En
su novela "Autobiografía del hijito que no nació", de publicación postuma
en 1962, el genial Hugo Wast se imaginaba así la muerte del perverso abortero
Tubal Astaró:
“Su
cara se descompuso. Mueca pavorosa en que se mezclaban la asfixia de los
pulmones, el dolor agudísimo de las arterias finas que estallaban, el miedo insondable
y tenebroso en que se hundía la mísera alma, sin otro salvavidas que las
blasfemias con que había implorado la protección del diablo y no el perdón del
Redentor, que por ella derramó en vano su Sangre. Tan cierto es que Dios
respeta hasta el borde del infierno ese prodigio de la Creación que es la
libertad humana”.
N. del E.: Agradecemos al frater en el exilio
Y sin embargo, quiera Dios que el referido "tácitamente" haya tenido tiempo de arrepentirse para ir a lavar sus culpas durante miles de años al purgatorio.
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