Los
Reyes y el Rey
Santo Tomás de
Aquino,
Comentario al
Evangelio de San Mateo.
Hay
un cuadrante que la estrella alumbra
y
en Belén desemboca mansamente,
eran
tres peregrinos y un riente
corazón
que vencía la penumbra.
Las
ofrendas no fueron lo primero
esa
noche cabal de epifanía,
el
incienso su turno aguardaría
con
la mirra y el oro argentifero.
Al
principio fue entrar, ver y postrarse,
trocarse
en agasajo personal,
testigos
de esa piedra primordial
y
en la Casa del Pan anonadarse.
‘Es
tu mano que todo lo engrandece’,
rezaron
con Miqueas, el profeta,
después
la tierra se volvió glorieta:
Es
el Rey el que todo lo embellece.
Una
alegría nueva han conocido,
los
pastores, boyeros o rebaños,
un
jubileo que en los aledaños
entonó
el canto etéreo y bendecido.
Señor,
hiciste grande el aleluya,
lo
anticipó la boca de Isaías
y
bienaventurado aquél, dirá Tobías,
que
en tu paz su camino reconstruya.
Esos
Magos, Jesús, son las primicias
de
las naciones que de lejos llegan,
te
adoran, te obedecen, se te entregan.
Y
Tú, el Encontradizo, las auspicias.
¡Ay
de tí, Nazareth! ¡Ay pago nuestro!
sin
Magos, sin lucero, sin pesebre,
sin
capellán que al Buen Amor celebre
y
clavada de espinas un cabestro.
‘Vendrán
a tí de lejos, numerosos’
los
pueblos de los que eres el presagio,
la
Barca saldrá a flote en el naufragio
de
los amotinados alevosos.
Los
Herodes te buscan, su apariencia
más
que regia semeja a los lacayos.
Prometemos,
Señor, ser tus vasallos:
adoración,
ofrenda y obediencia.
Por Antonio Caponnetto
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