San Juan Bautista

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jueves, 31 de octubre de 2024

Prólogo de Jordán B Genta al libro: "Nuremberg o tierra prometida" de Maurice Bardeche

 



He aquí un libro francés y definidamente europeo, como tiene que ser toda expresión cabal de un nacionalismo en Occidente.

Una individualidad nacional es tanto más ella misma y es tanto más consciente de su distinción cuanto más se compenetra en la universalidad de la idea de Europa. Todo lo que se requiere para una buena vida humana, nos ha venido de Europa y todas nuestras coincidencias fundamentales están en Europa.

Son europeos todos los que reconocen en Roma, el centro espiritual del mundo; todos los que tienen una Patria y una familia y no aceptan que la Patria y la familia sean de esas cosas que se eligen o se cambian; todos los que respetan las jerarquías naturales y sostienen que la libertad es una dura disciplina; todos, en fin, los que para razonar se someten al principio de identidad y saben distinguir entre una fidelidad y una traición.

Tan solo encuadrada en estas necesidades que son las de su naturaleza inmutable, la criatura humana puede existir en la plenitud de su responsabilidad y de su honor.

Todo lo que se separa de estas exigencias y en la medida en que lo hace, está fuera de Europa; y todo lo que se le opone o resiste activamente está en contra de Europa, lo mismo si procede desde dentro que desde fuera de sus fronteras.

Aparte de los renovados y siempre temibles sitios que ha debido afrontar la fortaleza europea, sacudida por gigantescas avalanchas venidas desde el Oriente, una revolución interna está carcomiendo sus fundamentos desde hace cuatro siglos y parecería haber llegado al término de su obra destructora. Esa revolución permanente y progresiva que ha ido resquebrajando la unidad de Europa y alejando a las naciones occidentales de la idea de Europa, es el liberalismo moderno. Y hoy, en la etapa de sus últimas consecuencias y de las osadías extremas, se llama bolchevismo y su consigna de lucha, es la que dejó F. Engels: “Todo lo que existe merece perecer”.

 

He aquí un libro que esperábamos tanto como esperamos ver disipada la cortina de humo que la propaganda democrática lia extendido sobre las nacioues de Occidente, permitiendo que el bolchevismo completara su predominio en las almas y en la plaza pública.

Una propaganda abrumadora o irresistible, sostenida durante años y dueña de todos los medios de influencia ideológica y de presión moral, ha conseguido sus objetivos de guerra y de post-guerra!

En la guerra: logró que conductores ciegos desoyeran las insistentes propuestas de paz que hizo llitler antes de ordenar el ataque decisivo a Rusia —empresa donde se arriesgaba no sólo el destino de Alemania sino el do Europa entera—; y los hizo colaborar estúpidamente en la destrucción del primer Ejército del mundo y de la obra que venían realizando los regímenes nacionalistas, a pesar de sus errores doctrinarios y de algunos excesos prácticos. Se abatieron así las únicas fuerzas temporales, las únicas posibles en ese terreno, que constituían una reacción efectiva y total frente a la plutocracia burguesa y el comunismo proletario; esto es, frente a las dos fuerzas nihilistas que trabajan en la disolución de nuestro mundo occidental y cuya suma de efectos disgregadores es lo que se llama con propiedad, bolchevismo.

El Ejército Alemán era una expresión de real aristocracia surgida de la verdadera democracia que abre paso a los mejores y eleva a la multitud por la atracción irresistible de sus legítimas superioridades. El Nacionalismo —en sus diversas manifestaciones europeas—. era una acción restauradora de la jerarquía y una vuelta del hombre a su naturaleza política que restablece su dignidad civil en los deberes antes que en los derechos: y en un sentido de la vida como servicio antes que como provecho.

En la post-guerra: ha producido el Juicio de Nuremberg: esto es, el proceso de la iniquidad consumado desde el sitial de los jueces, por un Tribunal que después de llenar las formalidades con corrección típicamente sajona, ha condenado a morir en la horca a un grupo de patriotas alemanes, abnegados y fieles, en nombre de un Código nuevo y extraño: la iniquidad erigida en justicia a través de la consagración del principio de la imputabilidad retroactiva. Se juzga a los dirigentes de la nación vencida por actos cometidos antes de que fueran clasificados como criminales en el nuevo Código; y por actos que siempre han sido considerados como los más dignos de alabanza en un ciudadano: participar en un movimiento nacional que aspira a realizar una patria fuerte y grande robedocor bis órdenes del superior cuando se está en filas o en función de .servicio del Estado. Así son criminales los alemanes que pertenecieron al partido nacional-socialista; son criminales los soldados alemanes que obedecían las órdenes de sus jefes y los jefes que obedecían las órdenes de su Führer.

Hay todavía más en la aplicación retroactiva de la nueva ley: todos los patriotas alemanes son criminales en el grado monstruoso; el pueblo alemán es un pueblo de monstruos que no deben volver jamás a estar en condiciones de hacer daño a las inocentes ovejas que constituyen la población restante del mundo. Todo está permitido cuando se trata de aplastar al monstruo o de reducirlo a la impotencia para siempre; todas las trasgresiones están justificadas; todos los medios, aún los más inhumanos, pueden ser empleados en nombre de la humanidad y de los inviolables derechos de la persona.

Todo está permitido con el vencido: esto significa la nueva ley, el nuevo código, el tribunal de Nuremberg instituido por las paladines de la Democracia, de la Libertad y de la Humanidad. He aquí la tierra prometida.

Maurice Bardeche a través de un análisis de las Actas de acusación, conducido níagistralmente con la más depurada ironía socrática, demuestra que la obra consumada en Nuremberg es infinitamente más destructora que la guerra más despiadada, porque Nuremberg es la abolición de todo el orden existente; es la consumación del bolchevismo por los mismos occidentales, devoradores de sí mismos “como la serpiente que se muerde a la cola”.

Nuestro antiguo mundo europeo se ha estructurado en un espacio de tres dimensiones: la sabiduría humana de los griegos, la organización política de los romanos y la Caridad divina de Cristo. En principio ese mundo ya no existe. Sobre sus ruinas se levanta aparentemente Nuremberg o la tierra prometida. Pero es nada más que una apariencia sin ser, un edificio en las nubes y todo hecho de nubes como una horrible pesadilla.

Aquí no se piensa ni se obra más que por medio de abstracciones vacías y ligeras como nubes. Aquí reina la más absoluta igualdad, la más perfecta nivelación democrática; todas las odiosas jerarquías han sido suprimidas: un hombre ya no se distingue de otro hombre por la fe, ni por la patria, ni por la estirpe, ni por la profesión, ni por la familia, ni por la inteligencia, ni por el carácter.

La idea de Patria y el “todo por la Patria” de los cuarteles, han sido sacrificados a la diosa Democracia en las dos formas visibles que se veneran en el mundo moderno: La Democracia de la Humanidad made in U. S. A. y la Democracia del Proletariado made in U. R. S. S.

Bardeche pone en evidencia que el espíritu de Nuremberg y el espíritu de Moscú son uno y otro el mismo espíritu, cuya fórmula se puede expresar lacónicamente así: La Democracia es antes que la Patria.

Si llega el caso de tener que elegir no se puede dudar que primero eg la fidelidad a la Humanidad en general o al Proletariado universal. Por esto os que el Mariscal Petaiu que lo dio todo en servicio de su Patria y mucho más que la vida, hasta la gloria de su nombre y la fama de sus grandes hechos, agoniza en una prisión como traidor a la Patria; mientras que los desertores de ayer y que hoy anticipan cínicamente que no tomarán las armas si estalla la guerra con Rusia y que estarán en contra de su propia Patria, ocupan el sitial de los optimates en el parlamento de Francia y lucen condecoraciones en calidad de beneméritos de la Patria.

Es desconcertante, pero es así; y no es cuestión de volver el rostro a la verdad que se descubre en todo su horror, apenas «e diflipa la cortina de humo que la propaganda ha extendido sobre Occidente, envolviendo a los pueblos en la nube de los sueños, con la repetición maquinal, monótona, incesante, de su gastada cantilena sobre los derechos de la persona humana, sobre la causa de la libertad y sobre la paz idílica y perpetua entre Oriente y Occidente, ahora que el espíritu cesáreo y el militarismo alemán han sido aniquilados.

Pero las nubes de los sueños se desvanecen finalmente y este Nuremberg de iniquidad y de muerte, no será más que una horrible pesadilla. Y todas las gentes honestas del mundo sabrán que la tierra prometida no tenía más consistencia que una nube.

Este libro de Bardeche, valiente, osado, ecuánime, profundamente generoso y lleno de esperanza, nos sugiere la evocación del otro Nuremberg, el verdadero, la antigua ciudad alemana edificada sobre la tierra firme e indestructible de la historia, toda hecha con el espíritu y la sangre de generaciones :

¡Viejos relojes de Nuremberg detenidos en la hora en que los mártires mueren!

El tiempo de los hombres que fluye y pasa, inmóvil, se hace eterno.

Todo alemán está mirando desde entonces el implacable horario fijo. Ciudad antigua es Nuremberg: piedra y silencio, voz grave de campanas, bajo losas gastadas viejos muertos; y

por lo mismo, una pasión de ser y seguir siendo: identidad esencial.

En Nuremberg, las horcas de los mártires. El futuro de Alemania está aquí: presentimiento y certidumbre en cada corazón germano que Vivos en su muerte, los jerarcas nazis de la infamante muerte, no murieron.

Y sólo se oyen en medio del tráfico mercantil y del frívolo bullicio que aparentemente llena las calles, loe pasos lentos, seguros y marciales de Jodl.

Las fuerzas de ocupación traen modas nuevas de jóvenes pueblos ya seniles.

Y en el viejo Nuremberg las voces de los muertos que no han muerto, con ardor de juventud inextinguible, repiten su mensaje.

En vano en las ciudades alemanas, discos rayados dejan oír una música epiléptica y bárbara. En vano la neutra coca cola, el vodka ardiente y el whisky escocés quieren desnazificar hasta los paladares. En vano los “Readers” llenan los “kioscos”. Cada ciudadano lee nuevamente los “Discursos a la Nación Alemana”. Y no circula el “Times” londinense porque el tiempo de este pueblo capaz de “una tácita obstinación”, de una invencible obstinación, no es oro de esterlinas, sino heroísmo, sabiduría y arte. En vano el ruso repite el A B C de Bujarín y el yanqui los mandamientos burgueses de Franklin y el inglés la última humorada de Churchill. Todo alemán está de pie escuchando las viriles palabras de los ahorcados y en su corazón resuena como un salmo: “¡Ay, Alemania mía!”. Y se hunden como una estocada en el corazón de los ocupantes occidentales la terrible profecía de Streicher.

Sólo la sangre redime y salva; la tierra de Alemania está regada por la sangre de sus mártires que hará fructificar de nuevo la noble semilla de la vocación cesárea y del sentido militar de la existencia que va a salvar a Europa desde las horcas de la prisión de Nuremberg.

Y ha de llegar un día en que se vaya a Nuremberg en busca de las horcas, desde la hora inmóvil, pende de una lección de vida, nuble y alia; y se honre a los héroes, salvadores de sus propios verdugos, “que en su morir consintieron” para que Occidente pudiera vivir. ([1])

Jordán B. Genta.

Buenos Aires, enero de 1950.

Año del Libertador General San Martín.

 

EPIGRAFE

“Salomón contó a todos los extranjeros

que había en el país de Israel y cuyo 

empadronamiento había sido hecho por David, su

padre. Encontró ciento cincuenta y tres mil

seiscientos. Y tomó setenta mil pura llevar

los fardos, ochenta mil para tallar las

piedras en la montaña y tres mil seiscientos

para vigilar y hacer trabajar al pueblo.”

SEGUNDO LIBRO DE LAS

Crónicas 2, 17—18.



[1] Corresponde patrióticamente destacar que el primer homenaje a los héroes de Ñuremberg, en nuestro país y acaso en el mundo entero, fue realizado en la dudad de Paraná, por un grupo de jóvenes nadona* listas argentinos presididos por D. Juan Zenón Echenique, el 27 de oc­tubre de 1946


N. de la R.: Agradecemos a Daniel González Cespedes el habernos acercado este trabajo.



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