformar en una corriente de pensamiento monocorde, regida por
cánones inflexibles”.
Tuvo
antes y después de estas Memorias, la inusual caridad de remitirme, en formato
pdf, libros suyos en ciernes, con proyectos firmes de publicarlos y –¡mal de
muchos!- con no siempre recursos adecuados para poder hacerlo. Recuerdo ahora
“Aromas y Fragancias”, “Dichos argentinos”, “Sonetos sevillanos”, “Temas
argentinos”, y uno muy particular, curioso y atractivo al que tituló “Gentes”.
Me gustaría saber –y mucho más me tranquilizaría enterarme- que este caudal de
inspiración y de gracia, como diría Ernesto Palacio, ya tiene cristiana edición
o editores cristianos que asuman la tarea pendiente, si es que aún no se ha
hecho.
Estoy
escribiendo la noche del 29 de agosto, en vísperas de Santa Rosa de Lima.
Ignoro si mañana habrá lugar para la más popular y sacra de las tormentas. Sólo
tengo la certeza moral y la esperanza del espíritu, de que a Juan Luis de la
Cruz Gallardo ya no lo alcanzan los chubascos ni los aguaceros de la tierra.
Antes bien, debe andar mereciéndose la presencia irrefragable del Sol Invicto.
Nos
enseñó a gustar de aquellas cosas,
domésticas
o magnas, tornadizas,
gratas
como el murmullo de las risas,
y
otras graves, de luces asombrosas.
Las
palabras sonaban melodiosas,
entre
el cielo y la tierra, fronterizas,
épicas
unas y eran sus divisas,
orantes
otras y eran dadivosas.
Te
extrañarán los trenes de la infancia,
por
Falucho hay ombuses que hacen duelo,
se
resiste a apagarse aquel farol
que
en Malvinas es luz de comandancia.
Pero
ahora al combate en otro Suelo,
¡Vamos,
“de pie, que ya despunta el Sol”!
Gracias, querido Maestro. Habrá que ahondar en las páginas de Juan Luis: ¡es tan ubérrimo el legado del nacionalismo católico argentino! Que Dios lo tenga en Su Gloria. BRUNO ACOSTA
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