San Juan Bautista

San Juan Bautista

martes, 15 de abril de 2025

La Burra de Balaam - Mario Vargas Llosa


    Advertencia previa de NCSJB: el siguiente posteo no pretende hacer una reivindicación del autor del texto, sino hacer notar el acierto del mismo a pesar de su trayectoria tan contraria a nuestro sentir y creer, tanto político como religioso; y de quien esperamos pueda haberse arrepentido adecuadamente, antes de su reciente deceso, de sus defecciones en contra de la Iglesia.


La burra de Balaam


   “...Luego de haber tenido tanta influencia en la historia, de haberla marcado a fuego, ahora, sin que nadie las ataque, y pese a que todos los gobiernos las subvencionan y nadie las hostiliza, las iglesias van desapareciendo poco a poco pues aquella lejana observación de Nietzsche se ha hecho realidad: Dios ha muerto y a nadie le importa, pues hombres y mujeres han aprendido por fin a vivir sin Dios. Era también un producto de la cultura y, como esta se ha transformado en diversión, ni nos hemos dado cuenta de que a los viejos dioses los han reemplazado los futbolines, las imágenes de la pantalla, los circos, los dibujos animados y, sobre todo, la publicidad y sus múltiples manifestaciones que comienzan a no parecerlo.


     Yo sospecho que la Iglesia católica selló su partida de defunción cuando comenzó a modernizarse, cuando ese bastión del machismo y conservadurismo, intolerancia y dogmatismo que fue antaño, empezó a relajarse, a resquebrajarse, a hacer concesiones a los curas y laicos progresistas. Estos se salieron con la suya, pero, en vez del aggiornamento que reclamaban, le dieron a la Iglesia el puntillazo. O sea, el tiro les salió por la culata. Parecía imposible y sin embargo ocurrió: la Iglesia comenzó a ordenar mujeres y nombrarlas obispos, autorizó que los curas se casaran, como los pastores protestantes, y el papa en persona celebró un matrimonio gay en la mismísima basílica de San Pedro. Mi pobre madre, que en paz descanse, cuando escuchó estas noticias y vio la escena en la tablilla digital lanzó un grito desgarrador y perdió la conciencia. Se derramó de la silla de ruedas al suelo. Pobre viejita. “Eran adelantos indispensables para adaptarse a la época”, dice Osorio. “Si no lo hacían, la Iglesia habría comenzado a marchitarse como una rosa expuesta al sol durante mucho tiempo.” ¿No es lo que ha ocurrido, acaso?


     Yo también discrepo con él en eso, por supuesto. A la gente le gustaba la Iglesia porque no se parecía a la vida, a la sociedad tal cual es, porque representaba lo contrario de la existencia en el siglo. Dentro de la Iglesia uno se sentía ya en el otro mundo, un territorio muy distanciado del de la rutina cotidiana. Era una ilusión bonita, hecha de ritos, de cantos, de incienso, de frases en latín que, como no las entendían, a los fieles les parecían sabias, celestiales, alusiones a vidas perfectas, heroicas y marcadas por la pureza, la inocencia y la paz interior. Ahora la Iglesia ha dejado de ser ese refugio: es una prolongación de la vida de todos los días, donde casi todo está permitido, donde ya no hay tabúes ni dogmas inflexibles. La Iglesia ha perdido misterio y dejado de ser interesante, pues se parece a esos partidos políticos en los que nadie cree, a las fraternidades universitarias o a los clubes de fútbol. Cuando el Vaticano estableció que el limbo no existe, las cosas se orientaron para ella por el mal camino. La abolición del infierno tranquilizó a muchos creyentes pecadores, desde luego, pero decepcionó a otros, a quienes soñaban con que sus enemigos, quienes los habían maltratado y explotado, se quemaran eternamente en las llamas de Belcebú. Sin llamas y sin Belcebú el más allá perdió mucho atractivo para gran cantidad de fieles. Ahora se dice que el Vaticano también va a declarar que el cielo solo existía como algo simbólico y metafórico, pero que, en verdad, tampoco existe en un sentido tangible y material. ¡Pobres mártires cristianos! Se hicieron descoyuntar en el potro, destrozar por las fieras, quemar vivos defendiendo los principios y verdades de la fe cristiana y resulta que ni el infierno ni el limbo ni el cielo existen. De qué y a quién podía servir la Iglesia en esas condiciones”.


Mario Vargas Llosa, Los vientos, Letras Libres, CDMX, 2021, p. 24.

 







No hay comentarios.:

Publicar un comentario